“No más polarización” pide el Papa en aniversario 60 del Concilio Vaticano II

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“No más polarización” pide el Papa en aniversario 60 del Concilio Vaticano II 

 

Una Iglesia que no ceda “a la tentación de la polarización” y que no permita espacios a “conflictos, venenos y polémicas”. Que escape de la autorreferencialidad, que sea liberadora y que se centre en los descartados. Ese es el “identikit” que ofreció Francisco al recordar los 60 años del inicio del Concilio Vaticano II, encuentro del liderazgo católico mundial que durante tres años inició reformas históricas en la relación de la Iglesia con el resto del planeta. Además, reproducimos una entrevista al padre Ignacio Fernández, experto que evalúa el impacto del Vaticano II en América Latina: “Es una invitación a pensar la acción eclesial como una misión para todos, apartando el elitismo y las dinámicas de luchas ideológicas”.

El papa Francisco ha celebrado una misa en la Basílica de San Pedro para conmemorar el 60 aniversario del inicio de uno de los últimos hitos de la Iglesia católica. Un Concilio ecuménico, es decir, universal, fue la convocatoria hecha por el papa Juan XXIII para reunir al colegio de obispos a fin de afrontar juntos, a la luz del Evangelio, las nuevas cuestiones que plantea la historia.

El Concilio Vaticano II se inauguró el 11 de octubre de 1962. Aquel día, más de tres mil participantes desfilaron en la Plaza de San Pedro, entre ellos cardenales, arzobispos, obispos y superiores de familias religiosas. Venían de todo el mundo y representaban a todos los pueblos de la tierra. La Basílica vaticana se había transformado en el Aula Conciliar. Entre estos espacios y momentos de gran intensidad, resonaron las palabras del papa Juan XXIII en la solemne apertura: “Las gravísimas situaciones y problemas que la humanidad debe afrontar no cambian; de hecho –decía el Papa Roncalli en su discurso en latín– Cristo ocupa siempre el lugar central en la historia y en la vida”.

Esta semana, en su homilía, Francisco llamó a volver a las fuentes, “a una Iglesia que sea libre y liberadora”. Explicó que “el Concilio indica a la Iglesia esta ruta: la hace volver, como Pedro en el Evangelio, a Galilea, a las fuentes del primer amor, para redescubrir en sus pobrezas la santidad de Dios”.

Con una reivindicación del Concilio que opera al mismo tiempo como hoja de ruta para el presente, Francisco pidió atención para evitar las disputas y conflictos: “ni el progresismo, que se adapta al mundo, ni el tradicionalismo -o involucionismo- que añora un mundo pasado son pruebas de amor, sino de infidelidad. Son egoísmos pelagianos, que anteponen los propios gustos y los propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús pidió a Pedro”.

“Hermanos, hermanas, volvamos al Concilio, que ha redescubierto el río vivo de la Tradición sin estancarse en las tradiciones; que ha reencontrado la fuente del amor no para quedarse en el monte, sino para que la Iglesia baje al valle y sea canal de misericordia para todos. Volvamos al Concilio para salir de nosotros mismos y superar la tentación de la autorreferencialidad”, llamó luego el Papa. Una Iglesia, en la que, “si es justo tener una atención particular, que sea para los predilectos de Dios, para los pobres y los descartados”.

En una homilía con mucho mensaje para el futuro de la Iglesia, el Papa agregó otros peligros de la modernidad a la lista de ejes para retomar de las enseñanzas del Concilio. No cedamos a la tentación de la polarización”, enfatizó Francisco.

“Cuántas veces, después del Concilio, los cristianos se empeñaron por elegir una parte en la Iglesia, sin darse cuenta que estaban desgarrando el corazón de su Madre. Cuántas veces se prefirió ser ‘hinchas del propio grupo’ más que servidores de todos, progresistas y conservadores antes que hermanos y hermanas, ‘de derecha’ o ‘de izquierda’ más que de Jesús”, lanzó, en un llamado de atención a los sectores que buscan sembrar división en la Iglesia. “El Señor no nos quiere así, nosotros somos sus ovejas, su rebaño, y sólo lo somos juntos, unidos”, dijo, antes de convocarnos a superar “las polarizaciones”. El Papa deseó así que la conmemoración de hoy “acreciente en nosotros el anhelo de unidad, el deseo de comprometernos por la plena comunión entre todos los creyentes en Cristo”.

