Bolivia | ¿Cuál de los MAS es legítimo? – Por Rubén Atauchi

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Rubén Atauchi*

Ninguna de las facciones puede actuar por su cuenta a la hora de convocar al congreso

«¡Habemus binomio!”, exclamaba Evo Morales el 23 de enero de 2020, un día después de que —constitucionalmente— hubiera terminado su mandato frustrado por el régimen de facto de Jeanine Áñez, instaurado el 10 de noviembre del año anterior. Refugiado entonces en Buenos Aires, el exmandatario se congratulaba por la decisión del Movimiento Al Socialismo (MAS) de elegir a su binomio Luis Arce-David Choquehuanca, con miras a las elecciones de ese año.

En su libro Volveremos y seremos millones (Planeta 2020), Morales cuenta detalles de las reuniones que sostuvo con dirigentes sociales en Buenos Aires a sabiendas de otras propuestas de nombres, como el joven Andrónico Rodríguez y su último canciller, Diego Pary.

Eran los cuatro nombres sobre la mesa. Unos días antes, el ampliado del MAS en Huanuni eligió al binomio Choquehuanca-Rodríguez, contrariamente a la propuesta de minorías, el mismo binomio, pero invertido.

Pero el final fue otro: Morales se decantó por el binomio ganador (55,1%) de las elecciones generales del 18 de octubre de 2020.

En su libro Evo, operación rescate (2021), Alfredo Serrano relata la intimidad de Morales en su estadía en Buenos Aires, sobre todo las reuniones para la elección del binomio. “Mientras detallaba uno a uno quién era quién (se refiere a los cuatro nombres), se advertía su preferencia por Lucho Arce, sin minusvalorar al resto”, cuenta el autor, muy amigo de Morales.

Arce era la apuesta de Morales, con el antecedente de que era uno de los ministros más “longevos” de los gobiernos del MAS. Lo era hasta pocos días después de la llamada “Marcha en Defensa de la Democracia y la Reconstrucción Económica”, del 25 de agosto de 2022.

A principios de septiembre de ese año, Morales develó el quiebre, denunció un “plan negro” en su contra y su entorno del Chapare, aunque anunció la evaluación del gobierno de Arce para diciembre. Nada de eso ocurrió después.

El quiebre definitivo fue evidente en el congreso del MAS de Lauca Ñ, los días 3 y 4 de octubre de 2023. Convocado sin el consentimiento de las organizaciones fundadoras, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia Bartolina Sisa y la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales Originarios de Bolivia (CSCIOB), el encuentro proclamó a Morales como “único candidato” para las elecciones de 2025 y anotó la “autoexpulsión” de Arce y Choquehuanca. Y ratificó el liderazgo partidario de Morales.

Sin embargo, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no registró el congreso debido a una serie de observaciones, ratificó a la dirigencia del MAS electa en 2017, en ella Morales, y dio a ese partido, como a otras fuerzas políticas, otro plazo para la renovación de su directiva en un nuevo congreso, que vence a principios de mayo.

Mientras el ala evista del MAS reivindica el congreso de Lauca Ñ, el Pacto de Unidad, la organización de los históricos movimientos sociales, anuncia otro congreso para mayo.

Según el estatuto orgánico del MAS, ese congreso debe ser convocado por la dirección nacional de ese partido con un plazo máximo de 90 días y un mínimo de 60 días.

A más de cuatro meses del fallido congreso de ese partido, no hay cuándo Morales y su directiva se acojan a la conminatoria del TSE sobre la renovación de la dirección partidaria.

En ese estado de cosas, ninguna de las facciones puede actuar por su cuenta a la hora de convocar al congreso de marras: Morales debe hacerlo junto con los movimientos sociales fundadores del MAS a los que excluyó antes y las organizaciones sociales del Pacto de Unidad requieren de la firma del líder partidario.

Mientras el tiempo pasa, y las divergencias internas rozan en la violencia, el MAS arriesga su vigencia; parece dirigirse a la proscripción —que de manera recurrente denuncia Morales, pero atribuyéndola al gobierno de Arce— por acción de sus mismas fuerzas internas.

Sin embargo, con la situación interna totalmente polarizada, la pregunta es cuál de las facciones tiene legitimidad para una eventual renovación partidaria. ¿Es el MAS de Morales o el MAS que reivindica el Pacto de Unidad en alianza con Arce? Se vienen las elecciones.

* Periodista de La Razón, Bolivia

La Razón

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