Bolivia: nueva geometría política para derrocar a un gobierno sin estrategia – Por Jhonny Peralta Espinoza
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Jhonny Peralta Espinoza*
En política puedes pactar con Satanás siempre y cuando sea de otro partido, pero dentro de los partidos no se hacen prisioneros.
La derecha antinacional ha parido una nueva geometría política a partir de un acuerdo que lleva la firma del evismo, un acuerdo de nueve puntos tipificado como incoherente, cándido e infantil, porque según analistas de la derecha no se cumplirá ya que el evismo nunca cumple sus acuerdos. En los hechos, el acuerdo significa un ajuste interno dentro de la derecha reaccionaria, en la que cae el evismo, porque a pesar de la fragmentación del sistema de partidos y del vaciamiento programático, con este acuerdo se produce una coordinación necesaria entre la derecha y el evismo para sus operaciones exitosas.
Nada les detendrá para cortar cabezas de ministros; el vacío de poder será una realidad a partir del 2 enero de 2024; el 30 de junio de 2024 se polarizará el país por un nuevo pacto fiscal y la redistribución de escaños, producto de la aplicación de los resultados del Censo; la restitución de los dos tercios en senadores significará la posibilidad del inicio de un juicio de responsabilidades al Presidente y sacrificar al peón de Áñez;.
Y el Legislativo será la cuna de la ingobernabilidad, todo esto dentro de la política del toma y daca. Esta desviación estratégica del evismo abre las puertas a un cauce de un bloque reaccionario, conservador, conformado por el camachismo-mesismo (¿estará el evismo?), además de los brazos mediáticos y judiciales, que han decidido abrazar abiertamente el golpe blando, conscientes que los militares y los policías se sumarán a esa aventura.
El Gobierno debe estar más consciente de que las maniobras golpistas serán más numerosas y más graves, porque del acuerdo de los nueve puntos se pasará al fin del Estado de Derecho o directamente al fin de la democracia, y esto en la medida en que la crisis de la democracia se expresa cuando la gente deja de confiar en las élites, en aquellos que supuestamente piensan por ellos y les proporcionan sus líneas directrices, cuando experimentan la ansiedad que indica que el poder está vacío.
Y esto precisamente señala la encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), donde el Gobierno tiene una evaluación negativa del 50,8%, la gestión pública del 59,4%, la economía del 62,3%; y que el tema político que creara más conflicto es la confrontación Lucho-Evo, que es de 42,8%. El golpe blando desde hace un tiempo está en marcha, ahora todo da a indicar que se acelera y las consecuencias para el sistema democrático pueden ser gravísimas e irreversibles si consigue triunfar.
Esta geometría política pone en juego dos dimensiones que corresponden a distintos actores. La primera dimensión, el evismo, con esta nueva acumulación de fuerzas desestabilizadoras, ¿quiere adelanto de elecciones?, ¿pero Comunidad Ciudadana (CC) y Creemos también lo desean?, ¿o están por otros objetivos? Y si el evismo-camachismo-mesismo quieren adelanto de elecciones o la derecha antinacional solo busca otro objetivo, ¿dónde encontrar el golpe de timón y cómo este se materializará?
La segunda dimensión, el arcismo, ¿quiere aprovechar esta ventana de oportunidad que juega a favor de la candidatura de Luis Arce? Para esto requiere un salto cualitativo en cuanto a estrategia, programa y dirección política, teniendo a su favor el manifiesto de 19 puntos impulsando un polo constituyente; o, por el contrario, se quedará con la defensa de la industrialización de economía de base ancha, que en el fondo es defender el statu quo.
Hasta ahora el evismo sigue teniendo la iniciativa y moviendo bien las piezas del ajedrez en función de sus intereses, y esto significa hacer política, acumular fuerza y tener una estrategia, a la que se ha sumado el camachismo y el mesismo. Así, el evismo en su lucha contra el Gobierno, ha decidido ampliar la fuerza política desestabilizadora e incrementar la ingobernabilidad del país, la elección de Andrónico Rodríguez, que va más allá del sentido común que definió al acuerdo como “una coalición para desestabilizar al gobierno” (Richter), “cruzaron ríos de sangre” (Torrico), etcétera.
