Uruguay: seguridad social sostenible y distribución del ingreso
Uruguay: seguridad social sostenible y distribución del ingreso
Héctor Tajam – Mate Amargo
La fundamentación del Proyecto de Reforma de la Seguridad Social, en realidad solo del sistema de pensiones y jubilaciones, es la de un futuro apocalíptico donde el equilibrio fiscal y la demografía condenarían a la población trabajadora (no a todos ni a todas, atención) a disponer cada vez menos de la riqueza que producen y a envejecer con pensiones y jubilaciones cada vez más devaluadas.
De esta manera, se instrumentaría un ajuste fiscal de largo plazo que sin afectar la concentración del ingreso y de la riqueza, disminuiría el gasto público en seguridad social postergando la edad mínima de jubilación, disminuyendo el monto real del retiro a través de menores tasas de reemplazo y más años de promedio para el sueldo básico sobre el cual se aplica.
1+1=-1
No hay duda de que los avances científicos se acumulan cada vez más rápidamente en lo que hace a la extensión de la esperanza de vida de las personas, aunque en forma muy despareja según su nivel de ingresos y las exigencias de la actividad económica que les da sustento. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) da cuenta para la población uruguaya del proceso de envejecimiento consecuente, que obviamente tendría su correlato en un mayor número de personas cuyos ingresos provienen de los sistemas de seguridad social (pensiones, jubilaciones).
En 1996, cuando se procesó la primera reforma que implementó el Sistema Mixto BPS + AFAP, los uruguayos mayores de 60 años eran el 16% de la población, y a 2021, cuando se comienza a procesar esta segunda reforma, dicha proporción aumentó a 19%. Según el INE, esta tendencia se aceleraría de tal forma que en 2040 tal proporción sería de 24% y en 2050 casi una tercera parte (27%).
El Proyecto del Sistema Previsional Común presentado a la Comisión especial del Senado este 23 de noviembre y firmado solo por el propio Rodolfo Saldain, estima jubilaciones mayores por la Reforma en comparación a las que surgirían del Sistema Mixto Vigente, en todos los casos.
Pues bien, si lo que está en juego según el gobierno es el ajuste fiscal que preserve el equilibrio de las cuentas públicas, ¿Cómo es posible que aumentando la cantidad de beneficiarios del sistema (envejecimiento) y a la par aumentando su remuneración, disminuya el gasto? Sin duda hay algo que no cierra, porque 1 + 1 no es -1.
Una falsa comparación
Las proyecciones de Saldain se basan sobre ciertos supuestos técnicos, veamos el primero de ellos. “a) Se comparan los montos jubilatorios obtenidos a la edad mínima de retiro con y sin reforma. En todos los casos se toma 60 años de edad sin reforma versus 65 años de edad con reforma”.
Si a las personas se les va a exigir, de aprobarse la Reforma, 65 años como mínimo para tener causal jubilatoria, la comparación debería ser con la jubilación que recibiría una persona que optara con el régimen hoy vigente y postergara su retiro a los 65 años de edad. Entonces, los resultados cambian radicalmente, explicando la única forma en que puede bajar el gasto con un aumento de jubilados y jubiladas: disminuyendo las jubilaciones en relación con las actuales. Como ya lo demostró, por ejemplo, el Equipo de Representación de los Trabajadores en el BPS en su comparecencia en la Comisión Especial del Senado.
En cierta medida, el propio Proyecto presentado por Saldain nos proporciona los elementos para desestimar sus cálculos. Allí podemos apreciar como la Tasa de Reemplazo a los 65 años de edad con 30 años de aporte en el Régimen Vigente es de 55% sobre el Salario Básico Jubilatorio, mientras que la Reforma establece solamente un 45%, o sea 10 puntos porcentuales menos que equivalen a más del 20% menos.
Eso podría significar para un Básico de por ejemplo $ 45.000 una remuneración de $ 24.750 en el primer caso, y de $ 20.250 en el segundo. Esto es, una pérdida de $ 4.500 para el ejemplo dado. Dicha pérdida podría ser superior si consideramos que el Básico actual se calcula con el promedio de los 10 últimos salarios o de los 20 mejores, y el de la Reforma se calcularía con el promedio de 25 años en 30 de aporte.
A su vez, en el Régimen propuesto por la Reforma, para alcanzar la Tasa de Reemplazo de 55%, con 30 años de aportes habría que trabajar hasta los 69 años, con 33 años de aportes, o hasta los 67 años, con 33 años de aportes, o hasta 66 años con 35 años de aporte. Es lo que mostramos en el siguiente cuadro.
Saldain afirmó en su twitter que “Con la reforma, las jubilaciones no solo no bajan, se mantienen o aumentan”. Ante esto, el ec. Martín Vallcorba le señaló la falsedad de dicha afirmación, indicando que a su juicio la verdadera comparación sería plantearse cuánto ganaría una persona en ambos regímenes si se jubilara con 65 años y 34 de trabajo. Con esta relación en el régimen actual la tasa de reemplazo es 59%, en la Reforma apenas 51% y para llegar al 59% habría que trabajar hasta los 68 años.
Alternativas y proyecto país
Es común que los debates al respecto en las redes sociales desemboquen en la clásica pregunta oficialista, como lo hace por ejemplo el ec. José Licandro (en twitter): “Los que critican que hagan propuestas que reduzcan el déficit … a ver que magia proponen. Ah! Sin el cliché que nunca aplicaron de ponerle impuestos al gran capital”.
En la fase ascendente del ciclo, el FA demostró que no hay magia ninguna en asociar la distribución del ingreso al crecimiento económico, de tal manera que la masa salarial, es decir, la base imponible que financia al sistema de seguridad social a través de aportes e impuestos creciera lo suficiente para que la asistencia financiera descendiera prácticamente a cero.
Cuando el ciclo económico y el político progresista se despegaron a partir de 2014 el déficit resurgió, pero nunca comprometió ninguna prestación pública. Hoy el crecimiento económico acompaña nuevamente al país, pero el ciclo político es conservador y el gobierno es representante de quienes no tienen problemas con la seguridad social. Así las cosas, se proyectan ajustes fiscales a 30 años que ni rozan siquiera la enorme concentración de riqueza que se está procesando en el país.
Pero lo más importante no está en lo que fue, sino en lo que está por venir. Sencillamente no podemos dar una alternativa a una propuesta de Reforma que está basada en proyectar un Uruguay más desigual, con un futuro que se muestra incambiable los trabajadores tendrán acceso a una parte cada vez menor de la riqueza de la cual son fuente primordial, tanto en su vida activa como cuando se retiren de ella. Proyectan un país que desmiente su discurso, que anticipa que no hay derrame ni lo habrá en varias décadas.
No podemos renunciar a la política económica como lo hace el proyecto, a políticas activas de empleo, de combate a la desigualdad y de distribución del ingreso y de la riqueza, de lucha contra la evasión fiscal, y en lo que hace a la demografía, un país despoblado como el nuestro ¿no va a diseñar políticas incentivadoras de la natalidad y que promuevan la inmigración como en el pasado? El país de la Reforma no es el nuestro, por tanto, nuestra propuesta deberá partir de bases muy diferentes.