El Argentinazo, 22 años después – Por Jean Flores Quintana, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Jean Flores Quintana, especial para NODAL

El 19 y 20 de diciembre de 2001 una rebelión popular cambió la historia moderna de Argentina. Las políticas neoliberales aplicadas sobre el país trasandino decantaron en una crisis social, política y económica sin registros previos. Manifestaciones en gran parte del territorio, cinco presidentes de la República en once días -cuatro de ellos renunciaron, el primero huyó en helicóptero-, 39 personas asesinadas, cientos de heridos; cerca de cinco mil detenidos, decenas de miles perdieron todos sus ahorros y millones pasaron a engrosar las filas de la pobreza y extrema pobreza.

El siglo XXI empezó con un atentado al corazón del imperio. Luego de una década de dominio absoluto, algo no terminaba de cerrar con los valores neoliberales exportados en cajas de democracia liberal. Ya en 1994 se levantaba desde Chiapas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional con demandas de justicia social y reivindicación de los pueblos indígenas de México, y en 1999, cincuenta mil personas protestaban en Seattle contra la Cumbre Mundial del Comercio, reuniéndose sindicalistas y activistas de 144 países. Así las cosas, la aplicación de medidas subordinadas al consenso de Washington profundizó el malestar en Argentina desde el segundo mandato de Carlos Menem, en 1995.

El paquete de reformas impulsadas por el ministro de economía, Domingo Cavallo, fueron la génesis de la peor catástrofe social que se tenga registro en el país trasandino hasta ahora, sin perjuicio de lo que pueda hacer Javier Milei: Privatizaciones, achicamiento del Estado en tanto garante de derechos como en sus facultades de participación, fiscalización y control de los mercados, apertura a importaciones y capitales extranjeros, reformas laborales anti-trabajadores y pago obediente de la deuda externa. En suma, el paraíso en la tierra para quienes controlan los medios de producción, mas, el mismo infierno para la clase trabajadora.

El 10 de noviembre de 2001, Diego Armando Maradona decía en la Bombonera: “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”, tres semanas después del partido homenaje al astro del fútbol mundial, el ministro Cavallo junto al presidente De La Rúa impusieron una restricción bancaria al retiro de dinero, medida popularmente conocida como “corralito”, esto generó caos y desesperación.

Las centrales obreras convocaron la séptima huelga general contra las políticas sociales y económicas del ejecutivo para el día jueves 13 de diciembre, al mismo tiempo se registraban insurrecciones populares en ciudades a lo largo y ancho del territorio argentino. El movimiento piquetero, compuesto principalmente por trabajadores cesanteados, popularizó tácticas de movilización y protesta social. Corte de ruta y asamblea.

Sobrepasado ante estos hechos, el 19 de diciembre, el presidente de República decretó Estado de Sitio, suspendiendo las garantías constitucionales, el resultado de esto fue una masacre contra el pueblo argentino, decenas de muertos y miles de heridos. Dirigentas de la emblemática organización de derechos humanos, Madres de Plaza de Mayo, fueron agredidas por la policía. Al anochecer del día 20 de diciembre, la máxima autoridad del país huyó en helicóptero desde la azotea del palacio de Gobierno.

A 22 años de estos hechos, la búsqueda de justicia sigue siendo un camino difícil para los familiares de las víctimas. En una de las investigaciones por lo ocurrido en diciembre de 2001, el expresidente De la Rúa estuvo acusado por los delitos de homicidio y lesiones culposas, pero fue sobreseído por la Corte Suprema. En 2015, en el juicio por “la masacre de Plaza de Mayo” De la Rúa declaró en calidad de testigo, allí, aseguró que «la policía actuó en ejercicio de sus funciones naturales».

Más de veinte millones de argentinos bajo la línea de la pobreza en 2001, asfixiados por el dogma capitalista, terminaron por generar el mayor estallido social del que se tenga registro, hasta nuestros días, allende los andes. Luego de la gran crisis, fue decantando un largo proceso de articulación comunitaria, conquistas de derechos e independencia económica. Los que hoy amenazan la soberanía con viejas recetas neoliberales, niegan la historia reciente y la cultura política del pueblo argentino.

 

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