Blanquitud, racismo y afrofeminismo en Colombia – Por Carolina Valencia Bernal

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Blanquitud, racismo y afrofeminismo en Colombia

Carolina Valencia Bernal*

Conversaciones sobre por qué nos identificarnos como un país diverso en medio de discusiones sobre mestizaje y racismo.

Colombia, es un país diverso culturalmente como reza el Artículo 7 de la Constitución Nacional; en etnias, culturas, expresiones, costumbres, lenguas y religiones.

La experiencia nos habla sobre la inequidad, exclusión y discriminación en los derechos fundamentales entre las poblaciones negras o indígenas en nuestro país. Si bien, se reconoce la diversidad cultural, y se consagraron los derechos de la multiculturalidad de los grupos étnicos como un rasgo de la nacionalidad: para esta población en muy difícil aun alcanzar la igualdad en los derechos fundamentales.

Además, una gran parte de la gente mestiza, que se autopercibe como “población blanca”, en ocasiones suelen ser reticente, intolerante o discriminatoria con la gente que no lo es; este es el soporte de la discriminación racial que se practica de manera cotidiana en muchos de los ámbitos de la sociedad.

La población “negra” o afro, suele reaccionar ante la experiencia constante de esta discriminación racial con otro repertorio, que indica que estamos ante un fenómeno relacional.

Las palabras raza, racismo, blanquitud y sus usos en las conversaciones cotidianas que se sostienen en redes sociales, en ámbitos políticos y de activismo en Colombia, se muestran en algunas ocasiones un tanto descontextualizadas en tiempo y forma con respecto al país. Ya que estas, suelen ser utilizados en torno a conversaciones sobre racismo o raza en la academia de forma globalizada, que abarca el concepto de raza, desde la concepción eurocentrista de la historia.

El fenómeno de la blanquitud o el blanqueamiento está vinculado al proceso del mestizaje tanto en Latinoamérica como en Colombia. Aquí en el país este concepto viene desde la época de la conquista, concentrándose mucho más en la colonia como método de jerarquización de la sociedad por razas en torno al trabajo y la expansión del capitalismo; y no se ha modificado mucho con el pasar del tiempo. Sin embargo, la palabra raza es usada para inferiorizar a una población concreta, en el caso de Colombia, estas poblaciones desde la colonia fueron diezmadas en el caso indígena, e infravalorada en el caso de la población negra o venida de África como fuerza de trabajo. El europeo destruyó casi todos los vestigios de las civilizaciones que habitaban nuestro territorio e intentó desterrarles a los negros sus costumbres culturales, religiosas, sociales y sus idiomas nativos, hasta prácticamente deshumanizar a ambos grupos poblacionales; e impusieron las costumbres blancas como únicas formas de civilización, lo que estuviera por fuera de eso simplemente era inferior.

Así la blanquitud es utilizada para reemplazar lo ancestral, originario o afro, como un ideal o una depuración o diferenciación.

Aquí en lo local debemos tener en cuenta los procesos que viven las comunidades étnicas y afro de América Latina y en particular en Colombia.

Si bien, en Colombia la población afro esclavizada tiene una historia basta de emancipación con la figura del cimarronismo, negros fugados que emprenden el camino de la libertad formando grupos (palenques) de personas negras libres de la esclavitud; la historia del racismo en Colombia ha seguido haciendo estragos en la sociedad actual.

Es equivocado entonces, designarnos como una población mestiza para obviar el racismo que vive el país y que no se reconoce como tal.

“Ya que en Colombia hay personas que se han mestizado poco o nunca, como ocurre en los pueblos indígenas o afro. El mestizaje es un relato construido por las élites republicanas para apoderarse del Estado como criollos ilustrados, negar la huella de la esclavitud y negar el racismo, es una fantasía de armonía racial, una ficción igualitarista de manera formal y no real”.

