Uruguay: uno de cada cinco menores de 6 años es pobre

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Uruguay: uno de cada cinco menores de 6 años es pobre

La pobreza infantil no cede. Los datos de la Encuesta Continua de Hogares liberados este lunes muestran que, en el primer semestre de este año, la quinta parte de los menores de seis años son pobres. La cifra no varió respecto a la observada en el mismo semestre del año anterior (está dentro del margen de error), pero puede decirse con un 95% de confianza que está “por encima” del registro previo a la pandemia.

La pobreza entre los menores de seis años es 11,6 veces mayor que la registrada en los adultos mayores (más de 65 años). Eso convierte a Uruguay en el país de la región con mayor infantilización de la pobreza. Así lo había afirmado un reciente informe de Naciones Unidas que lleva la firma de Gustavo De Armas.

El dato puede tener su mirada “positiva”: la distancia entre los niños y los más viejos es mucha porque el sistema de seguridad social uruguayo casi no deja margen para que los adultos mayores caigan por debajo de la línea de la pobreza.

Pero, a la vez, tiene la lectura “negativa”: la asistencia a los más chicos no logra tener la potencia dada a los más adultos, el país es calificado como país de renta alta, pero continúa con niveles de desigualdad que no permiten reducir la pobreza en los hogares en que viven niños, y las políticas del Estado no siempre llegan en tiempo y forma.

El Observador había explicado que la séptima parte de los niños pobres (unos 4.100 entre 28.000 menores de cero a dos años) no recibe trasferencias monetarias del Estado. Por errores del algoritmo, por fallas de registro u otras razones no cuentan con una asignación familiar ni una tarjeta del Mides.

De los bebés que al año de vida sí recibían una asignación familiar, a su vez, casi la mitad empezó a recibir tarde ese beneficio (y no al momento en que a su madre le fue captado el embarazo). Por lo cual, al momento de desarrollo del feto y la mayor extensión del cerebro ese niño puede que estuviese en un hogar bajo la línea de pobreza.

Al respecto, la economista Andrea Vigorito había insistido en la necesidad de “aumentar” los ingresos de los padres para que esos niños no se críen en condiciones de pobreza.

En la última rendición de cuentas, el gobierno había destinado US$ 50 millones anuales a la primera infancia e hizo del combate a la pobreza infantil como su “prioridad”. Pero los resultados todavía no son los esperados.

Una fuente de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) explicó a El Observador que “estas políticas demoran años en dar resultados”, pero, a la vez, “este nivel de inversión no le hace cosquillas a la pobreza”. La fuente lo dijo en el sentido de que “Uruguay tiene que rediseñar algunos planes y apostar fuerte a la educación si realmente quiere combatir la pobreza de fondo”.

Porque más allá de subidas o bajadas, todo parece indicar que, en la última década, uno de cada diez uruguayos es pobre. Pero, a la vez, la pobreza crece entre los niños, entre los afros, entre quienes habitan las periferias de las grandes ciudades, y entre quienes viven en hogares con madres solteras jefas de hogar.

Uruguay no es ajeno a la marcha mundial. Un informe del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas había advertido en julio que la pobreza está en niveles superiores a la pre-pandemia y que, se estima, hay 165 millones más de personas en el mundo que han caído debajo del umbral de la pobreza.

La pandemia y la guerra de Ucrania —con su correlato en el desajuste de los precios— explican en parte el sacudón al que el mundo no logró recuperarse aún. Eso supone que, a nivel global, uno de cada cinco pobladores sobrevive con menos de US$ 3,65 por día.

EL OBSERVADOR

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