Guatemala fue a las urnas con esperanzas de cambio – Por Dolores Gandulfo
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Guatemala fue a las urnas con esperanzas de cambio
Por Dolores Gandulfo*
La primera vuelta de las elecciones generales guatemaltecas se celebraron este domingo y estuvieron marcadas tanto por los presentes como por los ausentes en las boletas electorales, ya que las autoridades electorales descalificaron a algunos de los principales contendientes. Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) obtuvo el 15,69% de los votos y el candidato sorpresa Bernardo Arévalo con el 11,8%, del progresista Movimiento Semilla serán quienes compitan en la segunda vuelta el próximo domingo 20 de agosto. El voto nulo sacó 17 puntos y se posicionó en primer lugar.
El proceso electoral estuvo atravesado por múltiples irregularidades, denuncias y la inhabilitación de cuatro candidaturas, entre ellas la de la referente indígena Thelma Cabrera (MLP), la única postulante de izquierda que aparecía con chances en los sondeos. Otro de los excluidos fue el empresario Carlos Pineda del partido Prosperidad Ciudadana (PC) quien encabezaba las preferencias, por criterios que han sido calificados como «arbitrarios» por la organización de investigación WOLA (Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos). Además la Sala Sexta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo guatemalteca vetó las postulaciones del ex fiscal Rafael Curruchiche y Roberto Arzú del Partido Podemos.
Guatemala llegó a esta contienda electoral con una atomización récord de candidaturas. Fueron 22 las fórmulas presidenciales oficializadas representando en su gran mayoría la continuidad de la élite conservadora que gobierna desde hace casi cuatro décadas, es decir desde el retorno de la democracia. En definitiva, fue una elección donde la digitación de la oferta electoral parecía estar acorde a los intereses del poder vigente.
En esta oportunidad el voto popular, en las que unos 9,3 millones de personas estaban habilitadas para acudir a las urnas, fue para elegir presidente y vicepresidente de la Nación. Además de la elección de los próximos 160 diputados del Congreso de la República, 340 corporaciones municipales y 20 diputados titulares para el Parlamento Centroamericano. El binomio presidencial ganador no comenzará su periodo hasta enero de 2024, así como sucedió con el actual mandatario Alejandro Giammattei, quien ganó en agosto de 2019.
Las elecciones se realizaron a través del voto universal, secreto y directo bajo el mecanismo de segunda vuelta electoral en la que ninguno de los espacios políticos que participaron pudo obtener una mayoría absoluta del 50% + 1 para ser electo. Por ese motivo, la segunda vuelta electoral, será con los dos candidatos más votados.
Cabe destacar que en este país la reelección está prohibida constitucionalmente, lo que significa que el Presidente en ejercicio no puede presentarse como candidato para un nuevo período consecutivo. Esta disposición tiene como objetivo promover la alternancia en el poder y evitar la concentración excesiva de poder en una sola persona. La historia reciente de Guatemala da cuenta que esta prohibición no ha garantizado la alternancia real de poder. La Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) ha evidenciado, previo a su expulsión, como el poder ha sido captado por el crimen organizado, por los poderes fácticos y por grupos económicos que encuentran en el Estado los mecanismos para enriquecerse y cooptar a otros sectores sociales.
En la actualidad, Guatemala esta próxima a cumplir 40 años de democracia. Sin embargo, el contexto político de los últimos años y de la corriente campaña electoral ha estado atravesado por cuestionamientos en torno a la discrecionalidad de la definición sobre la oferta electoral y la vigencia de los derechos humanos. La confianza de los ciudadanos en los políticos y por consiguiente en los actuales candidatos, se encuentra bastante desgastada por todas las acusaciones de corrupción y fraude que han ocurrido recientemente. En efecto, esto ha captado la atención de organismos internacionales como Human Rights Watch que mostró preocupación por el deterioro de los derechos humanos, civiles y políticos. Por lo cual, se puede afirmar, que estas elecciones representan un gran desafío para Guatemala, para poder reafirmar su justicia democrática y recuperar la confianza de sus ciudadanos.
