México: Libros de texto, ¿debate educativo o interés político-económico? – Por Cristóbal León Campos
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Cristóbal León Campos*
Los Libros de Texto Gratuitos (LTG) han generado polémica en la actualidad, pero igual lo hicieron antaño, cuando surgieron y fueron una de las herramientas para la homologación curricular a nivel nacional. Su presencia en la vida educativa de México data de décadas, donde el debate ideológico siempre ha estado presente, siendo quizás una de las características de los actuales materiales pedagógicos el hecho que, en esta ocasión, se aglutinó a docentes de diferentes especialidades para su elaboración.
Aunque esto último tampoco es totalmente inédito, ya que en los tiempos de su aparición de igual forma se acompañaron de un movimiento pedagógico-cultural significativo. Y también, muchas de las organizaciones conservadoras que hoy se oponen a ellos, lo hicieron igual en tiempos pasados con los mismos argumentos, señalándolos de textos comunistas, inmorales y contrarios a los preceptos propios del conservadurismo más radical, es decir, la mirada retrograda siempre ha juzgado los LTG como adversos a sus interés.
En la actualidad, antes de que lleguen a las aulas, los libros de texto son puestos en tela de juicio por ser considerados faltos de cientificidad y objetividad, algo que denota al menos dos aspectos que considero importante comentar. Por una parte, el cuestionamiento al carácter científico de los libros, nos acerca a una vieja idea que en realidad es reflejo de un proceso histórico de desplazamiento de los docentes como agentes generadores de conocimiento por la figura de los universitarios, siendo que a estos últimos se les otorgó en el imaginario sociocultural el carácter de “vanguardia intelectual” por encima de los profesores y profesoras. Este es un proceso que, a mi juicio, puede rastrearse rondando las décadas de los años 30 y 40 del siglo XX, una vez consolidadas las universidades a nivel nacional, esto, también se observó en Yucatán. El desprestigio a priori sobre el contenido y su cientificidad que los grupos opositores al gobierno de la 4T lanzan, se convierte más en consigna ideológica (algo irónico según veremos más adelante) que en argumento sólido. Los libros de texto aún deben ser utilizados por la totalidad del magisterio (y no sólo por la parte que colaboró en su elaboración) para saber si su utilidad es real, o su descalificación es correcta. La premisa termina convirtiéndose en discriminatoria, pues si algo es cierto de lo dicho por el gobierno federal en su autodefensa, es que en esta ocasión se elaboraron con la voz y participación de quienes imparten las clases, y no conforme al criterio de un cerrado grupo de “intelectuales” al servicio de los cheques al portador.
El segundo aspecto a destacar, es el señalamiento de su falta de objetividad y la acusación que sobre los libros de texto recae siendo considerados como materiales de adoctrinamiento ideológico, y acá la ironía evocada, ya que de entrada hay que ser muy claros, pues la supuesta neutralidad ideológica no existe aunque se mencione en capillas del “saber” cuál rezo dominical. El filósofo español-mexicano Adolfo Sánchez Vázquez fue muy claro en este supuesto debate en su ensayo “La ideología de la neutralidad ideológica en las ciencias sociales” (1975), donde de forma contundente señala que la “argumentación” de la neutralidad al final de cuentas es una expresión ideológica y no un razonamiento científico. El principio fundamental es simple, y de entrada requiere una diferenciación, ya que objetividad e ideología no son lo mismo y, por lo tanto, los libros de texto que hoy se cuestionan fueron elaborados con la objetividad del método científico propio de las ciencias sociales y humanas, aunque claro, como ya mencionamos, otra cosa será comprobar su utilidad pedagógica en el aula. La ideología siempre está presente en el ser humano, los libros de texto responden a la ideología del actual Gobierno, como siempre lo han hecho, sea del color que sea, pedir neutralidad es sólo una trampa que se desvanece en el absurdo.
En las últimas semanas se ha incrementado la disputa por el poder político y económico, disfrazando los intereses de grupos en discordia, a través de una serie de cuestionamientos sobre los Libros de Texto Gratuitos (LTG) que recientemente comenzó a difundir el Gobierno de la 4T, y esto es de suma importancia, ya que muestra el pulso de lo que vendrá en los meses siguientes con relación a la elección presidencial de 2024.
El cuestionamientos a los LTG tiene una cierta preocupación verdadera ante la implementación de la Nueva Escuela Mexicana, algunas dudas respecto a lo pedagógico son reales y deben ser atendidas, pero es claro que la campaña emprendida por los sectores opositores a la 4T tiene una doble cara que intentan ocultar, llegando a grados extremos de oscurantismo preocupante, esto debido a que discursos de odio donde se busca confundir y alarmar a la sociedad son claramente una manipulación mediática vulgar y absurda. Decir que los LTG están elaborados con preceptos comunistas y que su finalidad es adoctrinar a la población es, además de tramposo, una irresponsabilidad por las repercusiones que puede tener entre la población, quienes esto dicen saben bien que es mentira, ya que la 4T es un Gobierno reformista del capitalismo mexicano. La exacerbación política y social en relación a los LTG no viene del Gobierno de la 4T, sino de aquellos sectores conservadores que generan con alevosía una serie de confusiones que en nada responden a las necesidades educativas del país.
El contenido de los LTG se ha puesto en juicio, y como hemos dicho en otro momento, es válido cuestionarlos, sin embargo, la argumentación de los grupos opositores no se dirige de forma efectiva a la eficacia de dichos textos en la práctica educativa, algo que además no se puede saber con certeza hasta que sean utilizados por los docentes, es decir, cuestionar algo sin que se haya utilizado es sólo una estrategia para desprestigiar desde la ignorancia y no una crítica fundamentada.