Yo misma caí, pisando esa delgada línea que hay entre ambos conceptos, creyendo y afirmando que somo un país mestizo; sin el ánimo hipócrita de pensarme una persona no racista, con familia afro y sin querer enojar a quienes fervientemente y en primera persona viven la discriminación racial y el racismo estructural y lo combaten a diario. Pero se otorga el título de “blanquitud” muy a la ligera también y desconociendo los contextos en los que las personas nos desenvolvemos; es más fácil y constructiva una conversación serena, a una llena de agravios con prejuicios por medio.

La blanquitud, es bastante confusa a la hora de plantear debates y conversaciones y puede dar lugar a señalamientos fuera de la realidad. “Desde el campo de los estudios críticos de la raza, se dice que una persona puede ser blanca y no tener blanquitud; la blanquitud la da la clase social. Una persona blanca pobre no es blanca. Y hay personas negras que tienen blanquitud por su clase social, modales, apariencia, etc. Cuando una persona negra o afro se afirma como tal, está diciendo que no participa del mito del mestizaje”.

En la sociedad globalizada actual, no solo en Colombia, esa blanquitud está dada desde la educación de base; en su mayoría los textos educativos, la información escrita, radio, televisión; la literatura que ha sido base de las civilizaciones desde comienzos de la humanidad ha sido todo pensado, escrito, diseñado y compartido por blancos. En la época de las colonizaciones tanto en América como en África, los textos o la información de los pueblos originarios fueron en su mayoría, destruidos, considerados apócrifos y alejados de la verdad del cristianismo o las religiones que se desprender del culto a Jesús. Entonces la herencia cultural indígena y afro siempre fue considerada por el colono blanco como aquello que había que erradicarse y cortar de raíz, porque no encajaba con sus prácticas católicas y sus métodos esclavistas; estas culturas y personas no merecían ni siquiera ser tratadas como tales, a pesar, que esos pueblos existían desde antes de ser “descubiertos”. Miremos todos esos acontecimientos, hechos e historias, como el contexto desde donde se desprende la creencia de una raza superior. De ahí en adelante, todo lo que se ha dicho, escrito y acontecido es producto de ese pecado original de la colonización.

En el idioma inglés, mestizaje tiene connotaciones negativas, es contaminar la raza.

La relación de poder desigual, ha sido el punto de quiebre para que el racismo exista y da pie para otro tipo de discriminaciones como el clasismo y el antifeminismo; y dentro de estos, también se forman discriminaciones entre los iguales; por ejemplo “el clasismo entre la población negra, ya que existe, una clase social negra rica y aristocrática que mira y valora con clasismo a las mayorías negras y a la población mestiza pobre y sin blanquitud. En ocasiones la gente no entiende el concepto de blanquitud y lo usan como sinónimo de mestizo”. Afirma Claudia Mosquera Rosero.

Sin embargo, al menos en Colombia la población afro es minoritaria y no tiene poder suficiente para racializar a la gente mestiza.

Colombia como ya lo dijimos al inicio, tiene una identidad popular anclada en elementos hispánicos, africanos e indígenas, aunque en la Constitución de 1991 se promulgue que somos un país diverso; son pocas las personas que racionalmente y con conocimiento de causa saben lo que somos, la identidad diversa que es realmente como debemos nombrarnos.

Según Liliam Thuram, exfutbolista, activista, padre de dos actuales futbolistas Markus y Khéphren Thuram y escritor francés, “hemos sido educados con la idea de que hay supuestas razas y que hay jerarquías entre estas. Y sin importar que esté en África, Asia, América, hay pensamientos que crean identidades vinculadas al color de la piel. Esté en Francia, México o Guadalupe, está la idea de que ser blanco es mejor. No es justo tener privilegios por cuestiones de la piel”.

Tal como ha sido la experiencia de este jugador francés, nacido en una isla del caribe, la cual aún pertenece a Francia como “departamento de ultramar”, muchos latinoamericanos y en este caso colombianos que hemos emigrado en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido y vivido el racismo en carne propia.

