Argentina | Laura Richardson, la compra de los aviones F-16 y un nuevo 2 de abril – Por Matías Caciabue, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Matías Caciabue*

Al calor de la agudización del conflicto internacional, en la segunda década del siglo XXI ya no se puede dudar sobre la situación de que los Estados Unidos ha militarizado su relación política con América Latina.

En el documento público de mayo de 2019 “Estrategia del Comando Sur de los Estados Unidos: `Promesa Duradera para las Américas´”, el UsSouthCom –el acrónimo del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de los EEUU para la región-, se pronuncia sin medias tintas. En su descripción del Entorno Estratégico, a la par que ponderan las “organizaciones criminales transnacionales y organizaciones extremistas”, vinculadas en nuestra región al narcotráfico, afirman también que “China y Rusia quieren formar un mundo en concordancia con su orden autoritario, y están debilitando los principios de la democracia, la soberanía, los derechos humanos y el estado de derecho. China emplea influencia económica dañina, Rusia propaga desinformación para sembrar la discordia, e Irán ha exportado el terrorismo apoyado por el estado a este hemisferio. Cuba, Venezuela y Nicaragua –alentados por el apoyo de China y Rusia- desestabilizan aún más el hemisferio y amenazan la gobernabilidad democrática”.

En el marco de esa definición del escenario regional, la General Laura Richardson, titular del UsSouthCom, llega a la Argentina en un día de fuerte carga simbólica. Pese a los rumores en la prensa de que el gobierno intentó evitar de que llegue en una fecha tan sensible como es el 2 de abril –día del desembarco en las Islas Malvinas en 1982-, la agenda no se modificó. No hay casualidades. Todo es más fácil, por supuesto, con un gobierno como el de Milei, cuya lectura geopolítica es subsidiaria de una mirada económica dogmática, que entiende que el actual orden económico global tiene casi que “naturalmente” su epicentro en el Atlántico Norte, la meca del “Mundo Libre”.

Por supuesto, la visita de la General Laura Richardson es una nueva confirmación de que los intereses de seguridad nacional de los EEUU rebasan las discusiones partidarias. Pese a que Milei es un alfil del trumpismo y de la Alt-Right (ultraderecha global), la agenda en Argentina de Richardson puede ser traducida como la operacionalización de una serie de definiciones estratégicas tomadas en niveles superiores. Tanto por el poder político de turno, tras la visita del Secretario de Estado (Canciller) Anthony Blinken el pasado 23 de febrero, como del Deep State (Estado profundo), con la visita del Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Burns, un hombre de confianza multipartidaria, el pasado 20 de marzo.

La visita incluye la entrega de un Hércules C-130 a la Fuerza Aérea Argentina (mediante un contrato leasing que funcionará como una especie de donación), un avance en las gestiones para la adquisición de los aviones cazas polivalentes F-16, y una visita por dos provincias patagónicas. Richardson mantendrá reuniones con el Ministro de Defensa, Luis Petri, y la plana completa de las Fuerzas Armadas, encabezadas por el Jefe del Estado Mayor Conjunto (EMCO), brigadier general Xavier Isaac. También se proyecta una reunión con la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y con la Canciller, Diana Mondino, para luego viajar a la Provincia de Neuquén, para reunirse con el Gobernador Rolando Figueroa, y de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Gustavo Melella.

La visita del Comando Sur a Neuquén será un ejercicio de diplomacia militar en torno a la Estación de Espacio Lejano, CLTC-CONAE, que el gobierno de Cristina Kirchner concedió a China por 50 años en esa Provincia, a cambio de permitir que las instalaciones puedan ser también utilizadas por especialistas argentinos. A pesar de que una adenda al convenio original, que hizo la entonces Canciller macrista Susana Malcorra, explicitó una restricción al uso militar de esas instalaciones, las presiones estadounidenses giran en torno a que CLTC (China Satellite Launch and Tracking Control General) es una institución del Ejército Popular de Liberación, las Fuerzas Armadas de China.

En tanto, en su paso por la provincia fueguina, Richardson anuncia el reiterado interés de los Estados Unidos en el desarrollo de la nueva Base Naval Integrada que será parte de un polo logístico antártico desde la isla, para abastecer desde allí a los buques que van al Continente Blanco. Años atrás, el Gobernador Melella había ensayado la posibilidad de que una empresa china realice un aporte privado que irritó enormemente al Departamento de Defensa norteamericano. Finalmente, en un entendimiento entre la Provincia y el Gobierno Nacional, con Alberto Fernández como presidente, se abortaron las negociaciones con China y se avanzó con el proyecto de que el polo logístico antártico sea construido por el Estado o por capitales nacionales.

