La incidencia de la Nueva Ruta de la Seda china en América Latina
La incidencia de la Nueva Ruta de la Seda china en América Latina
Lucía Suárez Galli
En esta última década, China aparece en el sistema internacional como una potencia que incide de manera directa en los ejes geopolíticos y económicos del mundo y genera una amplia red de tratados con diversos Estados. A su vez, este país asiático demuestra que es importante desarrollar y solidificar su economía para llevar a cabo relaciones diplomáticas y comerciales con los demás actores del orden mundial.
La República Popular de China (en adelante RPC), desde 2013, con la dirección de Xi Jinping, establece la necesidad de construir una arquitectura panasiática que permita la interdependencia con las economías de su entorno para promover una vinculación entre prosperidad y seguridad. Para ello, propone que se acelere la conectividad de sus infraestructuras, que se establezcan zonas de libre comercio, que se amplíe la cooperación en comercio e inversiones y que se construya un nuevo modelo de integración económica regional.
La iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda forma parte de dos rutas, una marítima y una terrestre. El Cinturón Económico Ruta de la Seda (ruta terrestre) conecta China con Europa pasando por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Bélgica, Francia, España y Gran Bretaña. A su vez, la ruta terrestre sur conecta Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Pakistán, Irán, Siria y Turquía. La Ruta Marítima del Siglo XXI se compone de varios trayectos que unen por mar distintos puertos alrededor de Asia, África y Europa. América Latina y el Caribe, por su parte, fueron considerados por el gobierno chino como una extensión natural de la Ruta de la Seda Marítima (Schulz, 2021).
La Ruta de la Seda fue una red de rutas comerciales extendidas por el continente asiático, que transitaron los mercaderes desde el siglo I a. C. Las rutas comerciales conectaron China con Asia Central, India, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África. Su nombre se originó por ser la seda el producto estrella que se exportaba desde China (Palomo, 2020). Esta red comercial fue clave para que la China Imperial se desarrollara en el ámbito económico, social, político, cultural, tecnológico, y pudiera adquirir prestigio en el orden internacional del momento. Asimismo, esta Ruta de la Seda provocó que se propagara una nueva cultura, ideas y religión que ayudaron a que China llevara adelante sus intercambios comerciales con otros reinos e imperios.
De manera similar, en 2012 Xi Jinping es elegido como el nuevo presidente de la RPC y con él aparecen nuevas ideas de cómo insertar a China en el sistema internacional. La Nueva Ruta de la Seda es anunciada por el mandatario en 2014 con el objetivo de crear y fortalecer aquellos lazos que tenía la antigua Ruta de la Seda, incluyendo a los países por los que se extendía. La iniciativa de la franja de la Ruta de la Seda tiene el propósito de crear un cinturón económico para poder afianzar los lazos que posee China con Asia Central. A modo de ejemplo, en 2013 Xi Jinping expresó su intención de retomar la antigua ruta de la seda en el ámbito de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. En consecuencia, en 2015 el gobierno chino publicó el documento “Visión y acciones para la construcción conjunta del cinturón de la ruta de la seda”, con la finalidad de promover la cooperación pragmática, obtener beneficios y poder crear una comunidad de intereses.
No obstante, las relaciones diplomáticas entre China y América Latina son un evento de carácter reciente, dado que hasta la década del 70 todos los Estados de la región, a excepción de Cuba, mantenían relaciones diplomáticas con Taiwán. En 1979, Estados Unidos y la RPC emiten un comunicado de que establecieron relaciones diplomáticas, que conlleva a que la mayoría de los países latinoamericanos empezaran a negociar para establecer relaciones diplomáticas con el país asiático. En la actualidad, nueve países de la región todavía reconocen a Taiwán como Estado y no mantienen relaciones diplomáticas con China. A principios del siglo XXI, el vínculo entre América Latina y China fue aumentando de manera gradual, generando que los presidentes de China (Hu Jintao y Xi Jinping) visitaran la región, mientras que los jefes de Estado latinoamericanos comenzaran a hacer visitas oficiales a China.
A su vez, la RPC ha mostrado interés en formar parte de los diversos mecanismos internacionales que América Latina posee. En 2008, China se une al Banco Interamericano de Desarrollo y desde 2004 es observador en la Organización de los Estados Americanos. El creciente interés de China con respecto a la región se debe a que esta potencia asiática necesita poder garantizar la seguridad alimentaria y energética de su población y América Latina posee dichos recursos para abastecerlo. Por su parte, en este último tiempo la región ha mantenido un fuerte intercambio comercial y económico con China, dado que le exporta una amplia gama de productos primarios, lo que generó el aumento de los precios y el surgimiento del ciclo de los commodities.
