¿Qué se esconde detrás de la reducción de la jornada laboral? – Por Lucas Aguilera

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

¿Qué se esconde detrás de la reducción de la jornada laboral?

 Lucas Aguilera*

Un estudio de la Universidad de Cambridge publicado recientemente sobre la reducción de la jornada laboral ha puesto el tema en la agenda pública. Los resultados de la investigación afirman que, con menos días de trabajo, las ganancias de las empresas que participaron se mantuvieron iguales o marginalmente superiores a las registradas con la clásica jornada laboral de 8 horas. Los voceros e intelectuales del capitalismo parecen festejar estos resultados, atribuyéndolos al desarrollo y la innovación tecnológica propios de una nueva fase del capital. Sin embargo, ocultan que detrás de esta nueva máscara, en apariencia algo más humana, se encuentra el mismo monstruo que viene arrastrando sangre y lodo a lo largo de la historia.

Presentado como la prueba más grande del mundo de este tipo, 61 empresas del Reino Unido, con alrededor de 2.900 empleados, se comprometieron a una reducción del 20% en las horas de trabajo de todo el personal durante seis meses, sin reducción de salarios.

Los resultados son presentados como  alentadores tanto para los trabajadores como para los empleadores. El 71% de los empleados informaron niveles más bajos de «agotamiento» y el 39% dijeron estar menos estresados. A su vez, cayó un 65% los días de baja por enfermedad y un 57% el número de empleados que abandonan las empresas participantes.

Por otro lado, los ingresos de las empresas apenas variaron durante el período de prueba, e incluso aumentaron marginalmente un 1,4%. El 92% de las empresas que participaron tienen la intención de continuar con la semana laboral de cuatro días, y 18 empresas confirmaron el cambio de forma permanente.

 Viejos y nuevos mecanismos de explotación. Mirar el fondo

Tras los beneficios que traería la reducción de la jornada, es importante poder analizar los argumentos que los intelectuales orgánicos del capital esgrimen desde un discurso de “progreso”, resultado “natural” del desarrollo productivo bajo conducción capitalista. Las profundas transformaciones sistémicas, en el marco de una revolución de la ciencia y la técnica nunca antes vista, parecen poner en jaque ciertas categorías clásicas, entre ellas, la de jornada laboral, ampliamente analizada ya por Marx en su  teoría del valor-trabajo.

Un análisis minucioso detrás de los beneficios que pregonan hoy los defensores de la economía capitalista y justificados en estas investigaciones, nos permite observar la materialización de tendencias ya avizoradas por Marx en tiempos de surgimiento de la gran industria.

En primer lugar, sería útil poder definir a qué hacemos referencia cuando hablamos de jornada laboral. Karl Marx, en su célebre y reconocida obra sobre economía política El Capital, la define como una magnitud variable compuesta por dos tiempos: el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de plustrabajo o trabajo excedente.

El primero, corresponde al tiempo en que el trabajador produce un valor equivalente a sus medios de subsistencia y reproducción, y que se le retribuye en forma de salario. El segundo, es el tiempo de plustrabajo, en el cual el obrero emplea su capacidad viva de trabajo para crear un valor que sólo se produce para el capitalista, es decir, la plusvalía. Ambos tiempos se codeterminan en una relación inversamente proporcional, es decir, al disminuir el primero, aumenta el segundo, y viceversa, debido a que la jornada se compone de un período de tiempo finito y determinado.

A su vez, ambos períodos de tiempo – trabajo necesario y plustrabajo – están condicionados por dos factores; el primero, la lucha entre diferentes capitales por disminuir los tiempos sociales de producción a través de la innovación y desarrollo de los medios de producción, y el segundo, la histórica lucha entre el capital y el trabajo por el salario,  las condiciones de trabajo y la apropiación del tiempo.

Las luchas por la reducción de la jornada laboral

Mirar los enfrentamientos entre el capital y el trabajo como determinantes de la extensión de la jornada, permite poner en primer plano que lo que hoy parece natural, como trabajar ocho horas por día y 48 horas semanales, tiene una larga historia de luchas y resistencias, de avances y retrocesos que constituyen la historia del movimiento obrero organizado y el desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la formación social de producción capitalista.

Fue el movimiento obrero inglés quien comenzó a luchar por una jornada laboral de 10 horas cuando las mismas duraban entre 16 y 18. La jornada de 48 horas semanales también tiene su historia y sus Mártires de Chicago en 1886, finalmente  instituida en 1919 mediante el primer convenio adoptado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por aquellos años, se conquistó la reducción de la jornada laboral bajo el lema “8 horas para trabajar, 8 horas para descansar y 8 horas para hacer lo que se nos dé la gana”.

Sin embargo, ya Marx hace 150 años aclaraba que la jornada laboral, a fin de cuentas, comprende 24 horas: por un lado, el tiempo de trabajo necesario y por el otro, el resto de “puras pamplinas”, expresión utilizada para hacer  referencia a la parte del tiempo que el trabajador necesitaba para reponer las fuerzas físicas y espirituales, ya que estos momentos eran también, usurpados por el capital. Tiempo que finalmente el trabajador necesitaba para reponer sus energías y estar listo para disponerse nuevamente para una nueva y agotadora “jornada laboral”.

