A 60 años de la crisis de los misiles en Cuba – Por Eduardo Lucita

1.882

La crisis de los misiles, tal la forma periodística con que la conocimos por estas tierras, sucedió en octubre de 1962 cuando el 16 de ese mes EEUU confirmó la presencia de misiles de alcance medio instalados en territorio cubano. El 22 el presidente John Kennedy conminó a Rusia a retirar de inmediato esas instalaciones amenazando con bombardear y luego invadir.

Riesgo nuclear

Kennedy desoyó a sus asesores militares que le recomendaban destruir las bases de cohetes y luego invadir la isla, en lugar de eso optó por el camino diplomático. Anunció por la TV “una cuarentena naval” a Cuba y llamó a la URSS a retirar los misiles. En el interin, un avión espía estadounidense fue derribado por los soviéticos. El 25, el premier Nikita Jruschov comunicó a EEUU, sin consulta previa a Cuba, que retiraría la infraestructura misilistica. Los cubanos se enterarían recién el 28 por Radio Moscú.

En medio de ese trajinar, cientos de vuelos de reconocimiento con aviones U-2, que no eran visibles para los cubanos, fotografiaban toda la isla. Ese mismo 28, un general soviético decidió por su cuenta y dio orden de disparar. El disparo fue certero y derribó un U-2. Décadas después, Fidel declaró en una entrevista “Estuve en total acuerdo con el derribo del avión…pienso que fue lo único consistente que hicimos en aquellos días…”

A las armas

Informado que Kennedy anunciría la cuarentena el gobierno revolucionario se adelantó y declaró la movilización general y el estado de guerra. Esa tarde un cartel rojo con la leyenda “A las armas” y una figura levantando una metralleta inundó las calles de la Habana. Fueron movilizados 300.000 hombres. Muchos que no fueron convocados ( hombres y mujeres) se presentaban voluntariamente y hacían instrucción armada. Toda Cuba estaba en pié de guerra.

La crisis duró exactamente 13 días. En ese lapso las negociaciones entre Washington y Moscú fueron febriles. La Unión Soviética retiró algunos de sus buques y EE.UU. dejó pasar otros, tras asegurarse de que no tenían armas, mientras que la inteligencia estadounidense insistía en que las baterías de misiles estaban a punto de ser operativas. Al final Jruschov ofreció retirar los misiles si a cambio Kennedy se comprometía a no invadir Cuba. En secreto negociaron la retirada de los misiles estadounidenses de Turquía.

De la crisis militar a la política

Se evitó la guerra nuclear, pero se abrió una crisis política entre Cuba y la URSS. La indignación ante el retroceso de Jruschov recorrió toda la isla. Ni siquiera los habían invitado a participar de las negociaciones. Los cubanos se sintieron traicionados, agraviados y abandonados. Cuba tenía solo sus armas, los misiles los manejaban los soviéticos y la orden de accionarlos debía provenir de Moscú, “Nos traicionaron”, “Nos hicieron lo mismo que en España”, “Nikita, Nikita, lo que se da no se quita”. Esas consignas y esos sentires surgieron espontáneamente y recorrieron todos los rincones de la isla

Para la URSS los misiles, que extendían sus bases militares hasta el Caribe, eran la contrapartida de los que había instalado EEUU en 1958 y 59 en Italia y Turquía, dejando a las principales ciudades soviéticas (Moscú y San Petersburgo entre ellas) al alcance de su destrucción. Para EEUU era inadmisible permitir bases nucleares de alcance medio a tan corta distancia de su territorio, podían ser alcanzadas tanto Washington como Nueva York. Para Cuba, luego de la invasión de Playa Girón y los miles de vuelos de reconocimiento y amedentramiento era la defensa de su nacionalidad, de su territorio y de su revolución. Había llegado el momento de la lucha y los cubanos estaban dispuestos. El posible enfrentamiento nuclear sería entre las potencias, pero quienes pondrían todo, vidas y territorio, eran los cubanos.

En octubre de 2002, al cumplirse 40 años de aquella crisis, se realizó en La Habana una Conferencia Internacional de la que participaron delegaciones de los tres países involucrados y protagonistas de alto nivel como Fidel Castro, presidente de Cuba, Robert Mc Namara, Sec. de Defensa de EEUU en aquel tiempo y Anatoly Gibkov, jefe de las fuerzas soviéticas estacionadas en Cuba. El historiador y periodista argentino/mexicano Adolfo Gilly cubrió ese evento y pudo entrevistar a testigos que vivieron aquellos acontecimientos en La Habana. Luego escribió su ensayo “Cuba en octubre. A la luz del relámpago”, un detenido y documentado estudio sobre aquellos días, que se publicó en la revista Cuadernos del Sur n° 36 (Bs. As. nov. 2003). Esta nota es tributaria de aquella publicación.

Gilly nos dice lo que constató: “Un llamado audaz de una dirección que reunió en su torno a todo su pueblo, y se colocó así bajo su protección, su influencia y su impulso. Una movilización inmediata y en masa, esa participación de todos y en todas partes. Fue lo que hiso la diferencia con lo que se vivía en paralelo en EEUU y en la URSS. Dos potencias al borde de provocar una catástrofe mundial sin que sus pueblos fueran convocados a ser otra cosa que espectadores pasivos. Conteniendo el aliento y esperando que sus dirigentes no los arrastraran al abismo de una guerra nuclear”.

Relata allí numerosos intercambios entre los tres principales protagonistas asistentes al evento, a los que luego se agregaría el Che.

Décadas después, los norteamericanos se sorprendieron al enterarse que las armas nucleares estaban en Cuba ya antes de declararles la cuarentena naval. Mc Namara preguntó entonces a Fidel “¿Que habría hecho con esas armas en caso de ataque?”, Fidel respondió: ”Partíamos del supuesto que si había una invasión, la guerra nuclear habría estallado”… “¿Y cuál habría sido el desenlace para Cuba?” repreguntó, “Habríamos desaparecido, vimos el peligro, lo digo con franqueza y la conclusión, Sr. Mc Namara, es que si nos vamos a basar en el miedo nunca seremos capaces de evitar una guerra nuclear”. “La respuesta del presidente hizo recorrer un escalofrío por mi espinazo” confesó Mc Namara.

Para los cubanos era la defensa no solo de su revolución sino de todo el campo socialista, para los soviéticos era impedir un ataque militar a la isla, pero Cuba era solo una ficha de cambio en el tablero de la Guerra Fría.

Hoy cuando el peligro nuclear nuevamente sacude al mundo, aquellos días vuelven a nuestro recuerdo. También la dignidad de un pueblo y una nación que seis décadas después todavía resiste en las barbas del imperio.

*integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-

Página/12


 

Más notas sobre el tema