El mejor argumento del voto A favor – Por Patricio Navia

FOTO:MARIO DAVILA/AGENCIAUNO
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Por Patricio Navia

El mejor argumento que puede usar la campaña del voto A favor es que la aprobación de la nueva Constitución ayudará a cerrar de una buena vez la ventana de incertidumbre institucional que se abrió hace cuatro años con el inicio del proceso constituyente. Precisamente porque la opinión pública sufre de fatiga constitucional y no pone mucha atención al contenido del nuevo texto, la mejor estrategia para sumar votos a la campaña del apruebo es asociar la nueva Constitución al fin de la incertidumbre institucional que ya tiene hastiada a la mayoría de los chilenos y que tiene a la economía del país sin poder despegar.

A cuatro años de su inicio, el proceso constituyente no goza de buena salud. Como su origen se explica por la violencia que se desató durante el estallido social, los recuerdos asociados al origen del proceso constituyente son perturbadores. La decisión de iniciar este proceso estuvo directamente asociada al deseo de poner fin a la violencia que se había desatado. Los movilizados, que querían quemarlo todo, estaban ya pidiendo la renuncia del Presidente Sebastián Piñera. El Gobierno, arrinconado, no lograba asegurar el apoyo de una izquierda democrática que pecó de cobarde e irresponsable. Para evitar verse obligado a renunciar, Piñera mandató a su sector a negociar un acuerdo que entregara la Constitución a cambio del cese del intento por derrocarlo. Aunque la derecha tradicional insiste en argumentar que eso fue una salida institucional, la entrega de la Constitución -la base de las instituciones- fue un precio a pagar demasiado alto para salvar a Piñera.

Cuatro años después, el proceso constituyente sigue abierto. Después del desastre que significó el trabajo de la Convención Constitucional electa en mayo de 2021, evidenciado en la incuestionable victoria del rechazo en septiembre de 2022, los partidos de derecha e izquierda decidieron iniciar un nuevo proceso constitucional sin consultar previamente a la ciudadanía. La clase política quería repetir todo el proceso, pero esta vez asegurándose que todo estuviera atado y bien atado.

Sin aprender la lección de que cualquier grupo de personas que recibe el mandato de redactar una nueva Constitución puede caer ante la tentación de usarla para escribir en piedra sus propias preferencias de políticas públicas, la clase política volvió a meter al país en el mismo peligroso camino de un nuevo proceso constituyente.

Con una amplia mayoría de derecha, el nuevo Consejo Constitucional también se obsesionó con escribir un programa de gobierno. Aunque el texto no es tan radical como el de la primera convención, el que ha redactado el Consejo Constitucional también peca de querer constitucionalizar cosas que debieran decidirse en el proceso político.

La combinación de fatiga constitucional en la opinión pública y la sospecha de que el nuevo texto no busca unir a todos los chilenos ha alimentado la intención de voto En contra para el plebiscito de diciembre. Aunque la gente está cansada, nadie quiere remplazar la Constitución de 1980 con un texto que genere reclamos similares a los que ha generado la Constitución de 1980.

Por eso, resulta inverosímil que, después de que el plebiscito de 2022 nos enseñó que la gente no quiere una Constitución partisana, el nuevo texto también refleje las posturas de una trinchera en vez de establecer las reglas del juego que permitan a la gente decidir, cada cuatro años, en elecciones democráticas y competitivas, la dirección que va a tomar el país.

Intentar revertir la ventaja de la intención de voto en contra a partir del contenido de la nueva Constitución es un camino equivocado. Mientras más se destaque el contenido de la Constitución, más claro quedará que esta es una Constitución de derecha. Si bien los chilenos rechazaron la Constitución redactada por la convención de extrema izquierda, los chilenos no son de derecha. La gente quiere una Constitución que represente a todos, no un texto de trinchera.

Por eso, ahora que el contenido de la nueva Constitución ya no se puede modificar, y considerando que la gente ya no quiere saber de debate constituyente por un rato largo, la mejor estrategia que tienen aquellos que quieren que el texto se apruebe es la de argumentar que el voto A favor cierra el capítulo de incertidumbre constitucional.

Mientras más aparezca el empresariado alabando los méritos de la propuesta y mientras más se conozcan sus detalles, demasiado cargado a la defensa de los derechos de propiedad y sin suficiente protección a los derechos sociales colectivos, más se alimentarán las sospechas de una población que está molesta con las élites.

La gente quiere una Constitución que nos represente a todos. Como eso ya no ocurrió, por segunda vez, la mejor chance que tienen los que defienden el apruebo es ir por el argumento de que, al menos, el voto A favor logrará cerrar el proceso constituyente. Aunque, en la medida que la élite siga fallando en lograr construir un acuerdo que nos brinde un texto que sea aceptable para todo, lo más probable es que la incertidumbre constitucional siga siendo un dolor de cabeza permanente en Chile en los próximos años.

El Libero

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