Descarbonización es revolución – Por Silvia Oliviero Ghietto
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Silvia Oliviero Ghietto (*), especial para NODAL
La intención de estas sencillas reflexiones sobre las Palabras del Presidente de Colombia Gustavo Petro en el encuentro bilateral con el Presidente de la República Federativa de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, “Camino a la Cumbre Amazónica”, en Leticia, Colombia, es una invitación al debate, desde una mirada Latinoamericana, que nos impone urgentemente la Crisis Climática.
Por primera vez la humanidad se enfrenta ante la posibilidad cierta, como nos revela la Ciencia, a su propia extinción, sin embargo se observa con preocupación, que la reacción de las sociedades y especialmente de la política sea esconder “la cabeza como el avestruz”, no querer ver lo que realmente está ocurriendo, y así retrasar las acciones necesarias para la mitigación y adaptación.
Una de las principales cuestiones para cambiar esa subjetividad es reforzar algunos conceptos climáticos básicos y al mismo tiempo derribar otros que provienen del “negacionismo” impulsado por el Capital Fósil, que permita comprender desde la complejidad sistémica las causas que le dieron origen, sus consecuencias sociales, económicas, políticas y culturales, y develar los intereses diversos y asimétricos, que están involucrados.
El liderazgo de Gustavo Petro en la temática climática esta cimentado en un pensamiento político y profundamente humanista que integra magistralmente la justicia social, la justicia climática y la paz, ejes centrales de su Gobierno, y en socializar su pedagogía climática latinoamericana en dialogo con las poblaciones, la academia y los foros internacionales para despertar las conciencias aun adormecidas y abrir el debate con las elites que representan el Capital.
Para describir la situación actual toma con referencia lo que viene alertando la Ciencia sobre la extinción de la vida, denominada la sexta extinción, que no significa que se acabe el planeta, él puede seguir sin nosotros, de lo trata “es de defender la vida”.
Resalta enfáticamente que el signo que marca el tiempo que nos toca vivir es “el cambio”, y que eso implica una transformación para poder superar la Crisis Climática y defender la vida, y que por lo tanto este cambio es “profundamente Político”.
En su discurso interpela a las corrientes de pensamiento de acción política que se han construido sobre la base de defender el statu quo, y anticipa que si se mantienen las cosas como están simplemente desaparecemos, por lo tanto lo que se impone es el cambio, el cual no está predeterminado y lo tiene que construir toda la existencia humana.
Las guerras en el siglo XX y XXI, sobretodo en Oriente Medio, y hoy lo vemos en Europa, tienen como origen el dominio del petróleo y el gas, que son los motores de la Economía y al mismo tiempo tienen el potencial de modificar la química de la atmosfera que está condiciendo a la humanidad a la extinción de la vida. Es decir, todo lo contrario al desarrollo y al progreso como se pensaba hace más de un siglo.
Por otro lado explica que ningún progresismo debiera desligarse de las conclusiones de la ciencia, porque esto sería profundamente irracional, y el pensamiento irracional solo lleva a los fascismos, que es lo que estamos viendo ascender en Europa, en Norteamérica, en el mundo, como ejemplificado en los muros que se levantan para detener las migraciones del sur al norte, donde los seres humanos buscan poder seguir viviendo.
Por lo tanto el progresismo para poder actuar tiene que ser profundamente racional, obviamente sin dejar los sentimientos y las pasiones que son parte de la existencia del pueblo latinoamericano, porque de lo que se trata es, ni más ni menos, de transformar todo el sistema económico mundial que significa una revolución.
De esta manera “la descarbonización es revolución”, tal vez no como se imaginaba en años 70s, quizás es más profunda de lo que se pretendía, porque se trata no sólo del reemplazo de las tecnologías, sino de los cambios de las relaciones sociales, políticas, culturales del poder dominante.
Aparecen entonces una serie de interrogantes: Creíamos que se alcanzaría el desarrollo derribando árboles para impulsar la ganadería y agricultura intensivas? ¿Tendríamos que hacer lo mismo que hicieron los del Norte? ¿Vamos a dejar explorar hidrocarburos en la selva amazónica? ¿A entregar los territorios como bloques de explotación? ¿Está ahí la riqueza o está ahí la muerte de la humanidad? De qué vamos a vivir? ¿O podemos ser capaces de abrir otra perspectiva completamente diferente?
La historia de América Latina está determinada por el modo particular de inserción en la economía global, que es principalmente como proveedor de materias primas y productos industriales (fundamentalmente alimentos) con bajo valor agregado; y no se ha modificado sustancialmente más allá de los esfuerzos realizados durante el último ciclo progresista en la región. Esto, significo en las ultimas cuatro décadas la expansión del modelo extractivista que han reconfigurado el ambiente natural, social y económico de nuestro Región.
Sin embargo “hay otro tipo de desarrollo que tiene que ver con no tumbar el árbol, es decir, que tiene que ver con proteger la vida”, podemos vivir del conocimiento, de la ciencia, de la integración plena y no retórica de Latinoamérica, explorando y potenciando otros modos de producción.
Una propuesta central y audaz que el Gobierno de Colombia viene impulsando en los Foros Multilaterales es “el cambio de deuda por acción climática”. Si se toman como referencia los 3.3 billones anuales que según el economista Nicholas Stern es la inversión necesaria para superar la crisis climática, se podría alcanzar en una parte significativa si se logra transformar el Sistema de Deuda Mundial cambiando la correlación de fuerzas que existen al interior del mismo.
Esta iniciativa equivaldría a “un Plan Marshall de Acción Climática en toda la humanidad” y se convertiría en una reactivación económica, pero en otro sentido, que “no es la maximización de la ganancia sino la maximización de la vida”.
Hasta ahora las inversiones rentables del capital han demostrado ser insuficientes, por ese motivo son fundamentales las inversiones públicas y la planificación de los Estados para poder acabar con el consumo del petróleo y del carbón, y adaptarnos para que la vida de nuestros pueblos pueda resistir los eventos climáticos extremos.
Afortunadamente en nuestra Latinoamérica herida siguen apareciendo voces que porfiadamente creen que un mundo mejor es posible y que tendremos una segunda oportunidad bajo los cielos de nuestra casa común.
(*) Magister en Química y Ambiente. Profesora titular Ambiente, Ciencia y Tecnología en Latinoamérica, CCC- Lic. Historia, UNDAV y Maestría en Ingeniería Ambiental UTN. Consultora Experta PNUMA.