Redes sociales: medios sin brújula – Por Editorial de La Jornada – México

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Redes sociales: medios sin brújula

Por Editorial de La Jornada-México

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador exhortó a Mark Zuckerberg, director general de Meta, a que tome las decisiones pertinentes para evitar que su nueva red social, Threads, reproduzca los peores vicios de la plataforma a la cual busca hacer competencia, Twitter. En su llamado, el mandatario pidió al dueño de las mayores redes sociales del planeta (Facebook, Instagram y WhatsApp) que en su nuevo emprendimiento opte por privilegiar la calidad sobre la cantidad, no apueste por el lucro fácil, es decir, que construya un espacio donde se difunda comunicación auténtica y no tenga cabida la manipulación informativa.

Debe recordarse que Twitter se ha creado una deplorable fama por permitir la proliferación de cuentas falsas y automatizadas (los denominados bots), las cuales son empleadas por actores políticos y corporativos para posicionar sus figuras y productos, con el resultado de una constante manipulación de la opinión pública y una imposibilidad práctica para discernir entre las opiniones reales de la ciudadanía y los mensajes generados en despachos de mercadotecnia.

El ambiente en el sitio de microblogueo empeoró a un ritmo acelerado desde que fue adquirido por el magnate Elon Musk, quien ha implementado estrategias radicales en busca de la nunca alcanzada rentabilidad de la empresa. En este esfuerzo, se ha llevado por delante tanto la experiencia de los usuarios como a los equipos de moderación que mantenían a raya (si bien es cierto que con un éxito muy relativo) los discursos de odio y las agresiones coordinadas contra ciertas personas y grupos.

Más allá de los conocidos inconvenientes de Twitter y de los que presente el nuevo aspirante a desbancarla, el problema de fondo radica en que las dinámicas del mercado entregaron a las redes sociales una serie de funciones para las que no fueron diseñadas y para las cuales resultan notoriamente inapropiadas.

De un modelo de negocio basado en la extracción de datos personales para la colocación de publicidad, plataformas como Google, Facebook, Instagram, WhatsApp, Snapchat, Twitter, TikTok, YouTube y otras se han convertido a todos los efectos prácticos en medios de comunicación, en los cuales se crean y difunden contenidos de todos los géneros periodísticos, desde la noticia hasta la opinión, pasando por crónicas, reportajes y análisis.

En el caso de la empresa de Musk, se le asignó de manera creciente el papel de una especie de vocería de los actores políticos de todos los niveles y todos los signos, hasta el punto de que muchas carreras se construyeron con base en tuits, como bien ejemplifica el ex presidente estadunidense Donald Trump, ahora dueño de su propia red social.

El lado oscuro de esta refuncionalización de las redes sociales consiste en la absoluta falta de experiencia de los propietarios, accionistas y ejecutivos de estas plataformas en el manejo de medios de comunicación y en la formulación de líneas editoriales. Estas personas de negocios, convertidas sin buscarlo en directoras de medios, no tienen idea alguna de la diferencia entre público y mercado ni entre audiencias y clientes, por lo cual las confunden de una forma que no por inconsciente es menos nociva para el derecho a la información y la construcción de ciudadanía.

Esta prensa improvisada ha levantado ingentes capitales pese (o gracias) a su carencia de escrúpulos editoriales e incapacidad de entender lo que significa la comunicación como necesidad humana y la información como oficio con reglas y códigos de importancia inestimable para la vida civil. Ante un escenario tan exasperante como peligroso, cabe esperar que el exhorto de López Obrador llegue a oídos de su destinatario, pues Zuckerberg y sus colegas deben entender la magnitud del problema al que deben hacer frente. Quienes controlan las estructuras en las que crecientemente se construye la opinión pública, tienen el imperativo ético de combatir la desinformación. Lo anterior no significa renunciar a la legítima búsqueda de ganancias, sino dotar a sus empresas de una credibilidad mínima, de tal modo que puedan ofrecerlas como un espacio para colocar anuncios comerciales sin menoscabo de la independencia editorial, como ha planteado desde sus orígenes la prensa escrita y digital.

La Jornada

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