Entrevista a Lina Merino: “Es necesario contar con una empresa nacional de alimentos”

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Entrevista a Lina Merino: “Es necesario contar con una empresa nacional de alimentos”

Por Mariana Hidalgo y Alejandro Armentia

Lina Merino es biotecnóloga, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Hurlingham. Es oriunda de Berisso, estudió en la UNLP y se formó en la investigación científica en el Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología (CIDCA), centro asociado a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia. Desde allí se convirtió en una importante difusora del kéfir, un alimento solidario, accesible y sobre el cual actualmente se estudia su escalado: “Para esto estamos trabajando integralmente entre diversas instituciones del sistema científico público sobre todo en la provincia de Buenos Aires”, explicó.

Por su lógica, el kéfir es un alimento que está relacionado con el acceso a un alimento de calidad y sobre todo de preparación artesanal ¿Qué se busca a nivel científico para ampliar su consumo?

Somos un gran equipo que estudia, por un lado, la tecnología o proceso de producción del kéfir a escala y, por otro lado, pensamos estrategias de distribución y acceso a la población socioeconómicamente más vulnerable. Creemos que más allá de poder desarrollar y estudiar una tecnología de producción, también tenemos que trabajar fuertemente en el acceso. No nos serviría a nosotros y nosotras -con nuestra visión de la ciencia, al menos desde el lugar de la ciencia pública- desarrollar conocimientos que luego no se articulen con las necesidades del sector productivo o que no tengan un impacto social. Es, básicamente, poner a disposición de la sociedad los conocimientos que se producen en los ámbitos públicos.

El acceso a alimentos o sus limitaciones está relacionada con la concentración de empresas ¿La ciencia pública busca llegar ahí donde el mercado no lo hace?

Las multinacionales de los alimentos, son quienes hoy quizás privan a la mayor parte de la población de este tipo de alimentos, sanos, saludables, seguros, nutricionalmente muy completos con características beneficiosas para la salud. Entonces, esa es la idea de estos proyectos y estamos en esto para aportar a la construcción de un modelo de soberanía alimentaria. Sobre todo en este contexto a nivel mundial y en Argentina en particular, en la cual una parte importante en esa cadena de valor de producción de alimentos está altamente concentrada.

¿Qué tan concentrada está la producción de alimentos?

Son un puñado, un número muy pequeño de empresas globales transnacionalizadas que hoy producen y son dueños de la producción de los alimentos. Eso, por un lado. Por otro lado, además de la concentración de las multinacionales de alimentos, Argentina tiene el problema histórico de la primarización. Es decir: exporta materias primas, importa el valor agregado. Con lo cual el desafío para los gobiernos -sobre todo los gobiernos nacionales y populares- es tratar de invertir la ecuación. Es sustituir importaciones, es agregar valor en origen, es desarrollar economías regionales. Por eso también es necesario contar con una empresa nacional de alimentos para poder participar en la producción y en la comercialización.

Solemos escuchar: Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, sin embargo, no podemos atender las necesidades de 47 millones ¿Dónde crees que está el problema?

Es un problema de modelo: cómo se produce, para qué, cómo se distribuye y qué intermediarios tiene ese circuito. Me parece que ahí se van visualizando algunos de los problemas que tiene el modelo agroalimentario argentino, en particular por el alto grado de concentración. Esto incluye la producción, la transformación y la distribución hasta llegar a los consumidores. Es un sector que además necesita innovación tecnológica que no debiera depender de laboratorios extranjeros que imponen condiciones, cobran en dólares y que pueda responder a un modelo sustentable. Por otro lado, son commodity y sus precios varían internacionalmente, en general se producen para la exportación. Es decir, se producen como fuente de divisas, no para garantizar la alimentación de la población. Entonces, es un negocio donde solo ganan unos pocos especuladores. Y a todo esto, se usan los recursos naturales de nuestros suelos, se desgastan, pero no quedan beneficios. 

¿Cuál es el papel de la ciencia en este escenario?

