Un 1º de Mayo con muchos retrocesos para las y los trabajadores de Latinoamérica – Por Diego Lorca
Un 1º de Mayo con muchos retrocesos para las y los trabajadores de Latinoamérica
Por Diego Lorca*
En todo los países (menos EE.UU. y Canadá) hoy se celebra el Día Internacional del Trabajador, y es en este marco que pretendemos reflexionar sobre la situación de la clase trabajadora de latinoamérica que luego de la pandemia resultó ser la más perjudicada del mundo.
En 1886 y bajo la consigna general de “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”, miles de trabajadores estadounidenses, que pasaron a la historia del movimiento obrero como “Los Mártires de Chicago”, iniciaron una huelga en reclamo por la reducción de la jornada laboral que derivó en una sangrienta represión y fusilamiento de los manifestantes, y en la conquista de la jornada laboral de 8 horas. Vale recordar que anteriormente la única legislación de la jornada laboral que existía, sólo contemplaba la prohibición de trabajar más de dieciocho horas.
En 1889 la Segunda Internacional que nucleaba a partidos y organizaciones obreras de casi todo el mundo, declaró al 1 de mayo como el Día Internacional de las y los Trabajadores, y treinta y tres años después, en 1919, la primera conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), proponía la adopción universal de la jornada de ocho horas y la semana de 48 horas.
Situación de la clase trabajadora en Latinoamérica
En Latinoamérica viven 664 millones de personas, de los cuales el 12.9% se encuentran en situación de pobreza extrema y el 7.9% está desocupada. Un gran problema estructural de la clase trabajadora en la región es la informalidad laboral, que según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), este año se sitúa en un 53%. Es más, desde el 2020 hasta la actualidad, entre el 50% y el 80% del empleo que se genera es informal, lo que implica altos grados de precariedad laboral.
Según otro informe global de la OIT, tras un crecimiento regional del empleo del 6,4% en 2021 y del 4,9% en 2022, en 2023 sólo crecerá 0,9% (2,9 millones de puestos de trabajo nuevos) y 1,4% en 2024 (4,6 millones). El organismo prevé que se pase de 315 millones de personas empleadas en 2022 (58% de la población activa) a 317,9 millones en 2023 y 322,5 millones en 2024.
El poder adquisitivo de los salarios también ha caído debido a los altos índices de inflación que registra la región, a saber, 13,3% este año y 9% en 2024. Por lo que se observa, las proyecciones para este año no son muy alentadoras, en un reciente informe el FMI prevé que la economía regional crecerá un 1,6%, muy lejos del crecimiento del 4% que registró en 2022.
A todo esto tenemos que sumarle un grave problema que crece en todo el mundo y que afecta directamente a la clase trabajadora de la región: las grandes caravanas de migrantes. Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo, nuestro continente concentra el 26% de población migrante, en su mayoría de origen centroamericano.
Caso testigo de esta problemática son las caravanas de migrantes, integradas principalmente por personas de Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Colombia y Venezuela, que se observan desde el año 2019 y que perduran hasta la actualidad.
De esta forma la región vive un flujo migratorio récord, con 2,76 millones de personas indocumentadas detenidas en la frontera de EE.UU. con México en 2022. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), México y Estados Unidos deportaron a más de 196 mil ciudadanos centroamericanos, entre ellos más de 35 mil niños.
Los motivos por los cuales las personas toman la decisión de migrar son diversos, por ejemplo conflictos bélicos en sus países de origen, persecuciones, desastres naturales o guerras, pero las razones laborales ocupan la mayor proporción de migrantes en el mundo.
La crisis general y los procesos de endeudamiento
Las problemáticas estructurales que afectan a Latinoamérica son producto de un desarrollo histórico marcado, en general, por el proceso de colonización, la división mundial del trabajo y la extracción de materia prima sin valor agregado como matriz productiva.
La situación económica que atraviesa nuestro continente está inmersa en la profunda crisis general que atraviesa el sistema de producción capitalista en su actual fase financiera y digital. Esta nueva fase del capitalismo está transformando considerablemente las relaciones sociales de producción e intercambio. En el mundo del trabajo, los procesos de automatización posibilitados por la IA van expulsando grandes masas de trabajadores al ejército de reserva y a su vez, esto presiona a la baja las condiciones laborales de las y los trabajadores ocupados.
Además, la mayoría de los países de la región están sometidos a profundos procesos de endeudamiento externo con organismo multilaterales como el FMI, el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y con fondos de inversiones privados, como Black Rock, State Street, Vanguard, entre otros.
Si tomamos como ejemplo los casos de Ecuador y Argentina se pueden observar las dramáticas consecuencias políticas y económicas del condicionamiento ejercido por el FMI. En donde el programa de pago que se debe afrontar recae sobre él salario y las condiciones laborales de las grandes mayorías.
Actualmente, Argentina se encuentra condicionada por los U$D 45.000 millones de dólares que el FMI otorgó al gobierno de Macri en 2018 y que constituye el préstamo más grande en la historia del organismo. Desde entonces, y como consecuencia del acuerdo con el Fondo se viene llevando a cabo un proceso de ajuste a las y los trabajadores que se ve reflejado en la distribución de la riqueza y en la caída de los salarios. Durante el 2022 el PBI se distribuyó de la siguiente forma, un 62% para el capital y un 38% para el trabajo. En los últimos ocho años las y los argentinos han visto caer su Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) desde U$D 601,5 en 2015, el más alto de latinoamérica, a U$D 203 en 2023.
Por su parte, Ecuador enfrenta una deuda con el FMI que compromete el 56,8% de su PBI. El malestar crece y el clima de conflictividad se profundiza en un país donde el valor de la canasta básica de alimentos está cercana a las 730 dólares mientras que el salario mínimo es de 425 dólares y solo 3 de cada 10 trabajadores perciben un salario igual o mayor al mínimo.
La historia muestra que solo el pueblo salvará al pueblo
A 134 años de la consigna “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”, observamos cómo la actual fase del capitalismo digitalizado aumenta los grados de explotación de la clase trabajadora. Vemos como el desempleo, la pobreza extrema, la expulsión de grandes masas de trabajadores que terminan en la informalidad o en las caravanas de migrantes, los aumentos en los costos de vida, la pérdida del poder adquisitivo del salario, hacen de Latinoamérica una de las regiones más desiguales del mundo.
Como los pueblos han demostrado a lo largo de la historia, la crisis también pueden ser oportunidades, hay que luchar para construir nuevas relaciones sociales de producción y reproducción de la vida, que tomen el desarrollo y la dignidad del ser humano como centralidad en la realización de un orden social.
Es importante comprender que las grandes victorias de la clase obrera han sido siempre posibles por la movilización callejera y el aumento en los grados de conciencia y organización de la lucha. Hoy más que nunca debemos ser conscientes de que solo el pueblo salvará al pueblo.
*Lorca es Director del Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).