Brasil:los grandes capitalistas en la campaña electoral – Por Armando Boito Jr

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Brasil: los grandes capitalistas en la campaña electoral

Armando Boito Jr

 

A lo largo del mes de julio, al menos un gran empresario publicó un artículo en la prensa declarando que votará por Lula, por primera vez, y que lo hará a pesar de no acordar con las políticas propuestas en el programa de gobierno del PT; la Federación de Bancos (Febraban) firmó un manifiesto en defensa de la democracia y del sistema electoral brasileño, sin decir nada sustancial sobre el acuerdo o desacuerdo con la política económica; la Fiesp publicó un documento en el que, además de defender la democracia y las elecciones, hace observaciones críticas sobre la política económica en curso y deja entrever su nostalgia por el neodesarrollismo de los gobiernos del PT; la Confederación Nacional de la Industria, inmovilizada por su propio gigantismo, prefirió mantenerse al margen, favoreciendo la candidatura de Bolsonaro.

Uno de los editores de Brasil247, Leonardo Attuch, señaló que este giro político por parte de los grandes capitalistas podría tener un impacto favorable en la candidatura de Lula entre los votantes de clase media. Tal es así, que en la última encuesta de DataFolha, Lula consiguió reducir la brecha  que mantiene con Bolsonaro entre los votantes con ingresos familiares situados entre los cinco y diez salarios mínimos.

¿Cómo se explica este movimiento? Para dar algunas claves de respuestas a esta pregunta tenemos que considerar al menos cuatro incógnitas: (a) las relaciones de la clase capitalista con el neofascismo de Bolsonaro, (b) las distintas relaciones que las diferentes fracciones de la burguesía mantienen con el gobierno de Bolsonaro, (c) la situación política del movimiento popular, y (d) la orientación y las iniciativas más recientes de la campaña electoral de Lula y el PT. Los observadores y comentaristas han destacado el primer y el último término. Sin embargo, han ignorado el segundo y han pasado por alto la importancia del tercero.

En este texto analizaré únicamente este movimiento de los grandes capitalistas. No voy a entrar en las consideraciones sobre la táctica que debe adoptar el movimiento democrático y popular.

Conflictos de la burguesía con el fascismo de Bolsonaro

Hay conflictos entre la burguesía y el gobierno neofascista de Jair Bolsonaro. El movimiento social de Bolsonaro, como los movimientos fascistas clásicos, no es un movimiento burgués. Es un movimiento socialmente asentado en la clase media alta, la pequeña burguesía y amplios sectores de agricultores. Es cierto que los campesinos pertenecen a la clase dominante, pero no constituyen la fracción de la clase capitalista que tiene la hegemonía en el bloque dominante, es decir, la fracción de la clase capitalista cuyos intereses específicos de fracción son priorizados por las políticas económicas, sociales y exteriores del gobierno de Bolsonaro.

“El movimiento social de Bolsonaro, como los movimientos fascistas clásicos, no es un movimiento burgués”

El gobierno de Bolsonaro, prioriza los intereses del gran capital financiero internacional y de la fracción de la burguesía brasileña asociada a estas fracciones internacionales. Prioriza, es decir, no deja de contemplar los intereses de otras facciones burguesas -los cambios en la legislación laboral y la reforma neoliberal de la seguridad social son suficientes para demostrarlo-, pero da prioridad al capital extranjero y a sus socios internos. En este punto se abre una brecha, propensa a generar conflictos, entre: por un lado, la clase que ocupa el poder del Estado y la fracción burguesa hegemónica; y, por otro, la base social leal al bolsonarismo.

