Israel y el ángel de la historia – Por Nieves y Miró Fuenzalida
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Nieves y Miró Fuenzalida*
Walter Benjamin en su Tesis sobre Filosofía de la Historia escribe que…“No hay un documento histórico que no sea al mismo tiempo un documento de barbarie”. En la pintura de Klee, “Angelus Novus”, el rostro del ángel de la historia, dice Benjamin, está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una única catástrofe que acumula una montaña de escombros que no deja de crecer. Es a ésto a lo que llamamos progreso.
Y la montaña continúa hoy creciendo con la despiadada contribución del gobierno de Israel… ¿Cómo es posible que un pueblo que ha sufrido el holocausto se comprometa de hecho con crímenes de guerra, limpieza étnica y posible genocidio del pueblo palestino, de acuerdo a la ley humanitaria internacional?
Mejor que los que no somos judíos, Naomi Klein, que si lo es, nos puede dar una clave. Según ella cuenta, en la miniserie “Exterminar a todos los brutos”, el cineasta haitiano Raoul Peck intenta delinear una teoría unificadora que pueda unir las diversas masacres, holocaustos y asesinatos políticos que despejaron las tierras para los colonos europeos en las Américas e hicieron posible el saqueo de África y la construcción del apartheid racial.
El título de la miniserie está tomado de una línea de la novela “Heart of Darkness” de Joseph Conrad, que ilustra cómo la excusa del “impulso civilizador” del imperio inglés desembocó en la fuerza ciega de eliminar a los nativos en la persecución del propio interés a toda costa. En la mentalidad supremacista, la extinción de pueblos y culturas enteras no es sólo un elemento inevitable de la marcha del progreso sino también una etapa saludable en la evolución de la especie humana.
En esta mentalidad el genocidio no es un crimen, es simplemente una etapa difícil, pero necesaria, bendecida por Dios o por Darwin, quien dijo en “El Origen del Hombre” que “en un futuro no muy distante es casi seguro que las razas humanas civilizadas exterminarán y reemplazarán a las razas salvajes en todo el mundo”. Algo que de todas maneras ya sabíamos. Nada nuevo aquí. Lo inesperado en la narrativa de Peck, sin embargo, es que la historia que nos contamos sobre Hitler y el Holocausto es lisa y llanamente errada. El Holocausto, en realidad, fue la expresión intensificada de la misma ideología colonial violenta que asoló otros continentes en otras épocas. Los nazis simplemente aplicaron esa misma ideología dentro de Europa. Hitler, el villano más despreciado del siglo XX, no es el “otro” del Occidente civilizado y democrático, sino su sombra. La mentalidad exterminadora que llevó al Holocausto no es ajena, sino, por el contrario, el núcleo del pensamiento europeo.
Esta historia de exterminio no comienza en las Américas, sino en la misma Europa, en los siglos previos a la Inquisición española, las hogueras y las expulsiones de los judíos y musulmanes. Luego cruza el Atlántico y se expande a una escala mucho mayor con la destrucción y el genocidio de la población indígena y la llamada Lucha por África, antes de regresar a Europa durante el exterminio de los judios. Algo bien diferente a como se cuenta la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que complica altamente la narrativa de la “heroica batalla de los aliados en contra de los monstruos fascistas”, dice Peck, es el inconfortable hecho de que Hitler habló y escribió extensamente sobre cómo se inspiró en el colonialismo británico y en diversas estructuras de jerarquía racial de la cual fue pionera en América del Norte. Los campos de concentración, comentaba Hitler en 1941, no se inventaron en Alemania. Son los ingleses quienes inventaron y utilizaron esta institución para destruir otra naciones. Propaganda, pero hay algo de verdad en ello.
Los campos de concentración fueron utilizados en muchos contextos coloniales por los españoles en Cuba, los alemanes en el suroeste de Africa y los británicos en lo que hoy es Sudáfrica. Y antes de que Hitler considerara el asesinato en masa de “inferiores” genéticos, el comandante de la Marina, Bedford Pim, explico a la Sociedad Antropológica de Londres en 1866 que cuando se trata de matar pueblos indígenas “había misericordia en una masacre”.
Y cuando los doctores en Alemania y Austria empezaron a decidir qué personas des capacitadas vivirían y cuales eran “indignas de vivir” estuvieron fuertemente influenciados por Estados Unidos, donde la primera ley del mundo basada en la eugenesia se había aprobado en Indiana en 1907. E igualmente, el exterminio con fines de robo de tierras no fue una innovación de Hitler. La mitología de la frontera americana le sirvió de base para conquistar y apoderarse de tierras al este de Alemania pobladas por eslavos y judíos considerados un obstáculo para el proyecto nazi.
Después de elogiar la matanza de millones de pieles rojas, Hitler afirmó que ahora era el turno de Alemania de participar en limpiezas y reubicaciones masivas en su propia frontera. Auschwitz fue la aplicación industrial moderna de una política de exterminio sobre la que hacía tiempo que descansaba la dominación mundial europea. El sociólogo y activista estadounidense W.E.B. Du Bois, poco después de la Segunda Guerra Mundial, escribía que “No hubo ninguna atrocidad nazi que la civilización cristiana europea no haya practicado contra la gente de color en todas partes del mundo en nombre de la defensa de una Raza Superior nacida para gobernar el mundo”. Lo nuevo fue que ahora eran los mismos europeos los que estaban siendo considerados como una raza inferior. El nazismo no fue sólo el enemigo de Estados Unidos e Inglaterra… Fue su sombra, su gemelo, su imagen retorcida y grotesca.