Con el Ministro de Defensa Luis Petri, Richardson también prevé avanzar en una agenda de operaciones militares conjuntas, que comienza con la visita del portaaviones USS George Washington a la Argentina el próximo mes de mayo, y un plan de capacitación militar desde los Estados Unidos.

En el Comando Sur, sin dudas, debe entusiasmar la intención del actual gobierno argentino de meter a nuestras FFAA en el combate al Narcotráfico. Es que en la derecha local nunca hicieron mella las lecciones críticas del “Plan Colombia” o de la “Guerra contra el Narco” de México, donde el uso del instrumento militar, lejos de ser una solución, sólo significó un agravamiento de las condiciones de violencia que vive la ciudadanía cuando las bandas criminales, en la dialéctica de sostener la lucrativa narco-economía, se terminan erigiendo en verdaderos ejércitos privados, que incluye la capacidad económica de corromper las instituciones castrenses.

Los F-16 para la Fuerza Aérea Argentina

El hecho central de la visita de Laura Richardson tiene que ver con las gestiones para la compra argentina de veinticuatro aviones cazas polivalentes F16 Fighting Falcon, fabricados por la empresa Lockheed Martin, que están en poder de Dinamarca, usados, con muchas horas de vuelo.

Además, si las previsiones anunciadas Stefano Puliafito para la revista DEF en septiembre de 2023 son ciertas, los F-16 que Argentina compraría a Dinamarca son de la serie de fabricación Block 10 y Block 15, lo que significa que cuentan con una aviónica –es decir, la electrónica aplicada al avión- obsoleta. Nuestros actuales aviones IA-63 Pampa, de entrenamiento avanzado y ataque ligero, que, aunque no cuentan con velocidades supersónicas, son tecnológicamente superiores a esos F-16.

La experiencia latinoamericana más importante en el uso de los F-16 es la chilena. El pasado 31 de enero conmemoró dieciocho años en el uso de ese sistema de armas. Actualmente cuenta con seis F-16C (monoplaza) y cuatro F-16D (biplaza), destinados en el Grupo de Aviación N° 3 de la I° Brigada Aérea desde la base de Los Cóndores en Iquique, al norte del país.

Pero, tal como lo señala Sergio Eissa y Hernán Longoni, Chile “tiene restricciones operativas y estratégicas para utilizar sus F-16. Tanto el país hermano como nosotros somos considerados por EE.UU. como su patio trasero. Situación que el país del norte pretende mantener a toda costa. En consecuencia, nunca nos van a vender misiles inteligentes sin restricciones como tampoco lo hicieron con el país trasandino”. Los analistas de la Universidad de la Defensa Nacional de Argentina agregan que, en el caso de nuestro país, “se le agrega el veto británico. El veto británico existe efectivamente y ya afectó –por mencionar solo un ejemplo–, la reparación del destructor Hércules que tenía componentes británicos” (Perfil, 6/01/2024).

La decisión de avanzar con la compra de estos aviones fue del Presidente Javier Milei, de su Jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y del Secretario de Estrategia de dicha cartera ministerial, el Brigadier (retirado) Jorge Jesús Antelo. Este secretario mantiene un bajísimo perfil, al igual que Posse, el Jefe de Gabinete al que la ciudadanía argentina no lo conoce la voz. Posse y Antelo se conocieron trabajando en la Corporación América, el grupo empresario de Eduardo Eurnekian, uno de los hombres fuertes del “Círculo Rojo”, el nombre con el que en Argentina se conoce a la elite económica del país.

El acuerdo contempla la erogación de unos U$S 650 millones, a pagar en seis años. Para ello, el Ministro de Defensa argentino, Luis Petri, y su colega danés, Troels Lund Poulsen, rubricaron el pasado 26 de marzo un preacuerdo, cuya negociación final se producirá en este mes de abril en Copenhague. Esta operación alcanzaría los primeros U$S 340 millones para la compra de los aviones. Una vez sellado ese contrato, Estados Unidos obtendrá un contrato de unos U$S 310 millones para la compra de armamento y la necesaria actualización de la aviónica, con un descuento-donación, gestionada por el Embajador en Argentina, Marc Stanley, de unos U$S 40 millones.

