Cerró Página Siete, el diarionegacionista de la derecha boliviana – Por Julio Peñaloza Bretel, especial para NODAL

1.057

Cerró Página Siete, el diarionegacionista de la derecha boliviana

Por Julio Peñaloza Bretel, Especial para NODAL*

Seis días antes del anuncio del cierre definitivo del diario, Página Siete publicó el viernes 23 de junio la que se ha convertido en su última disculpa de las varias que debió publicar durante sus treces años de existencia, caracterizados por una biliosa y tantas veces poco meditada oposición a los gobiernos de Evo Morales y ahora al de Luis Arce.

Página Siete publicó que el vicepresidente del Estado había afirmado que la (bandera) tricolor representa la democracia del sometimiento. Esta vez sin matices o justificativos que le permitieran salir del paso, rectificó textualmente: “La publicación de la segunda autoridad del país se produjo después de que Página Siete cometiera una imprecisión en una nota anterior y afirmara que Choquehuanca dijo durante su intervención que la tricolor representa a la democracia del sometimiento. Pedimos disculpas a nuestros lectores y al Vicepresidente”. Lo que en realidad dijo el Vicepresidente de Bolivia es que la tricolor es de la República y la Wiphala (bandera de los pueblos originiarios, codificación del Arco Iris) del Estado Plurinacional.

El jueves 29 de junio, pasado el medio día, el principal propietario de Página Siete, Raúl GarafulicLehm, firmaba la última nota en la existencia del diario, por lo menos bajo su control. Con el título “Final del camino. Carta a los lectores de Página Siete”, el atribulado mandamás comienza utilizando el caballo de batalla del periodismo independiente, tan independiente que luego del golpe de Estado y durante el gobierno de facto de JeanineÁñez se posicionó como vocero de ese régimen autoritario, represivo y corrupto. Tan independiente que persiguió a su principal competidor, el diario La Razón de La Paz, inventándole oscuras y mentirosas tramas de cómo su actual propietario, Carlos Gill, había comprado el diario, acusándolo infundadamente de favorecimientos por afinidad con el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS).

A continuaciónGarafulic afirma que “el partido de gobierno bloqueó sistemáticamente la pauta publicitaria para el periódico, pese a que ella se financia con recursos de todos los bolivianos.” En otras palabras, reclamando financiamiento a quienes ataca sistematicamente, no siempre ceñido a la verdad –por ello escribimos alguna vez Página Miente–, más o menos como cuando alguien tiene a un invitado en casa y éste comienza a romperlo todo: muebles, cristalería, biblioteca y trastos para la limpieza doméstica, todo un contrasentido bajo el pretendido argumento de que la publicidad no debiera discriminar porque los dineros para su contratación nacen de los impuestos de todos, una falacia que no funciona en Bolivia como tampoco en Timboctú.

Continuando con su alegato final, Garafulic afirma que “el oficialismo puso en marcha una estructura de hostigamiento público por redes sociales contra el periódico que hasta hoy está impune” y aquí se aplica eso de mirar la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio, porque si hay una palabra que define la trayectoria de la familia Garafulic comandada por Raúl padre (Garafulic Gutiérrez) es la palabra impunidad como se puede comprobar en mi extenso reportaje “El pulpo Garafulic y su herencia en Página Siete” (www.la-razon.com, 22 de agosto de 2021) en el que expongo características y datos sobre la trayectoria de esta ascendente familia con Garafulic padre participando del golpe de Estado de 1971 encabezado por el entonces Coronel Hugo Banzer Suárez e inaugurando su vida pública empresarial minera, en los fondos de pensiones y vinculada a medios de comunicación como la estación televisiva ATB y el mismo periódico La Razón adquirido en sociedad con el grupo español Prisa y aprovechando su condición de embajador en Madrid durante el gobierno de Jaime Paz Zamora (1989 – 1993) grupo con el que los Garafulic terminaron enemistados por controvertidos manejos de dinero y con el diario en venta.

En evidente tono de victimización, Garafulic dice que “auditorías recurrentes de una diversidad de instituciones del Estado se ensañaron año tras año con Página Siete, mientras nuestros competidores de línea oficialista fueron tratados con guante blanco”. Continúa diciendo que un acoso judicial infundado dió lugar al embargo de sus bienes y a un bloqueo de sus cuentas bancarias. También explica el cierre de su diario debido a una “fuerte caída en la venta de periódicos impresos”debido a la pandemia del Covid” y “a la crisis económica del país que redujo el presupuesto publicitario de muchas empresas, lo que redujo el flujo financiero del periódico”.

Finalmente, el propietario de Página Siete dice que extremó esfuerzos para una capitalización que hubiera permitido remontar la ola, intento que finalmente quedó en nada y anuncia pagos de sueldos adeudados y beneficios sociales “de nuestros trabajadores a quienes agradecemos por su compromiso y resistencia”.

Página Siete fue un diario que se caracterizó más por lo que no decía, no informaba y no opinaba. Era preferible no hacerlo en tanto Bolivia había comenzado a modificar su estructura constitucional y socio política, con un salto cualitativo de República a Estado Plurinacional en el año 2009. Garafulic abrió el diario un año después, fiel a sus orígenes reaccionarios de la dictadura de Banzer y apostando por hacer un periodismo sobre un mapa anterior al del cambio, con actores que nunca antes habían participado activa y protagónicamente en la vida pública del país. En esa medida, Página Siete siempre estuvo dos tiempos detrás de la agenda que iba marcando la administración de Evo Morales que entre 2014 y 2019 logró hegemonía –dos tercios de los votos—en la Asamblea Legislativa Plurinacional conformada por las cámaras de Senadores y Diputados.

Con solamente manejar inteligentemente la parte y la contraparte informativas, Página Siete podría incluso haber conseguido lectores fieles del polo ideológico opuesto. El negarse a reconocer que Bolivia no puede comprenderse sin sus organizaciones sociales, indígenas y campesinas le significó convertirse en un diario con sesgo permanente, nutrido por una tropa de opinadores, con algunas excepciones, que hicieron del lenguaje discriminatorio, racista y de odio, el instrumento para ejercitar una libertad de expresión sin atadura alguna, convirtiendo a Evo Morales en el presidente más insultado de la historia del país inaugurada en 1825 por Simón Bolívar.

“Bolivia será india, o no será” dijo alguna vez el sociólogo René Zavaleta Mercado. Parece que nadie tuvo la gentileza de acercarle a Garafulic un ejemplar del libro “Lo nacional popular en Bolivia” (Siglo XXI, 1986), obra fundamental que encuentra mejor explicación con la histórica decisión indígena y campesina de perder el miedo a votar por si mismos y que dió lugar a un gobierno transformador con 14 años contínuos de gestión. Página Siete de Raúl GarafulicLehm llegó hasta el año 13. No pudo más.

*Periodista Boliviano

Más notas sobre el tema