Los 100 días de Petro en Colombia: pragmatismo e iniciativa permanente – Por Gerardo Szalkowicz

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Por Gerardo Szalkowicz, editor de NODAL

Los primeros 100 días de un gobierno suelen servir para parar la pelota y balancear lo hecho hasta el momento. En el caso de Colombia, la foto arroja un torbellino de iniciativas que logró desplegar Gustavo Petro en este impulso inicial, a contrapelo del resto de los gobiernos de la región empantanados en disputas internas, turbulencias económicas, acechos desestabilizadores y en los límites propios de su moderación.

Por eso hubo marchas en varias ciudades para acompañar su discurso, en un clima sino de celebración al menos de aprobación. De expectativa en que avancen las reformas planteadas por el primer gobierno progresista en la historia de un país castigado por 30 años de neoliberalismo, 60 de guerra y 212 de dominio conservador.

Durante casi una hora, Petro enumeró 50 hitos promovidos en estos 100 días, entre los que podemos destacar:

* «Ley de Paz Total»: su aprobación en el Congreso abrió paso al reinicio del diálogo con la guerrilla del ELN (que arranca este lunes) y tiene en el horizonte el desarme de las disidencias de las FARC y de los grupos narco-paramilitares (diez de ellos ya comenzaron el cese al fuego). Se trata del más prioritario y urgente desafío: pacificar un país que se desangra hace décadas. Para eso, Petro propone cambiar la doctrina militarista de sus antecesores por el concepto de «seguridad humana», bajo el mando del reconocido penalista Iván Velásquez como ministro de Defensa. En algunos territorios ya comienza a respirarse cierto alivio con la disminución de homicidios, aunque el genocidio por goteo contra líderes y lideresas sociales no mermó: este año ya fueron asesinados 164, de los cuales 36 ocurrieron durante el gobierno actual.

* Reforma rural integral: una pata fundamental para avanzar en el punto anterior y otro de los acuerdos incumplidos por el Estado tras la firma de la paz con las FARC en 2016. Se avanzará en una serie de instrumentos como la compra de 3 millones de hectáreas para entregar a comunidades negras, indígenas y campesinas, el reconocimiento del campesinado como sujeto de especial protección constitucional y un sistema nacional de economía del cuidado en la ruralidad con enfoque de género. El combo incluye un polémico acuerdo con la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegan), los terratenientes más poderosos del país señalados por vínculos paramilitares.

* Reforma tributaria: «Por primera vez hablamos de impuestos a los más ricos», arengó Petro tras aprobarse este jueves su principal caballito de batalla en materia económica. Si bien la normativa final debió moderarse en la rosca parlamentaria, es sin dudas una reforma progresiva que implica una mayor carga a las empresas, sobre todo de hidrocarburos, y a las personas más ricas. Y que permitirá recaudar el equivalente al 26% del presupuesto de inversión para, en palabras de Petro, «financiar la justicia social y la justicia climática».

* Agenda ambiental: el presidente logró posicionarse como líder regional en la agenda internacional de la crisis climática, llevando a la Asamblea de la ONU y a la COP27 propuestas concretas como un canje de deuda ambiental y la creación de un fondo para proteger la Amazonía. En lo doméstico, su promesa de descarbonización y transición energética empieza a tomar forma con medidas como la adhesión al Acuerdo de Escazú y la suspensión del fracking.

* Giro en política exterior: el punto saliente fue el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, después de tres años en los que el gobierno de Iván Duque fue punta de lanza del injerencismo norteamericano y de la experiencia fantasma de Juan Guaidó. Sin confrontar abiertamente con Estados Unidos, Petro empieza a tomar vuelo en los foros internacionales y va camino a ser un jugador clave en el renovado polo progresista latinoamericano.

Otras políticas públicas a resaltar en estos 100 días son la reducción en las tarifas de energía; el fin del servicio militar obligatorio; la creación del —todavía en pañales— Ministerio de la Igualdad que conducirá Francia Márquez; el cambio en la política antidrogas; programas como el Mejoramiento de Vivienda o el Preventivo de Salud; y la promesa de gratuidad en la educación superior.

Fortaleza y ¿debilidad?

Si la hiperactividad y la iniciativa constante es el principal elemento a resaltar en el primer tramo de su gobierno, también lo es su pragmatismo. Petro armó una coalición de gobierno heterogénea, con paridad de género y figuras del campo popular, y en el Congreso amplió su alianza a sectores liberales e incluso conservadores. Fomentó la participación asistiendo a 34 diálogos regionales vinculantes con autoridades locales y comunidades, y hasta se reunió dos veces con Álvaro Uribe.

Esta estrategia del diálogo y el consenso le permitió desplegar su agenda legislativa y su plan de gobierno, con negociaciones y concesiones a la orden del día. ¿Hasta dónde esta gobernabilidad inesperada que aparece como fortaleza no significará también un límite para las transformaciones raizales que precisa Colombia? ¿Cuánto le dejará seguir avanzando la ultraderecha uribista? ¿Qué pasará cuando se agudicen las tensiones al tocar los intereses de la élite que gobernó estos 200 años?

«Por supuesto que 100 días no dan para cambiar 500 años de exclusión y violencia», advirtió Francia Márquez. Por lo pronto, estos primeros pasos parecen auspiciosos y aportan una bocanada de aire fresco en un escenario regional dominado por desconciertos gubernamentales. Incluso por la importancia de su potencia simbólica; de los 50 hitos que enumeró Petro, el primero remarca: «Recuperamos la espada de Bolívar».

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