La adquisición de los veinticuatro F-16 implicó descartar la otra opción de compra que se manejó durante el gobierno de Alberto Fernández. Se trataba de avanzar en la obtención de treinta y cuatro cazas polivalentes de origen chino-paquistaní, los FC-1 Xiaolong/JF-17 Thunder fabricados por la empresa Chengdu Aircraft Industries Corporation (CAC). El gobierno del gigante oriental puso sobre la mesa del Ministerio de Defensa argentino una propuesta que incluía aviones a estrenar, con todas las últimas capacidades tecnológicas disponibles para un avión de cuarta generación, y con una propuesta de financiación muy flexible, acorde a la dura situación que Argentina vive luego del ciclo de valorización financiera del macrismo y los preceptos económicos del FMI.

Además, hay que mencionar que el JF-17 fue proyectado en Pakistán para reemplazar el uso, justamente, de los F-16 estadounidenses. Su desarrollo, además, fue pensado íntegramente para no utilizar componentes tecnológicos occidentales, lo que posibilitaría que Argentina pueda eludir las sanciones que pesan sobre nuestro país desde el fin de la Guerra de Malvinas.

El caza chino-pakistaní tiene un costo de hora de vuelo muy por debajo del F-16, que, según el modelo, oscila entre los U$S 11.000 y los U$S 23.000 por hora de uso, cifras que multiplican casi que por diez las del IA-63 Pampa, el avión fabricado por FAdeA, la Fábrica Argentina de Aviones “Brigadier San Martín”, la empresa del complejo militar-industrial del país que Milei está decidido a privatizar, como ya sucedió con Menem en los noventa. La hora estimada de vuelo del avión argentino insignia es de apenas U$S 1.500 por hora.

Por el contrario, el JF-17 es un sistema de armas económico, pensado para países en desarrollo, y con todas las capacidades de combate de la guerra aérea contemporánea. Su uso y mantenimiento no requería la adecuación de pistas y talleres, ni de grandes nuevas obras de infraestructura, algo que si requerirán los F-16, para lo cual ya circula información de que serán emplazados en la VI Brigada Aéra de Tandil (Buenos Aires) y su mantenimiento será realizado en el Área Material de Río Cuarto (Córdoba). Durante la gestión del Ministro de Defensa Jorge Taiana, se supo que China, también, estaba dispuestas a la importantísima y necesaria transferencia de tecnología a FAdeA, algo por el momento descartado en la opción estadounidense.

En ocasión de la Guerra de las Malvinas, Washington se olvidó del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de la OEA) y se puso del lado británico en el conflicto, suministrándole apoyo logístico y de inteligencia que fueron decisivos para su victoria. América Latina y el Caribe es, para los Estados Unidos, la región más importante del planeta. Jamás sus F-16 podrán ser equipados por Argentina con misiles inteligentes (algo que ya le ocurre a la Fuerza Aérea chilena) e, incluso, con misiles hipersónicos, los vectores que actualmente se encuentran en la frontera tecnológica militar.

Palabras finales

En un contexto donde el veto británico al requipamiento militar argentino continúa, la adquisición de los F-16 y la intermediación estadounidense implica toda una brutal definición estratégica por parte del gobierno de Javier Milei. La misma va más allá de la discusión sobre si la oferta estadounidense era mejor o no a la china. Con la compra de estos aviones, el gobierno libertario está renunciando a acertada política de disuasión estratégica que Argentina tenía para con el Reino Unido en la lucha diplomática por la soberanía de nuestras Islas Malvinas.

Pese a la posible llegada de los F-16, la General Laura Richardson y los más de 1.200 militares y civiles que públicamente integran en USSouthCom, con elementos del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, la Infantería de Marina, la Guardia Costera y varias otras agencias federales de los EEUU, estarán vigilantes de que el accionar operacional de las FFAA argentinas se alejen de la política de defensa consecuente, aún vigente con la Directiva de Política de Defensa Nacional, DPDN (Decreto 457/202), que implicó la radarización del sur patagónico y la reapertura de la X Brigada Aérea en Río Gallegos en febrero de 2023, que reposicionó a los IA-63 Pampa III como dotación permanente en dicha unidad militar, la más cercana a nuestras Islas Malvinas.

La discusión, de fondo, justo en el día que se conmemora la gesta de Malvinas, es si las Fuerzas Armadas del país serán –o no- un vector de la Soberanía Nacional, que use y aporte al desarrollo de una tecnología militar con capacidad de otorgarle autonomía estratégica al país, en un mundo convulsionado como el que vivimos.

*Matías Caciabue es Cientista Político (UNRC). Docente Universitario (UNAHUR). Analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

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