¿Hacia dónde va el lulismo? Un futuro abierto y la importancia del pueblo en las calles – Por Solange Martínez
¿Hacia dónde va el lulismo? Un futuro abierto y la importancia del pueblo en las calles
Por Solange Martínez*
Durante el mes de Octubre se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en el gigante latinoamericano, Brasil. La contienda electoral estuvo marcada por una polarización poco vista en el continente, con la victoria en segunda vuelta de Inacio Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores, encabezando un “amplio frente por la democracia”, con el 50.9% de los votos; ante el 49.1% de Jair Bolsonaro, perteneciente al Partido Liberal.
Si miramos el territorio con los anteojos electorales, podemos observar que de las cinco regiones de Brasil, Lula ganó solo en el Norte y en el Nordeste, pero con una marcada diferencia. Estos territorios ,y principalmente la región Nordeste, donde Lula obtuvo el mayor caudal de votos, mantiene una afinidad con dicho candidato que puede ser vinculada a la implementación de amplias políticas sociales y programas de inclusión como la Bolsa Familia, ejecutados desde su primer gestión como presidente a partir del año 2003.
Por otro lado Jair Bolsonaro, encontró sus 49 puntos en la Región Centro y Sur, compuesta por importantes territorios como lo son Brasilia, Sao Paulo, Rio de Janeiro, entre otras zonas de gran densidad poblacional, limitantes con Bolivia y de una marcada centralidad geopolítica para el país y la región latinoamericana en su totalidad.
Los días posteriores al ballotage y a la victoria del ya dos veces presidente de la república de Brasil, camioneros y civiles simpatizantes de Bolsonaro bloquearon las carreteras del país pidiendo la intervención militar ante la victoria del sindicalista metalúrgico del PT. Estos hechos fueron desactivados poco a poco por la intervención de la policía de Brasil y por el mismo Bolsonaro que declaró: «Debemos mantener la cabeza en alto. Las manifestaciones siempre son bienvenidas. Es una parte del juego democrático. Estoy molesto y triste como ustedes. Quiero hacer un llamado a ustedes. Despejen los caminos. Estas no son, en mi opinión, manifestaciones legítimas”.
El ex militar llegó a estas elecciones con una política negacionista del Covid 19 dejando como resultado más de medio millón de muertes e imputaciones en su contra por delitos de lesa humanidad; en política energética con la venta y privatización de la empresa estatal Eletrobras y con subas en los combustibles en un 50% que llevó a aumentos inflacionarios no vistos desde el año 2015; con fuertes políticas de militarización del país y de acceso a armas por parte de la población civil brasileña; y en materia económica con un plan de ajuste a partir de la sanción del proyecto de ley que limita el impuesto estatal sobre los combustibles, el gas natural, la electricidad, las comunicaciones, el transporte público y reajustes salariales que se situaban en un 50% por debajo del Índice Nacional de Precios al Consumo (INPC) según el Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos (DIEESE). Durante estos 4 años, el gobierno brasileño llevó adelante un plan centrado en la privatización de industrias nacionales, ajustes que impactan directamente sobre la economía de las clases populares, militarización de la población, presencia de fuerzas armadas, empresarios e iglesia evangélica en los órganos de gobierno, persecución y violencia política, un programa ultraconservador y ultraliberal. Este programa político dejó como resultado una profundización de la desigualdad y ha llevado a que el 5% más rico de la población brasileña obtenga los mismos ingresos que el 95% restante.
