Dilemas de América Latina y el Caribe – Por Luis Britto García

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Dilemas de América Latina y el Caribe 

Por Luis Britto García

Ser o no ser es el dilema que se plantea también a América Latina y el Caribe. Examinemos las disyuntivas que pueden conducir a su destrucción o su afirmación. El planeta está dividido entre dos grupos: el integrado por los 38 países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), apodada «club de los países ricos», y los restantes 156 países, que integran la Mayoría Mundial.

Los minoritarios 38 Estados de la OCDE ocupan para 2017 unos 36.328.730 kilómetros cuadrados, albergan una población de 1.300.865.255 habitantes y suman un PIB de 56.394.326.347.476 dólares, que representa colectivamente el 62.2 % del PIB nominal global (USD 49.6 billones).

Los otros 156 Estados, la Mayoría Mundial, ocupan unos 114.057.919 kilómetros cuadrados y alojan una población de unos 6.699.134.745, pero representan apenas el 37,8% del   PIB nominal global.

Esta evidente asimetría se explica esencialmente porque los 38 países que hoy integran la OCDE históricamente se nutrieron del saqueo de los recursos y la sobre explotación de los pueblos de los mayoritarios 156 países restantes mediante las tácticas abusivas del imperialismo, el colonialismo, el neocolonialismo y el “Libre comercio”.

No todos los Estados de la OCDE son ricos ni desarrollados. En esencia, encabezan el grupo Estados Unidos y Canadá, algunos países de la OTAN como Alemania, Inglaterra y Francia, y fuera de Europa Japón, Australia, Corea del Sur, Sudáfrica y Taiwán. Muchos otros asisten al banquete como fuentes de recursos a ser devorados: México, Colombia, Chile.

De igual modo, la Mayoría Mundial incluye tanto colosos económicos, políticos y sociales como China, Rusia, India y Brasil, como países de talla económica moderada, dentro de los cuales se cuentan la mayoría de los latinoamericanos y caribeños.

América Latina y el Caribe acumula la mayor cantidad de recursos del planeta. Quien los detente dominará la región, y también al mundo.

Refiriéndose específicamente a ellos, la jefa del South Command Laura Richardson declaró a principios de 2023 durante un encuentro del Atlantic Council: “¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras poco comunes, tienes el triángulo del litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile… Tenemos 31 % del agua dulce del mundo en esta región…

Con ese inventario, a Estados Unidos le queda mucho por hacer, esta región importa, ya que tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego… Tenemos también las reservas de petróleo más grandes, incluidas las de crudo ligero y dulce. Tienen los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro, y está la importancia del Amazonas como los pulmones del mundo”. La región ostenta asimismo la mayor biodiversidad mundial.

El obvio dilema que se plantea para América Latina y el Caribe es decidir si entregar incondicionalmente al capital transnacional de los países dominantes de la OCDE sus recursos naturales, ecológicos, mineros, estratégicos y turísticos, o reservarlos para el uso, beneficio y provecho de su numerosa población propia.

La  opción de la entrega ha significado para la región en lo económico la perpetuación del subdesarrollo, en lo social la condición de región más desigual del mundo, en lo político la subordinación de los gobiernos a los poderes hegemónicos unipolares, en lo internacional la entrega de la soberanía a organismos como la OEA y el CIADI, en lo estratégico la implantación de una sesentena de bases militares foráneas e intervenciones conducentes a dictaduras militares y prácticas de represión genocida, y en lo cultural la aculturación y la progresiva disolución de la identidad.

En el plano económico, el dilema de América Latina y el Caribe es el mismo que se plantea a los restantes países: intentar un desarrollo económico propio, basado esencialmente en la producción y los recursos locales y dirigido prioritariamente a satisfacer asimismo las necesidades internas, o bien abrirse de manera ilimitada a los intereses del capital foráneo. Éste sentó sus condiciones en el ALCA: acceso sin ningún tipo de trabas para los capitales de los países hegemónicos, y prohibición absoluta de proteger los recursos naturales, las economías, las empresas o la fuerza de trabajo de los países del área.

