Cristina Fernández ante una multitud: “Cambiamos la Argentina y lo podemos volver a hacer”

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Por María Cafferata

Fue un discurso de campaña. En un clima que parecía querer revivir el 2011, con la consigna «La fuerza de la esperanza» reflotando en cada pantalla y bandera, Cristina Fernández de Kirchner salió a la cancha en el estadio de La Plata frente a una multitud que no paró de corear «Cristina Presidenta». Era la segunda vez que la vicepresidenta aparecía en público tras el atentado, pero para la dirigencia y militancia que motoriza su candidatura presidencial –con más ahínco que nunca– fue como el primer reencuentro, una reversión siglo XXI del «luche y vuelve» de Juan Domingo Perón tras 17 años del exilio (epopeya peronista cuyo 50 aniversario fue la excusa para el acto). CFK no hizo un anuncio oficial, pero dejó una puerta abierta. Luego de hablar sobre la necesidad de recuperar el pacto democrático, de profundizar sobre una política de Seguridad y de alinear precios y salarios, CFK reivindicó el proceso 2003-2015 y cerró: «Podemos volver a ser esa Argentina porque ya lo hicimos. La gente tiene que decidir si quiere volver a tener esa Argentina que alguna vez tuvo».

«Cristina presidenta»

Parecía un festival de rock. O un acto de lanzamiento. Desde las 16, el estadio Diego Armando Maradona se había ido llenando de decenas de miles de militantes que mataban el tiempo bailando bachata o armando pogo al ritmo de Los Redondos. En un pico de mística nostálgica del Bicentenario, La mancha de Rolando tocó en vivo, la frutilla del postre de una jornada que buscó simular el clima popular del 2011-2012: no fue casual que la consigna del acto replicara la «supercampaña» del 54 por ciento de los votos del 2011. La consigna había sido clara: crear un espacio de excitación, alegría y esperanza que ayudara a generar las condiciones para la candidatura de CFK en 2023. Y 50 mil personas bailando y cantando «Cristina presidenta», sin parar, hasta bien entrada la noche, era un buen comienzo. «Estamos armando los cimientos para lo que se viene», explicó una dirigenta bonaerense.

«En el 72′ Perón volvió tras 17 años en el exilio y ahora vuelve ella, tras un intento de asesinato, para reencontrarse con todos nosotros», deslizó un importante dirigente peronista, mientras el estadio cantaba, moviendo los cimientos, la marcha peronista. La disposición había sido organizada milimétricamente. En la platea izquierda estaban los sindicatos (UOM, CTA, Camioneros), en la derecha las agrupaciones kirchneristas (Kolina, Peronismo Militante) y en el centro, con una bandera que decía: «Era tan diferente cuando estabas tú», la enorme columna de La Cámpora. Por un pasillo, iba ingresando la dirigencia, que se acomodó en el campo. Máximo Kirchner y Mayra Mendoza –quienes dieron una postal cantando juntos sobre un paravalanchas–, decenas de intendentes bonaerenses –Juan Zabaleta incluido–, funcionarios -como Axel Kicillof y Andrés Larroque (el verdadero organizador del acto)–, ministres «albertistas» –como Gabriel Katopodis y Victoria Tolosa Paz– y ministros kirchneristas –como «Wado» De Pedro-, así como referentes sindicales y sociales. Hasta el Movimiento Evita –foco habitual de los dardos del kirchnerismo.

La organización había sido puntillosa. Contrastaba con el fervor militante el operativo de seguridad que, tanto Sergio Berni como las organizaciones, habían desplegado en los alrededores del estadio. La zona estaba prácticamente militarizada: dos cordones policiales que solo se podían atravesar si se contaba con una de las pulseras habilitadas (rosa, negra o blanca), una fila de cacheos con detector de metales, y efectivos en cada esquina. Al ingresar, del lado de la prensa y la dirigencia, había un catering rodeado de pantallas y banners que le daban aire de bunker de campaña. Al entrar a las gradas, sin embargo, aparecía la inmensidad de más de 40 mil militantes que, cuando se hicieron las 19.50 y CFK ingresó, volvieron a la carga: «Cristina presidenta».

