Latinoamérica y el impulso brasileño – Por Omar Rafael García Lazo

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Latinoamérica y el impulso brasileño

Por Omar Rafael García Lazo*

La recién concluida Cumbre de Presidentes de Suramérica efectuada en Brasil confirma que las promesas del mandatario, Luis Inacio Lula Da Silva, de ayudar a construir una región más integrada no han caído en el vacío.

Lula es sin dudas un estadista que, aun cuando su carrera no ha estado exenta de errores, ha sabido deslindar lo estratégico de lo táctico y ha mantenido en su accionar político una coherencia notable.

Desde aquellos esfuerzos en la última década del siglo XX junto al líder cubano Fidel Castro por unir, en lo que se denominó Foro de Sao Paulo, a la izquierda continental y superar, desde una perspectiva latinoamericanista, el impacto ideológico que generó la derrota de las ideas socialistas en Europa del Este y la extinción de Unión Soviética, hasta su histórica gestión como presidente del país durante dos mandatos, Lula se ha consagrado como un líder respetado en Brasil, la región y el planeta.

Su regreso al gobierno, tras duros años en los que su proyecto político sufrió reveces visibles, ocurre en un momento histórico en que el mundo se enfrenta a una crisis multidimensional y civilizatoria de enormes y peligrosas proporciones.

El nuevo escenario internacional, donde la unipolaridad va quedando atrás y la multipolaridad se abre paso de forma progresiva, obliga a América Latina y el Caribe a encontrar una ruta que le lleve a un proceso irreversible de integración, camino que le ha sido esquivo durante doscientos años.

Lula es consciente de ello, y aquel espíritu inclusivo en el que se forjó desde sus años como dirigente obrero y fundador del Foro de Sao Paulo, en los que la lucha contra el neoliberalismo y por la integración económica y política del continente latinoamericano constituía la línea estratégica y el pilar fundamental de las proyecciones progresistas, es el que se aprecia hoy en sus acciones.

El propio Fidel Castro lo afirmó en 1993 frente a más de un centenar de líderes de izquierda latinoamericanos. La derrota del neoliberalismo y la integración regional eran condiciones indispensables para el progreso de los pueblos de Nuestra América. Desde entonces, ni el neoliberalismo ha sido derrotado ni la integración lograda.

Si entonces el líder cubano, flanqueado por un joven Lula, le imprimió una dosis de urgencia a sus premoniciones, hoy Lula parece convencido de que apenas hay tiempo.

La ruta

Lula ha puesto el pie en el acelerador y sus acciones parecen bien definidas: materializar la integración regional e insertar a Latinoamérica y el Caribe, como bloque, en las dinámicas globales tendientes a la construcción de un mundo policéntrico, multipolar.

Para ello se ha propuesto dinamizar el papel de su país en dos frentes: al interior del BRICS (Grupo formado por Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica)  y en Suramérica. No solo su prestigio lo acompaña, la fuerza de la economía de Brasil es también determinante.

Que sea su copartidaria y expresidenta del gigante suramericano, Dilma Rousseff, la nueva presidenta del Banco de Desarrollo del BRICS y que su toma de posesión haya sido en China, dice mucho. Allí Lula definió el objetivo de la estructura financiera creada: ayudar, no asfixiar a los países.

Un mes después, convoca a sus vecinos más cercanos a una cita presidencial en su país. Nadie es ajeno al convite. Los doce países de Suramérica están representados por 11 mandatarios y un ministro. Lula quiere reconstruir el tejido de la zona tras años de divisiones y tensiones.

Los asistentes discutieron cómo avanzar hacia mayores niveles de interacción económica, comercial, financiera, energética, de seguridad, movilidad y de enfrentamiento a los efectos del cambio climático. En este sentido se aprobó crear un grupo de contacto encabezados por los 12 cancilleres el cual propondrá una hoja de ruta sobre la base de las experiencias de los mecanismos de integración de la zona.

La reunión también tuvo un momento de enorme simbolismo y fue la invitación hecha a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela y la especial atención que recibió en Brasil.

El énfasis en las declaraciones de Lula respecto a la importancia de Venezuela para la región y a la necesidad de respetar sus decisiones internas constituye un acto de justicia y una muestra del espíritu inclusivo y de la coherencia política del brasileño.

A pesar de las intrascendentes manifestaciones de los mandatarios de Chile y Uruguay tras la Cumbre de Brasilia, es inobjetable el regreso de Venezuela a los espacios de concertación regionales.

Resultados

La Cumbre deja resultados valiosos. Estamos frente a otro importante y determinante impulso integrador, que se suma a la revitalización de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y a las posturas integracionistas de México, al margen de peculiaridades, matices y límites.

Este esfuerzo podría insertarse de manera orgánica en las dinámicas globales tendientes a una progresiva multipolaridad protagonizada por los países que integran el BRICS del cual Brasil es parte y al que desean sumarse países como Argentina y Venezuela.

Latinoamérica se reafirma como área de importancia vital en la actual reconfiguración geopolítica internacional, dinámica en la cual su actuación como bloque, tal y como afirmó el propio Lula, le aseguraría mayor fuerza en la defensa de sus intereses y en el diálogo global que se impone.

Lula y Brasil conducido por su partido se consolidan como líderes de peso en la zona y puentes naturales con Asia y África y las potencias emergentes. La asistencia es reflejo fiel de ello, a pesar de algunas manquedades, fruto de posturas ideológicas arcaicas, cobardías políticas e intereses nacionales y personales estrechos.

Estados Unidos y la Unión Europea han tomado nota de este nuevo impulso. Sin nada nuevo que ofrecer a la región, jugarán sus cartas con la determinación de entorpecer los pasos integracionistas. Lacayos, herramientas y presencia en el terreno para ello les sobran. Saben que este puede ser el momento de Nuestra América.

*Analista politico internacional.

Al Mayadeen

 

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