Cuba | Importación o producción nacional de alimentos
Importación o producción nacional de alimentos
Manuel Arnau Parrado
Cuba fue hasta 1898 la última colonia de España en América, su economía sustentada en la utilización masiva e intensiva de la fuerza de trabajo esclava producía y exportaba azúcar cruda, mieles, aguardiente, ron, tabaco en rama y torcido, café, cera, miel de abejas, cobre y maderas preciosas.
Durante el período republicano iniciado en 1902 la economía del país continuó orientada al comercio exterior. Eliminada la esclavitud y adoptado plenamente el modo de producción capitalista, la vida de la nación estaba vinculada directamente a la exportación de azúcar hacia los Estados Unidos, las crisis financieras deprimían la producción y el empleo y las guerras mundiales los expandían, alternándose épocas de ¨vacas flacas¨ y ¨vacas gordas¨ según las oscilaciones de la demanda de azúcar y los precios del mercado mundial. Existía dentro de la sociedad una marcada diferencia entre los ingresos, el nivel de vida, educacional y de salud, de los ciudadanos más acaudalados, los dueños de pequeños negocios y otras capas medias de la sociedad, por una parte y por la otra, de los obreros y campesinos.
Las cifras sobre producción agropecuaria que aparecen más adelante incluyen el total de productos destinados al consumo de la población más los dedicados a la alimentación pecuaria, la exportación o la industria. Debido a que la población del país casi se duplicó desde 1958 hasta 2019, calculé el percápita de alimentos para poder comparar la disponibilidad de productos agropecuarios por habitante en cada período. Los datos utilizados han sido extraídos de los respectivos anuarios estadísticos publicados y probablemente excluyen la producción para el autoconsumo de los campesinos, que no se comercializa.
Según datos aportados por el recientemente fallecido Dr. Sc. Armando Nova González en su libro El modelo agrícola y los lineamientos de la política económica y social en Cuba ypor mis propias vivencias,en 1958 la producción de azúcar, café, y tabaco, cuyo destino principal era la exportación, satisfacía la demanda nacional. La producción de viandas, granos y hortalizas totalizó 1,853,400 toneladas, alcanzando un percápita de 25,7 kilogramos por habitante al mes. La masa de ganado vacuno ascendía a 6 millones de cabezas, una res por cada habitante y satisfacía la demanda, sin embargo la producción anual percápita de huevos (16,7 unidades), leche (66,7 litros) y carne de cerdo (2,1 kg) era muy baja. Además, se gastaban entre 200 y 300 millones de dólares anuales para importar harina de trigo, manteca de cerdo, arroz, bacalao, frijoles, huevos, frutas y conservas. Encuestas realizadas en la época confirmaron que los campesinos apenas consumían carne, pescado, huevos y pan, su dieta incluía básicamente viandas, harina de maíz, arroz y frijoles.
Mediante las dos leyes de Reforma Agraria aprobadas en 1959 y 1963 fueron expropiados los latifundios y entregadas sus tierras a los miles de campesinos que las arrendaban. En 1960 pasaron a propiedad y administración estatal los activos de todas las empresas extranjeras, nacionales y la banca y se estableció el monopolio del Estado sobre el comercio exterior. Al eliminarse la propiedad privada y romperse el régimen de explotación neocolonial, los más hambreados, explotados e ignorantes tuvieron por primera vez la oportunidad de superarse y acceder a un nivel de vida mejor. Posteriormente se produjo un importante éxodo de habitantes hacia las ciudades y comenzó a resultar deficitaria la fuerza de trabajo para el corte y alza manual de caña durante las zafras y la recolección de café en las montañas, iniciándose las movilizaciones masivas de trabajadores y estudiantes voluntarios para esas labores.
El Gobierno Revolucionario acordó con otros países la compensación por los bienes nacionalizados mediante bonos reembolsables por 20 años, pero el de los Estados Unidos no aceptó esos términos, confió en que derrotaría rápidamente a la Revolución y de inmediato cortó el suministro de combustibles y la importación de azúcar, organizó la subversión y la agresión armada y en 1962 estableció el bloqueo comercial y financiero. La caída de las importaciones que provenían mayoritariamente de ese país rápidamente produjo escasez en los suministros y ese propio año se estableció la libreta de control de ventas de alimentos para garantizar que un grupo de productos básicos fueran asequibles a toda la población, mecanismo que aún se utiliza para distribuir productos a todos los consumidores, o específicamente a niños, diabéticos y embarazadas, a precios subsidiados por el Presupuesto del Estado, muy inferiores que los precios de los mercados de oferta y demanda.
