¡Adiós, Latinoamérica! – Por Juan Gabriel Tokatlian
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Juan Gabriel Tokatlian
El 7 de agosto de 1988, dos meses antes del plebiscito votado negativamente sobre la continuidad hasta 1997 del mandato de Augusto Pinochet, el economista y político de derecha chileno Joaquín Lavín escribió en el periódico El Mercurio un artículo interesante e impactante bajo el título ¡Adiós, Latinoamérica! Decía que Chile estaba en vías de sumarse al Primer Mundo, que el país era una suerte de émulo de los “tigres” económicos del sudeste de Asia y que poco tenía que ver con sus pares de una región rezagada.
A su turno, en la primera semana de gestión, el gobierno argentino anunció que no designaría nuevos embajadores en Cuba, Nicaragua y Venezuela donde la administración de Alberto Fernández había efectuado nombramientos políticos. Como se sabe, la diplomacia es un recurso fundamental del Estado para manejar las relaciones con los semejantes, los diferentes, los distantes y aún con los indeseables; algo elemental de una política exterior realista y razonable. Es perfectamente posible enviar embajadores de carrera que hagan un trabajo profesional en esos países.
Al destrato, sin embargo, se agregó la maquinación. En días previos a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, aseveró en una entrevista televisiva –sin mostrar ningún tipo de evidencia ni tampoco iniciar una denuncia formal– que había en el país “infiltrados de Cuba y Venezuela” con propósitos desestabilizadores. Y añadió: “En los disturbios que hubo hace unos años en Chile pasó lo mismo”. Al parecer, la canciller sabía que a raíz de las protestas de octubre de 2019 en el país vecino sectores de derecha y algunos militares argumentaron que las movilizaciones estaban apalancadas por agentes de Cuba y Venezuela con el objetivo de fomentar una insurrección. Lo que es muy probable es que ella desconozca que después de varias semanas de dedicación de recursos humanos y materiales, que incluyó casi 20.000 detenidos, la revisión de antecedentes de más de 23.000 venezolanos, el monitoreo de dirigentes estudiantiles, el reclutamiento de informantes y los registros sobre bandas criminales, la Inteligencia de Carabineros llegó a la conclusión en noviembre de que no había ningún complot auspiciado desde el exterior.
Paralelamente, antes y después del 10 de diciembre de 2023, y hasta el 10 de marzo de 2024, Milei no ha viajado a ningún país de la región tanto como mandatario electo como presidente en ejercicio. El primer destino de Eduardo Duhalde fue México; de Néstor Kirchner fue Brasil; de Cristina Kirchner, Uruguay y de Mauricio Macri, Paraguay. Milei ha afirmado que “(Carlos) Menem fue el mejor presidente de toda la historia” y algunos analistas destacan que en política internacional pretende seguir sus pasos; en especial en cuanto a las relaciones estrechas con Occidente en general y con Estados Unidos, en particular. Pero al menos para Menem la región ocupaba un lugar: su primer periplo presidencial fue a Bolivia y tiene el récord de visitas a Brasil: 22.
En materia comercial -un frente clave para una administración que ha enfatizado la significación de las relaciones económicas- los muy incipientes resultados de la gestión parecen no mostrar, hasta ahora, un mayor dinamismo del intercambio con la región. Las cifras estimadas de enero de 2024 de acuerdo al INDEC indican una leve mejora de la exportaciones (9.6%) y una caída de las importaciones (-14.3%). En cuanto a los datos regionales, la caída de las importaciones provenientes del Mercosur fue importante: -20% comparando enero de 2023 y enero de 2024. Para el resto de Aladi fue -18.8%. En términos individuales, la mayor baja se registró en relación a Brasil (-24.8%) y Chile (-21.4%). Según datos preliminares de febrero y en la comparación anual, tanto las exportaciones como las importaciones entre Argentina y Brasil reflejan caídas de -24% y -30%, respectivamente.
A pesar de todo lo anterior, es interesante que cuatro países de América del Sur se presentaron recientemente como “amicus curiae” ante la Corte de Apelaciones de Manhattan en favor de la Argentina para que el país no sea condenado en el juicio que Burford inició contra YPF. Hacen un cuestionamiento explícito al fallo de la jueza Loretta Presta en tanto afecta las relaciones comerciales entre naciones soberanas y advierten sobre el peligro de ese tipo de sentencias y el papel asumido por tribunales estadounidenses. Por un lado, Brasil y Uruguay presentaron un escrito común y, por el otro, lo hicieron conjuntamente Chile y Ecuador.
