Paraguay | El tiempo de la serpiente ha llegado – Por Adolfo Giménez, especial para NODAL
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Adolfo Giménez*, especial para NODAL
Cuando está en la etapa de gestación, la serpiente puede ser vista a través de la cáscara transparente del huevo (El huevo de la serpiente, 1977. Ingmar Bergman)
La crisis en tiempo de globalización neoliberal, de cambio climático y de inmensas migraciones humanas en distintas partes del mundo, empujadas por la violencia y la miseria, aparece acompañada de elementos en las economías nacionales que hacen aumentar este drama. La inflación consume salarios e ingresos, aumenta el desempleo y la marginalidad, el trabajo informal.
En estas condiciones resurge hoy el huevo de la serpiente, la posibilidad de sistemas totalitarios ante el estado de frustración y miseria de millones de personas.
En Paraguay no existe un régimen totalitario completo, aunque están desplegados todos los condimentos necesarios para avanzar en esa dirección, con un partido hegemónico que controla todas las instituciones del Estado, el Parlamento y el Poder Judicial, sin romper todavía su carácter democrático constitucional, de fachada democrática. Resultado de un proceso lento de consolidación ante la debilidad y la fragmentación de una moderada oposición.
El nuevo presidente de Paraguay, Santiago Peña, no es un líder político, ni siquiera es un dirigente conocido de las filas del oficialista Partido Colorado. El perteneció hasta hace algunos años al Partido liberal, el principal partido de oposición.
Pero su relación con el expresidente Horacio Cartes (2013-2018) le hizo cambiar de posición y pasó a formar parte de su entorno. Fue ministro de Hacienda y luego candidato presidencial por el movimiento interno que lidera el expresidente Cartes, actual presidente del Partido Colorado que ganó por amplio margen las últimas elecciones nacionales de abril pasado con 15 puntos de diferencia sobre Efraín Alegre, candidato de la Concertación Nacional, hoy desaparecida.
El nuevo gobierno comenzó a aplicar un programa que podría calificarse de modernización conservadora neoliberal, manteniendo la estructura clientelista del Partido Colorado para sostener su aparato político electoral que es la base de su hegemonía (1). Una hegemonía que cuenta con el apoyo de la oligarquía tradicional y el crimen organizado que aporta operadores políticos y dinero proveniente del narcotráfico.
De esta manera se consolidó un Estado más autoritario (y represivo) favorecido por un escenario político corrido completamente a la derecha. Miles de personas habían votado por un cambio, un cambio desconocido. Votaron por una esperanza, se articuló el voto protesta con el voto de rabia, de rechazo, pero el resultado final resultó lo mismo de siempre. La modernización conservadora y neoliberal profundizará el deterioro de la calidad de vida de la mayoría de la población y aumentará la concentración de la riqueza, con recortes de derechos y más represión a los reclamos.
El nuevo escenario político tiene una relación directa con la situación económica y social, el aumento del trabajo informal, de la migración, de la impugnación a un sistema democrático representativo que hace crecer la pobreza y de un contexto internacional con personajes como Trump, Bolsonaro o Milei.
Y al mismo tiempo se confirmó también la consolidación de una ideología autoritaria de derecha que se insertó en la clase media y en amplios sectores del campo popular, de apoyo a figuras mesiánicas que prometen mano dura, que recortará derechos, aumentará las privatizaciones o utilizará los fondos de los jubilados, en un momento en que crece el crimen organizado y el reclutamiento de jóvenes sin posibilidades de acceder a la educación y al trabajo legítimo, además del aumento del consumo y tráfico de drogas.
Salió fortalecido y con mayor legitimidad un sistema político repudiado por los privilegios que otorga a sus operadores y simpatizantes, repudiado por su elevado nivel de corrupción en todos los niveles y que utiliza al Estado para mostrar un rostro paternalista y asistencial e imponer su poder.
Ante una debilidad de las organizaciones autónomas del campo popular, de las
nuevas expresiones sociales, feminismo, mujeres, jóvenes, ambientalistas, pueblos originarios, militantes LGBTIQ, la disputa política democrática contra el autoritarismo debe superar muchas falencias y dificultades para construir un frente unitario.
Las agrupaciones progresistas y la izquierda -que están derrotadas pero todavía no vencidas- necesitan cambiar de manera urgente. Es sorprendente como en tiempos electorales algunos personajes delirantes, absurdos, que mienten deliberadamente ganan la confianza de miles. Y no se los podrá enfrentar si no se cambia el modelo partidario electoralista habitual que se repite año a año, el trabajo electoral liderado por un caudillo que solo busca articular seguidores y votantes. Se debe cambiar este modelo por una organización democrática de militantes, con inserción social y una línea antiburocrática.
Es necesario comprender el nuevo proceso que ha comenzado y no repetir el parlamentarismo de siempre o caer en la trampa de la institucionalidad burguesa o en la corrupción.
Como lo mencionaron varios analistas, hoy la izquierda no canaliza el descontento social, la rebeldía no es de izquierda. Y también que “el hambre no crea consciencia” (Altamirano. Nodal, setiembre 2023). El nuevo Gobierno profundizará el actual modelo económico y es posible un avance totalitario, con estallidos sociales espontáneos de protesta.
En el tiempo de la serpiente se debe avanzar, en movimiento y en unidad.
(1) En las últimas elecciones nacionales Peña obtuvo el 42, 74 de los votos y la oposición en su conjunto 52 por ciento. Sin embargo, los partidos de oposición constituyen hoy un amplio abanico de derecha que apoya iniciativas del Partido Colorado, le dan apoyo. La actual tercera fuerza política, Cruzada Nacional, liderada por el abogado Paraguayo Cubas obtuvo nueve bancas parlamentarias, pero cinco de sus parlamentarios salieron de Cruzada Nacional y fueron a formar parte oficialmente de la bancada oficialista.
(*) Periodista paraguayo