China: la próxima década
China: la próxima década
La reunión anual de la Asamblea Popular Nacional (APN) de China tiene lugar estos días. La APN es oficialmente el órgano deliberativo superior de China, que decide ostensiblemente las políticas económicas y sociales cada año. En realidad, esas políticas han sido elaboradas por los líderes del Partido Comunista Chino con antelación y luego presentadas a la APN para que las vote (por unanimidad). Sin embargo, la reunión de la APN ofrece a los líderes del PC la oportunidad de explicar sus respuestas políticas para hacer frente a los problemas económicos y sociales actuales del país.
Como de costumbre, es tarea del primer ministro de China presentarlas ante la APN. Este año se estrena Li Qiang. Pero el discurso de Li estuvo muy en línea con el del año pasado del anterior primer ministro Li Keqiang. Al igual que el año pasado, Li Qiang estableció un objetivo de crecimiento del PIB real en 2024 de «alrededor del 5 %» y afirmó que China buscaría «transformar» el modelo de crecimiento económico de China.
la APN también considerará el presupuesto anual. Se espera que el gasto en defensa aumente un 7,2 %, y el de seguridad pública aumente un 1,4 %, sin duda necesario dado el cerco militar de China por las potencias occidentales. Se espera que los gastos del gobierno central aumenten un 8,6 % para reducir un poco la carga de los gobiernos locales altamente endeudados. Otros objetivos anunciados por Li incluyen la creación de 12 millones de nuevos puestos de trabajo urbanos y el aumento de los precios al consumidor en aproximadamente un 3 % (aparentemente para evitar la deflación, véase más abajo). Li dijo que estos objetivos «no serían fáciles», pero que el «desarrollo de alta calidad» seguía siendo la prioridad.
Todo esto está prácticamente en línea con los objetivos establecidos en el último plan quinquenal de China. El decimocuarto plan acordado en 2021 fue un documento omnicomprensivo que cubría todos los aspectos de la economía china en detalle. Pero tenía algunos objetivos clave. En particular, China tenía como objetivo convertirse en una economía «moderadamente desarrollada» para 2035 y reducir la desigualdad entre las zonas urbanas y rurales. El plan se basó en el modelo de doble circulación, en el que la expansión de las exportaciones manufactureras, la clave del crecimiento milagroso de China hasta ahora, se combina con el desarrollo de la economía nacional y la reducción de la dependencia de las importaciones y la inversión extranjeras. El objetivo es que China pueda seguir creciendo y aumentando los niveles de vida a pesar de los intentos de los gobiernos occidentales de frenar o estrangular dicho crecimiento.
¿Puede China tener éxito, lograr su objetivo de crecimiento para este año y alcanzar los objetivos a más largo plazo durante los próximos diez años, más o menos, consiguiendo para casi 1.400 millones de personas unos niveles de vida que solo disfrutan un pequeño grupo de naciones de Europa, América del Norte y Asia Oriental?
Según la prensa occidental y sus economistas, las posibilidades de que China lo consiga no son mejores que las de una bola de nieve arrojada al sol. La posición casi unánime de los economistas occidentales, en particular de los «expertos en China», es que el «milagro» chino se ha agotado, y lo que es peor, China se dirige a una espiral de deflación de la deuda que significará que los objetivos de crecimiento no se cumplirán en el mejor de los casos, y es más que probable que haya una crisis importante. Y ello a pesar del hecho de que en 2023 China tuvo una tasa de crecimiento oficial del 5,2 %, más del doble que el «boom» de la economía estadounidense, y cinco veces la tasa de crecimiento del resto de las principales economías capitalistas del G7. (No quiero entrar en la discusión de que la cifra de crecimiento de China es falsa y el crecimiento es mucho menor. Quienes argumentan esto tienen poca evidencia en la que apoyarse.)
Ah, pero la industria manufacturera está en recesión (según las encuestas oficiales), el consumo es débil (todavía por debajo de los niveles anteriores a la pandemia) y la inversión extranjera, considerada el motor de la economía china, se ha estancado.
Y lo que es peor, los precios de los bienes y servicios están cayendo. Los lectores se sorprenderan al escuchar que los economistas occidentales, que pasan gran parte de su tiempo exigiendo que las tasas de inflación en sus países se reduzcan a no más del 2 % anual tras la espiral inflacionaria post COVID de los últimos tres años, no vean ningún mérito en la falta de aumento de los precios (y, por lo tanto, en el aumento de los salarios reales) de la economía china: la «inflación es mala para los EEUU, pero no para China».
