Las mil y un batallas de Fidel – Por Gabriel Vera Lopes

2.019

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Gabriel Vera Lopes

La tensión se podía percibir en el aire. Por un instante, esa noche el tiempo pareció detenerse. Decenas de veces antes se había escuchado como un rumor, una más de las miles de operaciones mediáticas promovidas por los enemigos de la Revolución Cubana. Pero esa noche fue distinto.

Los teléfonos no paraban de sonar. Los abrazos en la calle se multiplicaban buscando refugio en los afectos de un amigo, un familiar, un amor. Las anécdotas de esa noche son nítidas: cada esquina abriga la historia de algún recuerdo. Imágenes vivas de un instante en el que el tiempo se detuvo.

“Querido pueblo de Cuba, con profundo dolor comparezco para informar a nuestro pueblo, a nuestros amigos de Nuestra América y el mundo, que hoy 25 de noviembre del 2016, a las 10:29 horas de la noche, falleció el Comandante en Jefe de la Revolución, Fidel Castro Ruz”, lee frente a las cámaras, un escueto comunicado, Raul Castro Ruz, su hermano y compañero de miles de aventuras.

Raúl habla detrás de un modesto escritorio escoltado tan solo por imágenes de próceres de la independencia cubana. El esfuerzo para que su voz no se quiebre es notable. ¿Habrá pensado alguna vez cómo sería ese momento? ¿Cómo sería dar esa noticia?

Cuentan que la noche previa al intento del asalto al Cuartel de la Moncada, el 26 de julio de 1953, se reunieron por primera vez todos los combatientes que habían sido reclutados de manera clandestina los meses previos. Allí Fidel se sorprendió al ver a Raúl. Su hermano menor se presentaba entre los alistados para el asalto. No había tiempo para regaños de hermano mayor y de cualquier forma la preocupación no pudo ausentarse. Sabía que la acción que enfrentarían los haría mirar directamente a los ojos de la muerte. Y aún así, eso era lo habían elegido: hacer que sus palabras estuvieran a la altura de sus acciones, jugarse su destino junto al del pueblo para combatir contra la dictadura de Batista. Sesenta y tres años habían pasado desde ese momento, una vida entera junto a Fidel.

“En cumplimiento de la voluntad expresa del compañero Fidel, sus restos serán cremados las primeras horas de mañana sábado 26. La comisión organizadora de los funerales brindará a nuestro pueblo una información detallada sobre los homenajes póstumos que se le brindará al fundador de la Revolución Cubana. Hasta la victoria Siempre” terminaba el comunicado.

Hacía tan solo unos meses que Fidel había hecho su última aparición pública. Ante la mirada atenta de cientos de delegados del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, ofreció el discurso de clausura del evento, aprovechando aquella ocasión para intentar sintetizar cuál era el legado por el que se debía seguir luchando una vez que él mismo ya no se encontrará físicamente. Sabía que llegaba la hora de despedirse.

“Tal vez sea de las últimas veces que hable en esta sala. A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos, como prueba de que en este planeta, si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos», anunciaba ante las lágrimas incontenibles de los presentes.

La culpa es de Fidel

La historia de Fidel es la historia de mil y un batallas. Su infancia en Birán, sus estudios en un colegio de compañía jesuita que lo marcarían profundamente. Sus años universitarios y su involucramiento en la militancia estudiantil en el fervor de la Cuba de ese tiempo. Sus acciones internacionalistas para reclamar la destitución del dictador dominicano Rafael Trujillo. Su devenir como líder político, su amistad con el Che Guevara, su liderazgo en el triunfo de la revolución Cubana. Su rol en la Crisis de los Misiles, su actitud frente al derrumbe de la Unión Soviética, su liderazgo durante el Período Especial. La solidaridad internacionalista con los niños afectados por la catástrofe de Chernobyl. Su liderazgo en las luchas contra el colonialismo en África. Su amistad con dirigentes de la talla de Salvador Allende, Nelson Mandela y Hugo Chávez. Y su última gran batalla: la Batalla de Ideas.

“El Siglo XX, por lo menos en América Latina, tuvo que esperar hasta el 25 de noviembre de 2016 para terminar” afirma sin dudarlo Dayron Roque, miembro del colectivo La Tizza y educador popular del Centro Martín Luther King.

“Porque ese Siglo XX, que en nuestro continente se inició con la revolución mexicana en 1910, está marcado a fuego por lo que significó el triunfo de la revolución cubana y su supervivencia en el tiempo. Y eso es obra de mucha gente, pero esencialmente de Fidel Castro. Es casi imposible pensar la configuración de América Latina y el Caribe actual sin entender el terremoto que significó la revolución cubana del ´59 y la presencia de Fidel Castro” explica.

Aún hoy su nombre despierta todo tipo de pasiones: desde el más profundo de los amores hasta el odio más visceral de sus enemigos. Pero una cosa es cierta: Fidel jamás ha sido indiferente ante la historia.

En el imaginario social y político de Cuba, Fidel sigue cumpliendo un rol preponderante y presente. “Esto con Fidel no pasaba” se suele escuchar cómo queja ante una situación social difícil. “¿Qué haría Fidel ahora?” como un interrogante ante los actuales desafíos que atraviesa la isla. “La culpa es de Fidel” fue una frase repetida a lo ancho y largo del continente Americano, ante el peligro de que ocurriesen otras rebeliones populares en otras latitudes.