Las agresivas medidas del gobierno norteamericano condujeron a la dirección del país al establecimiento de relaciones comerciales y financieras con la URSS y otros países socialistas, de los cuales se obtuvieron créditos blandos y convenios de intercambio de azúcar por petróleo, níquel y otros productos a precios más estables, no sujetos a los vaivenes del mercado mundial. Dichos créditos permitieron realizar numerosas inversiones industriales, agropecuarias, de infraestructura, importar alimentos y alcanzar grandes avances en los servicios de salud, educación y en la formación de recursos laborales.
Desde los primeros años de la Revolución se estableció la planificación como elemento rector de la economía, en el plan de la empresa el indicador que mayor seguimiento tenía era el volumen de producción medido en unidades físicas o de ventas en pesos para el caso de los servicios y el comercio. En las empresas generalmente no se realizaba el análisis de los resultados financieros. A partir de 1975 se implantó el sistema de dirección de la economía, conceptualmente basado en el cálculo económico, pero las finanzas siguieron jugando un papel más formal que real y a la eficiencia económica no se le prestó suficiente atención. Desgraciadamente, cuando se gasta más de lo que se ingresa, cuando se importa más de lo que se exporta, el saldo negativo no desaparece, se convierte en deuda. Muchas empresas, sobre todo las agropecuarias operaban con pérdidas que eran cubiertas por el Presupuesto del Estado, incrementándose la deuda externa del país, el déficit fiscal y la emisión de moneda sin respaldo productivo.
Mientras duró la colaboración con los países socialistas, se impulsó la producción cañera y agropecuaria sustentada en el empleo masivo de maquinaria, combustibles, fertilizantes, pesticidas y otros insumos importados. Se realizaron importantes transformaciones en la ganadería vacuna a favor de la producción lechera basadas en la genética, la alimentación con pastos y el desarrollo de la infraestructura. El período 1981-1985 fue el de mayores resultados productivos, el PIB creció un 7,3 % y la producción azucarera promedió 7,8 millones de toneladas anuales, realizándose el 75 % del corte de caña mediante combinadas fabricadas en el país. Creció la producción de alimentos, salvo de café, maíz y frijoles (ver detalles en tabla anexa), pero para alcanzar una dieta diaria promedio de 2,900 calorías y de 78 gramos de proteínas por habitante fue necesario recurrir a la importación de alimentos.
El derrumbe de la URSS y la desaparición del campo socialista hicieron colapsar en los años 90 la economía cubana. Los abastecimientos externos se redujeron en un 80 %, se paralizaron o minimizaron numerosas actividades productivas y de servicios y la disponibilidad de alimentos disminuyó drásticamente. Para presionar más sobre nuestra situación económica y social, en 1992 el congreso estadounidense aprobó la Ley Torricelli que permite sancionar a sus subsidiarias ubicadas en terceros países que comercien con Cuba e impedir durante 180 días tocar puertos estadounidenses a los barcos que llegaran a Cuba con propósitos comerciales.
Durante el segundo semestre de 1993 se inició un proceso de reformas para reactivar la economía e insertar el país en el nuevo contexto internacional, entre ellas la apertura a la inversión extranjera, el desarrollo del turismo, la conversión de granjas estatales en cooperativas, la creación de mercados agropecuarios con precios liberados y la autorización del ejercicio del trabajo por cuenta propia, además, se crearon tiendas para vender en moneda convertible alimentos y otros productos, en su mayoría importados. Hacia 1995 la población que habitaba en áreas rurales había descendido al 38,9 % del total nacional.
En 1997 se inició el programa de la agricultura urbana y suburbana para producir hortalizas y otros alimentos y abastecer a los habitantes de las ciudades y poblados cercanos. Gracias a ello la producción de vegetales se triplicó entre 1981 y 2019 y se amplió su consumo en la dieta del cubano.
