Uruguay: la oposición de la oposición – Por Leandro Grille

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Leandro Grille*

Da la sensación de que la estrategia de campaña de casi toda la coalición, quizá con la excepción de Cabildo Abierto, sumergido en una crisis interna evidente con desprendimientos de legisladores, la dirige Roberto Lafluf, formalmente sólo jefe de la campaña de Álvaro Delgado, pero en los hechos el líder de toda la estrategia discursiva de todos los precandidatos del oficialismo.

Que sea Lafluf este maestro titiritero, auténtico jefe en la sombra de los pingos gubernamentales, representa un problema inminente para un gobierno que lucha por reelegirse, puesto que ni bien se ventile la causa sobre la destrucción de los chats sobre Marset entre la exvicecanciller, Carolina Ache, y el exsubsecretario del Ministerio del Interior, Guillermo Maciel, ante la fiscalía a cargo de Alejandro Machado, Lafluf corre riesgo de terminar a la sombra literalmente.

Eso debería suceder, cuando menos. Porque el otro que debería desfilar ante ese juzgado, si no estuviera protegido por la inmunidad de su cargo, es el propio presidente Luis Lacalle Pou, responsable directo de todo lo que sucede en el piso 11 de la Torre Ejecutiva.

La línea de Lafluf, por el momento, transita por un lugar común y, a la vez, inesperado para una fuerza que gobierna: toda la estrategia discursiva consiste en atacar al Frente Amplio y a sus precandidatos, como si lo que estuviese en discusión fuera la oposición y no la gestión de su propio gobierno. El oficialismo se comporta como la oposición de la oposición, porque en ningún momento se proponen que la campaña política estribe en la difusión de sus logros.

¿Por qué es un “lugar común”? Porque es habitual que las campañas políticas se transformen una gran falacia ad hominem, donde no importa discutir contenidos, ideas o puntos de vista, sino demonizar al otro por su condición de ser; en este caso, por tupamaro, por comunista o supuestas afinidades presentes, pasadas o futuras con sujetos, gobiernos o procesos políticos que no tienen nada que ver con Uruguay.

¿Y por qué, pese a esto, es algo inesperado? Porque es un poco extraordinario que un oficialismo haga campaña hablando pura y exclusivamente de sus opositores, sin mostrar ni un logro de gobierno. De hecho, hacen una campaña que está completamente por fuera de las preocupaciones de los uruguayos. Pretenden discutir durante semanas la política interna de Venezuela y su relación con la izquierda. Alguna parte de la izquierda entra como por un tubo dentro de estas trampas, sin detenerse a reflexionar por qué los medios de comunicación de nuestro país son capaces de dedicar horas y horas a hablar de María Corina Machado y no hablar de otros países, otras proscripciones, no hablar, por ejemplo, de la inminente condena al expresidente brasilero, Jair Bolsonaro, sobre el cual recaen acusaciones con muchísimas pruebas de participar de la gestación de un intento de golpe de Estado. Está lleno de fotos de Lacalle Pou con Bolsonaro. No sólo eso, Bolsonaro fue uno de los invitados de honor en su asunción.

Conforme pase la campaña, el oficialismo dirigido por Lafluf va a recorrer todos los tópicos ya visitados y gastados una y otra vez: Pluna, Sendic, el Antel Arena, la regasificadora, etcétera. Sobre todos esos temas no tiene nada nuevo y nada para decir.

Sobre Pluna, tema vedette del momento por el fallo de los tribunales arbitrales, la derecha no puede decir nada honesto, porque cuando el Gobierno de José Mujica resolvió la liquidación de Pluna, lo hizo luego del desastre que significó para Pluna su privatización parcial gestada durante el gobierno de Lacalle Herrera, que entregó la mitad de Pluna a Varig en una asociación ruinosa que, cuando se fundió Varig, supuso para el Estado uruguayo riesgo de juicios por miles de millones de dólares. El drama de Pluna comenzó con la política de privatización de Lacalle padre que, básicamente, condenó a nuestra línea de bandera. En ese marco, lo único que hizo la izquierda fue intentar que el Uruguay zafara de juicios por miles de millones de dólares, todo lo cual fue ampliamente recogido en la prensa y debatido en la época.

De algún modo, es comprensible que el Gobierno esquive hablar sobre su gestión, porque fracasó en todo lo que prometió: seguridad, impuestos, combustibles, educación, etcétera. El único logro que podrían esgrimir no es un verdadero logro. Es más bien los descuentos que hacen las tiendas en esas noches de grandes promociones, que suelen ocultar que se hacen sobre aumentos siderales aplicados en los días anteriores. Pues bien, el Gobierno quiere presentar como logro el aumento del salario real en este último tramo de su administración, pero es un aumento que tiene mucho de engañifa, porque es un aumento que apenas compensa las pérdidas reales de salarios y jubilaciones que produjeron durante todo el período. Pretenden que se festeje como un logro que terminemos su gestión con los sueldos del 2019 o 2020, sin recuperar nada de lo que se perdió en el medio.

Recordemos que lo que ha sucedido es algo peor que un estancamiento de los ingresos. En estos 4 años los ingresos cayeron todos los años para recuperar su valor real sólo al final del mandato. Para el Gobierno, todo debe ser justificado por la pandemia, la guerra de Rusia y Ucrania y la sequía, tres cosas reales, que existieron y nadie debe negar. Pero no pueden insistir con esos argumentos, porque si bien los salarios cayeron como cayó la economía durante la pandemia, luego la economía creció a un ritmo muy superior a los ingresos y hoy la economía es bastante mayor que antes de la pandemia, y los salarios son iguales en términos reales. O sea, todo el crecimiento se lo llevaron los malla oro, como los inmortalizó el presidente, su principal representante.

Así las cosas, no es raro que dediquen la campaña a discutir temas de hace más de diez años y a demonizar a los precandidatos opositores con etiquetas antediluvianas. Pero es una estrategia de corto vuelo, de cortísimo vuelo. Si tiene alguna chance de prosperar parcialmente es porque los medios no se cansan de jugar para ellos, pero no les va a ser suficiente. Con esta campaña, están liquidados.

* Bioquímico y periodista, editorialista de Caras y Caretas

CARAS Y CARETAS

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