Concilio Vaticano II: 60 años después, la unidad aún desafía a la Iglesia

En el 60º aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, Vatican News dialoga con el Padre José Ignacio Fernández, doctor en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana, para reflexionar sobre la vigencia del mensaje de este tiempo de gracia para el Pueblo de Dios, sus elementos centrales, el impacto en América Latina y los retos en la actualidad.

El impacto del Concilio en América Latina

Dirigiendo la conversación hacia el continente latinoamericano, el especialista comparte algunos frutos de las Conferencias Generales del Episcopado, como fueron las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), que han dado mucha vida a la Iglesia, que permitió hacer experiencia de la participación a través del Bautismo; es decir, que cada miembro de la Iglesia se pudiera experimentar parte de una comunidad, parte de un todo a través de estas pequeñas comunidades. Estas CEBs dieron “una buena acogida y recepción” a la reforma litúrgica conciliar, “que va muy de la mano de la vida bautismal”. También destaca la inmensa cantidad de sínodos diocesanos que se han celebrado en el inmediato posconcilio, que decreció en el tiempo, pero hubo un momento de efervescencia en este sentido.

Las Conferencias Generales de los Episcopados en América Latina se hicieron eco de varias enseñanzas del Concilio Vaticano II. Entre los aspectos, Fernández destaca la comprensión de la Iglesia en clave misionera, que nos abre la puerta a saber que todos somos corresponsables en la acción eclesial, y que no es una misión reservada a una élite, sino a todos, sin entrar en dinámicas de luchas ideológicas: “El hecho de decirnos ‘el Santo Pueblo Fiel de Dios’ es porque también reaparece la primacía del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia como dinamismo. Creo que entrar en elementos comunes, simples, nos puede ayudar a encontrar caminos de unidad antes que de división, y dejar de lado las ideologías que a veces pueden entrar en algunos grupos y pueden generar una imagen de una Iglesia que divide. El Espíritu Santo tiende a unirnos, y a ayudarnos a encontrar estos elementos”.

El sensus fidei

La Teología del Pueblo de Dios es otra riqueza reflejada en el Concilio, según el Padre Fernández. En este ámbito, considera que se abren desafíos importantes en el modo en el que vamos acogiendo los consensos que el Espíritu Santo genera en la vida de la Iglesia. Esta Teología era una cuestión que no estaba en las expectativas anteriores al Concilio, sino surge dentro del debate conciliar.

Hay algunos elementos que ayudan a profundizarla, como el sentido de la fe del Pueblo de Dios, el sensus fidei: “Es una de esas dimensiones que la estamos redescubriendo, cómo la sentimos. Los seres humanos tenemos cinco sentidos, el Pueblo de Dios -como una unidad- también tiene un sentido en las cosas de la fe para descubrir por dónde le habla el Espíritu Santo. ¿Cómo activamos este sentido del Pueblo de Dios? Yo creo que es uno de los grandes desafíos a los que el mismo Papa nos está animando a acoger por medio de esta experiencia que hoy llamamos sinodal, como una experiencia en que todos estamos llamados a participar para reconocer los caminos que el Espíritu Santo nos ofrece hoy”.

“El valor de la dignidad bautismal de cada miembro se realiza, se expresa y alcanza mayor plenitud en la medida que encontramos lo común, lo comunitario, lo que es común a todos”, dice Fernández. En este dinamismo de articulación de lo común y lo personal de la dignidad bautismal y del Pueblo de Dios ungido por el Espíritu, el teólogo reivindica que es donde en la actualidad estamos llamados a hacer camino juntos. “Y parece que la sinodalidad es una dimensión en la vida de la Iglesia que parece articular muy bien esta teología del Pueblo de Dios”, añade.

 

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