Hace más de un año Evo denunciaba la existencia de un plan negro, que ahondaba radicalmente la división del Movimiento Al Socialismo (MAS); el acuerdo de nueve puntos implica la consolidación de un paso táctico en función del plan estratégico de la Embajada norteamericana, como es confirmar que la división del MAS es irreversible, esto tomando en cuenta que hubo críticas a Mesa sobre una supuesta candidez en relación al cumplimiento del acuerdo por parte del evismo, conscientes de que Evo nunca se caracterizó por cumplir acuerdo. Por tanto, el plan de la Embajada sigue cumpliéndose a rajatabla. Ahora no habrá nadie que pueda unir a evistas y arcistas.
El Presidente ha caído en la trampa de la guerra de los espejos
Restan un año y ocho meses para las elecciones generales y es improbable que la sigla del MAS recaiga en manos del Presidente. El Gobierno en lugar de salir del tacticismo político, practicado desde el inicio de la gestión, ahora cae en la trampa tendida por el evismo, como es la guerra de los espejos. Según el Presidente los sabotajes en contra de su persona irán en aumento y la Ministra de la Presidencia no descarta que haya atentados contra la vida del primer mandatario. Es opinión generalizada de que el discurso presidencial iba dirigido a Evo, además que el discurso supone el rompimiento total con el evismo.
La guerra de los espejos significa que un bando, en este caso el Gobierno, en concreto el Presidente, deja de hacer política con su propia particularidad y pasa a tratar de ganar al otro, a Evo, en su terreno y con sus reglas y lenguajes. En la guerra en espejo se produce una unidad en la oposición, oposición en la unidad, o sea la pelea entre dos que piensan del mismo modo, y es una invitación a la rabia reactiva o resentimiento. El Presidente cuando afirmó que “no somos ni traidores ni cobardes, lo haremos cumplir”, el país esperaba un discurso de traducción de los 19 puntos, una traducción que no significa un proceso pasivo, sino una actividad creativa y que depende de las decisiones que tome el Gobierno y que pueden ser acertadas o erróneas. Pero el fondo de la traducción es crear algo nuevo, algo que ha de ajustarse a nuestro contexto para que pueda funcionar.
Pero el discurso presidencial reveló que su marco de interpretación de lo que sucede en el país, su manera de ver Bolivia, es de alcance corto, porque ese marco de interpretación, en concreto el discurso presidencial, nos determinan las metas que se propone el Presidente, sus planes que hace, su manera de actuar y, lo más importante, define el campo de ideas para cuando se discuta con el adversario político.
En este sentido, el evismo y el arcismo, sometidos al corto plazo de las elecciones, están obligados a estar en “posición de guerra”, dejando de lado lo importante por culpa de lo urgente; por esta razón, no tardó en responder Evo señalando que el discurso presidencial fue de odio, sin un plan de recuperación económica que ayude a los más humildes y que la industrialización no tiene un proyecto de gran impacto.
Distinto hubiese sido la historia si el Presidente tenía otro marco de interpretación de lo que está sucediendo, en concreto sobre la propuesta del Manifiesto, donde la única manera de combatir una pasión era con una pasión superior. Ahora el único que puede romper la guerra de espejos es el Presidente. Es hora de que el Gobierno, mediante algunos de sus voceros, deje de lado los discursos simplistas y reduccionistas, como el del portavoz, que convoca a la unidad para llegar al bicentenario, o de la Viceministra de Comunicación, que afirma que la guerra interna y externa se traduce en la no aprobación de proyectos de ley en el Legislativo.
Traducir la dinámica golpista requiere develar una dinámica temporal y un acuerdo estratégico, donde están involucrados varios actores internos y externos ejecutando actos que pueden aparentar chapuzas, o sea acciones incoherentes y sin cuidado, pero es obvio que si van de chapuza en chapuza van a acertar y será demasiado tarde.
Si el Proceso de Cambio pierde la mística, sus militantes se evaporan
Es un lugar común afirmar que el país atraviesa una crisis compleja, otros la denominan múltiple, y por esta razón hay voces del Gobierno que advierten que por el nuevo escenario político hay la posibilidad de adelanto de elecciones o un derrocamiento del régimen. Mao se burlaba de la categoría de la “síntesis dialéctica” de opuestos y hablaba de una “dialéctica negativa”; según él, toda síntesis terminaba en una reconciliación forzada, en el mejor de los casos una pausa momentánea en la lucha política que iba desarrollándose, donde los contrarios u opuestos no se unen, sino simplemente una parte se impone a la otra. En el acuerdo del Legislativo todo parece indicar que ante un evismo que pierde a sus bases por defección debido a su desviación ideológica estratégica, es el evismo el que se somete a una derecha antinacional sin liderazgo ni programa, pero que obedece a un plan de la Embajada. En esta dialéctica negativa, o sea negación de la negación entre el evismo en relación al camachismo-mesismo, el viejo orden queda negado pero dentro de su propia forma político-ideológica, una forma que tiene por objetivo el fin del Proceso de Cambio, y esto lo refleja el acuerdo de nueve puntos. Pero a continuación de esta forma política-ideológica lo que viene es la negación de la propia forma, en este caso la auténtica victoria de la negación de la negación ocurre cuando el enemigo habla tu lenguaje, por esto afirmamos que el evismo ha caído en la trampa y desde hace mucho tiempo habla el lenguaje (narrativa) de la derecha antinacional. En este sentido, la victoria del evismo es una victoria en la derrota.