Este análisis, cuenta Naomi Klein, desestabiliza todas las historias con las que crecí. Según se nos dice el Holocausto fue un evento singular sin precedente, fuera de los límites de la historia humana y es un sacrilegio compararlo con cualquier otro crimen…» ¿Pero qué pasa si lo ordinario es horrible? ¿Si el nazismo no es una aberración sino la otra cara del Iluminismo? Cierto… la matanza industrial nazista fue nueva y el caso judío fue diferente. Pero, también lo es en todos los casos. Y algunas cosas son demasiado similares».
El antisemitismo surgió, según se dice, en el momento en que los judíos fueron asociados con Satán, según los evangelios, convirtiéndolos en el doble demoníaco de los cristianos. No sólo no reconocieron al Mesías, sino que perennemente han sido culpados por su muerte. Y rutinariamentear antes de que la ira popular alcanzara al Rey, el zar o al gobierno del día se dirigía a los judíos. Las acusaciones más comunes, a pesar de la contradicción lógica, es la de los maquinaciones de los banqueros judíos o las maquinaciones judías marxistas. El asunto, en todo caso, es que siempre a través de toda la historia europea han terminado siendo perseguidos, discriminados, expulsados y masacrados.
En respuesta, para los sobrevivientes, solo el sionismo es la única respuesta posible a la “cuestión judía”, una nación armada y protegida de todas las posibles amenazas. Una nación con un judío bronceado, musculoso, hambriento de tierras y armado hasta los dientes con ametralladoras, tanques y aviones. El alter ego del viejo judío pálido y melancólico. Pero, en contraste, los palestinos, al mismo tiempo, se transformaron en su anti-yo, en la figura de amenaza perpetua dentro de Israel y en sus fronteras.
Cuando Palestina fue dividida en 1947 e Israel declaró su condición de Estado, al año siguiente se desató la primera guerra árabe –israelí donde 750 mil palestinos fueron expulsados de sus tierras, sus aldeas destruídas y miles fueron asesinados, lo que desató -obviamente hasta el presente- la resistencia palestina. Los líderes sionistas, en lugar de verla como una batalla nacionalista y anticolonial, la retrataron como el tradicional odio antijudío irracional que resultó en el Holocausto. Dentro de este imaginario, el palestino se presenta como el nuevo enemigo eterno de los judíos, lo que justifica recrear muchas de las formas de violencia, propaganda deshumanizadora, encarcelamiento, guetos amurallados, castigo colectivo y desplazamiento forzado que sufrieron los judíos en Europa.
Es así como Israel se ha transformado en el doble del proyecto colonial. Terra Nullius, se convirtió en “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. El Destino Manifiesto pasó a ser “Tierra legada a los judíos por derecho divino” y domar la frontera salvaje se convirtió en “hacer florecer el desierto”. Pero, con una diferencia: La colonización europea se produjo desde una posición de fuerza y reclamo de superioridad dada por Dios. El reclamo sionista, por el contrario, se basa en la victimización y vulnerabilidad de los judíos. El argumento tácito es que ellos se han ganado el derecho a una excepción del consenso descolonial debido a su reciente casi exterminio. Es la continuación de la lógica colonial, pero con un pueblo destrozado y traumatizado que se desata en contra de un pueblo menos poderoso que ellos. Los palestinos son ahora las víctimas de las víctimas o, trágicamente, los “nuevos judíos”.
Como nota Klein, hacer a otros la misma otredad que se ha hecho a uno es, por supuesto, psicológicamente intolerable. Es tan antitético a los valores judíos que exige represión y proyección extrema. Una política doble que imita el nacionalismo europeo, pero lo implementa proyectando toda la criminalidad y violencia sobre el otro palestino. No es extraño, entonces, que esto alimente permanentemente el ciclo mutuo de violencia cruel y criminal.
Lo que hoy vemos con horror, dolor e impotencia no es sólo un conflicto étnico entre dos gemelos semíticos intransigentes sino el último capítulo en la historia de la construcción del mundo moderno, un mundo a las puertas de su propia destrucción, en la que todos estamos implicados. Una historia que comienza con la Inquisición, continua con el saqueo de las Américas, África y Asia, retorna a la Europa de Hitler y culmina su ciclo, por ahora, en las tierras de Palestina, donde en este momento Israel esta acabando con vidas inocentes con una increíble crueldad mecanicista, violando las leyes internacionales con absoluta impunidad, respaldados cínicamente hasta este momento por Joe Biden, presidente de EEUU, que se niega al llamado de alto al fuego. El mensaje implícito pareciera ser: dejemos que la matanza continúe.
Los asesinos nazis terminaron siendo enjuiciados y condenados a muerte en los tribunales de Nuremberg… ¿Serán Netanyahu y sus comandantes enjuiciados por crímenes de guerra y posible genocidio en la Corte Criminal Internacional? ¿ O la mentalidad colonial les dará nuevamente el pase?
* Profesores de Filosofia chilenos graduados en la Universidad de Chile. Residen en Ottawa, Canadá, desde el 1975. Nieves estuvo 12 meses preso en uno de los campos de concentración durante la dictadura de Augusto Pinochet. Han publicado seis libros de ensayos y poesia. Colaboran con el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)