 La reducción de la jornada, ¿supone mayor tiempo libre para el trabajador?

 Ahora bien, en el momento histórico actual, en el que somos testigos de la cuarta revolución industrial y la digitalización de la economía, cabría preguntarse por ese supuesto “tiempo libre” en donde el trabajador reponía su fuerza laboral. La automatización y robotización de los procesos productivos, no sólo han reducido a un mínimo el tiempo de trabajo necesario, sino que también han reemplazado la fuerza física del trabajo así como su capacidad creativa. La virtualidad parecería haberse consolidado como el territorio en donde el trabajador pasa la mayor parte de este tiempo “libre”.

Si a estos fenómenos, le sumamos la reducción de la jornada laboral de 8 horas que estamos describiendo, cabría preguntarse entonces: ¿Cómo es posible que el capital promueva la reducción de la jornada cuando su único objetivo lo constituye la apropiación de trabajo ajeno, y por ende, de plusvalía?. ¿dónde se produce el valor?  Entonces, cuando creemos que estamos haciendo uso de nuestro tiempo de ocio en las plataformas, o consumiendo en ese territorio virtual que se constituye, ¿no se está en realidad generando plustrabajo que, tomado por el capital, produce plusvalía que se valoriza en nuevos medios de producción?

Para poder responder estas preguntas debemos establecer que el proceso de trabajo no es más que un medio del proceso de valorización, y que dicho proceso es esencialmente producción de plusvalía, es decir, un proceso de objetivación del trabajo impago, ya que al capital, al fin y al cabo, lo único que le importa es el plusvalor, y en ese afán empuja incluso al trabajador por fuera de los límites de sus necesidades.

Esta tendencia parece traducirse en la actualidad en el hecho de que el capital ha revolucionado las necesidades mismas del trabajador en relación al proceso productivo, ya no solo condicionado por la necesidad de dirigirse al mercado a vender su fuerza de trabajo, sino también con la aparente necesidad de trasladarse a lo que ocurre al margen del proceso productivo propiamente dicho.

El territorio virtual y las plataformas como las nuevas fábricas

Aquí nos encontramos con dos aristas igualmente peligrosas, una dentro de los marcos del proceso de subsunción formal, y otra, en los márgenes del proceso de subsunción real del trabajo a la lógica del capital.

Primero, un proceso al que podríamos denominar “plataformas calientes”, como una tragedia que se repite, donde a la inversa del siglo XIX, en vez de que la cama se traslade a la fábrica, es la fábrica transformada en plataformas la que se traslada al lugar donde se encuentra la cama, el hogar. Se trataría de una reedición del trabajo a destajo que obliga al trabajador a una mayor intensidad de trabajo o a extender la jornada laboral normal para cumplir los objetivos marcados para cada jornada.

Y un segundo proceso, mucho más transformador  en relación  a los medios de trabajo también modificados y que está en función además del acceso a los mismos, en un fenómeno que denominaremos socialización de los instrumentos. Esta socialización es por demás compleja, ya que consiste en una combinación de instrumentos tanto físicos como intangibles y a una escala global nunca antes vista. Es importante remarcar que no podemos reducir el proceso general al fenómeno de un simple dispositivo  en manos de una persona, sino de un proceso revolucionario que contempla una multiplicidad de factores.

Estos medios de producción como las multiplataformas, la inteligencia artificial, el 5G y el internet de las cosas, etc. son producto del saber social extraído de la elaboración de científicos, matemáticos, programadores, que se objetivan casi en un tiempo inmediato, en el mejoramiento del capital constante, en combinación  con la actividad de los miles de millones de usuarios y usuarias que accionan sobre los instrumentos y que, por dicha interconexión, contribuyen a ese perfeccionamiento de los medios. Es decir, una conjunción de sujetos productores que entran en relación con los instrumentos a partir de su pertenencia al cuerpo social y aportan al proceso total de valorización del capital.

Desde nuestro punto de vista, lo que ocurre actualmente en el territorio virtual no es un simple cambio de forma en los modos de producir y trabajar, es mucho más profundo que eso. Lo que parece estar aconteciendo es que el capital está trasladando su fuerza productiva hacia un nuevo locus standi, es decir, un nuevo tiempo y espacio de trabajo que borra o desdibuja y extiende los límites de la jornada laboral como la conocemos actualmente.

¿La posibilidad de apropiarnos de nuestro tiempo?

El debate sobre la jornada laboral no constituye solo un tema a investigar. Pudiendo ir más allá de los falsos argumentos oficiales, observado desde la perspectiva de la clase trabajadora es principalmente, la posibilidad para las grandes mayorías  de ganar colectivamente grados de libertad y eliminar grados de explotación. La reducción de la jornada se nos presenta en la apariencia como un “compromiso moral” de parte de los dueños de las empresas, como un cambio para estar “menos estresados” y “menos enfermos”. Pero en el fondo, y es el centro del debate,  se están produciendo cambios estructurales en los modos de producir y circular las mercancías globalmente, que están operando grandes cambios también en la conformación de las clases subalternas.

