Paraguay | Todo lo que explota y se guarda con Payo – Por Elisa Marecos Saldívar

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Todo lo que explota y se guarda con Payo

Por Elisa Marecos Saldívar

La victoria del partido colorado, el derrumbe de una oposición desorientada y las numerosas protestas en diferentes puntos del país a raíz de denuncias sobre un presunto fraude marcaron la agenda postelectoral. La novedad, la irrupción de Payo en un escenario de alta precarización ¿Qué es lo que representa?

En horas de la tarde del sábado, el juez Yoan Paul López decretó la prisión preventiva del ex candidato a presidente Paraguayo Cubas Colomés. El mismo fue aprehendido en San Lorenzo cuando marchaba hacia la capital del país para sumarse a la protesta por supuesto fraude que se desarrollaba frente al Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).

Actualmente se encuentra privado de su libertad en la sede de la Agrupación Especializada de la Policía Nacional, acusado por el Ministerio Púbico de perturbación a la paz pública, amenaza de hechos punibles, tentativa de impedimento de las elecciones, tentativa de coacción a órganos constitucionales y resistencia.

¿Quién es Payo Cubas?

Tras su arresto, durante la audiencia telemática, se presentó como “abogado y hamburguesero”, acto seguido, insultó al juez y al fiscal que atendían su causa. “Van a ir al paredón”, amenazó. Este hecho de alguna manera sintetiza el mensaje que transmite a sus seguidores: un hombre común, hastiado, intelectualmente formado que busca llegar al poder para impartir justicia y redimir a los desposeídos.

Ante todo, hay que reconocerlo como un gran articulador de discurso. Logró movilizar masivamente a sectores populares diversos que no hallan respuesta de ningún tipo a sus demandas, aprovechando el descreimiento generalizado hacia nuestro sistema democrático y colocándose él, por supuesto, como la irremediable solución a todos los problemas.

Sin embargo, contrario a sus denuncias contra la “clase política” de la que dice no formar parte y muy lejos de ser un hombre común, podemos ver a través de su historia personal, que a lo largo de su vida estuvo estrechamente ligado al poder político. Nacido en Washington D.C el 8 de enero de 1962, en plena dictadura stronista, es hijo del del Cnel. Roberto Cubas Barbosa. Este señor fue enviado varias veces para instruirse en instalaciones militares en EE. UU y también fue beneficiado por el Instituto de Bienestar Rural (IBR) con tierras públicas que debían ser destinadas a la reforma agraria.

Fue presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción (1986-1987), electo Diputado Nacional para el periodo 1993/1998, candidato a gobernador de Alto Paraná en 1998, y candidato a intendente de Ciudad del Este en el 2001. Senador electo en el 2018 y expulsado un año después.

En ejercicio de la abogacía, fue representante de Walid Amine Sweid y Ricardo Galeano, empresarios vinculados a una presunta red de lavado de dinero que habría movido un total de US$ 1.200 millones desde Ciudad del Este.

Es hoy la principal figura de Cruzada Nacional, nucleación política que sin alianzas, recogió 700.000 votos para la presidencia, desplazó a la bancada del Frente Guasu en el Congreso Nacional y pasó a ocupar su lugar como tercera fuerza. Entre sus candidatos electos se encuentra Rafael Esquivel, alias Mbururu que afronta un proceso judicial por abuso sexual infantil y a quien Payo brindó su apoyo, asegurando que lo haría jurar desde la cárcel.

Viralizar la rabia

De la variada teatralización parlamentaria a la que estamos acostumbrados, la icónica imagen que permanece en el imaginario colectivo es, sin dudas, el momento en que Cubas descarga una botella de agua contra una de las principales figuras del Partido Colorado, nada más y nada menos que el senador Juan Carlos “Cale” Galaverna. No menos recordada es la imagen de su arresto con los pantalones abajo, luego de defecar en la secretaría de un juzgado.

Sus intervenciones públicas se expanden como pólvora en el entorno digital y se discuten en distintos ámbitos de la vida social. “¿Viste pio lo que hizo Payo?” se volvió una pregunta resonante en el debate informal sobre política.

Si bien la estrategia comunicacional del show del yo como protesta y la visibilidad que le dieron medios cartistas en las últimas semanas de campaña electoral lograron catapultarlo, su proyecto político viene desarrollándose hace ya varios años.

Junto a su esposa Yolanda Paredes -hoy electa senadora con la segunda mayor cantidad de votos- formaban parte del movimiento de “escrachadores” en el Este del país. Un grupo de ciudadanos “autoconvocados” que a través de acciones directas trasmitidas en vivo, denunciaban al clan Zacarías, con quienes, paradójicamente, Payo también mantuvo un relacionamiento político años atrás.