El ALCA fue rechazado masivamente en 2004, pero desde entonces se ha venido infiltrando a través de infinidad de subterfugios: Tratados de “Libre Comercio”, Acuerdos Multilaterales de Inversión, Tratados contra la Doble Tributación, Maquilas exceptuadas del cumplimiento de normas laborales, sindicales, tributarias o ecológicas nacionales.

El nuevo objetivo de las trasnacionales no es ya lograr la igualdad, sino   mayores ventajas que las personas o empresas nacionales, en forma de otorgamiento privilegiado de concesiones sobre recursos, exención de pago de impuestos sobre la Renta, al Valor Agregado, de Importación y de Exportación, decisión de controversias por organismos extraterritoriales, e inaplicación de las normas internas de protección al trabajo y las organizaciones sindicales. Vale decir: la explotación gratuita y sin ningún tipo de deberes de nuestros recursos humanos y naturales.

Es obvia la solución a este dilema; nada ganará América Latina subastando sus recursos y bienes públicos o subsidiando con regímenes privilegiados inmunes a impuestos y tribunales locales a capitales foráneos que nada aportan y exportan todo. El único camino es el de la protección y fortalecimiento de las empresas locales, sean éstas privadas, sociales o socialistas.  Absolutamente todos los países hoy hegemónicos llegaron a serlo con políticas proteccionistas.

Parte fundamental de esta protección es la defensa de las monedas locales y la resistencia a la entrega al dólar imperial, cuyo uso como divisa de referencia rechazan cada vez más países. Estamos en los umbrales de un nuevo sistema monetario, posiblemente respaldado por el oro, mineral del cual Nuestra América posee importantes yacimientos y Venezuela detenta la primera o segunda reserva del mundo. Tenemos la clave del futuro sistema monetario del mundo: sería suicida entregarnos al sistema en vías de desaparición.

El campo internacional, el estratégico, el cultural

En lo internacional, nuestro único camino es el rechazo a la OEA, a los Tratados de “Libre Comercio”, a los Acuerdos Multilaterales de Inversión, a los Infames Tratados contra la Doble Tributación, a todos los acuerdos que someten las controversias de interés público nacional de nuestros países a tribunales o juntas arbitrales foráneas, como el Centro Internacional de Arreglo de las Diferencias sobre Inversiones (Ciadi). El de la unipolaridad es camino cerrado que sólo nos admite como siervos, subordinados, saqueados y explotados al precio de despojarnos de nuestras soberanías.

La vía hacia la multipolaridad pasa por la coordinación dentro de la ONU de los países de la Mayoría Mundial, por el fortalecimiento de Unasur, de la Celac, del Alba, del Mercosur; el refuerzo de vínculos con el Movimiento de los No Alineados, la aproximación y el progresivo ingreso a los Brics, así como la solidaridad con todos los países agredidos por las maquinarias económicas, comunicacionales y bélicas unipolares.

En lo estratégico, nuestra única opción válida es el rechazo a las bases militares foráneas y las intervenciones armadas de las potencias hegemónicas; la denuncia del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar), la fabricación nacional de armas y pertrechos esenciales, y la diversificación de las compras de tales equipos a fin de evitar la dependencia hacia un solo proveedor que, como Estados Unidos, retira a capricho tecnologías y repuestos vitales para su funcionamiento.

Los dilemas de la cultura son vitales porque ésta constituye a la Nación, la cual a su vez legitima la estructura política del Estado. Una Nación es la unión de un pueblo alrededor de un conjunto de valores culturales, y la decisión de hacer perdurable esa adhesión. Destruir el concepto de Nación es el objetivo final de toda agresión, porque sin conciencia de nacionalidad no hay resistencia colectiva.

En lo cultural, se plantea el dilema entre entregarse incondicionalmente a los medios y redes de las potencias hegemónicas, o aprovechar al máximo la preponderancia en el área latinoamericana y caribeña de dos lenguas romances y una religión para articular y fortalecer sistemas educativos y culturales propios, creativos y autónomos.

