El pozo se está secando para la agricultura de riego – Por GRAIN
El pozo se está secando para la agricultura de riego
Por GRAIN*
Demasiada lluvia, pero no hay suficiente agua. Así se titula un artículo publicado recientemente sobre las grandes tormentas que azotaron California en diciembre pasado. Y es que a pesar de que California recibió la intensa lluvia que tanto necesitaba, como se señala en el artículo, no fue suficiente para salvarla de la grave sequía que enfrenta la región. Por el contrario, los principales reservorios de California se mantienen por debajo del promedio para esta época del año.
El sistema fluvial del río Colorado, que abastece no sólo a California sino que también a otros seis estados del oeste de Estados Unidos, se encuentra aún más bajo, con uno de los lagos que alimenta al río en su nivel más bajo en un siglo. Además, el 64 por ciento de los pozos de agua subterránea del estado se encuentran también por debajo de lo normal.
Pero el problema no es sólo la falta de lluvia. Los problemas hídricos de California se deben, principalmente, a la inmensa extensión y rápido crecimiento de la producción industrial de hortalizas, nueces y productos lácteos, principalmente para ser exportados al resto del país. Las inmensas lecherías y otras granjas industriales a gran escala también utilizan enormes cantidades de agua. Esta producción depende del agua de riego, la que en gran medida es extraída de las napas subterráneas californianas. La superficie plantada de almendros (grandes consumidores de agua), por ejemplo, casi se ha duplicado durante la última década. Científicos han calculado que, desde el 2019, la tasa de agotamiento de las aguas subterráneas ha superado en casi un tercio a la de las dos últimas sequías registradas. Como afirma Tom Philpott en su excelente libro Perilous Bounty, “básicamente, las fincas de las que dependemos para abastecer las góndolas de productos en el supermercado se han vuelto tan hambrientas de riego que, incluso teniendo en cuenta los años lluviosos, sobreexplotan de manera constante los recursos hídricos de California, que son más bien modestos”.
Esta disminución en los niveles de agua subterránea en California conlleva una serie de dramáticas consecuencias. En 2022 se reportaron más de 1400 pozos secos en dicha entidad, la cifra más alta desde 2013, año en el que se comenzaron a registrar dichos datos. De esta manera, quienes quieran seguir usando agua subterránea, tendrán que cavar más profundo. Pero no sólo esto. En ciertas zonas del Valle Central de California el agotamiento del acuífero está provocando el hundimiento del suelo, esto debido a que el espacio resultante de la disminución de los niveles de agua subterránea está provocando el derrumbe de las capas de gravilla, arena y arcilla. Lo que a su vez va reduciendo permanentemente la capacidad de almacenamiento de agua del acuífero. En algunas partes del valle la tierra se ha hundido a un ritmo de 30 centímetros por año, lo que ha ido dañando canales y pozos. Así, a medida que el suelo se hunde y se compacta, este va perdiendo su capacidad para almacenar agua, volviéndose inadecuado para la agricultura.
Pero el agotamiento de las aguas subterráneas no es sólo un problema en California. Es un problema en muchas de las principales zonas agrícolas de regadío por todo el mundo. Según un estudio, entre los años 1960 y el 2000, la superficie mundial afectada por el agotamiento de las aguas subterráneas ha aumentado a más del doble, y se ha ido acelerando desde entonces. Otros investigadores calculan que un tercio de los principales acuíferos del mundo están en peligro. Según Jay Famiglietti, coautor de este estudio “lo alarmante es que más de la mitad de los acuíferos más grandes del mundo se están agotando. Han sobrepasado los puntos de inflexión de sustentabilidad y un tercio de ellos (trece) se encuentran seriamente amenazados”. Según el mismo estudio, dos de las regiones más densamente pobladas del mundo, el norte de la India y el norte de China, están experimentando altos niveles de agotamiento de sus aguas subterráneas. Se destacan tres casos: los acuíferos del río Ganges y de la cuenca del Indo (ambos en la India), y el acuífero del norte de China. Al igual que en otras partes del mundo la causa principal es el uso excesivo del agua para riego, mientras que el cambio climático empeora la situación. En la región india de Punjab, epicentro de la Revolución Verde, la gente en el campo han visto descender el nivel de las aguas subterráneas hasta en 1 metro por año, viéndose obligados, durante los últimos años, a construir sus pozos a más de 60 metros de profundidad. El siguiente gráfico ilustra la increíble sobreexplotación de las aguas subterráneas en el mundo durante el último siglo.