La ciencia tiene un rol fundamental ya que aporta conocimiento para comprender mejor el modelo, para que podamos justamente agregar valor, para desarrollar tecnología que nos permita sustituir la importación de este tipo de productos. Esto no sólo se aplica a los alimentos; también podemos desarrollar la industria farmacéutica, la biotecnológica. Pensemos, además, en toda la cadena de valor desde la producción de los alimentos: los paquetes tecnológicos que intervienen en la producción de alimentos. Todo eso podría ser reemplazado por conocimiento y tecnología nacional.

¿Hay capacidades instaladas en el sistema científico provincial y nacional para revertir esa situación?

Hay capacidades instaladas para hacer ese salto, pero bueno, depende también de qué modelos se imponen en las universidades y en el sistema científico en su conjunto con respecto al grado que tenemos de integrar la ciencia y el desarrollo científico nacional con el sector productivo y con las necesidades sociales. Para mí esto se logra a través de las decisiones políticas. Hay experiencias pequeñas, muy buenas, que son modelos a seguir. Pero se necesitan políticas firmes: control de precios, sustitución de importaciones, impuestos a los más ricos y frenar la fuga de capitales. Un caso emblemático en todo esto es Vicentin.

¿Qué representa Vicentin en esta matriz relacionada a la falta de acceso a alimentos, alta concentración de empresas productoras y, como decías, la necesidad de “políticas firmes”? 

Vicentin es un gigante que supo construir un imperio gracias al Estado. No fue magia. No crecieron por el esfuerzo de una familia muy lúcida, sino gracias al Estado, tomando una deuda totalmente irrisoria. Digo: nunca antes visto el saqueo que hizo esa empresa sobre todo luego de las PASO de 2019, cuando tomó una deuda millonaria con el Banco Nación de la Argentina. De esa manera se convirtió en una empresa que maneja frigoríficos, aceiteras, terminales portuarias. Es una empresa que tiene una capacidad de incidencia enorme por lo menos en 30 sectores de la producción de alimentos. En su momento, el hecho de que el Estado haya tenido la posibilidad de control de Vicentin, significaba que el Estado argentino se constituya como un actor en esa mesa de pocos jugadores que deciden sobre la producción, la distribución, los precios… decisiones que en definitiva terminan impactando en la mesa de los argentinos y las argentinas.

Tomar el control de esa empresa te convierte en un actor decisivo, no es la visión de que estás adquiriendo una empresa con deuda, sino que estás siendo un accionista, un actor que decide sobre ese sector que no es ni más ni menos que el sector alimentario. Esto, en un escenario de crisis iniciada en 2008 con la subprime, luego con la pandemia a nivel mundial y ahora con la guerra en Ucrania, con Rusia como potencia mundial en la energía y en lo alimentario. Argentina también tiene la capacidad de ser un actor importante en esos sectores. Si el Estado hubiera tomado firmemente la decisión, hoy podríamos estar hablando de otras cosas y no de una inflación del 70 % en lo que va del año, o un 7% mensual.

Más allá de la complejidad económica ¿de qué manera podría haber impactado el control por parte del Estado de esa empresa ?

Lo más básico: te garantizaba el acceso a la alimentación. Nosotros expresamos como soberanía alimentaria, no solo la capacidad de tener acceso a alimentos sanos, seguros, de calidad todo el año y culturalmente aceptables. Las cifras de inseguridad alimentaria general y severa en nuestro país tendrían que ser para nosotras y nosotros un límite, al menos para las investigadoras y los investigadores, y sobre todo los que trabajaban en un área de alimentos. Un punto desde donde tenemos que pensar nuestras actividades y nuestras acciones. Los números son terribles: que uno de cada dos niños en Argentina sea pobre y no acceda de alimentación de calidad, es un problema grave sobre el que tenemos que trabajar. Lo que nos moviliza desde nuestro lado es cómo podemos hacer que la población que más lo necesita acceda a los alimentos.

CIC

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