El teléfono transmitiendo en vivo como manifiesto político, un discurso incendiario y autoritario que fácilmente mecha con una sociedad reaccionaria de profundas raíces stronistas y ciertas verdades sin tapujos le bastaron para mostrarse como una propuesta distinta en medio de una campaña electoral donde las fórmulas de siempre volvían a repetirse.

No es de extrañar que en las movilizaciones sus seguidores iban con bronca, desencanto hacia los partidos políticos tradicionales, carteles, banderas y teléfonos transmitiendo en vivo. Convocatorias a través de tik tok en tiempo real con memes, vídeos trágicos o graciosos que en términos de conexión mostraban una indiscutible eficacia simbólica y material.

Su popularidad también emergió en un contexto donde los principales medios de comunicación aplaudían las “manifestaciones de ciudadanos indignados”.  Estas expresiones eran presentadas como desprovistas de intereses sectarios e ideología política. Ciudadanos “de bien” que en reemplazo de los proyectos políticos colectivos, desde su individualidad y reafirmación personal moral, teléfono en mano, podían cambiar la realidad denunciando a los corruptos de la “clase política”.

Atrapados en la miseria

“Preferimos morir acá luchando por algo porque de todas formas vamos a morir”, vociferaba una ofuscada manifestante sobre la avenida Eusebio Ayala el viernes pasado. Los ignorados de siempre tomaron las calles reclamando volverse protagonistas. Mostraban absoluto acuerdo sobre un punto: de seguir así, para ellos, no existe futuro.

Lejos del discurso de “éxito económico” que pronuncian los “inversores extranjeros” y los defensores del modelo

agroexportador, el espejado de los edificios del eje corporativo, ubicado sobre la avenida Santa Teresa, en su reflejo solo nos devuelve miseria.

En nuestro país, la brecha de desigualdad se hace abismal. 1.817.000 personas (24,7%) viven bajo la línea de la pobreza y 1.805.000 personas aproximadamente (64,2%) subsisten en la informalidad.

Con exorbitantes niveles de endeudamiento, la concentración de recursos naturales, el modelo prebendario llegando a su tope y el narcotráfico controlando casi todo nuestro territorio, sobran personas en un Estado diseñado para garantizar negocios de expoliación y arrebatar derechos.

Poblaciones rurales que huyen del despojo, llegan hasta las periferias urbanas improvisadas que no están en condiciones de asimilar productivamente a nadie.

Trabajadores que se ven forzados a aceptar condiciones laborales de sobreexplotación, informalidad, precariedad ante la falta de puestos de trabajo y la gran cantidad de mano de obra disponible.

Ante este cuadro, es difícil imaginar que en medio de su impotente derrota cotidiana, el trabajador promedio, dispersado física y emocionalmente de experiencias colectivas, no sienta la satisfacción moral de un acto de rebeldía contra un orden injusto, aunque el disfrute sea a través de una pantalla.

El descalabro “opositor”

Las últimas elecciones dejaron en claro que la política, más allá del cálculo numérico, es la capacidad de movilizar voluntades. Más que una aplastante victoria de la ANR fue la derrota de una dupla presidencial incapaz de inspirar voluntad de cambio y mostrarse al frente de un proyecto político sólido.

La participación se mantuvo en el 63,24% del padrón nacional, número que se repite desde el 2003. Con un total de 1.292.079 votos, apenas 87.000 más de lo que tuvieron en el 2018, frente al crecimiento del 12,8 % del electorado.

El Partido Colorado volvió a reafirmarse en el poder movilizando los “votos duros” de su eficiente maquinaria clientelar y prebendaria. Desde 1989 a la fecha es la victoria más contundente, controlará 15 de las 17 gobernaciones del país y tendrá mayoría propia en la Cámara de Diputados y Senadores.

Mientras la trasnochada oposición progresista convertía el drama de la sucesión luguista en una novela mediática y la concertación ensayaba una campaña de sensibilidad instagramer, estética y discursivamente distanciada de lo popular, la calidad de vida de miles de compatriotas se iba a pique. En los últimos días, a estos desplazados actores políticos de nuestra maltrecha “oposición” no les quedó de otra que subirse al carro del supuesto “fraude electoral”.

En medio de una aguda crisis de representatividad política, la más importante de la era democrática y ante la angustiante incertidumbre social habrá que encontrar nuevas formas de dialogar desde un lugar honesto con este nuevo ciclo, trascendiendo algoritmos, burbujas perceptivas, prácticas retardantes y una vieja “nueva derecha” que hoy se presenta como novedad desde el artificio.

E’a

 

 

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