En 2000, el congreso estadounidense aprobó la Ley Helms-Burton, querecrudeció aún más la hostil política de bloqueo contra el pueblo cubano. Tras el paso del devastador huracán Michele, Washington autorizó las ventas de alimentos bajo tres condiciones: que fueran pagadas en efectivo por las empresas cubanas, que las operaciones no recibiesen crédito de los Estados Unidos y que la transportación se realizara solo en buques estadounidenses. Ese propio año se firmó el Convenio Integral de Cooperación entre Venezuela y Cuba que oxigenó la economía cubana al garantizar el suministro de petróleo a precios de mercado a cambio de la prestación de servicios de salud y en otras esferas.
Debido a la falta de repuestos e insumos, se produjo una sensible disminución de los rendimientos de caña por hectárea y de la producción de azúcar. Los precios del azúcar se mantuvieron muy deprimidos durante años en el mercado internacional y los bajos rendimientos agrícolas e industriales elevaban los costos unitarios por encima de los precios de exportación. En consecuencia, al resultar insostenible mantener los anteriores volúmenes de producción y de gastos, en 2002 se decidió desactivar dos tercios de los centrales azucareros existentes, lo que implicaba que la exportación de azúcar perdía su preeminencia histórica dentro de la economía cubana. Miles de trabajadores de esa industria fueron reubicados en otros sectores de la economía, una buena parte de las tierras donde anteriormente se cultivaba caña se destinaron a otros cultivos, algunas se emplearon para el autoconsumo de los productores, muchas quedaron ociosas y después cubiertas de marabú.
En 2008 se aprobó la entrega de tierras ociosas en usufructo a personas naturales y jurídicas, posteriormente se incrementó el límite a entregar a cada solicitante y se amplió el plazo del usufructo. Entre los años 2008 y 2018 se aprobaron 244,851 solicitudes y se entregaron en usufructo 2 millones 102 454 hectáreas (33 % de las tierras cultivables), que no llegaron a explotarse en su totalidad. Las cooperativas mantienen en explotación el 36% de las tierras cultivables y el resto permanece en poder de empresas estatales.
En diciembre de 2014 se restablecieron las relaciones diplomáticas con el gobierno del presidente Obama, flexibilizándose algunas medidas del bloqueo económico. La distensión de las relaciones entre ambos países permitió una mayor reanimación de la economía y el crecimiento del turismo, que en 2018 alcanzó 4,7 millones de visitantes y unos ingresos por
2,782 millones de dólares. A partir de 2015, cuando el congreso estadounidense designó a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de EE. UU” se estableció el bloqueo económico y financiero contra la República Bolivariana, que provocó que su producción de petróleo crudo y sus derivados se fuera reduciendo hasta un 20 % en 2020 y en consecuencia disminuyó abruptamente su suministro a Cuba.
El año 2019 fue el de mejores resultados productivos de la agricultura después de la crisis de los 90. Sin embargo, según el anuario estadístico de Cuba, de las 6,400,000 ha de superficie agrícola, solo 3,120,900 estaban cultivadas (48,7 %), aún había muchas tierras ociosas o deficientemente explotadas. En las 947,100 ha cultivadas de productos alimenticios, se alcanzó un percápita anual de 485,2 kg por persona (2 kg al mes), que resultó superior al de todos los períodos anteriores; la producción de carne de cerdo creció 3 veces hasta un percápita de 28 kg al año, pero la papa, el arroz y la leche redujeron sus entregas percápita a 9,2 kg, 17,5 kg y 44,5 litros anuales, respectivamente. La existencia de ganado vacuno continuó reduciéndose debido a la deficiente alimentación, el hurto y sacrificio ilegal. Ese año se dedicaron 1910 millones de dólares a la importación de alimentos a pesar de que se redujeron los ingresos por la menor exportación de azúcar, café y cítricos, para colmo de males las plantaciones de estos últimos fueron diezmadas por la plaga denominada Huanglongbing.
