LASTESIS, colectivo feminista: “La producción artística hecha por mujeres y disidencias es un acto de resistencia”

Foto de Ailen Díaz / Agencia UNO
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Por Antonia Sepúlveda

Su primer trabajo fue una puesta en escena en pequeño formato estrenada en agosto de 2018 en Valparaíso, basada en el libro Calibán y la bruja, de la escritora feminista ítaloestadounidense Silvia Federici. Para su segunda intervención estudiaron la violación en América Latina, específicamente, los planteamientos de la antropóloga Rita Segato, dando como resultado la puesta en escena de la performance “El violador eres tú” y la intervención callejera “Un violador en tu camino”, replicada en más de 50 países.

Este colectivo artístico, interdisciplinario y feminista de mujeres de Valparaíso, compuesto por Daffne Valdés Vargas, Paula Cometa Stange, Lea Cáceres Díaz y Sibila Sotomayor Van Rysseghem, busca traducir con su puesta en escena las tesis de autoras feministas hacia estímulos visuales, sonoros y corporales, configurando un dispositivo para múltiples audiencias.

“LASTESIS nacen con la idea de trasladar teorías feministas a otro formato, uno más escénico. En su primera instancia, nace bajo la premisa de hacer llegar la teoría feminista a través de nuevos formatos, que no sean solamente la palabra escrita, pensando también en aquellas personas que no han tenido el acceso a esta información, o que no han querido tampoco leer o indagar sobre estas teorías. Entonces, nosotras buscamos hacer una síntesis de estas teorías en un panfleto escénico, que combina cuerpo, música y lo visual. Por otro lado, LASTESIS, como nombre, nace en esta representación de tesis de autoras o autores feministas, porque teníamos la intención de hacer varios proyectos, varias tesis inspiradas en estas teorías”, nos cuenta el colectivo artístico feminista en conversación con El Mostrador Braga.

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-En su tercera publicación, Polifonías feministas, ¿de dónde nace la idea de combinar formatos, a través de códigos QR, a lo largo del libro?

-Nosotras trabajamos con esta idea de traducir teorías feministas a múltiples formatos y nos parece que los libros también son una manera de difundir estas teorías en un formato que es más transportable, por decirlo así, entonces la metodología que utilizamos para su creación es bastante similar a la metodología que utilizamos para crear una performance.

-¿Y cuál es esa metodología?

-Lo que hacemos es comenzar desde la teoría a buscar referentes teóricos y fuentes, y luego intentar sintetizar y traducir estas teorías a otros lenguajes, a otros formatos, de qué manera “X” teoría se puede traducir en una imagen o en una canción o en metáforas. Por eso que el libro Polifonías feministas cumple con esta idea de múltiples formatos, y no está solamente en clave ensayo, sino que también aparece poesía, dramaturgia, imágenes, porque nos parecía necesaria la musicalidad y lo audiovisual, entonces desde ahí surge esta idea de incluir códigos QR, que llevaran a las personas, a los lectores, a una dimensión más musical, más sonora, más audiovisual.

-¿Cuál fue su inspiración tras esta forma de escritura?

-Nosotras, al trabajar con contenido feminista, también es importante la búsqueda de las formas, no solamente hablando de feminismo, sino que la forma de producción, la forma de hacer, es también una búsqueda feminista. No sabemos bien cómo es, pero por eso es una búsqueda y en este caso en un formato libro la forma tiene que ver con las palabras, de qué manera las palabras están puestas, de qué tamaño, qué colores. Todo el formato para nosotras tiene que ver con el feminismo y, bueno, la inspiración directa de eso es la poesía concreta que trabaja con la metáfora, desde la gráfica, desde lo concreto de la poesía, que serían las letras, y también la dramaturgia contemporánea que trabaja con esta idea de cómo se ven las palabras. Asimismo, las tipografías tienen un mensaje, entonces nos parece importante trabajar esta idea de formas feministas de escritura.

-¿De qué formas la escritura de mujeres, de disidencias y la poesía, son también una performance de resistencia?

-Es un tema que también tratamos en el libro, esta idea de que la escritura o la creación artística de muchas mujeres y también de muchas personas de la disidencia fue durante muchos siglos robada, invisibilizada, plagiada, delegada a la categoría de anónimo, y quienes se encargaron de hacer esto de alguna manera nos robaron nuestra historia, pensando en que la producción artística es un ejercicio de memoria, entonces, por supuesto que el ejercicio de escritura o la producción artística hecha por mujeres y disidencias, hoy y siempre, es un acto de resistencia.