Gráfico: Tasas netas globales estimadas de agotamiento de las aguas subterráneas, Período 1900–2008. Fuente: Jean Margat & Jac van der Gun, Aguas subterráneas alrededor del mundo, una sinopsis geográfica, 2013; p 136
Entre 1950 y 1980, la superficie bajo riego a nivel mundial se duplicó y ha seguido creciendo rápidamente desde entonces. Uno de los principales factores de este tremendo aumento fue la Revolución Verde, que extendió por todo el mundo nuevas variedades de trigo, arroz y maíz con alta demanda de agua Pero también fue un periodo en que, bajo la presión del Banco Mundial, el FMI y otros organismos internacionales, los países del Sur Global comenzaron a orientar sus cultivos hacia la exportación. Muchos de éstos necesitan grandes cantidades de agua para crecer. Por ejemplo, el maíz necesita entre 500 y 900 milímetros de agua por temporada de crecimiento, el algodón necesita entre 700 y 1300, mientras que cultivos como la caña de azúcar y los plátanos requieren entre 1200 y 2500 ¡Y para producir un kilo de carne de vacuno las vacas necesitan nada menos que 15000 litros de agua!
Cuando se habla de la comercialización de productos agrícolas, se ha vuelto común expresarlo en términos de importación y exportación de “agua virtual”. A pesar de esto, rara vez se tiene en cuenta el agua cuando se toman decisiones sobre la importación y exportación de alimentos. Por ejemplo, en términos del total de agua necesaria para producir arroz, India, Tailandia, Pakistán y Vietnam son los principales exportadores de agua virtual. No obstante, campesinas y campesinos de muchos de estos países enfrentan graves problemas debido a la disminución de los niveles de agua disponible como también por las crecientes dificultades en su acceso. Si estos países siguen exportando su “agua virtual” al ritmo actual, podrían quedarse pronto sin agua para seguir exportando, o peor aún, para producir suficiente arroz para alimentar a su propia población.
Otro aspecto a considerar cuando hablamos del excesivo uso del agua con fines de riego, es el impacto en las zonas naturales circundantes. El caso de la reserva natural de Doñana, en el sur de España, es un buen ejemplo de aquello. Doñana es el humedal más grande de Europa, con más de 100 mil hectáreas de lagunas y marismas, en los cuales descansan cientos de miles de aves migratorias cada año. Lamentablemente, durante las últimas décadas, los alrededores de la reserva han sido testigos de una enorme expansión del cultivo de fresas y arándanos. Entre 1982 y 2000, la superficie dedicada al cultivo de fresas creció seis veces, llegando actualmente a unas 6 mil hectáreas de cultivos de invernadero. Al tratarse también de una de las regiones más secas de Europa, la agricultura es altamente dependiente del agua extraída desde los acuíferos subterráneos, por lo que este aumento en la producción de cultivos está secando la reserva de Doñana, amenazando el ecosistema del humedal y a las aves que dependen de éste. Hoy, es posible que los alrededores de la reserva sean la principal región productora de fresas de Europa y la mayor exportadora a nivel mundial. Sin embargo, debido a que sus recursos hídricos se están agotando rápidamente, es poco probable que siga siendo así por mucho más tiempo.