En un reciente artículo, John Ross ha demostrado que para alcanzar el objetivo para 2025 del PIB del Plan chino, es decir, duplicar el PIB a partir de 2021, se requeriría un crecimiento anual promedio del 4,7 % anual. Hasta ahora, China está por delante de ese objetivo con un crecimiento promedio anual en 2020-2023 de alrededor del 5 %. De hecho, desde el comienzo de la pandemia, la economía de China ha crecido un 20,1 % y los Estados Unidos un 8,1 %, es decir, el crecimiento total del PIB de China desde el comienzo de la pandemia ha sido dos veces y medio mayor que el de los Estados Unidos.
Sí, las tasas de crecimiento anual de China se han ralentizado desde el vertiginoso ritmo de la década de 1990 y la mano de obra china está disminuyendo. Pero basta mirar el aumento del PIB per capita que China ha logrado en comparación con las economías del G7 desde 2019, algunas de las cuales incluso se han contraído (datos del FMI). El aumento per capita es aún mayor en comparación con los EEUU (casi cuatro veces).
Sí, cada vez más China no puede confiar en la expansión de la mano de obra barata de las zonas rurales para lograr más producción, sino que debe aumentar la productividad de la fuerza de trabajo existente, especialmente a través de la inversión en innovación técnica. Y lo está haciendo. El Banco de la Reserva Federal de Dallas muestra que la «productividad total de los factores» (que es un índice general de la innovación) está creciendo al 6 % anual, mientras que ha estado cayendo en los Estados Unidos.
A pesar de esta evidencia, cada año los expertos occidentales en China (e incluso muchos en la propia China) predicen el estancamiento, dados los enormes niveles de deuda en todos los sectores. China se va a estancar como lo ha hecho Japón en las últimas tres décadas. La única manera de evitar la «japonificación», dicen estos expertos, es «reequilibrar» la economía frente a la «inversión excesiva», el «ahorro excesivo» y las «exportaciones excesivas» con una economía nacional dirigida por el consumidor como en Occidente, y reducir el control estatal de la economía para que el sector privado pueda prosperar.
Este año, con motivo de la APN, Martin Wolf, el gurú keynesiano del Financial Times, volvió sobre este tema, haciéndose eco de los argumentos de otros expertos keynesianos en China como Michael Pettis. Según Wolf, el crecimiento de China se ralentizará como en el caso de Japón porque está sobrecargada por la deuda excesiva y porque no ha reequilibrado su economía hacia «el consumidor». China necesita que su cuota de consumo llegue a los niveles occidentales o no podrá crecer y, por lo tanto, se estancará en la trampa de los «ingresos medios».
China generó el 28 por ciento del ahorro global total en 2023. Un poco menos que el 33 por ciento de los EE. UU. y la UE juntos. Un error, dicen Wolf y Pettis. Lo que se necesita es un giro del «ahorro excesivo» al consumo. Hay una inversión excesiva en propiedad e infraestructura, en lugar de subsidios a los hogares. China solo crecerá desde ahora si lidera el consumo, no la inversión.
Si quiere leer más sobre esta tontería de que el consumo lidera el crecimiento, vea mi reseña de las teorías de Pettis aquí.
Pero, ¿cómo puede alguien afirmar que las economías maduras «dirigidas por el consumidor» del G7 han tenido éxito y logrado un crecimiento económico constante y rápido, o que los salarios reales y el crecimiento del consumo han sido más fuertes allí? De hecho, en el G7, el consumo no ha logrado impulsar el crecimiento económico y los salarios se han estancado en términos reales en los últimos diez años, mientras que los salarios reales en China se han disparado. Además, estas economías dirigidas por el consumidor se han visto afectadas por crisis regulares y recurrentes en la producción que han supuesto perdidas billonarias de producción e ingresos para sus poblaciones. La ironía es que la tasa de crecimiento del consumo de China es mucho más alta que en las economías del G7.
China no ha tenido una contracción en los ingresos nacionales en ningún año desde 1976, mientras que las economías del G7 lideradas por los consumidores han tenido caídas en 1980-2, 1991, 2001, 2008-9 y 2020. Se ha hablado mucho de la «desastrosa» política de cero COVID de China. Pero aparte de salvar millones de vidas, China no cayó en una crisis en 2020, a diferencia de todas las economías del G7 en 2020.