-En Polifonías feministas nombran Cómo acabar con la escritura de las mujeres, de Joanna Russ, en donde explica varias técnicas que se utilizan –consciente e inconscientemente–, que permiten la censura o de lleno ignorar la escritura de las mujeres. ¿Por qué creen que se censura la literatura de mujeres?

-Nos parece siempre importante denunciar esto que sabemos que es muy concreto y que pasa en la literatura, pero pasa también un poco en todas las áreas de la vida. Esta idea de darles siempre menos espacio a las mujeres, pero no solamente las mujeres, sino también a otras subjetividades que han sido subalternizadas, así como las personas que vivimos en contextos con historia de colonización o las diversidades sexogenéricas. Es algo bastante más amplio que aplica aquí y tomamos esa reflexión justamente para amplificarla en el libro. Lo que tienen en común estas distintas subjetividades y corporalidades, es justamente el hecho de tener menos posibilidades, de no tener un espacio de negociación. Finalmente, la escritura es también un espacio de enunciación, tiene que ver con un lugar donde te expones, expones tu voz, un lugar que además está sujeto a una hegemonía de la palabra, que es algo que nosotras intentamos romper con el libro.

¿Y cómo romper con esa hegemonía?

-Creemos que efectivamente es un problema hasta la actualidad y que tiene que ver con que todas estas subjetividades y corporalidades, donde también entramos las mujeres pero también están otras subjetividades, tenemos en común el no responder a la lógica del varón cis, occidental, blanco, heterosexual. Ahí está el punto, y que tiene que ver mucho también con algunas cosas que plantea Donna Haraway, quien cita a Joanna Russ en su documental, con este apartado de que ella en los años 90 hablaba de la epistemología feminista y hace una crítica a esta idea de que finalmente hay una subjetividad que pareciera ser la validada en torno a la investigación, que responde solamente a esa subjetividad, y cómo eso se sigue replicando en todas las esferas, cómo finalmente esa ha sido la única subjetividad que tiene derecho a esos espacios, y todos los demás somos externos. Entonces tiene que ver con un tema cultural, social, por supuesto que también absolutamente político, de dejar fuera a estas otras voces, que lo que hacen finalmente es perturbar los distintos espacios.

-Bajo esta misma línea, ¿por qué es importante leer a autoras? 

-Esta pregunta se relaciona absolutamente con la anterior, y tiene que ver con un reflejo de otras subjetividades. Pienso que cuando una tiene que verse enfrentada, sobre todo en la formación educacional, secundaria, también superior, atenerse a la obligación de leer en su mayoría textos de autores varones, blancos, cisgénero, heterosexuales y occidentales, porque finalmente esa óptica que tienen, no tiene mucha coherencia con la nuestra. Entonces, tiene que ver con cómo hacemos para diversificar esas voces, porque esas voces van acompañadas de un punto de vista, de una perspectiva, que nos van a permitir comprender el mundo de mejor manera y eso es lo que nosotros creemos. Creemos que cuando leemos a mujeres, cuando leemos a disidencias del sistema sexogénero, estamos reflejando otra manera de ver el mundo y de una manera urgente y necesaria.

-¿Y cómo acercarla a la ciudadanía?

-Probablemente, es un trabajo que, en este momento, se está dando a nivel microsocial, en pequeñas acciones, que se está dando sobre todo en espacios autogestionados, no institucionales ni institucionalizados. También en las universidades se deben poner estos otros textos, esas otras miradas con otras perspectivas en los planes de estudio, en la discusión, en el debate. No obstante, es un camino bastante lento y complejo, sobre todo en la realidad de nuestro país, que tiene que ver también con todas las consecuencias derivadas de la dictadura cívico-militar, de cómo se generó un distanciamiento en la población y el acceso a las artes, a la cultura, a la lectura también, y sabemos que eso no sucedió en el país vecino. O sea, hay decisiones políticas, estructurales, y eso es lo que lo vuelve más complejo, pero no por eso no vamos a seguir insistiendo en intentar cambiar aquello.

“Nosotras somos resistencia”

-Como oriundas de la Quinta Región, ¿de qué forma sienten que Valparaíso, Patrimonio de la Humanidad, influyó en su quehacer artístico, en su inspiración?

-Para nosotras posicionarnos desde Valparaíso es una postura política, es un acto de resistencia e insistencia, pensando en que las artes y las culturas se centran, al igual que muchos otros ámbitos, en la capital del país. Entonces, cualquier acto de creación, de producción, de reflexiones, de diálogo, es un acto de resistencia cuando es producido desde otro territorio fuera de Santiago, y evidentemente esto se traduce en las formas y en el quehacer. Asimismo, esto se ha traducido en muchas veces abrir espacios donde no los había, muchas veces trabajar sin recursos o con muy pocos, el significado también es instalar las demandas propias del territorio en los trabajos que hacemos.