La República Dominicana tiene el mismo clima de nuestro país, sufre por igual el cambio climático e idénticos fenómenos meteorológicos, su extensión territorial es apenas el 44 % de la de Cuba, tiene 300 mil habitantes menos y una capacidad de embalse de agua 4 veces menor; solamente el 21,3 % de su población vive en el campo. Dispone de alrededor de 800.000 ha de tierra cultivable, con manto vegetal escaso y poca fertilidad del suelo, aplica una dosis promedio de 88,1 kg de fertilizantes por hectárea cultivada, más del doble que lo que en nuestro país se podía fertilizar con los abonos inorgánicos importados en los últimos años. Sus rendimientos de caña, arroz y tubérculos son superiores en un 30% a los nuestros. Según las estadísticas publicadas por su Ministerio de Agricultura, en 2021 produjeron 7170,1 toneladas de alimentos, alcanzando un percápita de 670,1 kg por habitante, un 35,7 % más que el mejor promedio histórico de Cuba. Exportan cantidades apreciables de cacao, tabaco, azúcar, plátanos y frutas, el 50 % a los Estados Unidos. Por supuesto no está sometida a bloqueo alguno y esto les permitió recibir 8,5 millones de turistas en 2022, 5 veces más que los que visitaron Cuba. Por el contrario, nuestro país la aventaja ampliamente en índices de salud y educación, tales como cantidad de docentes y médicos por habitante, mortalidad infantil y materna, esperanza de vida al nacer, gastos sociales por habitante, etc.
El gobierno del presidente Donald Trump tomó agresivas decisiones anticubanas con la intención de provocar el colapso de la Revolución, que se mantienen vigentes durante el gobierno de Biden y han creado serias dificultades a las transacciones financieras del país.
En los años 2020-2021 la pandemia de COVID-19, además de enfermar a miles de ciudadanos y provocar la ejecución de gastos superlativos para la asistencia médica, afectó severamente el turismo y los ingresos en divisas del país. La enfermedad pudo ser controlada a mediados de 2021 gracias a la creación y producción autóctona de vacunas, pero provocó la reducción de la producción agropecuaria y la importación de alimentos y como consecuencia de ello, un severo deterioro de la alimentación de los ciudadanos.
En enero de 2021, al eliminarse para las empresas la paridad cambiaria del peso con el dólar y devaluarse oficialmente el peso cubano a 24 X 1, la mayoría de los costos de producción y los precios minoristas se incrementaron. Para evitar la especulación se establecieron centralmente precios máximos para la venta de productos agropecuarios, ante lo cual algunos productores e intermediarios dejaron de asistir a los mercados a ofertar sus productos. Posteriormente se descentralizó a los municipios la negociación de los precios del agro y volvió a crecer la oferta en las mercados, pero la insuficiente producción impuso precios aún superiores a los derivados del ordenamiento monetario; en años posteriores los precios de los insumos y productos importados han continuado creciendo, produciéndose una espiral inflacionaria y especulativa que afecta severamente las finanzas de las familias cubanas; las de menores ingresos se han visto obligadas a reducir la cantidad y calidad de los alimentos que consumen diariamente y en los casos más críticos a solicitar subsidios a la asistencia social. Como resultado de la reducción en las ofertas de alimentos subsidiados y los elevados precios de los mercados de oferta y demanda, el ciudadano de a pie dejó de comer frijoles o tomar café frecuentemente; comer carne de cerdo o aguacate se ha convertido en un lujo.
En mayo de 2021 el gobierno cubano decidió eliminar numerosas trabas administrativas impuestas por antiguas regulaciones estatales y puso en vigor un grupo de medidas para incrementar la producción agropecuaria. A partir de esas decisiones, aumentaron en un 13 % las áreas agrícolas en producción, sin embargo, debido a los bajos rendimientos agrícolas el total de alimentos producidos se redujo en 2022 en un 26 % con respecto a 2019, manteniéndose elevados niveles de importación de alimentos.
Ante el déficit de moneda libremente convertible en la arcas del Estado, a partir de 2021 se autorizó a importar productos en divisas a entidades del sector no estatal, lo que ha permitido suplir parcialmente el déficit de alimentos que dejaron de comercializarse en las tiendas y mercados estatales. Los precios minoristas de sus ofertas en moneda nacional son muy altos porque adquieren las divisas en el mercado informal donde aplican una tasa de cambio muy superior a la del mercado oficial.
En 2022 el parlamento aprobó la Ley que establece el marco conceptual y jurídico para alcanzar la soberanía y seguridad alimentaria y nutricional, regula la organización de los sistemas alimentarios locales y establece los requisitos generales a cumplir en materia medioambiental y sanitaria en la producción de alimentos.
