El síndrome de la desocupación – Por Eduardo Camín

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El síndrome de la desocupación

Eduardo Camín

Las confusiones voluntarias e «involuntarias» al interior de los estados capitalistas  referente al desempleo nos llevan a interpelar y cuestionar sus métodos y eso a pesar de estar provistos de un consecuente arsenal informático.

En esta época de desajuste  universal donde los poderes políticos son rehenes del consenso neoliberal a nadie les viene a la mente explicar lo que algunos denominan  « síndrome de la desocupación masiva”, sin acudir ha  otra respuesta que no sean las fabulas del capitalismo transnacional.

Las crisis de los estados nacionales y la inoperancia en muchos casos de las propias organizaciones sindicales dejan hoy en manos de la lógica de un sistema económico  que impone la flexibilización, la desregulación y la competitividad a todos los niveles de una sociedad civil mundializada. Los lamentables efectos del consecuente predominio de la economía sobre la política y del capitalismo sobre la democracia se hacen cada día más evidentes

Los ideólogos-apóstoles del neoliberalismo sugieren que “cualquier fórmula es mejor que estar en el paro”.

En efecto gracias a las sucesivas reformas laborales está surgiendo un nuevo tipo de trabajadores. Son los trabajadores pobres. Seres humanos que venden su fuerza de trabajo a cambio de una cantidad de dinero insuficiente para vivir con dignidad, personas que firman contratos de media jornada y trabajan más de ocho horas al día por menos del salario mínimo. Personas que trabajan gratis a cambio de una falsa promesa de permanencia en una empresa.  Personas, incluso, que pagan por trabajar a cambio de experiencia.

Si bien es cierto que no estamos en la Grecia de Pericles pero sin dudas nos podríamos situar en los albores del siglo XX, e ilustrarlo con estáreflexión : “Suponte que tú ofreces un empleo y sólo hay un hombre que quiera trabajar. Tienes que pagarle lo que pida. Pero pon que haya cien hombres (…). Supón que haya cien hombres interesados en el empleo; que tengan hijos y estén hambrientos. Que por diez miserables centavos se pueda comprar una caja de gachas para los niños. Imagínate que, con cinco centavos, al menos, se pueda comprar algo para los críos. Y tienes cien hombres. Ofréceles cinco centavos y se matarán unos a otros por el trabajo”.

Este párrafo sobre la vida de los jornaleros que se vieron obligados a emigrar desde Oklahoma hacia California tras el crack del 1929 fue escrito en el año 1939, pertenece a la novela Las viñas de la ira de John Stein-beck, un libro de plena actualidad.

Cuando el nivel salarial de los trabajadores ya no llega a su mínimo vital, en tanto que la producción se duplica en una sociedad cuyo desarrollo de la productividad haría posible la satisfacción de un número creciente de necesidades materiales con un esfuerzo de trabajo decreciente, cabria preguntarnos ¿Qué justificación racional subsiste para la miseria extrema en que sobreviven miles de millones de seres humanos?

¿Por qué a un aumento de la productividad corresponde hoy una disminución de la ocupación y de las condiciones materiales de vida?

En realidad la conducción neoliberal de la economía mundial usa la referencia a la globalización como argumento para deshacerse de las obligaciones sociales del capital, y así especula con el razonamiento de que, como los estados compiten por los puestos de trabajo, hay que atraer la inversión con medidas que eliminen los llamados impedimentos para dicha inversión, entendiendo por tales los aspectos ecológicos, sindicales, sociales e impositivos.

La globalización neoliberal es una ideología legitimante del movimiento sin trabas del capital en su búsqueda de condiciones favorables a la rentabilidad. Trabaja además con la advertencia de que “podemos separarnos de las corrientes del capital” o “quedarnos fuera del mundo”.  Con tales argumentos pone sobre nuestras cabezas un escenario amenazador, y la amenaza no persigue otro fin que la imposición del primado de la economía.

El neoliberalismo esgrime el carácter básico de la economía con tanto énfasis que el ser económico determina la conciencia social. En poco tiempo nos hemos desecho de mucho ¿Y cuantas cosas im-portantes hemos perdido? Un sujeto definido ha sido remplazado por una subjetividad indefinible.  En resumen, bajo la elaboración de los índices estadísticos de la desocupación asistimos a la ignomi-niosa fase de explotación sin precedentes.

*Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas (ACANU) en Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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