-La performance de “Un violador en tu camino” nació en las movilizaciones sociales de 2019. A dos meses del plebiscito de salida, ¿qué balances hacen en materia Constitucional? ¿Cómo seguir avanzando desde la agenda de género y las culturas?

-Es una pregunta que nos han hecho bastante últimamente y que siempre es bien compleja para nosotras, porque estamos muy deprimidas con el tema, muy afectadas, así como muchas personas también en el país. Es una herida que estamos intentando aún procesar y que nos vamos a demorar. Hay personas que quizás tienen un poco más de fuerza para dar vuelta la página y seguir insistiendo, nosotras seguimos insistiendo desde lo que hacemos, en este caso a través de las Polifonías feministas, también con nuestra última performance, “Resistencia”, un acto colaborativo con el que hemos estado de gira en este último tiempo en distintas regiones de Chile. Estamos haciendo el ejercicio de seguir resistiendo a partir de las herramientas que nosotras tenemos, desde nuestra trinchera de lucha, que es el activismo a partir de las artes, y el activismo feminista específicamente. Es un proceso que va a tomar tiempo, por ahora no tenemos un balance muy positivo, estamos todavía en el duelo y no ha sido fácil. Por supuesto que seguiremos haciendo lo que hacemos, pero la herida está muy abierta. Ojalá más pronto que tarde podamos ver algunas luces en torno a este tema. Cambiar la Constitución también era un acto de reparación de violaciones a los DDHH, tanto en dictadura como en democracia, y eso lo hace aún más doloroso.

-El Gobierno actual llegó al mandato bajo una promesa de “Gobierno feminista”, ¿creen que un Gobierno puede ser feminista?, ¿qué balance hacen de estos meses de mandato de Gabriel Boric?

-Acá hay un tema que tiene que ver con el hecho de que un Gobierno es la figura que administra el Estado y el Estado como institución posee una estructura profundamente patriarcal, en nuestro caso también colonial, y también más específico en Chile, absolutamente capitalista y neoliberal. Por ende, es muy complejo que una institución con esa estructura pueda llegar a ser feminista. Ahora, esto no es lo mismo que una perspectiva de género o una perspectiva feminista, incluso en cierta toma de decisiones o en la preocupación de ciertas políticas, etc., y eso también creemos que es importante que suceda. Nosotras no nos sentimos llamadas en la política institucional, siempre lo hemos dicho, pero sí es necesario que en esos espacios haya personas que se definan como feministas, que vean el mundo como feministas, que busquen cambios concretos a nivel de políticas públicas desde una perspectiva feminista. Eso es necesario, hay una necesidad absolutamente. Ahora, si ha sucedido o no, la verdad es que ese tipo de balances quizás hay que hacerlo más adelante, pero por ahora lo que podemos comentar es eso, que hay una gran dificultad porque tiene que ver con una estructura que va totalmente en contra de un ímpetu feminista, entonces es bastante complejo, pero que, sin embargo, es necesario que el feminismo esté en todas partes, que se tome todas las plataformas, que se tome todos los espacios, lo necesitamos como sociedad. E inevitablemente una acción feminista siempre tiene una reacción y, en este caso, una respuesta conservadora, que se ha ido instalando justamente en la política institucional y en las esferas de poder, una derecha ya de lleno fascista. Es muy peligroso el momento que estamos viviendo a nivel de política, eso sí lo tenemos bastante claro.

-¿Cómo vincularse con lo político y no así con la política tradicional?

-Para nosotras la política tradicional, o lo que entendemos por esa distinción, tiene que ver con una política institucionalizada, por ende, tiene que ver con una política partidista y también aquella que se disputa en los espacios de poder. No tiene que ver con quiénes representan a otras personas. Lo político se disputa no en sus espacios institucionalizados, sino, por el contrario, los espacios desinstitucionalizados, por ende, lo político se disputa desde las bases, desde la calle, desde las organizaciones comunitarias, desde espacios que no están justamente en ese espacio de poder. Tiene que ver con quiénes están activando lo político. Son esas personas que no están siendo representadas por la política y que de alguna manera se toman el espacio de enunciación. Lo político busca subvertir la política, busca perturbarla, busca generar cambios. La política en general busca intentar domesticar lo político, mientras que lo político tiene que ver con generar cambios concretos, y es ahí donde nosotras nos sentimos convocadas: desde la calle.

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