Por eso consideramos que este estudio de la Universidad de Cambridge abre nuevamente la posibilidad de disputar, finalmente, la apropiación del tiempo vital , de preguntarnos ¿Qué haríamos si sólo trabajamos una hora por día?, ¿Qué mundo se construiría si los trabajadores fueran dueños de su tiempo?, ¿Dónde pondríamos la capacidad creativa y productiva en un mundo donde el desarrollo pleno de la humanidad fuera su fin último?

Es fundamental aquí retomar la demostración de que el mecanismo específicamente capitalista de extracción de plusvalor se establece a partir de la plusvalía relativa, que presupone la plusvalía absoluta, pero la supera. Su finalidad es el acrecentamiento del plusvalor por medio de la reducción del tiempo de trabajo socialmente necesario, independientemente de los límites de la jornada laboral. Desde la revolución de la gran industria, es en la plusvalía relativa donde se revolucionan los agrupamientos sociales. Esto significa que, al crecer las fuerzas productivas del trabajo, puede reducirse la jornada laboral acrecentando nuevamente la intensidad del trabajo, sin que ello suponga pérdidas para el capital en términos de producción de plusvalía.

Cuando el Estado en la época de la gran industria redujo por la fuerza la jornada laboral, por la “creciente rebeldía” de la clase obrera, el capital se lanzó  con todo su poder y conciencia plena a producir plusvalor relativo mediante el desarrollo acelerado del sistema fundado en la maquinaria, lo que operó otro cambio en el carácter de dicho plusvalor. con el enorme impulso que imprimió al desarrollo de las fuerzas productivas y  la economización de las condiciones de producción, se impuso a la vez un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más denso de los poros que se producen en el tiempo de trabajo. La mera reducción de la jornada demostró ya en aquel momento, aumentar poderosamente la regularidad, uniformidad, ordenamiento, continuidad y energía del trabajo.

Esto implicó una revolución del modo de producción en sí, tanto en  la productividad del trabajo como en la relación entre el capitalista y el obrero. Es en  los procesos de plusvalía relativa donde acontece  el proceso de subsunción real del trabajo al capital, más allá de la subsunción formal. Es aquí donde el trabajo socialmente combinado comienza a ser el agente real del proceso laboral en su conjunto, por sobre el trabajador parcial. Es el desarrollo máximo de las fuerzas productivas, con los avances actuales en la ciencia y la técnica – solo producto del trabajo social- el que habilita la posibilidad de que el mejoramiento del medio de producción permita la reducción del tiempo de trabajo socialmente necesario, con aumento de producción de valor; el famoso cambio en la composición orgánica del capital. .

Así como el 25 de septiembre de 1926, Henry Ford anunció la jornada laboral de cinco días por semana, ocho horas por día, no por afán de reconocer derechos a los trabajadores si no por necesidades que respondían a su línea de montaje, esta nueva reducción respondería a los intereses de la nueva aristocracia.

La reducción de los límites de la jornada se explicaría por los intereses del capital en esta nueva época, en base también a las transformaciones que necesita operar en la propia fuerza de trabajo, las necesidades que debe crearle y las condiciones mínimas que le garanticen que la energía de la masa trabajadora esté disponible al máximo en su inagotable afán de lucro. Como ya expresaba Marx, “en la sociedad capitalista se produce tiempo libre para una clase mediante la transformación de todo el tiempo vital de las masas en tiempo de trabajo” (2008, p.643).

Mientras sigamos discutiendo salario para cubrir necesidades, nuestro tiempo seguirá siendo subsumido al capital. Seguiremos discutiendo pobreza y las bases del sistema seguirán intactas, alimentado por el “robo” del tiempo de trabajo ajeno, hoy combinado y transformado en conocimiento colectivo expropiado, verdadera fuente de la riqueza social, la base de la posibilidad de aumentar los índices de explotación más allá de la reducción del tiempo de trabajo necesario.

Pero lo que se habilita también, y esto es lo que resulta central, es la discusión y la consciencia de que es posible disputar el tiempo apropiado por el capital. Marx planteaba en aquel momento que aparece para el trabajador la posibilidad de saber cuándo termina el tiempo que vende y cuando comienza el suyo, y este conocimiento lo pone en condiciones de disponer de sus propios minutos para sus propios fines. Claro, también liberaría al capital, irónicamente, de su brutalidad natural. Como ya declaraba el Congreso Obrero Internacional de Ginebra en 1866, “la restricción de la jornada laboral es una condición previa, sin lo cual han de fracasar todos los demás esfuerzos por la emancipación” (Marx, p.363).

Se habilita entonces, en tiempos de máximo desarrollo de las fuerzas productivas, la reducción máxima del tiempo de trabajo necesario y la liberación de un tiempo posible de conquistar “para la libre actividad intelectual y social de los individuos” (2008, p. 643), siempre y cuando se logre desde la clase apropiarse del producto de su propio trabajo y de su tiempo, que hoy sigue siendo tiempo de no trabajo para unos pocos.

*Magister en Políticas Públicas y Desarrollo (FLACSO Argentina). Analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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