¿Está el horizonte político en juego en Bolivia? – Por Boris Ríos Brito
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Boris Ríos Brito*
El capitalismo no caerá como los frutos podridos de un árbol, sino que se reinventará triunfando en la batalla ideológica, esos lentes que dibujan el mundo y la vida. Por ello, las innovaciones más importantes del capitalismo en este último siglo son medios masivos cada vez más sofisticados que recrean el mundo –el del capitalismo–, así sus agentes ya no son la propia burguesía, sino un tipo de proletario encadenado a la ilusión de que es burgués o que se encuentra al “medio” del camino para serlo.
De ahí que un ejército de trabajadores proletarios se convierte en un ejército de autonombrados “clase media” dispuestos a defender al capitalismo, ya sea en su descomposición más perversa como es el fascismo o en el más polifacético liberalismo; desde ese rabioso e irracional que insiste Sánchez Berzaín, hasta ese otro que ve la posibilidad del socialismo en 700 años o se declara partidario de la paz en vez de la lucha de clases, defiende una falsa democracia ahistórica y de seudoigualdad jurídica y resignifica reivindicaciones revolucionarias como la lucha de las mujeres a una mera formalidad liberal.
II
En la Bolivia postgolpe de 2019 los sectores populares no tuvieron la posibilidad de construir un espacio de reflexión, de verse al espejo frente a tres lustros de un proyecto que nació de la emergencia popular anticolonial, anticapitalista y antiimperialista y que fue derrotado momentáneamente por una movilización urbana y callejera arriada por líderes de ultraderecha, un profundo sentido conservador anticomunista, la tutela del imperialismo gringo y, también, por el cúmulo de errores y debilidades propias, donde la más importante es un movimiento popular que desaprendió a organizarse, debatir de abajo hacia arriba, y a asumir, bajo un horizonte revolucionario común, librar insumiso la batalla contra el capitalismo y sus sentidos; en cambio, se subsumió a lo estatal y perdió su capacidad de poder-hacer.
III
La recuperación de la democracia y la resistencia al golpismo fue caótica. Incluso quienes convocaron a la resistencia –más aún, a la resistencia armada– fueron los primeros en autoexiliarse o asilarse en embajadas. Lo cierto es que el movimiento popular mostró su capacidad de lucha y resistencia contra el régimen de Áñez y Murillo, grupos paramilitares, militares, policías y las hordas fascistizadas de autonombrados “ciudadanos” en desmedro de los “otros”: indios, campesinos, obreros, mujeres, pobres, etcétera.
Con todo, el pueblo movilizado, y no una campaña electoral, fueron los que derrotaron al golpismo y le dieron la confianza nuevamente al Movimiento Al Socialismo (MAS), aunque dudo mucho que alguien hubiera previsto que desde el vicepresidente Choquehuanca se hayan planteado dos aspectos que influyen actualmente la política nacional, como el “cóndor de dos alas” que busca sustituir al marxismo y a la lucha de clases por la “complementación”; y por otro lado, la “renovación” como respuesta a la falta de un “cierre” reflexivo popular sobre lo acontecido, como se señaló más arriba, y sobre todo, el cambio de una dirigencia por una “nueva” y “renovada” a la de Evo Morales y sus cercanos.
IV
El prematuramente electoralizado nuevo escenario político puso sobre la marcha un enfrentamiento entre esta “tendencia renovadora” y la de Evo, que por su diatriba antiimperialista y anticapitalista fue calificada como “radical”. Sorprendentemente, la tendencia renovadora se fue haciendo carne no solo de unos cuantos legisladores, sino también del propio presidente Arce y así de todo el Gobierno.
Valga llamar la atención que, sin detenernos en las formas y métodos cuestionables, el trasfondo de la disputa no terminó en una diferencia ideológica o de proyecto de horizonte, más allá de los insultantes casos de corrupción y narcotráfico, no existe una ruptura por llevar al Proceso de Cambio hacia medidas más radicales o afectar en mayor grado a la gran propiedad privada, tampoco el regular las ganancias de las grandes empresas exportadoras o al turbio sistema financiero bancario. En cambio, han aparecido decenas de opinadores, algunos peores que otros, que han llevado a la política a una decadencia despolitizadora.
También se han desnudado quienes han recurrido a argumentos maniqueos, equiparando el liderazgo político e histórico con el asumir un cargo; o peor aún, quienes a título de organizaciones radicales que no representan aseguran que la pluralidad, casi en clave liberal y en contra del leninismo más básico, es necesaria imponerla sobre un partido que no es suyo y del que deberían reconocer que no son fundadores por su incapacidad de lectura política.
V
Hay que reconocer que el MAS es el hecho político más importante de este periodo y que otras tendencias de izquierda, aliadas o incluso aquellas reducidas que están enfiladas en el gobierno de Arce, han quedado al margen. Pero igual es esencial reconocer que son necesarias otras luces que no vulgaricen el debate sobre sujeto y proyecto histórico, que es donde el movimiento popular, y también el MAS, deben centrarse para sobrevivir.
Es inaudito que una política pragmática favorezca a personajes ultraderechistas con fuertes vínculos al imperialismo yanqui como Manfred Reyes Villa; o que a título de explicación se melle la imagen de un revolucionario cabal y valiente como Salvador Allende. Las vidas que ha dejado la resistencia antineoliberal con la Guerrea del Agua (2000), la Guerra de la Coca (2002), la Guerra del Gas (2003) y, finalmente, la crisis de 2005 que ungió al MAS al gobierno y a Evo como el primer presidente indígena, no pueden ser minimizadas, sino que deben seguir impulsando la transformación radical que Bolivia necesita para constituir una sociedad libre, digna, soberana, con justicia social y económica, con igualdad, es decir, una sociedad socialista.
El pragmatismo de alianza con la derecha, la vulgarización del proyecto histórico y de la política no son el camino sino para la restauración conservadora, por ello urge una reflexión crítica y para la acción que ausculte cómo avanzar hacia el socialismo, en donde se puedan jalar los límites de lo posible, y una lectura sobre qué ha pasado con el sujeto histórico revolucionario y si las organizaciones y movimientos sociales o la realidad concreta no han cambiado o –superando al “pachamamismo”, al pragmatismo y a la socialdemocracia antirrevolucionarias– si lo indígena originario, campesino, obrero y popular siguen siendo la vanguardia para vencer al colonialismo, al capitalismo, al imperialismo y al patriarcado.
*Sociólogo boliviano. Analista de La Época.