Lula da Silva, por su parte, llegaba a la contienda tras el levantamiento de todas las causas en su contra por falta de pruebas, su salida de la cárcel, y la posterior devolución de sus derechos políticos. Marcó la campaña denunciando la política liberal y represiva del bolsonarismo, y armando un amplio sistema de alianzas con el ala más de izquierda (PCdoB, Partido Verde) pero también con el ala de centro derecha, con el electo vicepresidente Gerardo Alckmin del PSDB (histórico partido opositor del PT), ahora en el Partido Socialista (PSB). Su campaña electoral llevó la principal propuesta de volver a colocar al Estado en un lugar protagónico de la agenda política, además del aumento del salario mínimo, regular existencias de productos agrícolas y “brasileanizar” los precios de los combustibles acorde a los costos nacionales, lo que constituye un evidente plan de reindustrialización nacional. En materia de derechos humanos, su propuesta otorga una clara protección de las minorías étnicas (incorporación de cuotas raciales en educación superior), a los pueblos originarios (afirmación de la posesión de tierras) y a las mujeres y diversidades. Por otro lado, la necesidad de la reducción de emisiones contaminantes, planteadas en el Acuerdo de París e “ir más allá” de éste, fue uno de los ejes vertebrales de cada uno de sus discursos. Por último, y no por esto menos importante, la recuperación de relaciones exteriores para la reintegración latinoamericana, volviendo a fortalecer la institucionalidad otorgada al Mercosur, Unasur y los Brics.
El 1 de enero Lula deberá asumir como presidente de Brasil, no sin dificultades en la transición, como ya se pudo ver durante estas últimas semanas en la que el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro presentó una demanda en la que pidió anular las elecciones poniendo en duda al 61 por ciento de las urnas electrónicas utilizadas en la segunda vuelta de las elecciones celebradas el pasado 30 de octubre. Como ya veníamos advirtiendo, meses antes a la contienda electoral de octubre, un escenario posible era que Jair Bolsonaro no reconociera la derrota en las urnas, ya que venía denunciando infundadamente, desde la salida de la cárcel de Lula, fraude electoral poniendo en el eje al STF (Tribunal Supremo Federal de Brasil), al STE (Tribunal Supremo Electoral de Brasil) y las urnas electrónicas. Este conflicto ya ocurrió con su principal aliado internacional, el expresidente de EEUU, Donald Trump, en las últimas elecciones norteamericanas y el histórico asalto al capitolio en enero del 2021 que lo dejó fuera de las redes sociales, pero con altos índices de popularidad en la población norteamericana.
La agenda a plantear por parte del nuevo gobierno de Lula, encuentra en su camino una serie de desafíos necesarios de resolver para una gestión que realmente realice transformaciones que lleguen a trastocar las entrañas de la estructura económica y social brasileña y del continente para, de esta manera, ponerle horizonte político popular direccionado a un modelo más inclusivo con redistribución de la riqueza socialmente producida. El pueblo brasilero ha colocado en las urnas, una vez más, un voto de confianza y esperanza para recuperar el pan arriba de las mesas de cada familia. Sin embargo es necesario advertir que para su victoria, el PT, tuvo que llevar adelante un gran sistema de alianzas, lo que significa que las contradicciones hacia dentro del bloque se irán profundizando a lo largo de los años que dure el mandato. El caso de Argentina es el más claro, que marca un supuesto nuevo panorama con el regreso de la ola progresista en América Latina, ya mencionada por muchos autores contemporáneos, donde se evidencia que los intereses en pugna hacia adentro de una coalición armada de cara a unas elecciones presidenciales, puede orientar su balanza hacia un programa que priorice el endeudamiento y cuidado de las empresas privadas.
Entonces es fundamental la presencia del pueblo brasileño en las calles, hoy cooptada por la derecha bolsonarista, para sostener día tras día la disputa de un programa de gobierno que realmente coincida con lo propuesto en la campaña electoral del lulismo y lo profundice. Sólo el pueblo con lucha permanente en las calles podrá dar lugar a las condiciones necesarias para que no surja un gobierno que negocie con los grandes poseedores de riquezas a costa de las clases populares, sino que abra paso para el renacimiento de una agenda chavista-bolivariana en América Latina con profundas transformaciones estructurales. Sólo el pueblo salvará al pueblo.
*Profesora de Psicología (UNSL). Dipl. en Género y Gestión Institucional (UNDEF). Investigadora del CEIL Manuel Ugarte (UNLa) y analista argentina del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).