¿Cómo jugó la economía regional en 2023 y qué se espera para el 2024?

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¿Cómo jugó la economía regional en 2023 y qué se espera para el 2024?

Néstor Restivo

Las economías latinoamericanas siguieron su sendero de bajo crecimiento en este año que termina, a tono con el clima mundial de incertidumbre, reacomodamientos geopolíticos y geoeconómicos que derivan en guerras y una fatiga no resuelta desde la pandemia, salvo un rebote en 2021 tras el colapso del año previo, que no logró sostenerse. En casi todos los países, los salarios reales promedio son inferiores a los de antes de la pandemia. La Argentina cierra un pésimo año económico y se espera uno aun peor.

Según el Balance Preliminar que acaba de publicar, como cada fin de año, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2023 todas las subregiones crecieron menos de lo que lo hicieron en 2022. Y para 2024 se espera una tasa menor a la observada en 2023, lo cual acentuará la dinámica de desaceleración del crecimiento del Producto Interno Bruto y de la creación de empleo.

La CEPAL aclara que esto “no es solo un problema coyuntural, sino que refleja la caída de la tasa de crecimiento tendencial del PIB regional”. Y sostiene que hay múltiples desafíos para superar, un bajo dinamismo productivo y comercial global y el escaso margen para el uso de políticas fiscales y monetarias expansivas, por lo que recomienda “políticas macroeconómicas para incentivar y facilitar una mayor inversión a fin de crear resiliencia al cambio climático (otro de los tópicos que se incluyen en el análisis) y fortalecer la capacidad de crecimiento de la región”.

Tendencia global

¿Cómo impacta el estado económico mundial en la región? Para el organismo de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile, el PIB global terminará creciendo 3 por ciento este año y casi lo mismo en 2024. Esto es, menos que el promedio del 3,8 por ciento observado en las primeras dos décadas de este siglo.

Las economías avanzadas están por debajo, y en tendencia declinante para llegar a apenas un 1,4 por ciento el año que viene. Estados Unidos levemente mejor, pero muy débil la Unión Europea. Y China, el segundo socio comercial de Latinoamérica, bastante más robusto que los anteriores (5 por ciento este año y 4,2 por ciento el que viene), pero también con algunas incertezas por los problemas en su sector inmobiliario, que Occidente a veces parece exagerar, aunque es un tema al que Gobierno de Xi Jinping le presta atención, en particular regulando a los grandes jugadores del sector.

Los precios de exportación latinoamericanos han bajado en las materias primas no energéticas, que incluyen metales y alimentos, lo cual contribuyó al pobre desempeño económico general.

Solo aumentaron los bienes energéticos, especialmente el petróleo. Por el flojo dinamismo económico, explica la CEPAL, están cayendo mucho más sus importaciones que sus ventas externas, lo que resulta en una mejora en el superávit comercial y en el balance de cuenta corrientes, aunque los precios del intercambio empeoran, dice el documento.

Otro punto en el que repara es la inflación, en general moviéndose a la baja, con “excepciones crónicas” como la de Argentina y de Venezuela. Salvo estas dos economías, las demás parecen haber enterrado las épocas de descontrol de precios. Bolivia y Ecuador cuentan con los mejores escenarios, este último con su economía dolarizada, que le genera otros desafíos, en tanto argentinos y venezolanos no logran superarlas y recaen en ese flagelo una y otra vez.

Caso por caso

La región latinoamericana y caribeña, que se había expandido en torno al 4 por ciento en 2022, como arrastre de la recuperación post Covid del año previo, cerrará este año con una débil tasa de crecimiento de su PIB de 2,2 por ciento, estiman tanto la CEPAL como también la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Y Sudamérica en especial luce más bajo aún: 1,5 por ciento. Para 2024, la perspectiva es de un avance del 1,9 por ciento para América Latina y el Caribe. Todas sus regiones crecerán menos que este año.

En América del Sur, el país de mejor desempeño este año es Paraguay, con un PIB creciendo 4,5 por ciento, y el peor Argentina, tercera economía más grande de la región, con un PIB de 1,3 billones de dólares ajustado por poder adquisitivo (PPP), según el Fondo Monetario Internacional, que será negativo en 2,5 por ciento de acuerdo con el organismo (o -1,8 por ciento según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE).