Ejemplos: (a) La grotesca gimnasia política de Bolsonaro que atendiendo sobre todo a los intereses de los accionistas extranjeros y nacionales de Petrobras, intenta no perder el apoyo militante del que goza entre los camioneros autónomos; (b) el silencio y casi la omisión de Bolsonaro ante la reforma de las pensiones que también castigó a una parte de la clase media y cuya implementación Bolsonaro, muy astutamente, dejó en manos del ex presidente de la Cámara de Diputados, el neoliberal Rodrigo Maia de los demócratas; (c) el descontento de una parte de la burguesía con el objetivo de Bolsonaro de implantar una dictadura en un momento en que esta misma burguesía no ve ninguna amenaza del movimiento popular. En el proceso electoral de 2018, la gran burguesía decidió mayoritariamente cooptar al movimiento bolsonarista, ante la inviabilidad electoral de los candidatos de los partidos burgueses tradicionales, pero fue una operación política que implicaba riesgos –el movimiento fascista está al servicio de la burguesía, pero no es un mero instrumento pasivo que la burguesía pueda manipular a su antojo-.

Los manifiestos y textos de los grandes empresarios y asociaciones empresariales que se pronuncian sólo en defensa de la democracia y las elecciones pueden estar motivados, exclusivamente, por este conflicto con el fascismo bolsonarista.

Conflictos de la gran burguesía nacional con la política económica

Una parte de la clase empresarial, sin embargo, está insatisfecha con la política económica del propio gobierno de Bolsonaro. Como he afirmado, este gobierno representa al capital financiero internacional y a la fracción de la burguesía brasileña asociada a él y, en esta medida, relega a un plano secundario o contradice ciertos intereses de otra fracción de la burguesía brasileña, más ligada al mercado interno[ii]. Esa burguesía mercado internista había obtenido la hegemonía política durante los gobiernos del PT, pero fue desplazada de esta posición por el golpe de impeachment en 2016. Michel Temer y Jair Bolsonaro retomaron las políticas económicas neoliberales de los años 90, en una versión más radical. Políticas dirigidas contra lo que aún existe en Brasil del estado de bienestar. Lo cual, marca una diferencia con los gobiernos de FHC cuyo neoliberalismo se dirigía principalmente contra el estado desarrollista.

La gran burguesía nacional ganó con parte de la política social del Gobierno de Bolsonaro, pero perdió con la política económica. En función de los hechos de la coyuntura, el corazón de esta fracción burguesa puede plegarse a uno u otro de estos polos de atracción y rechazo. La campaña electoral de Lula da Silva, su amplio favoritismo en las encuestas y su propuesta de alianzas cada vez más amplias, flexibles y conciliadoras activan en la gran burguesía nacional la ambición de recuperar la hegemonía política que perdió en 2016.

Resultan ejemplos destacados los posicionamientos de los grandes bancos comerciales de capitales nacionales, la industria naval, y la Fiesp, como muestra del conflicto que lleva a estas fracciones de la burguesía a distanciarse de Bolsonaro. Al punto tal que la Fiesp, se encuentra dando un giro de 180 grados. Tras ser presidida por un agitador de Bolsonaro, la Fiesp se reposiciona y presenta en un documento público reservas críticas a la política económica del gobierno de Bolsonaro.

“La gran burguesía nacional ganó con gran parte de la política social del Gobierno de Bolsonaro, pero perdió con la política económica”

La presencia de los grandes bancos nacionales en esta lista de ejemplos puede causar extrañeza. Después de todo, si el gobierno de Bolsonaro es neoliberal, ¿Cómo podría el capital financiero estar en contra? Lo que muchos que utilizan el concepto de capital financiero no se dan cuenta es que este capital está atravesado por la división entre la burguesía doméstica y la burguesía asociada. Los bancos de inversión, cuyo negocio es captar fondos en el exterior, designados en el lenguaje periodístico por la metonimia “Faria Lima”, están con Bolsonaro, pero los grandes bancos comerciales nacionales, que también estaban con él, se alejan ahora.

Jair Bolsonaro y Paulo Guedes amenazan la posición dominante de estos bancos en el mercado brasileño. Guedes se ha pronunciado más de una vez, incluso en Davos, contra la “esclavización de la economía brasileña por media docena de bancos”, ha impulsado la reducción del diferencial bancario y Bolsonaro ha transferido a un burócrata del Banco Central la competencia, que pertenecía a la Presidencia de la República, de autorizar la entrada de bancos extranjeros en el mercado nacional. Es una repetición de las políticas de FHC y Pedro Malan, contra las que Febraban se posicionó en los años 90. El sector de la construcción naval también está siguiendo el mismo movimiento.