Incluso en el lugar a donde yo emigré, observé y aprendí de su historia el racismo político y cultural que han sufrido los nacidos en Cataluña, País Vasco o Galicia por hablar otros idiomas diferentes al castellano; y esa lucha ha sido de siglos, lo que se conoce de su historia más reciente, es la prohibición del régimen franquista de hablar y comunicarse en sus lenguas nativas, bajo castigos que pudieron llegar a la pena de muerte.

Pero también experimenté como migrante, el racismo del blanco español que aún se piensan con derechos por habernos descubierto y que no tienen la menor idea de cómo está conformada nuestra américa. Eso no es lo más grave, sino el poder que quieren ejercer sobre nosotros por venir de las excolonias, el poder abusivo en cuanto al trabajo, en cuanto nuestros derechos como migrantes y el aislamiento geográfico que sufrimos, porque la existencia de los guetos es común en los países europeos; manzanas o barrios enteros destinados a dar vivienda a los extranjeros, a los migrantes, bien sean suramericanos, africanos, rumanos, rusos, etc. Lugares que se han convertido más que en guetos, en focos multiculturales muy interesantes para conocer, estudiar e investigar.

Estos lugares han sido estigmatizados como sitios en donde se trafica y se consume drogas, en donde hay prostitución y en donde se alojan las bandas criminales que llevan el terror a los ciudadanos de bien de las ciudades del primer mundo.

Parte de la prostitución europea está compuesta por mujeres latinas y afro, también muchas rumanas y rusas (estas últimas apreciadas por su color de piel) con lo cual se crea una doble estigmatización, la racial y la sexista. Racismo + sexismo = Misoginia racial.

El mal concepto que se tiene sobre las feministas dice que se trata “de mujeres infelices porque no pueden conseguir marido”. El cual se ha incrementado en redes sociales en los últimos tiempos con el boom del “me too” y el escrache por VBG (Violencias Basadas en Género) de muchos hombres hacía las mujeres.

Eso nos lo dicen últimamente en Colombia; a las mujeres del primer mundo; a las mujeres afro y a todas las que pensamos que tenemos los mismos derechos de los hombres a ocupar un lugar igualitario dentro de la sociedad. La misoginia que experimentamos hoy en día ya es extrema; se nos castiga y mata por el simple hecho de ser mujeres. La barbarie que vivimos, para mí, es más que una cacería de brujas y roza ya el genocidio.

“La historia que se conoce del feminismo, la historia oficial, es la de las feministas blancas, europeas, que además eran ilustradas, de familias burguesas y que luchaban básicamente por el derecho a la educación, no solamente para ser esposas o madres, sino también una educación en ciencia, en matemática, en filosofía, en derecho, en medicina; es decir, recibir una educación no diferenciada por sexo, y también por el derecho a participar en la política, por el derecho al voto.

Esta es una de las tradiciones liberales del feminismo y una tradición que no contemplaba el derecho de las mujeres racializadas o de las mujeres indígenas, o de las mujeres de sociedades islámicas o de otras no occidentales, como pares, porque se pensaba desde una visión eurocéntrica y de clase.

Este feminismo liberal, de tradición burguesa, desde el S. XVIII, fue fuertemente criticado, especialmente por las mujeres cuyos ancestros fueron esclavizados o ellas mismas estuvieron como fuerza de trabajo esclavizada y que hacían parte del África Subsahariana, fueron secuestradas y esclavizadas como fuerza de trabajo para las plantaciones de algodón y azúcar en América y sus colonias europeas. Y estas mujeres, también empezaron a darse cuenta de que esas feministas liberales que luchaban por el derecho al voto y a la educación, no las consideraban a ellas como sujetas de derechos también, sino solamente pensaban en una clave, que también era racista, era un feminismo blanco.