Los candidatos de la segunda vuelta
Una mujer quedo en primer lugar de cara a la segunda vuelta. La ex primera dama, Sandra Torres, lleva su tercer intento por gobernar Guatemala. Saltó a la esfera pública en 2008 de la mano de su entonces esposo y presidente guatemalteco, Álvaro Colom quien con la fuerza política Unidad Nacional por la Esperanza gobernó entre 2008 y 2012 llevando adelante políticas caracterizadas por la redistribución del ingreso. En su tercer intento por llegar a la presidencia luego de perder los balotajes en 2015 y 2019, Torres eligió como compañero de fórmula al pastor evangélico, Romeo Guerra.
El postulante del progresista Movimiento Semilla, surgido de las protestas de 2015, logró un inesperado segundo lugar en el recuento de votos con el 97% de las actas procesadas. Arévalo invisibilizado por las encuestas lleva un nombre reconocido en Guatemala por ser hijo del presidente Juan José Arévalo (1945-1951), primer presidente democrático después de décadas dictatoriales. Su fuerte apoyo en la ciudad de Guatemala y entre los sectores medios, las mujeres y los jóvenes le permitió colarse en la segunda vuelta electoral con mucha capacidad de sumar votos para la segunda vuelta.
Las estrategias de ambos candidatos para captar el voto nulo que representó el 17%, el abstencionismo del 43 % y las alianzas para lograr apoyos de otros candidatos – incluso los excluidos – serán claves para determinar quién puede representar mejor el cambio en Guatemala.
El desafío de gobernar Guatemala
A diferencia de elecciones anteriores, esta se realizó en un clima de total desconfianza e incertidumbre. La coalición gobernante ha utilizado todos sus recursos disponibles para incidir sobre este proceso electoral. La falta de justicia independiente, el cierre de espacios para la sociedad civil, con medios de comunicación cercados y periodistas perseguidos y con candidatos presidenciales excluidos fueron moneda corriente. Sumado a la persecución política a quienes se movilizaron en el estallido social de 2015.
Migrar parece ser una de las salidas que más eligen los guatemaltecos y así lo demuestra el medio millón de personas que se van del país por año. La criminalización y persecución a líderes sociales, defensores de DDHH, periodistas y fiscales anticorrupción, son sin dudas algunas de las causas que limitan la reacción popular y alternativa de cambio.
Cabe recordar que la justicia de Guatemala condenó a 6 años de prisión a su periodista más crítico e influyente, el director del diario El Periódico José Rubén Zamora, tras un juicio al que todos los analistas calificaron como farsa y venganza política, y los gremios internacionales de prensa denunciaron como «caza de brujas». Entre 2018 y 2023, al menos 30 periodistas y operadores de justicia se exiliaron denunciado una persecución penal en su contra.
A priori las elecciones parecían ser el preámbulo de la consolidación de un régimen autocrático de una Guatemala que vivió por más de 36 años una guerra civil y que dejó un saldo de 200 mil muertos y 50 mil personas desaparecidas. Sin embargo, los resultados electorales reflejan una ciudadanía que dijo “No” a las opciones políticas que representaban el status quo, la continuidad del famoso pacto de los corruptos y la supervivencia de una elite económico-judicial-militar que condeno al 60% de la población a la pobreza.
Gobernar Guatemala no será tarea fácil para quien sea el próximo mandatario, las prácticas clientelares y de acarreo del poder territorial se refleja en los resultados parlamentarios donde el oficialismo conserva mayoría. Las transformaciones sociales no se dan de un día para el otro, y menos en contextos de retracción democrática como el que atraviesa el país hace décadas, pero cualquiera de los dos que gane representaría un inicio de cambio de rumbo en las políticas que históricamente se vienen llevando adelante, y a las que los y las guatemaltecas le dijeron basta en las urnas.
* Dolores Gandulfo es Directora del Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL). Miembro del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina. Docente Universitaria (Universidad Nacional Scalabrini Ortiz- Universidad del Salvador) y miembro de la Red de Politólogas.