Brasil, la mayor de todas las economías de la región, con un PIB de 4,3 billones de dólares por PPP, apenas sube un 1,6 por ciento según CEPAL, aunque el gobierno de Lula da Silva anunció la semana pasada una mejora, con una tasa de entre 2 y 3 por ciento. Así, el coloso sudamericano pasa nuevamente a estar en el “club” de las 10 mayores economías mundiales, ahora novena, de acuerdo a la tabla del FMI. Lula lo festejó la semana pasada así: «Cerramos el año de manera excepcional, la gente es más feliz». Una contracara para Argentina, y también una buena noticia para ella. Como sea, lo de Argentina y Brasil explica el débil guarismo sudamericano promedio.

En la región que forman Centroamérica y México (este último, con la segunda mayor economía regional, un PIB de 3,4 billones de dólares por PPP, expandiéndose 3,6 por ciento) se lucen Panamá y Costa Rica, con 6,1 y 4,9 por ciento, respectivamente.

Y en el Caribe, Guayana (el país con que se enfrenta Venezuela por las riquezas petrolíferas de Esequibo, que cambiaron notablemente su posición económica) volvió a romper el molde con 39,2 por ciento. En general, varias islas han tenido mejor performance que el continente, informa la CEPAL.

En todo caso, dice por su parte la UNCTAD, el crecimiento de las economías de América Latina sería inferior a la media mundial que proyecta la agencia de Naciones Unidas, del 2,4 por ciento en este año y del 2,5 por ciento en 2024.

Empleo, ingresos y pobreza

De acuerdo con la CEPAL, la desocupación regional se ubica en el 6,5 por ciento y para 2024 se agravaría al 6,9 por ciento. Los niveles de ocupación informal en la región se han mantenido en niveles cercanos al 48 por ciento y no se esperan cambios significativos. En todo caso, algo mejoró la brecha generacional, dado que luego del Covid, la juventud parece adaptarse mejor a los cambios laborales que el trabajador adulto.

Pero otro informe, de la Organización Internacional del Trabajo, «Panorama laboral en América Latina y Caribe 2023», da cuenta del fenómeno de los «trabajadores pobres» en América Latina, por la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos laborales.

En casi todos los países, los salarios reales promedio son inferiores a los de antes de la pandemia. «La pérdida de poder adquisitivo de los ingresos laborales hace que el ‘fenómeno del trabajador pobre’ pueda seguir creciendo en la región», dijo la OIT.

El hecho de que haya personas en condición de pobreza pese a tener empleo era algo insólito en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando dominaba el Estado de bienestar, antes del auge del neoliberalismo durante las últimas décadas. Ahora, con la insistencia de algunos gobiernos de la región en volver a las recetas que siempre terminaron en crisis profundas, parece naturalizarse peligrosamente ese matrimonio entre trabajo y pobreza.

También en términos sociales se destaca un análisis reciente del Real Instituto Elcano, el think tank español que tiene el patronazgo del Rey de España. “Es cierto –dice- que América Latina no ha conseguido en estas primeras dos décadas del siglo XXI avances significativos en el proceso de convergencia a los niveles de renta per cápita de los países desarrollados. Pero tampoco lo han hecho la enorme mayoría de los países emergentes. En la posguerra sólo cinco economías asiáticas lograron el milagro de pasar del subdesarrollo al desarrollo: Japón, Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong».

«El gran desafío que tiene América Latina no es ni la gestión macroeconómica ni el objetivo improbable de la convergencia, sino el del crecimiento sostenible e inclusivo. Hace una década que el ingreso per cápita regional está estancado. La ausencia prolongada de crecimiento lleva inevitablemente a un escenario de puja distributiva por una torta fija, que no sólo es caldo de cultivo para las tensiones sociales, sino también distrae valiosos recursos políticos de la sociedad en administrar esas tensiones en lugar de concentrarse en la búsqueda del objetivo del crecimiento”.

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