A tal efecto, es recomendable:

  • La alfabetización total.
  • La creación de sistemas de instrucción pública y gratuita en primer, segundo, tercer e incluso cuarto nivel capaces de satisfacer la demanda educativa en aquellos países donde todavía exista déficit de ella, aplicando incluso métodos de educación a distancia.
  • Reciprocar la medida de Brasil que declara al castellano primera lengua extranjera a estudiar en su sistema educativo, con un programa de estudios del portugués brasileño, así como de la lengua o lenguas originarias más importantes en cada país.
  • La inclusión en todos los niveles de la instrucción de contenidos relativos a la Geografía, la Historia y la Formación Cívica locales, y en general de América Latina y el Caribe.
  • La inclusión en todos los niveles educativos de materias atinentes a los recursos y problemas propios y específicos de la sociedad y la economía de cada país y cada región.
  • La creación y promoción de medios de comunicación de servicio público propios, así como de emisoras comunitarias, páginas web, blogs, redes sociales y otros recursos apropiables para la comunicación popular.
  • La sanción de leyes atinentes a la regulación y uso de las concesiones de telecomunicaciones, que fijen pautas relativas a la veracidad y oportunidad de los mensajes, extensión de la publicidad, prohibición de propaganda de guerra u odio, y regulación o prohibición de mensajes que inciten al uso de armas, alcohol, tabaco, drogas estupefacientes y juegos de azar.
  • La promoción y protección de las industrias culturales de cada país.
  • La creación de institutos de promoción y difusión de las cinematografías y de las narrativas audiovisuales informatizadas locales.
  • La creación, donde todavía no existan, de Ministerios, fundaciones o entes autónomos dedicados al fomento, promoción, divulgación, rescate y preservación de la Cultura o diversas culturas que coexistan en el territorio patrio.
  • La fundación de órganos u entes dedicados al estudio y recopilación de todas las formas y manifestaciones de la cultura popular, así como a su preservación, rescate y divulgación.
  • La creación de programas para el estudio de la Identidad Nacional y de las Identidades Latinoamericanas y Caribeñas, con instrumentos adecuados para verificar su progresiva evolución y transformación.
  • La fundación o repotenciación de Institutos de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, dedicados al estudio y difusión de las culturas de la región y al fortalecimiento de los vínculos entre ellas.
  • La creación de una biblioteca informática que abarque en lo posible los autores de América Latina y el Caribe. El reexamen y reescritura de nuestras historias nacionales, latinoamericanas y caribeñas desde el punto de vista de las clases oprimidas.
  • Sanción de leyes que definan, especifiquen y protejan el patrimonio cultural de cada país e impidan su apropiación privada exclusiva o la exportación de los bienes que lo constituyen.
  • La promoción de las industrias culturales locales, con medidas proteccionistas que les reserven medios y espacios de difusión así como facilidades para la exportación y difusión regional.
  • Empleo de software libre en las comunicaciones públicas y privadas y, de ser posible, desarrollo de plataformas y redes sociales propias que protejan la confidencialidad de los mensajes.
  • Instauración de sistemas de apoyo a la creación cultural, tales como becas, bolsas de trabajo, talleres, publicaciones, sistemas de reconocimientos, premios y pensiones para los creadores destacados.
  • Emplear a los organismos de integración latinoamericana y caribeña tales como el Alba, la Celac, Unasur, el Caricom, Mercosur y cualesquiera otros que se crearen a tal efecto, como instrumentos para el intercambio y la promoción cultural de la región.

Laboriosas son las vías de la supervivencia; el camino hacia la servidumbre es fácil, y fatal.

* Narrador venezolano, ensayista, dramaturgo, dibujante, explorador submarino, autor de más de 60 títulos. En 2002 recibió el Premio Nacional de Literatura, y en 2010 el Premio Alba Cultural en la mención Letras.

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