Sí, China tiene la relación más alta entre la inversión bruta y el PIB entre las principales economías. Pero esta economía supuestamente «sobreinvertida» y con «ahorro excesivo» ha crecido más de cuatro veces más rápido que las economías de la OCDE dirigidas por los consumidores y, como resultado, un 40 % más rápido que la India. Lo que esto sugiere es que si China «reequilibrara su economía hacia el consumidor y redujera la inversión; y si redujera el sector público y «liberara» al sector privado (el sector que proporciona la mayoría de los bienes de consumo en China), las tasas de crecimiento caerían aún más que en los últimos años.
Además, los argumentos de los expertos occidentales de que China está atrapada en un viejo modelo de industrias manufactureras para la exportación liderado por la inversión y que necesita «reequilibrarse» hacia una economía nacional dirigida por el consumidor en la que el sector privado tenga rienda suelta, simplemente no son empíricamente válidos. ¿El débil sector de consumo de China está obligandola a intentar exportar manufacturas «por encima de su capacidad»? No según un estudio reciente de Richard Baldwin. Su conclusión es que el modelo liderado por las exportaciones funcionó hasta 2006, pero desde entonces las ventas nacionales han aumentado, por lo que la relación entre las exportaciones y el PIB en realidad ha caído. «El consumo chino de productos manufacturados chinos ha crecido más rápido que la producción china durante casi dos décadas. Lejos de ser incapaz de absorber la producción, el consumo interno chino de productos fabricados en China ha crecido MUCHO más rápido que la producción del sector manufacturero de China».
Los expertos occidentales explican el tamaño del superávit de exportación de China, a saber, la cuenta corriente (el saldo de los ingresos del extranjero en relación con los pagos), alegando que el superávit es tan alto como el 4 % del PIB de China. Y las exportaciones de China representan el 15 % del total mundial. Y solo en el último mes, las exportaciones aumentaron más del 7 %, por lo que la balanza comercial de China con el resto del mundo alcanzó un máximo de 125.000 millones de dólares en febrero.
Pero lo que eso demuestra es que los fabricantes chinos siguen siendo muy competitivos en los mercados mundiales, a pesar de todos los esfuerzos de Occidente para imponer aranceles y otras medidas proteccionistas. A China le está yendo particularmente bien en la producción de vehículos eléctricos, la energía solar y otras tecnologías verdes. Pero como señala Baldwin, este éxito de las exportaciones no significa que China dependa de las exportaciones para el crecimiento. China está creciendo principalmente debido a la producción para la economía doméstica, como los Estados Unidos.
Es cierto que el crecimiento de la inversión «productiva» ha vuelto a caer en China. En mi opinión, los sucesivos gobiernos chinos cometieron un gran error al tratar de satisfacer las necesidades de vivienda de su floreciente población urbana mediante la creación de un mercado privado de viviendas, dejandolo en manos de hipotecas y promotores privados. En lugar de que los gobiernos locales lanzaran proyectos de vivienda en alquiler para alojar a la gente, vendieron activos estatales (tierra) a promotores capitalistas que procedieron a endeudarse a lo grande para construir sus proyectos. Pronto la vivienda ya no era para vivir, sino para especular (según Xi). La deuda del sector privado se disparó, como en la burbuja inmobiliaria en Occidente. Y estalló con la pandemia de COVID cuando los promotores y sus inversores quebraron.
Lo que el gobierno chino tiene que hacer ahora es hacerse cargo de estas grandes promociones inmobiliarias y traerlas de vuelta a la propiedad pública, terminar los proyectos y convertirlos en viviendas de alquiler. El gobierno debe denunciar la deuda de los promotores con los inversores extranjeros y solo cubrir las obligaciones con los pequeños inversores; y poner fin al sistema hipotecario y de financiación privada de forma permanente. El improductivo sector inmobiliario ha crecido tanto en China como parte de la inversión y la producción que ha erosionado seriamente el crecimiento. Aquí es donde la economía necesita un reequilibrio. Tiene que haber un giro hacia la inversión productiva en las industrias de tecnología y conocimiento. Si el Plan Quinquenal significa algo, parece que el liderazgo chino actual es consciente de ello.
Los anteriores líderes del PC también dependían demasiado de la inversión extranjera y de un creciente sector capitalista para hacer crecer la economía. Pero el sector capitalista de China ha experimentado una caída de su rentabilidad (al igual que en Occidente) y, por lo tanto, ha reducido la inversión productiva. El sector estatal ha tenido que dar un paso al frente. Lo que eso exige para que China mantenga su éxito económico, contrariamente a las opiniones de los expertos occidentales, no es menos inversión y más consumo, no menos inversión pública y más privada, no menos inversión estatal y mas extranjera. Es justamente lo contrario.