Hasta octubre de 2023, funcionó un esquema vertical de gestión administrativa que establecía una relación de dependencia de las cooperativas agropecuarias con las empresas estatales agropecuarias, que no siempre las priorizaban en los suministros ni atendían debidamente a los productores individuales. Dando un paso más en el proceso de descentralización de la gestión económica, con la reciente aprobación del Decreto Ley 76 se pretende ¨garantizar el libre desenvolvimiento de las cooperativas agro pecuarias y facilitar su desarrollo, sin que estos vínculos constituyan relaciones de subordinación con las demás entidades en el ámbito municipal¨. El Decreto Ley le traslada a los Consejos de la Administración municipales la facultad de aprobar la creación y extinción de las cooperativas agropecuarias; integrar sus programas de desarrollo a la estrate gia de desarrollo del municipio; recibir sus demandas de recursos, incluirlas en el plan de la economía y distribuirles los insumos.
El gobierno cubano está impulsando la creación de un sistema productivo que combine la producción y el autoabastecimiento descentralizado de alimentos en el municipio bajo la responsabilidad de los gobiernos locales con la ejecución en paralelo de programas nacionales más especializados y tecnologías superiores en polos productivos agropecuarios para obtener cantidades y rendimientos mayores de arroz, viandas, carne de cerdo, aves, huevos, cítricos, etc. Además está convocando a incrementar las áreas sembradas para aumentar la producción.
En 2023, según expresó recientemente el Ministro del ramo en el programa Mesa Redonda, por falta de financiamiento para la agricultura solamente se dispuso del 40% del combustible diésel requerido, el 4% de los fertilizantes, el 20% del alimento animal y cantidades muy reducidas de herbicidas y pesticidas y no se han importado o producido en el país envases, botas, limas y machetes.
Es obvio que hay que incrementar la cantidad de áreas sembradas para producir alimentos, en la difícil situación económica actual sería improcedente dejar tierras ociosas llenas de marabú, pero sin suficientes combustibles, fertilizantes, herbicidas y repuestos seguirán presentes los bajos rendimientos en la producción agrícola y los volúmenes de producción continuarán lejos de satisfacer la demanda. Además, de crecer las áreas de cultivo se incrementarán también las necesidades de combustibles para roturar la tierra, de energía eléctrica y agua para regar y la cantidad de fuerza de trabajo para las atenciones culturales. Según los expertos, los rendimientos en la agricultura ecológica son menores en un 18 % que en la agricultura convencional, lo que se compensaría con mayores precios de venta, pero el objetivo de producir para el pueblo no es ganar más dinero, sino producir más y más barato. Están desarrolladas y probadas en el país prácticas agroecológicas que incrementan los rendimientos, pero aún no se han generalizado y muchos productores siguen usando las tradicionales. Agréguese a esto que la producción nacional de insumos agropecuarios de origen biológico es insuficiente y sus inversiones están retrasadas y que la inversión extranjera dista mucho de satisfacer las necesidades de la agricultura cubana.
En las frecuentes visitas que realizan los dirigentes del país a centros seleccionados de producción agropecuaria se les muestran buenos resultados productivos, lo que parece indicar que bajo las formas de gestión más descentralizadas, con prácticas ecológicas y trabajando más, existen posibilidades de incrementar la producción agropecuaria, pero restan muchos meses para que esos buenos ejemplos se generalicen. Mientras la producción agropecuaria no crezca lo suficiente, el Estado, el sector no estatal o los familiares de cubanos que residen en el extranjero tendrán que seguir empleando divisas para pagar por la importación de alimentos que se pudieran producir en el país.
El trabajo en el campo bajo el intenso sol y calor es duro, exige disposición y sacrificio y los productores, ya sean cooperativistas, arrendatarios u obreros se incorporarán o permanecerán en sus labores si se les apoya más con suministros y servicios y si como resultado de su trabajo obtienen ingresos decorosos, condiciones de vida dignas y reconocimiento por el trabajo que realizan.
Bibliografía consultada
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- Armando Nova González. El modelo agrícola y los lineamientos de la política económica y social en Cuba. Ciencias Sociales. 2013
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- Joaquín Infante Ugarte. La ineficiencia económica y social. ¡Su causa primordial! 2014
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