¿Por qué Sudamérica se desdolariza?

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¿Por qué Sudamérica se desdolariza?

 Juan Agulló*

Entre Bolivia e India hay unos 16.000 kilómetros, una distancia parecida a la que separa a España de Australia, nuestra antípodas. La de esos dos países es una relación improbable que, sin embargo, existe, funciona y crece, amparada por un modesto acuerdo bilateral: desde la crisis de 2008, las exportaciones del país sudamericano hacia su socio sudasiático han pasado de ser insignificantes, a significativas.

Las economías india y boliviana son, de hecho, complementarias. Bolivia importa desde India productos farmacéuticos, maquinaria y paneles solares mientras que, a India, le interesan de Bolivia el gas natural, la soja y, sobre todo, el oro. Últimamente los negocios funcionan tan bien entre ambos países que, al parecer, la probabilidad de firmar un acuerdo para comerciar en sus propias monedas, sin pasar por el dólar, estaría encima de la mesa.

Brasil y su principal socio comercial, China, firmaron un acuerdo parecido durante la visita del Presidente Lula da Silva a Pekín

Si se concretara, no sería un caso aislado en Sudamérica: Brasil y su principal socio comercial, China, firmaron un acuerdo parecido durante la visita del Presidente Lula da Silva a Pekín. Tampoco hubo nada raro en eso: la Guerra de Ucrania también impacta en el Hemisferio Sur. De hecho Brasil, a pesar de haber logrado cosechas récord en 2021 y 2022, no obtuvo ingresos análogos: el combustible, los fertilizantes y el transporte se pusieron por las nubes. Había que abaratar costes así que, comerciar con China sin tener que comprar dólares, se convirtió en una opción razonable e incluso demandada por los grandes propietarios agrícolas.

Por situaciones así, Sudamérica se aleja del billete verde. Desde comienzos de siglo y muy especialmente, desde la crisis de 2008, las relaciones comerciales entre Asia y América Latina han crecido un 200%. Durante ese mismo periodo, las relaciones comerciales entre América Latina, por una parte y Estados Unidos y muy especialmente la Unión Europea, por la otra, han disminuido, sobre todo en términos relativos. No existen, por tanto, selecciones arbitrarias de socios poco recomendables por parte de los países latinoamericanos. La mayor parte de los mismos, de hecho, no ha decidido gran cosa al respecto. Simplemente, sus commodities son atractivas y en Asia, que hay base industrial y proyectos de largo plazo, no se improvisa.

Ahora además, con el BRICS potenciado, es posible que comiencen a vislumbrarse posibilidades sugerentes para los países sudamericanos. Por ejemplo, financiar el desarrollo en mejores condiciones de las que han ofrecido, hasta ahora, los mercados internacionales a países con estructuras fiscales débiles, monedas volátiles y materias primas con precios muy fluctuantes…

Argentina encaja en ese perfil. Uno de sus dramas es que, a pesar de ser un exportador neto de capitales, tiene mucha dificultad para captar dólares. Quizás por eso Buenos Aires solicitó (y ha obtenido) formar parte de los BRICS. La clave de su interés se llama Nuevo Banco de Desarrollo (NDB): su sede está en Shangai; su actual Presidenta es la ex mandataria brasileña Dilma Rousseff y su intención es competir con el Banco Mundial.

Otra institución de los BRICS que atrae a países sudamericanos altamente endeudados es el Acuerdo de Reserva Contigente (CRA) pensado como alternativa al FMI

Otra institución de los BRICS que atrae a países sudamericanos altamente endeudados (como Argentina, Venezuela o incluso, Brasil) es el Acuerdo de Reserva Contigente (CRA) pensado como alternativa al Fondo Monetario Internacional: liquidez con intereses, pero sin planes de ajuste.

Frente a esa institucionalidad financiera emergente, después de la pandemia, han aparecido en la región iniciativas como el Plan para el Progreso de las Américas, promovido por Estados Unidos o el Global Gateway, de la Unión Europea. Ursula Von der Leyen, Presidenta de la Comisión, estuvo incluso promoviendo ese proyecto in situ, antes de la cumbre UE-CELAC que se celebró, en julio, en Bruselas. No concitó grandes adhesiones: Lula da Silva llegó incluso a recordarle en público que el principio que debe regir las relaciones entre socios es la confianza y no la desconfianza.

Chascarrillos al margen, en la América Latina contemporánea, no solo hay preferencia por proyectos productivos que a la larga contribuyan a incrementar los ingresos fiscales y la estabilidad macroeconómica y monetaria, sino por transferencias de conocimiento. Algunos, además, también contemplan con resquemor e inquietud unas sanciones que la UE asume, con naturalidad, como una “herramienta” de su política exterior.

El del hidrógeno verde es un buen ejemplo de los sutiles desajustes que complican algunas relaciones: la UE parece estar interesada en invertir para producir e importar esa energía renovable desde América Latina. La transición energética y el encarecimiento del gas, consecuencia de la Guerra de Ucrania, lo explican. Y aunque en países como Brasil hay disposición (e incluso, ya, algunas plantas en funcionamiento) también existe conciencia, a alto nivel, de que exportarlo quizás convenga menos que utilizarlo localmente para producir combustible agrícola y fertilizantes ecológicos. Eso contribuiría a hacer más competitiva la producción agraria del tercer mayor exportador mundial de alimentos: intereses divergentes.

Europa y Estados Unidos son, en relación a los países asiáticos e incluso, al comercio intrarregional, socios menguantes

Después está la variable estrictamente financiera: Europa y Estados Unidos son, en relación a los países asiáticos e incluso, al comercio intrarregional, socios menguantes. Ese simple detalle explica muchas cosas: cuanta menor importancia tiene la relación, más caro e innecesario se vuelve el dólar. Con los países asiáticos (y entre latinoamericanos) sale más barato comerciar de moneda a moneda e incluso, triangular la relación, como parece que harán próximamente Argentina y Brasil con China.

El caso de Bolivia es también muy ilustrativo a este nivel: tiene las mayores reservas de litio del mundo y una voluntad decidida de industrializarlo, es decir, de exportarlo añadiendo valor. Durante años trató de aprender, asociada a una empresa alemana, pero esa relación nunca funcionó. Recientemente, La Paz ha firmado acuerdos para industrializar el litio con dos empresas chinas y una rusa.

Si esos proyectos prosperan, el interés por comerciar al margen del dólar también se consolidará. El problema no es, por tanto, de voluntades sino de complementariedades y también de modelos de negocio. Los BRICS, para muchos países sudamericanos, no son tanto una apuesta a largo como una salida a corto y la desdolarización, la expresión monetaria de una realidad en transformación.

*Profesor del Instituto Latino-Americano de Economía, Sociedade e Política de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana – (UNILA), Foz de Iguazú, Brasil 

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