¿Por qué los jóvenes uruguayos habrían de querer algo? – Por Carlos Pereira das Neves
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Carlos Pereira das Neves*
Sería una pregunta más sensata que la consabida “¿qué quieren los jóvenes?”, que aparece cada vez que no logramos entender el comportamiento de un segmento de la población de nuestro país. Un segmento, por cierto, minoritario y en retirada.
¿Por qué queremos saber qué quieren los jóvenes?, ¿cuándo es que se nos da por querer saber qué quieren los jóvenes?. Es que las respuestas más ubicativas al “problema del querer de los jóvenes”, tiene más que ver con el otro segmento -mayoritario- de la sociedad que se lo cuestiona, mejor dicho, se lo pregunta.
Los jóvenes y sus quereres, o no quereres, tienden a aparecer cuando los resultados de nuestro accionar sobre la realidad -o la realidad misma- no son los que esperábamos y no estamos dispuestos a asumir la responsabilidad. Resultados tan variopintos como una elección, como una reunión familiar fallida, como una estadística educativa. Joven = problema, Joven = responsable.
Preguntas que, por supuesto, jamás se las hacemos a los actores directamente involucrados…los jóvenes. Porque no hay una necesidad de averiguar, hay una necesidad de deslizar que si tuviéramos otro tipo de jóvenes por lo menos tendríamos certezas y seguramente tendríamos victorias, normalidad, tranquilidad, orden.
Si a los jóvenes le preguntáramos sobre sus quereres, seguramente nos invitarían a compartir el rato, a compartir la situación, a compartir la problemática. Pero, si estuvieran más curtidos o más hastiados (como estaríamos cualquiera de nosotros ante tanta eterna insistencia), con todo el derecho del mundo nos dirían “¿y a ustedes qué mierda les importa”?
Es verdad, nos importa tan poco que creemos que la problemática es que no veamos jóvenes por ningún lado, y -también a la inversa- que veamos pocos jóvenes en donde deberían estar. Disparándoles, así, un rayo adultocentrista, parecido al de la película “Querida, agrandé al bebé”, que instantáneamente los transforma en adultos-jóvenes.
¿Qué pasa con las problemáticas de los jóvenes cuando no las vemos?, ¿qué pasa con otro tipo de oportunidades y de lugares en los que no se ven jóvenes, pero eso no representa un problema?, ¿qué pasa en esos otros lugares que se descartan jóvenes sin sentir el más mínimo rubor?, y también ¿qué pasa con esos otros jóvenes que lograron amoldarse tanto al mundo, que piensan que fue puro mérito propio?
Pobres jóvenes, los jóvenes pobres y también los que son agraciados por familias que pueden solucionar lo material. Pobres jóvenes los ricos también, aunque esos están por fuera de toda estadística, por fuera de la condena social pública, van a saber ubicarse aunque no sirvan para nada.
Pobres los jóvenes pobres y los hijos de trabajadores, víctimas del consumo, material y del otro. ¿Qué les quedaría por probar? volvería a preguntar Benedetti. ¿Qué tenemos que ver nosotros con sus gustos?, ¿qué tenemos que andar diciendo nosotros lo que pueden, o no, hacer y cuántas veces?. Sin caer, pero tampoco sin dejar de mencionar, que el espejo en el que se miran somos nosotros, que sí tenemos permitido consumir…siempre y cuando lo hagamos con el fruto de nuestro propio mérito.
Los mocosos crecieron, ya no son imberbes, ahora son como inertes. Si antes los cuestionábamos por su pro actividad a realizar cosas, que no permitíamos, ahora los cuestionamos porque no hacen lo que deberían hacer, casi que ya no hacen nada.
No tienen voluntad, no nacieron con ella, o sus padres no se las inculcaron, con un buche de agua para que pase. No les cabe el estudio, no les cabe el trabajo. Lo único que les caben son nuestras sentencias que, lejos de cambiar cualquiera sea la problemática que entendemos debiera cambiarse, les definen el presente y les acotan el futuro.
No importa el contexto, son ellos, ELLOS solos, y quizás un poco también sus pobres padres, sus padres pobres.
(*) Escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)