Además de las referencias a mandatarios de la región, a los viajes presidenciales y a las relaciones bilaterales, es importante destacar el ámbito de los foros multilaterales del área para apreciar más integralmente la política latinoamericana desplegada en los primeros tres meses del actual gobierno. Por ejemplo, en la campaña, en agosto de 2023, en una entrevista a un medio estadounidense, Javier Milei aseveró: “Creo que hay que eliminar el Mercosur porque es una unión aduanera defectuosa que perjudica a los argentinos de bien”. En enero de 2024, el gobierno indicó su disposición a apurar el estancado acuerdo Unión Europea-Mercosur acordado, en principio, en 2019 y retardado por la posturas de algunos gobiernos europeos. En todo caso, el lugar estratégico (¿o marginal?) del Mercosur no parece haberse definido todavía en el mapa de orientación política, económica, social y cultural del gobierno.
También en enero se conoció que el gobierno contemplaba retirarse –por segunda vez– de Unasur, al tiempo que Brasil procuraba reanimarlo. Argentina y Brasil fueron impulsores de la Unión de Naciones Suramericanas establecida en 2008; el gobierno de Macri se retiró en 2019; el gobierno de Fernández reingresó en 2023; y el de Milei parece oscilar entre irse o quedarse. No es nada bueno para la reputación de un país eso de entrar y salir así de organizaciones intergubernamentales.
A comienzos de marzo se produjo la VIII Cumbre de la Celac, compuesta por 33 miembros y a la que asistieron 15 jefes de Estado. Hubiera sido esperable que la Argentina, como parte de la troika (el país ejerció la presidencia pro tempore en 2022), tuviera una alta representación en el encuentro en Kingstown, San Vicente y Granadinas. Sin embargo, ni Milei ni Mondino acudieron. Fue el vicecanciller, Leopoldo Sahores. Quizás su labor discreta contribuyó a que Celac -a pesar del muy bajo lugar que le ha asignado el gobierno- haya ratificado en su declaración final el apoyo a los legítimos derechos de soberanía del país respecto a Malvinas, a lo que se agregó una comunicación especial sobre el tema. Resulta fundamental resaltar que han sido los diplomáticos de carrera -esa especie de disco duro de los servicios exteriores- los que pudieron reducir, de algún modo y en parte, los daños de las gestiones de Donald Trump y Bolsonaro en materia internacional.
Como se puede observar, pese a los agravios a algunos líderes, al evidente desdén hacia la región y la poca motivación para fortalecer el multilateralismo en el área, los países de América Latina no han reaccionado con desconsideración o desquite hacia la Argentina. Todo lo contrario; han intentado ayudar al país. Varios parecen tener una especie de paciencia estratégica frente a la nueva administración. El gobierno se equivoca si cree que persistir por la senda iniciada no generará eventuales costos futuros de alguna índole. Una buena política exterior se mide, en especial, por los costos que evita.
En reiteradas oportunidades, en el país y el exterior, el presidente y la canciller han remarcado que la alineación geopolítica del gobierno de La Libertad Avanza es con Estados Unidos e Israel y contra los gobiernos que consideran comunistas. Dicho sea de paso, quien lea la propuesta de gobierno de Bolsonaro (O Caminho da Prosperidade) para la campaña de 2018 verá exactamente lo mismo. No hay que confundir extravagancia con originalidad.
Bajo ese marco de referencia general, los viajes, los gestos y los anuncios han sido consecuentes con las preferencias y las aversiones comunicadas, una y otra vez. En ese contexto, y hasta ahora, el lugar de América Latina ha sido residual. Aún en gobiernos que aspiraban a que la Argentina “reingresara” al Primer Mundo como el de Menem y el de Macri, la búsqueda de vínculos muy intensos e íntimos con Occidente estuvo acompañada de relaciones importantes con otras contrapartes: Brasil, de modo más amplio en el caso de Menem, China de modo parcial en el caso de Macri. Se identificaron ambos en su momento como ejes de complementación ante la centralidad incuestionable que, para Menem y Macri, tuvo Washington. Lo ideológico se expresaba en un occidentalismo activo; lo pragmático se evidenciaba en los vínculos complementarios. En el caso de la presidencia de Milei, ni Brasil, ni el Cono Sur, ni Latinoamérica parecen ser considerados de alguna relevancia, así sea práctica: frente a la región también se asume una visión ideológica.
La sobrecarga ideológica del gobierno hasta la fecha muestra que, en realidad, prevalece un perfil dogmático. Ser dogmático es actuar con rigidez, carecer de capacidad crítica y asumir posturas ilusas. Eso ha sido muy recurrente en la política exterior argentina y se revela cuando los gobiernos optan por posturas y propósitos maximalistas, inmediatistas e inflexibles. Ello puede generar dificultades serias. Es bueno entender que el adiós a América Latina puede conducir a la soledad en América Latina.
*Sociólogo, con un PhD en Relaciones Internacionales por The Johns Hopkins University School of Advanced International Studies en Washington DC. Es vicerrector y profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella (Argentina).