A unos cientos de kilómetros al este se encuentran los gigantescos complejos de invernaderos de Almería, los cuales suministran la mayor parte de las hortalizas de invierno de Europa. Sus 40 mil hectáreas de invernadero son un auténtico «mar de plástico», siendo la zona de invernaderos más extensa del mundo. Y si bien es una de las regiones más secas de Europa, sus invernaderos consumen entre 4 y 5 veces más agua que la aportada por las lluvias a nivel anual. Para llegar a las napas subterráneas se han tenido que cavar pozos profundos, los cuales proporcionan el 80% del agua utilizada en la agricultura. Pero los acuíferos no sólo se están agotando, sino que también se están degradando. Un aumento dramático tanto en los niveles de salinidad de las aguas subterráneas (provocado por el ingreso de agua de mar, proceso habitual en los acuíferos costeros sobreexplotados), como de la concentración de nitratos (producto de la utilización de fertilizantes), ha encendido las alarmas debido al peligro que suponen para la biodiversidad local y la calidad del agua potable. Una vez más, muchos se preguntan cuánto durará el milagro de las hortalizas de Almería.
Otros países dependen de la llamada “agua fósil”: aguas subterráneas que han permanecido selladas en un acuífero durante miles o incluso millones de años. Debido a que estos depósitos no se reabastecen de manera natural, estas aguas son consideradas no renovables. Uno de estos países es Arabia Saudita. A partir de la instalación de sistemas móviles de riego por aspersión (center-pivot irrigation systems), y utilizando las antiguas aguas fósiles que se encuentran bajo la arena, a mediados de la década de 1980 este país se embarcó en un ambicioso proyecto agrícola con el fin de poder cultivar en la desértica y árida cuenca del Wadi As-Sirhan, en el noroeste del país. El desierto saudí contaba con unos 500 mil millones de metros cúbicos de agua fósil y se estima que durante los últimos años se han extraído unos 21 mil millones de metros cúbicos al año para mantener este moderno tipo de agricultura intensiva. Como consecuencia de esto, un estudio calculó que el 80% de esta agua fósil ya habría desaparecido hace tiempo.
Es por esto último que Arabia Saudita comenzó a buscar tierras de cultivo fuera de sus fronteras, principalmente en África, y así importar alimento de vuelta al país. Dicho proceso contribuyó al acaparamiento masivo de tierras agrícolas a nivel mundial, el cuál ha expulsado de sus tierras a agricultores, agricultoras y gente que pastorea tanto en África como en el resto del mundo. Arabia Saudita no es el único país de la Península Arábica que busca tierras con acceso al agua en otras partes del mundo donde poder establecer su producción agrícola a gran escala, incluso en lugares como o Sudán, donde el acceso al agua ya es un problema. Un documental recientemente estrenado, llamado The Grab, muestra cómo el acceso al agua para la producción de alimentos es ahora un asunto geopolítico y de seguridad nacional.
Por lo general, la presente cacería de agua para la agricultura, encuentra su justificación en las cada vez más irregulares lluvias provocadas por el cambio climático. Pero esa agua tiene que venir de algún sitio, por lo que destinar esa agua al riego agrícola supondrá extraer agua de lagos, reservorios y acuíferos, lo que podría agravar los conflictos por el agua, ya exacerbados por el cambio climático, y desembocar en la tan discutida guerra por el agua.
Está claro que no podemos seguir con este uso irracional del agua para regar cultivos de exportación. Si lo hacemos, el mundo se quedará literalmente sin agua. Ha llegado la hora de apoyar y alentar el uso de técnicas agrícolas locales, por lejos mucho más sostenibles, implementadas por agricultores y agricultoras en pequeña escala a lo largo de todo el mundo, los que con su cuidadoso sistema de rotación de cultivos, de cultivos de cobertura y de cultivos intercalados, ahorran agua y mantienen fértil el suelo. Resulta fundamental implementar políticas públicas que fomenten la soberanía alimentaria y que tengan como norte alimentar a las personas y no llenar los bolsillos de las empresas importadoras y exportadoras de alimentos.