«La fuerza de la esperanza»

Vestida de blanco –como Lula en el último tramo de la campaña–, CFK comenzó su discurso con una reflexión sobre la proscripción del peronismo: «Vaya ese primer tributo a ese peronismo a los que ahora muchos les quieren contar lo que es la libertad y la democracia. Que nadie venga a explicarnos a los peronistas lo que es la libertad de poder opinar», arengó, y destacó el valor del regreso de la democracia en el 83′: «Es cierto que con la democracia no se pudo comer, ni curar, ni educar, pero sí se puede vivir. Porque para educarse, para comer o trabajar primero hay que estar vivos». En ese momento, aprovechó para hacer una primera mención del intento de asesinato y aseguró, que aquel 1 de septiembre, «el pacto democrático se rompió».

Acto seguido, en un primer gesto de campaña, CFK se refirió a un tema que no suele tocar: seguridad. «Terminemos con los debates absurdos porque la democracia tiene una deuda en materia de seguridad que ningún partido político ha logrado solucionar», sostuvo, y apuntó directo a Cambiemos y su discurso «mano dura» que puso a una «Miss Argentina» en Seguridad, en referencia a las colaboradoras de Gerardo Milman (mano derecha de Patricia Bullrich cuando era ministra). Hubo más de una referencia implícita a Milman en su discurso, como cuando se refirió al proyecto de ley que presentó en el Congreso y terminaba: «Sin Cristina hay peronismo. Sin peronismo, sigue habiendo Argentina». «En esa frase –dijo ella– estaba condensado el objetivo: suprimir al peronismo».

No había manera. Si bien CFK intentaba continuar con el tema de seguridad -cuestionando los casos de gatillo fácil -, la tribuna la interrumpía: «Cristina presidenta», cantaba. «Todo en su medida y armoniosamente, como decía el General», respondió, entre risas.

Sin Alberto Fernández en el menú

No hubo, en esta ocasión, ningún dardo envenenado contra Alberto Fernández –que al momento del acto estaba volando hacia la Argentina– ni a sus ministros, aunque hubo una advertencia sobre la situación económica. Al cuestionar el «brutal endeudamiento» del gobierno de Mauricio Macri, la vice denunció que el FMI «condiciona nuestras políticas». «Ahora tenemos que generar recursos no para generar valor, sino para pagar la deuda. Es necesario alinear precios, salarios y tarifas», dijo y recordó que ella ya lo había advertido en el 2020 para evitar que toda la riqueza «se la llevaran cuatro vivos». «Tenemos que explicarle a nuestro pueblo. No hay mejor ayuda para un gobierno que la sociedad sepa hacia dónde vamos», reclamó.

En un punto, CFK apuntó contra el «Partido Judicial» y remarcó que parte de los 6,3 puntos de inflación estaban vinculadas al aumento en las telecomunicaciones, que aumentaron el doble «porque hay jueces que dijeron que el decreto que se firmó para que sea servicio publico no se debe aplicar». Ahí, señaló que «no es bueno para el pueblo» que sean los magistrados los que «deciden sobre las políticas económicas del país».

Ya sobre el final, CFK advirtió que la situación internacional «venía fulera» y que era necesario poder discutir los problemas del país «por fuera del agravio permanente», llamando así a convertir el 17 de noviembre en el «Día del militante por la Argentina». Recordando el regreso de Perón, CFK volvió a ofrecer un guiño: «Cuando el General volvió él no quería ser presidente, estaba todo muy convulsionado, tal vez lo trajeron demasiado tarde», deslizó. Y, acto seguido, hizo un pronunciamiento respecto a la posibilidad de regresar a los tiempos 2003-2015 cuando «el endeudamiento era bajo, teníamos el salario en dólares más alto de América Latina, teníamos cinco millones de pibes recibiendo computadoras y enviábamos satélites al espacio»: «Podemos volver a hacer esa Argentina porque ya la hicimos».

Finalizado el discurso, que duró una hora, estallaron bengalas y fuegos artificiales y el estadio comenzó a vaciarse. «Fue un lanzamiento», afirmó un importante dirigente sindical, sonriente. «Yo ya la siento candidata», reforzó otro dirigente de La Cámpora.

Página 12


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