La reacción occidental al discurso de Lula sobre Ucrania muestra el poder del Sur Global

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La reacción occidental al discurso de Lula sobre Ucrania muestra el poder del Sur Global

Manuella Libardi

Washington ha acusado al presidente Lula de tomar partido por Rusia. Pero las ramificaciones de su posición van más allá

Con su visita a China la semana pasada, Luiz Inácio Lula da Silva movió el peón de Brasil en el tablero del ajedrez político internacional. Aunque siga promoviendo una posición oficial de neutralidad, el presidente brasileño criticó el rol de Estados Unidos en la guerra rusa en Ucrania al defender que el gobierno Biden incentiva el combate al armar los ucranianos.

Las declaraciones de Lula reverberaron de forma negativa en Ucrania y en parte del Norte Global, que las interpretaron como un posicionamiento claro en apoyo a Rusia. En anticipación a su visita a China, Lula ya había sugerido que Ucrania cediera a Crimea para poner fin a la guerra. “Ucrania aprecia los esfuerzos del presidente de Brasil para encontrar una solución para detener la agresión rusa”, dijo el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania, Oleg Nikolenko. “Al mismo tiempo, debemos señalar claramente: Ucrania no comercia con sus territorios.”

El discurso de Lula en China incitó una respuesta aún más contundente de los norteamericanos, que argumentaron que Lula ha adoptado una clara oposición a Washington – lo que contradice su supuesta afirmación de neutralidad. No están equivocados. Lula de hecho parece más interesado en promover la inserción de Brasil como pieza fundamental en el reordenamiento de los poderes globales que en mantener su relación con su poderoso vecino del norte.

China frente a la ola anti-Estados Unidos en América Latina

El posicionamiento del mandatario confirma la tendencia regional de cambios geopolíticos que se alejan de la hegemonía de Estados Unidos. En este proceso, que arranca posiblemente con la elección de Andrés Manuel López Obrador en México en 2018, gana fuerza con Alberto Fernández en Argentina en 2019 y se consolida con la elección de Gustavo Boric en Chile en 2021, Lula en Brasil y Gustavo Petro en Colombia en 2022, China juega un papel vital.

A principios del siglo, Estados Unidos desvió la atención de América Latina para centrarse en sus guerras en Afganistán e Iraq, lo que contribuyó para que la llamada Marea Rosa de líderes latinoamericanos cuestionasen su complicada e histórica relación con la potencia. La decreciente influencia norteamericana en la región no pasó desapercibida por China.

Entre 2000 y 2020, el comercio entre China y América Latina aumentó de US$ 12 mil millones a US$ 315 mil millones – es decir, se multiplicó por 26. Solo en Brasil, China pasó de una participación de casi el 2% de las exportaciones brasileñas en 2000 al 32,4% en 2020. En el 2000, China no estaba ni entre los cinco principales socios comerciales de Brasil. En 2022, China encabeza con una participación de más del doble de Estados Unidos, segundo principal socio comercial del país.

Estados Unidos sabe que necesita recuperar terreno perdido para China en su “patio trasero”. Por eso, aunque se pronuncie y critique a Lula, Estados Unidos no puede hacer mucho más, una vez que su relación con Brasil es una de las más importantes que tiene en la región.

Las aspiraciones diplomáticas de Lula

En este sentido, buscar la carga ideológica a las declaraciones de Lula en su visita a China es complicado. Pero el presidente brasileño podría haberse abstenido de posicionarse con relación a la guerra de Ucrania. Sin embargo, quedarse afuera del evento geopolítico más relevante de los últimos años tampoco interesa a las ambiciones diplomáticas de Lula para Brasil.

Como líder brasileño entre 2003 y 2010, Lula direccionó la política exterior de Brasil a la fortificación de la multipolaridad global a través de los BRICS y de otras alianzas con países del Sur Global. Lula, que ahora intenta retornar a Brasil al escenario internacional luego de cuatro años del gobierno aislacionista de Jair Bolsonaro, propone servir como mediador junto a otros países neutros del Sur Global, como India e Indonesia.

La mención de esos países no es casualidad. Al elegir los países más populosos del mundo más allá de China y Estados Unidos, el líder de Brasil – el sexto país más populoso – deja el mensaje de que representantes de millones y millones de personas han optado por no tomar partido en la guerra, que ha sido entendida por Occidente como un claro conflicto entre los buenos – los defensores definitivos de la democracia y de los derechos humanos – contra los malos – los autoritarios tiranos.

Frente a la guerra de Ucrania, gran parte del Sur Global – que sobrevive a las desigualdades producidas por el colonialismo pasado y presente diariamente – se mostró reticente en abrazar a sus verdugos occidentales como los defensores de la causa justa.

Ucrania, sin embargo, abrazó la retórica, sosteniendo que Rusia es una amenaza al “estilo de vida” europeo basado en “reglas, valores, igualdad y equidad” en un discurso en febrero. La posición de Ucrania de apelar a la cuestión moral como atributo únicamente europeo ha sido un error. Aunque Estados Unidos y Europa occidental mantienen su posición hegemónica en el escenario global, el bloque viene perdiendo terreno desde la crisis financiera de 2008-09.

Brasil y el nuevo orden global

En Brasil, un país altamente polarizado, esta posición con relación a la guerra atraviesa las ideologías políticas. El expresidente Bolsonaro, que a pesar de sus tendencias autoritarias había rechazado la relación con China para acercarse a los Estados Unidos de Donald Trump, optó por no condenar explícitamente a Rusia por la invasión de Ucrania.

Este pareciera haber sido el único tema durante la campaña electoral de 2022 en que Bolsonaro y Lula estuvieron de acuerdo. El actual presidente tampoco criticó a Vladimir Putin, optando por usar la ocasión para criticar a las invasiones occidentales usando lenguaje ambivalente.

Aquí vemos otra vez el pragmatismo de Brasil frente al tema. Uno de los principales exportadores agrícolas, el país depende de fertilizantes provenientes de Rusia para la agroindustria, un actor político importante a nivel nacional.

El poder de las potencias occidentales es innegable, pero también es innegable que el mundo camina cada vez más hacia la multipolaridad. Brasil no es una potencia mundial, pero los países del Sur Global saben que colectivamente tienen poder. Los varios ejemplos de alianzas – tal vez más notablemente los BRICS –  han ilustrado el fenómeno, con éxitos y fracasos.

Parece que Ucrania se ha dado cuenta de ello. El Ministerio de Relaciones Exteriores del país se ha pronunciado diversas veces después de los comentarios de Lula en China. El martes, el portavoz Nikolenko invitó a Lula para una visita oficial al país para que entienda “las verdaderas causas de la agresión rusa y sus consecuencias para la seguridad mundial”.

Para muchos en el Occidente, la diplomacia brasileña es ambiciosa e ingenua, como opinó The Economist. Ingenua o no, el Occidente está prestando atención – y parece preocupado con las pretensiones del populoso Sur Global.

*Periodista brasileña con Maestría en Relaciones Internacionales. Actualmente es editora para Brasil de democraciaAbierta.

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