Por eso, hay todo un desarrollo teórico, filosófico, político que contesta y critica ese racismo del feminismo occidental y plantea la necesidad de usar la intersección entre raza y género para pensar la situación de las mujeres afroamericanas, de las mujeres afrolatinas porque no son jerarquías que no estén conectadas, son jerarquías  que causan subordinaciones, que están profundamente arraigadas y que hacen que las mujeres negras en sociedades racistas sufran mayor riesgo de ser objeto de violencia patriarcal y de violencia racista; no solamente por parte de sus parejas, sino por parte de las instituciones especialmente de la policía en el contexto de Estados Unidos.

Surge ese feminismo negro, especialmente con mayor fuerza, como una corriente crítica del feminismo, a partir de los años 70 y la lucha por el reconocimientos civiles y políticos de la gente afroamericana en el contexto de la creación de  las Panteras Negras, en el contexto de las discusiones sobre cuál era el lugar de la gente afroamericana en Estados Unidos. Y llega a nosotras, a través de teóricas como Angela Davis y otras que desde este movimiento  son muy importantes para enfatizar que además de no solamente trabajar el racismo, trabajan la variable de clase; es decir que tienen una tradición filosófica marxista y trabajan la noción de clase social como fundamental y de ahí deviene el concepto de interseccionalidad, es decir la idea de mirar las opresiones en clave no solamente de género y de raza, sino también de clase social, que era un poco la crítica que han hecho feministas materialistas, al feminismo liberal, burgués decimonónico”.

En el caso de las mujeres negras se utiliza el término, misogynoir; es la unión en francés de misoginia y noir (negro en francés), en español misoginia negra; término acuñado por la académica y feminista afroamericana Moya Bailey, quien lo utilizó por primera vez en 2010, con la finalidad de darle un nombre específico a la misoginia particular que viven las mujeres negras y a su vez establecer cómo el sexismo y el racismo se entrelazan.

En Colombia es un término relativamente nuevo y poco utilizado, lo cual no quiere decir que no sea parte de las preocupaciones de las mujeres negras, tanto en sus casas, las calles, los sectores académicos, políticos y laborales.

Pero la condena de las mujeres afro es doble; ya que son doblemente violentadas; por ser mujeres y además negras. Entonces su lucha es más que arriesgada e importante. Y así mismo es ignorada la mayoría de las veces.

Tenemos en esta conversación,  una distancia enorme entre el feminismo blanco y el feminismo negro. Y sí, el feminismo no es uno solo, existen pues muchas variantes, desde el feminismo liberal, el radical, el socialista, la ecofeminismo, el feminismo cultural, el de la igualdad, el anarquista, el comunitario y por supuesto, el afrofeminismo. Igualmente, sus orígenes suelen asociarse la lucha de las mujeres por sus derechos a la tradición europea o estadounidense, sin embargo, hay diferencias de las mujeres en sus respectivas sociedades por fuera de este contexto occidental.

“Básicamente el feminismo negro, recuerda que la experiencia de las mujeres negras ha sido distinta frente al de las mujeres no negras. Las mujeres no negras, no tienen la experiencia del racismo y la discriminación racial.

Las mujeres negras al estar inscritas en una historia y ligada a la esclavización africana, siempre han trabajado; cuando las mujeres blancas de la pequeña burguesía hablan de ingresar a los mercados laborales, las mujeres negras hace siglos ya estaban y en qué condiciones. Además, las mujeres negras han estado más expuestas a múltiples violencias porque sufren sexualización racial”.

“Para muchas mujeres blancas es difícil recordar que las mujeres negras también somos mujeres. A veces escriben sobre raza y lo hacen como si estuviera separada del feminismo. Y para las mujeres negras como yo, o para las latinas o las asiáticas, no».

Cierro con esta verdad a gritos de Chimana Ngozi «Occidente tiene que aprender que el feminismo y el racismo van juntos»

Tenemos esa tarea como ciudadanos, tenemos que aprender a desaprender lo que está normalizado y socialmente establecido; porque eso es precisamente lo que nos aleja de la realidad.

Periodista Colombiana

 

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