Batalla de Ideas

La propia historia de Roque como educador popular está atravesada por la influencia de Fidel. Luego del derrumbe del campo socialista Cuba quedó completamente aislada en el escenario internacional, perdiendo su principal socio económico y político. En esos años, la isla atravesó la mayor de sus crisis económicas de su historia -con una caída del PBI del 30%-  lo que en la isla se conoce como “periodo especial”.

Pese a todas las previsiones del momento, el sistema de la Revolución Cubana no se desmoronó. Aunque sí quedó profundamente dañado. Todos los avances sociales que se habían construido hasta ese momento se vieron profundamente dañados.

A fines de esa dura década de los noventa, Fidel convoca a desarrollar un debate de carácter ético en defensa de sus avances en la justicia social, de la integridad nacional y el internacionalismo. Construyendo una serie de programas sociales en los que la participación social directa -principalmente de los jóvenes- ocupaba un rol central. Incluso por fuera de las estructuras estatales.

Ese proceso se conoce como “batalla de ideas”. El nombre proviene de una frase de José Martí: “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”. Fue en ese proceso que Dayron empezó a dar clases y acompañar procesos organizativos en distintos barrios humildes y por el cual decidió volverse maestro.

La idea de que las revoluciones se hacen desde el pueblo humilde y para el pueblo humilde, es una idea que siempre acompañó a Fidel.

“Esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida” fue una frase que pronunció Fidel en abril de 1961 y que es repetida una y otra vez.

“Hasta último momento él estuvo encabezando los esfuerzos que intentaban dinamitar las inercias de la revolución. Y para eso tenía que apoyarse necesariamente en lo que era más vivo del elemento popular” reflexiona Dayron.

”Eso muchas veces significaba salirse de los marcos institucionales. Y ahí fue. El último esfuerzo de Fidel, eso que se llama la batalla de ideas no fue más que el esfuerzo rectificar lo que en términos organizativos institucionales la revolución no podía ya responder o producir. Y para eso fue y busco al pueblo, para eso fue y se embarro con la gente”

Yo soy Fidel

Fidel fue el líder de un proceso político al que se abrazaron todas las experiencias políticas que intentaron trampear el porfiado destino impuesto por los poderosos. Sus palabras, sus reflexiones y su ejemplo se transformaron en una brújula ética y política allá en los tiempos de euforia neoliberal, luego de la caída del campo socialista, cuando todo parecía estar perdido para los sueños de emancipación.

En Cuba no existen monumentos o estatuas con la imagen de Fidel. La orden de que no se construyera nada en su homenaje luego de su muerte fue una de las últimas indicaciones instruidas por él mismo.

«Fidel entiende que una de las peores cosas que pudieran pasar es que su ausencia, no solo física sino la ausencia de las cosas que él podía hacer, se intentase rellenar con monumentos, nombres de calles. Ese no dejar que nada lleve su nombre, que no haya estatuas, es un mandato de que lo que hay que hacer no es rellenar con bronce, con piedra o con el nombre de una calle, lo que en la práctica el proceso revolucionario no es capaz de hacer con lo que él inició. Conociendo ese ADN latinoamericano, con ese gesto se diferencia de la tendencia personalista y caudillista, típica y cara a los próceres latinoamericanos” reflexiona Dayron.

Estadista y revolucionario, hereje conspirador y disciplinado militante de partido, narrador de la Revolución y educador de las masas, autocrítico y exigente. Fidel fue un «guerrillero del tiempo», al decir de Katiuska Blanco .

«Para Fidel, la interpretación del momento histórico siempre jugó un papel crucial. Para él, siempre fue fundamental comprender las circunstancias en las que tenía que actuar. No para adaptarse a ellas. Sino trascenderlas, provocarlas, presionarlas. Así concebía la revolución”.

Entre el tiempo y la Revolución

El primero de mayo del año 2000, Fidel ensaya su primera definición de la noción de revolución. Los efectos más corrosivos del periodo especial seguían allí, amenazando cada conquista que la revolución había obtenido. Fidel se había embarcado en cuerpo y alma en  su última gran herejía: la Batalla de Ideas.

“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.

«Ese famoso discurso en el que dice que la Revolución es del año 2000. Fue 40 años después del triunfo de la Revolución. Fidel no tenía claro lo que era la Revolución antes de hacerla. No hay una idea preconcebida de lo que es la revolución. Lo que plantea en estos versos es la experiencia de lo que es la revolución. Incluso la experiencia de los errores de la revolución, de no haber cambiado las cosas a tiempo», dice Dayro.

«La experiencia de lo que les pasa a otras revoluciones cuando renuncian a sus principios. Por eso dice que ‘la revolución no es violar los principios éticos’. De la tragedia de la revolución si no se internacionaliza. Por eso dice que «la revolución es altruismo, desinterés e internacionalismo», subraya.

Es en la complejidad de estas múltiples dimensiones donde Dayron describe lo que significa ser fidelista hoy. Es una búsqueda generacional para quienes deben asumir los retos del presente y asumir el valor de ser contemporáneos de su propia historia.

«Fidel estaba milimétricamente comprometido con lo que decía y, al mismo tiempo, lo que decía era enorme. Esta ‘enormidad’ es algo que no gusta a los enemigos de Fidel. No pueden equilibrar el hecho de que el historial de Fidel Castro es indudablemente victorioso. Entonces es como el Cid Campeador (héroe castellano vinculado a la época en que los cristianos retomaron la península ibérica), es un fantasma que en realidad les persigue. Temen a un muerto porque temen otra posible derrota», concluye.

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