¿Pero qué ocurre con el Gobierno? Mediante un TikTok devela al unísono un mensaje: “porque sabemos dónde vamos”. Lo paradójico es que nadie se ha dado por enterado ese “adónde vamos”. Y si traducimos el mensaje presidencial, una conclusión es que el Gobierno desconoce que el objetivo de todo mensaje político posee una simplicidad infantil: después de lanzarse, tiene que propagarse a través de la repetición y debe terminar afectando a las emociones. Esto no ocurrió, primero porque no dio respuesta al Manifiesto de 19 puntos; segundo, el discurso presidencial al final quiso imponer un símbolo para realizar conexiones políticas y que aflore una realidad oculta que tiene el Presidente, para así visualizar con imágenes lo que hasta el momento del discurso era una abstracción teórica, y el símbolo fue Quiroga Santa Cruz, olvidándose el Gobierno que este fue la impugnación más radical contra el sistema banzerista fundado en la prebendalización del sistema estatal, y por eso lo asesinaron. Caso que no sucede con el Presidente, porque no hay un acto de impugnación ni contra el evismo, ni contra los golpistas (ahora se caen los juicios contra Áñez), ni contra el imperialismo, ni contra el sistema.
En conclusión, en el teatro de la política se paga un alto precio cuando “lo que parece” (el discurso y las consignas que emite el Presidente) es idéntico a “lo que es” (los discursos y las consignas de Evo Morales). El 8 de noviembre no podía ser solo una apuesta táctica, por más liderazgo audaz que pudiera encarnar la figura del Presidente, porque si su vida corre peligro, como lo denuncia la Ministra de la Presidencia, lo más probable es que no habrá un bloque que lo defienda, algo que hasta ahora no ha sucedido ni en un comunicado del gabinete.
Lo que está sucediendo después del discurso presidencial, las denuncias del evismo que no cesan, las decisiones del suprapoder judicial, las resoluciones del poder electoral, la trinchera de desestabilización en el Legislativo, es mucho más sutil, un reacomodamiento de las fuerzas sociales y políticas a un orden conservador de pensamiento que tarde o temprano sustituirá a esa voluntad transformadora y de avance que queda en pequeños sectores politizados.
El 19 de octubre del 2020 Luis Arce afirmaba que “vamos a reconducir el Proceso de Cambio sin odio, aprendiendo y superando nuestros errores”.
- Marcuse señalaba que “si solo cambiamos la realidad para realizar nuestros sueños y no cambiamos los propios sueños, antes o después volveremos a la vieja realidad”. Desde el punto de vista del Presidente, él está cambiando la realidad del país desde sus sueños, y es encomiable, pero no ha cambiado sus propios sueños y ha vuelto a la vieja realidad, una realidad más compleja, crítica y regresiva.
Para evitarlo, el Gobierno debe evitar tres errores políticos: salir del tacticismo, que el Presidente rompa la guerra de los espejos, traducir el marco de interpretación de manera creativa y consecuente con lo que exigen los movimientos y organizaciones sociales. Es vital que todos los demócratas, en especial el Gobierno, desenmascaren a los operadores y actores golpistas. Si alguna vez pensó el Gobierno que el apoyo del Pacto de Unidad para una reelección del Presidente será producto de la mediación prebendal, lo más probable es que sea así, pero es el camino tradicional que recorrió el evismo y al final terminó con la fuga ignominiosa de los jerarcas del Gobierno.
Si alguna pensó el Gobierno que la despolitización y la desmovilización de su militancia, en particular que la comodidad de los mandos medios y altos de la burocracia en la gestión, es suficiente para consolidar la estabilidad, es lo más antidemocrático y reaccionario para que el golpe blando sea una realidad. Es evidente que, a la luz de los hechos, el Gobierno debe repasar sus errores, sus premisas, sus prioridades, para rectificar y tomar las acciones pertinentes.
* Exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka, analista de La Época..