Hoy la educación en México pasa por mil y un problemas, nadie duda que exista una infinidad de situaciones a resolver, entre ellas, y de forma prioritaria, debemos mencionar las condiciones laborales de los docentes -tanto en salario como en capacitación y recursos materiales, además de seguridad laboral-, por ello es incongruente lanzar críticas ideologizadas contra los LTG acusándolos de adoctrinadores, cuando en nada se preocupan por la calidad de vida de los miles de docentes que laboran en nuestra nación, y esa sí es una enorme y urgente necesidad pendiente de resolver.
Los tiempos que vivimos en México son reflejo del convulso presente mundial, el oscurantismo como una forma de neofascismo ronda el planeta y, nuevamente, aunque muchos crean exagerada esta afirmación, basta para confirmarla el enfoque de las críticas al contenido de los LTG, el temor de los opositores es la ruptura con ideas arcaicas, patriarcales, racistas, clasistas y conservadoras, la pretensión de prohibir los libros no es otra que mantener las cosas tal cual están según sus conveniencias. Además, no olvidemos que los contratos para la impresión de los LTG estaba en manos de monopolios privados, mismos que hoy se oponen a su distribución, pues fueron eliminados del millonario negocio de fabricar los libros, lo que evidencia el trasfondo económico-político del actual reclamo de una parte importante de los sectores conservadores. Al final de cuentas para ellos los LTG eran un negocio y no una herramienta de educación para la sociedad.
Uno de los postulados filosóficos en los LTG responde al ideario de Paulo Freire, pedagogo brasileño que desarrolló la educación popular para alfabetizar a millones de seres humanos, sobre todo en América Latina y el Caribe, y acá conforme a tantas voces que critican los libros de texto, debemos decir que si de verdad ya los leyeron, entonces tenemos el primer logro de estos materiales educativos tan cuestionados.
El debate de hoy, recuerda mucho a las eternas discusiones político-económicas disfrazadas de “preocupación” conservadora, la hora verdadera de los LTG llegará cuando comiencen a ser utilizados por los docentes y alumnos en las escuelas mexicanas, ahí sabremos su alcance, aunque también esto requiere de una reformulación de algunos preceptos anclados en los docentes, el replanteamiento educativo va más allá de los libros de texto. Hoy en día es urgente una verdadera reforma que ponga por encima de todo la transformación de la realidad para bien del presente y el futuro de nuestra nación.
Podría creerse que aún vivimos en tiempos de la Inquisición, cuando el pensar diferente y cuestionar las cosas bajo la lógica de la crítica se castigaba con diversas formas físicas y sociales de violencia, pero hoy, en teoría, la Inquisición es cosa del pasado, y sin embargo, en medio de la disputa de intereses político-económicos se observan actos de oscurantismo, como aconteció en Chiapas con la quema de Libros de Texto Gratuitos (LTG). Imágenes de la quema que refieren a una clara violación al derecho a la educación de los infantes y a un razonamiento fundamentado en dogmas arcaicos y ultraconservadores.
La hoguera donde fueron consumidos los LTG es la representación material del odio a la diversidad, a la ciencia, al cuestionamiento crítico, a la educación con un sentido comunitario y abierto, donde los infantes y jóvenes encuentran la posibilidad de superar los tabús que aún hoy, en pleno siglo XXI, arrastramos como pesadas cadenas con una serie de ideas falsas y prejuicios seudomoralizantes que únicamente sirven para mantener todo como está. La hoguera real de los LTG serán las aulas, ahí sabremos su utilidad y su calidad, pues no habrá mejor juez para ellos que los miles de docentes mexicanos y millones de alumnos que los utilizarán, será después de su implementación que sabremos si de verdad sus fallas alcanzan la gravedad para ser dejados atrás, o sólo son factores a mejorar sin que justifiquen su quema al viejo estilo inquisitorial.
Hace un tiempo, el escritor estadounidense Ray Bradbury dijo que: “No es necesario quemar los libros para destruir la cultura, sino que basta con dirigir a la gente para que no los lea”, y esto es justamente lo que hemos observado en las últimas semanas. La campaña de desprestigio contra los LTG generó una serie de reacciones polarizadas en sectores importantes de la población mexicana, que tuvo entre otros efectos su rechazo a priori, ya que sin ser leídos fueron descartados, los grandes monopolios de la comunicación nacional hicieron eco de una serie de mentiras y distorsiones intencionadas sobre el contenido de los LTG y su finalidad, despertando en los ámbitos conservadores -algunos neofascistas-, viejas consignas y actitudes anticomunistas y ultrareaccionarias, mismas que recordaron, o más bien advirtieron que seguimos en una realidad manipulada por falsas noticias e intereses privados.
El agravio a la cultura y a la educación que se ha realizado, con el rechazo en varias entidades de la República opositoras al Gobierno de 4T, al detener la distribución de los LTG, es un atentado a la razón y a los derechos de los infantes mexicanos, ya que no se trata de estar o no con el partido en el poder, sino de velar por el desarrollo de la sociedad a través de un elemento central, como es la educación. La oposición a los LTG ha pecado de todo aquello que señala sobre los materiales didácticos, debido a que la ideologización y el adoctrinamiento se realiza en horario estelar mediante los principales noticieros del país. Esta campaña mediática es una hoguera del sinsentido y la sinvergüenza.
Los libros de texto ya van llegando a las aulas, el intento por detenerlos queda atrás, y como ya se ha señalado, su prueba de fuego tendrá lugar en el día a día de la educación, cuando docentes, alumnos y paterfamilias (sujetos centrales de la educación) los lean de verdad, los analicen y los empleen, entonces sabremos si resisten al fuego o se diluyen como ceniza al viento.
*Integrante del Colectivo Disyuntivas, Mérida, Yucatán, México.