En este escenario, la Nueva Ruta de la Seda incluye a América Latina para poder consolidar su posición en la región, con especial foco en los países de la Alianza Pacífico, puesto que estos poseen una muy buena ubicación estratégica en la región que podría unir las economías de Asia y el Pacífico. Si apelamos a un ejemplo, la futura creación del ferrocarril transcontinental que unirá el Atlántico con el Pacífico va a facilitar el comercio de materias primas de Brasil con China (Mundo Marítimo, 2011). Por su parte, Chile y China impulsaron un proyecto de cooperación que tiene la finalidad de crear un cable submarino de fibra óptica. De manera análoga, Perú es visto por China como un Estado estratégico por su salida al océano Pacífico, a través del cual China puede comercializar con los países sudamericanos.
En este último tiempo, la RPC ha publicado dos tomos denominados “libros blancos”, que refieren a la política que va a implementar en América Latina y el Caribe. En estos documentos se establecen los lineamientos de su política exterior hacia la región, en donde se destaca, en primer lugar, la decisión de considerar a América Latina y el Caribe como un espacio de cooperación integrado (aunque es necesario aclarar que China impulsa asimismo relaciones bilaterales con la mayoría de los países, más aún luego de la desaceleración de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), así como también la centralidad que le otorga China a la relación con la región (Schulz, 2021).
En el segundo libro blanco, denominado Documento sobre la política de China hacia América Latina y el Caribe, el gobierno chino señaló que la amistad y cooperación entre China y América Latina y el Caribe corresponden a los intereses fundamentales del pueblo chino con los países latinoamericanos.
Con el arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2017, el gobierno de Xi Jinping decidió aprovechar los espacios geoeconómicos disponibles tras el retiro de aquel país del Tratado de Asociación Transpacífico y darle un alcance más global a la iniciativa de La Franja y La Ruta, incluyendo a América Latina en este proceso (Oviedo, 2018). China ve a América Latina como parte de la extensión natural de la Ruta Marítima de la Seda, ya que esta forma parte de su estrategia global; La Franja y La Ruta representan una oportunidad para desarrollar la infraestructura de la región, incrementar el comercio y atraer inversiones, sin que necesariamente elimine los desequilibrios estructurales de las relaciones económicas entre China y el subcontinente.
En este sentido, la Ruta de la Seda es esencialmente un proyecto productivo industrial, que implica la construcción de vías ferroviarias, carreteras terrestres, rutas aéreas y marítimas, proyectos energéticos, parques industriales y puertos para el desarrollo soberano de los países involucrados. La Nueva Ruta de la Seda se configura como un proyecto para motorizar el comercio y la producción en el mundo, pero también como un proyecto geopolítico de gran envergadura, enfrentado a los proyectos financieros de las potencias centrales basados en la especulación financiera (Dierckxsens y Formento, 2015). En este ámbito, América Latina mantiene un lazo de amistad y cooperación con China que le va a permitir desarrollarse en los ámbitos económicos y de cooperación.
Para China, el continente americano es parte de la extensión natural de su ruta de la seda, dado que con este continente puede acrecentar su poder global. De la misma forma, los Estados de la región se benefician de la ruta de la seda puesto que pueden acceder a los recursos financieros y el comercio de este país asiático. China considera importante a la región pues es su principal proveedora de materias primas que ayuda a mantener estable su seguridad alimentaria y su población. No obstante, algunos gobiernos de América Latina han visto la expansión de las relaciones con China como una forma de aumentar el espacio político, haciéndolos menos vulnerables a las condicionalidades del Consenso de Washington y dándoles un mayor margen para buscar políticas económicas alternativas libres de presiones externas (Kaplan, 2016).
Esta afirmación previamente expuesta sucede con algunos países de América Latina, pero la gran mayoría de ellos opta por estrechar vínculos con China ya que pueden expandir sus relaciones económicas. Además, en este último tiempo este país asiático experimentó un gran crecimiento de su economía y se transformó en un mercado atractivo para las exportaciones de los países de América Latina. El comercio sigue siendo el vínculo más fuerte e importante que une a China con América Latina, pero con la Nueva Ruta de la Seda, China pretende ampliar la agenda que tiene e incluir los temas de ecología (con la Ruta de la Seda Verde), salud (con la Ruta de la Seda Sanitaria) e incluir los aspectos de la tecnología.
*Licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad de la República (Udelar) y Técnica Asesora de Comercio Internacional. Publica en La Diaria