Tierra es más que tierra: el MST en sus 40 años – Por Tatiana Coll

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Tatiana Coll*

Las primeras tomas de tierra empezaron en 1978, con el pueblo indígena de la reserva de Nonoai, después otros grupos de familias sin tierra entraron en Ronda Alta y Rondinha. En torno a la parroquia de Ronda Alta se organizaron más familias, llegaron a ser mil 100 con el apoyo de las Comunidades Eclesiales de Base. No era nada fácil: corrían los tiempos de la dictadura. Amaneciendo el 7 de septiembre de 79, sigilosamente entraron en la Gleba Brillante y Macali y sembraron una enorme cruz de madera y una bandera de Brasil.

El día 8 llegó la Policía Militar de Río Grande do Sul. Las mujeres, los niños y todos formaron una línea de de fensa, nadie se movió. El gobierno reculó y autorizó a las familias acampar y sembrar. El 25 otras 170 familias extendieron la toma. La represión se recrudeció, pero la semilla estaba plantada. Las tomas se multiplicaron por Santa Catarina, el sur de Sao Paulo, Paraná, Mato Grosso. En 1983 más de mil familias, de asalariados, arrendatarios, y de desempleados de las ciudades que habían migrado en busca de sustento tomaron el latifundio Santa Idalina de 18 mil hectáreas. Nombraron el campamento primero como Puerto del Sacrificio, después como Puerto de Esperanza y finalmente: Campamento Venceremos.

Esto configuró dos características esenciales del MST: logró recampesinizar las tierras que expulsaron a los labradores hacia las ciudades y amasó su perfil político-ideológico mediante la experiencia colectiva y el aprendizaje histórico defendiendo la socialización de la tierra. Bernardo Manzano (2001) apunta que transcurrieron tres primeros periodos del MST: la gestación y nacimiento 1979-85; la territorialización y consolidación 1985-90 y la territorialización e institucionalización 1990-99. Del 21 al 24 de enero de 1984, hace 40 años, se celebró el primer Encuentro Nacional de los Trabajadores Sin Tierra en Cascavel, en Paraná. Allí formalizó su nacimiento, con un gran debate y reflexión sobre la necesidad y significado de retomar centralmente la lucha por la reforma agraria. Ello ha significado mucho más que eliminar el latifundio y repartir la tierra, es el núcleo de un proceso de transformación nacional, implica un proyecto de nación, como en Cuba y en toda nuestra América, es romper el eje histórico de la dominación colonial y neocolonial, por ello cada vez que un gobierno nacionalista planteaba su proclamación se producía un golpe de Estado.

Hoy día el MST ha organizado cooperativas productivas para 450 mil familias asentadas en 3 millones de hectáreas. En la perspectiva de construir un desarrollo social, cultural, político-económico como base de un verdadero poder popular y democrático. Rosalí Caldart (2004) lo define como “una apropiación simbólica de la tierra asociada al derecho a la vida, tierra es más que tierra, ya que tierra es raíz, significa la vida de quién produjo su identidad en relación con ella. La tierra en su función social.

El Sector Frente de Masas es el encargado de organizar las tomas de tierras improductivas. Se empieza con trabajo educativo de familias sin tierra, se forja una identidad (Caldart lo llama pedagogía del movimiento; yo lo denomino educación hacia adentro), se movilizan y realizan marchas y asambleas en las ciudades cercanas a la toma, entonces realizan un trabajo de educación hacia afuera sobre la problemática agraria en Brasil y construyen la solidaridad que los sostendrá en los campamentos hasta su asentamiento. El momento de la ocupación y la espera son los más tensos y requieren de una gran fortaleza educativo-política. Todo depende de la cohesión y disposición colectiva para múltiples tareas, desde mantener el campamento hasta negociar con las autoridades y resistir los embates de los latifundistas y sus matones. La consigna es ocupar la tierra, resistir a la represión militar y producir alimentos dentro de las tierras ocupadas (2001).

Stédile, dirigente del MST ha señalado: “La política del asentamiento, en sí, no es una conquista. Es resultado de la lucha de clases. Pero los asentamientos sí son conquistas, verdaderas áreas liberadas, conquistadas por los trabajadores […] deben ser un cúmulo de fuerzas para la continuidad de la lucha por la reforma agraria”. Los asentamientos deben permanecer orgánicamente dentro del MST y fortalecer las futuras tomas. Los campamentos y asentamientos son el corazón del MST.

La ruptura del latifundio del saber ha sido una clave política imprescindible realizada a través del proyecto político-educativo. Nuestra lucha tiene como objetivo derribar tres barreras: la del latifundio, la de la ignorancia y la del capital. Así sembraron miles de escuelas, desde las del campamento, las de asentamiento, hasta la Universidad Florestan Fernandes, en honor al gran sociólogo-luchador brasileño. Se calcula que algo más de un millón de estudiantes pueblan sus aulas. La universidad, construida en 2005 con el trabajo de 2 mil 100 voluntarios, fue pensada para invitar también a diversas organizaciones latinoamericanas y africanas con el fin de enraizar una conciencia crítica que posibilite la conquista de la autonomía histórica de los trabajadores. Unos 20 mil alumnos han pasado por sus aulas.

* Investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional de México.

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