Reclaman políticas neodesarrollistas, las cuales les garantice reservas de mercado en el suministro de plataformas y barcos para Petrobras y financiación subvencionada y abundante del BNDES, para salir de la crisis en la que se encuentran los astilleros nacionales. Las políticas de Temer y Bolsonaro han recortado el presupuesto del BNDES, han acabado con la tasa de interés subsidiada a largo plazo (TJLP) y han suprimido la política de contenido local: hablaron de flexibilización, pero lo que hicieron fue supresión.

Resumen de la ópera: la gran burguesía nacional, a diferencia de la gran burguesía asociada, puede tener, por tanto, dos razones para alejarse del gobierno de Bolsonaro: el neofascismo y la política económica neoliberal radicalizada. Como dice el documento de la Fiesp, faltan obras de infraestructura, crédito barato, inversión en ciencia y tecnología, etc. Por otro lado, la gran burguesía asociada debería, en general, permanecer con el gobierno, aunque algunos de sus segmentos puedan, debido al neofascismo, alejarse también de él. El Estado y el gobierno desempeñan un papel activo en la organización de la hegemonía en el bloque dirigente. De ello se desprende que la fracción hegemónica de la burguesía puede presentar conflictos con el gobierno que busca organizar su propia hegemonía, aunque estos conflictos son de modalidad, intensidad y frecuencia diferentes a los que separan al gobierno de las fracciones burguesas subordinadas.

En este sentido, cabe recordar los recientes movimientos del gobierno de Joe Biden en relación con el gobierno de Bolsonaro. De la misma manera que el gobierno de Jimmy Carter, con su política de derechos humanos, socavó la dictadura militar brasileña que, sin embargo, representaba una alianza hegemónica de las multinacionales con la burguesía nacional, también el gobierno de Biden, involucrado en un conflicto más complejo e importante con China y Rusia, ha tomado iniciativas que lo alejan del gobierno de Bolsonaro y su posición golpista. Una parte de la burguesía asociada puede ser neutralizada debido a la posición de Estados Unidos.

“El Estado y el gobierno desempeñan un papel activo en la organización de la hegemonía en el bloque de poder”

El movimiento popular y la campaña electoral de Lula

Dos elementos de fondo ayudan a explicar este desplazamiento político de los grandes empresarios son: la situación defensiva del movimiento popular; y la creciente amplitud de las alianzas que está estableciendo la campaña electoral de Lula.

Me explico. Creo que la burguesía como clase tiene preferencia por el régimen político democrático-burgués. Sólo recurre a la dictadura en momentos de crisis. La democracia permite a la burguesía una participación amplia e institucionalizada en el proceso de toma de decisiones del Estado, lo que no ocurre en los regímenes de dictadura burguesa, y por eso la burguesía sólo renuncia a esta democracia cuando evalúa que existe una amenaza real a su dominación de clase por parte del movimiento popular.

El movimiento popular brasileño está a la defensiva, segmentado en movimientos reivindicativos y desprovisto de un proyecto político viable y alternativo tanto al neoliberalismo como al neodesarrollismo. A su vez, la campaña electoral de Lula promete sólo retomar el programa de sus dos primeros gobiernos -sin considerar con la debida atención las dificultades y obstáculos que ahora enfrentará y que no enfrentó en el período 2003-2010. En esta situación, teóricamente, la burguesía puede renunciar al gobierno neofascista, lo que no significa que necesariamente lo haga porque, además de la determinación de clase, cuenta también, como hemos intentado demostrar, la determinación de fracción.

Las tendencias dominantes deberían ser las siguientes: la gran burguesía asociada se mantiene mayoritariamente fiel al gobierno, mientras que la gran burguesía nacional, al verse contemplada después de 2016 con una nueva ronda de reformas neoliberales contrarias a los intereses de los trabajadores, se aleja del gobierno y retoma la lucha por su hegemonía dentro del bloque en el poder. Se espera que continúe la huida de los grandes empresarios.

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