La huelga feminista del 8M en Ecuador: TQG (te quedó grande, Noboa) – Por Gabriela Gallardo-Lastra y Emilia Andrade
La huelga feminista del 8M en Ecuador: TQG (te quedó grande, Noboa)
Gabriela Gallardo-Lastra y Emilia Andrade
Hoy 8 de marzo, nos encontramos en Ecuador sumidas ante una crisis sin precedentes. El incremento del IVA, del 12% al 15%, decretado por el recién asumido presidente de derecha, Daniel Noboa, impacta directamente en nuestra economía como mujeres ecuatorianas, empobreciendo aún más a las clases populares ya golpeadas por el incesante crecimiento de la violencia y por el abandono sistemático del Estado neoliberal. Aún más preocupante es el hecho de que, mientras feministas de todo el mundo hemos dedicado esta huelga del 8M en solidaridad con la causa palestina, la Vicepresidenta ecuatoriana a pedido del gobierno se encuentra en Israel defendiendo un genocidio ante los ojos impavidos y cómplices del mundo.Esta indignación se suma a las ya alarmantes cifras de femi(ni)cidio que el país atraviesa; cifras que aumentan a causa de un premeditado abandono estatal en cuanto a políticas sociales con enfoque de género se refiere. Así, el 2023, el año más violento a nivel país, no fue una excepción para las mujeres llegando a una descorazonadora cifra de 321 femi(ni)cidios, de los que se tiene registro gracias a la labor de las organizaciones sociales (172 están relacionados con los sistemas criminales). Para este año la realidad no ha sido diferente, y se estima que cada 26 horas se arrebata la vida de las mujeres a causa de la violencia de género. Parecería entonces que en Ecuador los cuerpos de las niñas y jóvenes, sobre todo racializadas y de la ruralidad, se están utilizando como botines de guerra entre las distintas bandas criminales. Hace un mes nos despertamos con la noticia de que el cuerpo de una niña de 8 años, Danna Ramos, había sido encontrado en la cisterna de sus familiares porque su progenitor, un polícia en servicio activo, habría sido autor de su asesinato. Hace una semana, con el pedido desesperado de encontrar a la activista Vivian Rodriguez; y hace un día con la noticia de que en un colegio privado, tres niños ricos habrían violado a su compañera de clase, siendo no un caso aislado, ya que en el mismo colegio se habría suscitado el abuso a una niña de cinco años. Esto, sin obviar que las mujeres indígenas ecuatorianas enfrentan la ardua tarea de preparar la chicha a las 4 de la mañana para sus esposos, mientras simultáneamente se enfrentan a las empresas mineras que llegan como intrusos a contaminar sus ríos. Resulta imposible pasar por alto su resistencia contra el extractivismo, especialmente cuando el río Hatunyaku atestigua su lucha, respaldado por las estadísticas que revelan el tiempo dedicado a labores de cuidado no remuneradas en sus hogares. Una mujer ecuatoriana indígena en el Ecuador trabaja 24 horas más a la semana que sus pares. Sin embargo, en el país las noticias omiten constantemente la violencia de la que hoy somos parte, mientras una élite enquistada en el poder continúa enriqueciéndose a causa del dolor y la desesperanza. La violencia en provincias donde el Estado sólo llega con la fuerza y la militarización pone en riesgo el ya tan resquebrajado tejido social deviniendo en un retroceso del enfoque social. Es así que en Esmeraldas, la provincia más empobrecida del país, miles de mujeres afroecuatorianas tienen que presenciar cómo sus hijos e hijas son carne de cañón para las bandas criminales en una disputa que no nos pertenece. Miles de mujeres tienen que presenciar cómo se desintegra su familia a causa de la pobreza, y cómo sus seres queridos ingresan a la cárcel sin garantías para que probablemente no salgan con vida debido a un sistema que no sólo ha sabido criminalizar las economías de subsistencia, sino que además no ha sido capaz de brindar alternativas reales al conflicto. Entonces, pese a que este artículo sea desgarrador es sólo un pequeño reflejo de la violencia institucionalizada y quizás ya tan normalizada. Pero nosotras nos negamos a que se normalice la barbarie sobre nuestros cuerpos, y cuando nos pregunten por qué protestamos, respondemos que nos tomamos la calle como un acto puro de resistencia frente a un Estado devorador de cuidados y vidas. Esta lucha es por las guambras, las trabajadoras sexuales, las recicladoras de base, las profesoras precarizadas, las mujeres trans, las que no pudimos pagar la pensión del colegio, las que estamos pendientes que nuestra amiga llegue a casa, las que abortamos en condiciones deplorables y las que perdieron una amiga en esta guerra. Nos negamos a vivir en un país que nos deshumaniza y militamos activamente el cuidado y la alegría colectiva. Somos conscientes que nos enfrentamos a un momento de profunda desarticulación social, pero debemos reinventar nuevos sentidos para resistir al embate de la derecha. Esa es la apuesta y la fuerza que tenemos como feministas. Nos organizamos, resistimos, lloramos y salimos con la consigna clara de que no parimos hijos para la guerra. Que no queremos vidas opulentas, pero sí dignas, y que seguiremos militando cada espacio para hacerlos seguros. Así, hoy en Ecuador desde todas las provincias saldremos a las calles. Hoy es un día de Movilización Nacional de mujeres y disidencias. Sin embargo, el 8M paramos también por quienes no pueden parar. Aquí estamos y estaremos hasta que la dignidad se haga costumbre.