La revolución del Concilio Vaticano II – Por Pedro Brieger

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La revolución del Concilio Vaticano II*

Por Pedro Brieger, director de NODAL

Hace sesenta años, en octubre de 1962, Juan XXIII inauguró las sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II.  Este fue un hecho de singular trascendencia que influyó sobre la Iglesia en general y la latinoamericana en particular.

La elección en 1958 de Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli, patriarca de Venecia), apodado “El Bueno”, había sorprendido al mundo cristiano que esperaba encontrar un Papa similar a los otros, conservador, dócil, y tal vez de “transición”.

Las concilios anteriores por lo general ya estaban resueltos en Roma e imposibilitaban una real discusión de los temas a tratar.  Pero Juan XXIII quiso que entrara aire en la Iglesia corriendo el riesgo de que muchos se resfriaran, cómo él mismo solía decir.  Relegando la vieja práctica jerárquica Juan XXIII permitió e incentivó la participación en el proceso de discusión de todos los miembros de la Iglesia, incluidos los laicos.  Es así que se reelaboró la teología, la práctica cotidiana, la liturgia, y por sobre todas las cosas la relación entre los sacerdotes y el mundo de los fieles.  También en la relación hacia la mujer se comenzó una relectura de su rol e inserción social.  La carta Encíclica de Juan XXIII -conocida como Pacem in terris- reconoció el ingreso de la mujer a la vida pública y que no podía ser considerada y tratada como un instrumento del hombre.

El Concilio Vaticano II produjo, además, un cisma no declarado en la Iglesia.   Por ello a los adherentes de las reformas se los definió como “posconciliares” y a sus opositores “preconciliares”, entre ellos muchos militares que encabezaron golpes de Estado y tomaron como sus principales enemigos a los sacerdotes y obispos que adherían al Concilio.

En marzo de 1967 el Papa Paulo VI (que sucedió a Juan XXIII después de su muerte en junio de 1963) difundió la encíclica Populorum progressio (PP).  Y ésta profundizó algunos conceptos del Concilio destacando la urgencia de cambios sociales.

La PP circuló rápidamente entre los obispos y sacerdotes, influyendo especialmente en el llamado Tercer Mundo.  Todas las organizaciones cristianas se vieron sacudidas por el proceso interno de la Iglesia y en América Latina y el Caribe trataron de adaptarlo a la realidad política de cada país.  De allí, a desarrollar la llamada Teología para la Liberación había un paso, porque fue la expresión de un vasto movimiento social que incluyó a laicos, sacerdotes y algunos obispos que comenzaron a estructurar Comunidades de Base como respuesta a la pobreza crónica de millones de creyentes y no creyentes.

En los años sesenta América Latina se estaba transformando rápidamente, desarrollándose las ciudades como producto de la industrialización con cordones de pobreza albergando a millones de personas que emigraban masivamente del campo a la ciudad en busca de fuentes de trabajo.

El Concilio Vaticano II además influyó para una relectura profética de Moisés, Isaías y Jesús,  y permitió encontrar una mensaje liberador que chocaba con los sacerdotes ligados al poder de las clases dominantes.  Por eso las Comunidades de Base se desarrollaron también con sacerdotes que fueron a vivir a los barrios más humildes, en las mismas condiciones que los pobres.  Por otra parte, Juan XXIII les había dado un impulso al afirmar que “el gran escándalo del siglo XX es la pérdida de la clase obrera por parte de la Iglesia”, algo que ya se vislumbraba desde la encíclica “Rerum novarum” de León XIII a fines del siglo XIX.

Por eso no extrañó que muchos sacerdotes se acercaran a las capas populares e incluso comenzaran a trabajar en fábricas y pasaran a formar parte de la clase obrera.  Entre tantos otros, estuvo Miguel Ramondetti, uno de los fundadores en 1968 del argentino Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) que trabajó como albañil y luego en una fábrica metalúrgica.  Eran curas obreros.

Sesenta años después de aquel Concilio todavía se debate sobre la profundidad de los cambios realizados en la Iglesia católica.  A Juan XXIII lo sucedieron cuatro Papas hasta las llegada del argentino Jorge María Bergoglio, el jesuita convertido en el Papa Francisco en 2013.  Si bien Bergoglio no fue parte de la Teología para la Liberación, ya como Francisco parece un continuador del legado de aquel Concilio.  Y no es casual que sea un latinoamericano el que alce su voz contra las más poderosos y se acerque a los más pobres.

*Versión adaptada y actualizada de la investigación sobre el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) publicada en mayo 1991 en la revista Todo es Historia, Nº 287, Buenos Aires, Argentina

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