Salud mental en Latinoamérica: radiografía de una pandemia silenciosa – Por Emiliano Much Ghiglione

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Salud mental en Latinoamérica: radiografía de una pandemia silenciosa

Por Emiliano Much Ghiglione*, especial para NODAL

Ansiedad. Depresión. Consumos problemáticos de sustancias. Miedo. Angustia. Soledad. Tristeza. Estas palabras, lejos de resultar novedosas, se han incorporado a nuestro lenguaje cotidiano.

Vivimos en un mundo donde gran cantidad de personas tienen síntomas vinculados a padecimientos mentales y la intervención por parte de los Estados Nacionales resulta insuficiente. La pandemia de COVID-19, lejos de mejorar la situación, no hizo más que profundizar esta “pandemia silenciosa”. En relación a este panorama global, América Latina y el Caribe no son la excepción en temáticas de salud mental.

Al hablar de salud mental es necesario superar la visión fragmentada y reduccionista que asocia los padecimientos mentales únicamente a situaciones individuales, para entenderla como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, tal como define la Ley de Salud Mental de Argentina. Dicha legislación agrega en la definición que la preservación y mejoramiento de la misma implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de todas las personas

Considerar a la salud mental desde esta perspectiva implica que las desigualdades en términos económicos constituyen factores de riesgo ya que tienen efecto negativo en la misma. Esto cobra gran relevancia en nuestra región, la más desigual del mundo en términos de concentración de la riqueza.

LA SALUD MENTAL EN NÚMEROS

Según el informe “Una nueva agenda para la salud mental en las Américas” del año 2023 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) la prevalencia de padecimientos mentales y por consumo de sustancias es elevada, siendo la región con la tasa más alta de problemas de ansiedad y la segunda prevalencia más alta de padecimientos depresivos de todas las regiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Otro dato significativo en este informe señala que los padecimientos mentales y consumo de sustancias psicoactivas representan más de un tercio del total de años de vida ajustados por discapacidad, medida que expresa el número de años perdidos debido a enfermedad, solo superado por las enfermedades no transmisibles (como la hipertensión o la diabetes).

La OPS (2018) también señala que 1 de cada 4 personas en la región experimenta una enfermedad mental y/o un padecimiento por consumo de sustancias a lo largo de su vida, siendo la depresión y la ansiedad los padecimientos más prevalentes.

Esta prevalencia también se observa en adolescentes de 10 a 19 años donde, según datos de UNICEF (2021), la ansiedad y la depresión representan casi el 50% de los padecimientos mentales, siendo casi 16 millones de adolescentes quienes viven con una problemática de salud mental, lo que representa un porcentaje estimado alrededor del 15%.

En la región mueren casi 100.000 personas al año por suicidio, incrementándose entre 2000 y 2019 un 17% la tasa regional de suicidios ajustada por edad, pasando de 7,3 a 9,0 cada 100.000 habitantes, siendo la única región del mundo de la OMS que ha aumentado estas tasas.

Esta situación también se observa en adolescentes, donde el suicidio es la tercera causa de muerte en personas de 15 a 19 años, lo que implica que más de 10 adolescente pierden la vida cada día por suicidio.

Otro dato que merece nuestra atención es el referido al consumo de alcohol, el cual tiene gran impacto en la región, ya que el 8,2% de la población general mayor de 15 años presenta un trastorno por consumo de alcohol, y se estima que el 5,5% de las muertes se atribuyen al consumo de bebidas alcohólicas.

ATENCIÓN EN SALUD MENTAL: UNA ASIGNATURA PENDIENTE

Frente a esta alarmante situación, datos de la OPS (2023) afirman que 8 de cada 10 personas con un padecimiento mental no reciben tratamiento, por lo que el estado de la salud mental a nivel continental es aún más grave.

En 2020 la mediana del financiamiento público para la salud mental como proporción del gasto total en salud fue de solo el 3%, promediando los 2 dólares por persona al año. Considerando la población de nuestro continente en alrededor de 650 millones de personas, se invertiría alrededor de 1.300 millones de dólares al año, lo que resulta insignificante si comparamos con las ganancias de cualquiera de las grandes empresas tecnológicas (Google, Amazon, Facebook, Apple o Microsoft, por citar algunas) que rondan los 10.000 millones de dólares por trimestre.

FRENTE A ESTE PANORAMA, ¿QUÉ HACER?

Los datos presentados demuestran que la situación en relación a la salud mental es alarmante en América Latina y el Caribe y es preciso el desarrollo de acciones para revertir la misma.

Si nos enfocamos en la intervención, resulta clave el incremento de los recursos destinados a la atención de salud mental, siguiendo los estándares internacionales que recomiendan que la misma debe realizarse en hospitales generales y que no aconsejan la internación en instituciones psiquiátricas, ya que la evidencia científica demuestra que el alojamiento en instituciones asilares, lejos de tender a la mejora de los padecimientos, los cronifican.

Asimismo, resulta clave el despliegue de dispositivos comunitarios que trabajen desde la prevención de los padecimientos mentales y desde la promoción de la salud mental. Es preciso recuperar lo propuesto por la Ley de Argentina en relación a que el mejoramiento de la misma implica una dinámica de construcción social, por lo que es necesario implicar a familias, personas cercanas y organizaciones de la sociedad civil.

Los procesos de aislamiento que se dieron a partir de la pandemia de COVID-19, tal como afirmamos anteriormente, empeoraron la delicada situación en términos de salud mental de nuestro continente, por lo que la propuesta para revertir este estado de situación tiene que girar en torno al desarrollo de prácticas que fortalezcan lazos sociales y comunitarios, que pongan en el centro valores solidarios, frente a un sistema que propone la competencia y el individualismo.

*Emiliano Much Ghiglione, Licenciado y Profesor en Psicología. Docente, investigador, extensionista de la Facultad de Psicología (UNSL), Presidente del Colegio de Psicólogos de San Luis, integrante de la Junta Ejecutiva de la Federación de Psicólogas y Psicólogos de la República Argentina.

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