Y un día octubre volvió: un balance del paro nacional de Ecuador – Por Felipe Gutiérrez Ríos

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La estrategia de criminalización y represión que dejó seis asesinados a manos del gobierno de Guillermo Lasso no logró desgastar un paro nacional que se mantuvo por 18 días. La calurosa despedida de las calles de Quito a los dirigentes indígenas queda como postal de una movilización victoriosa. ¿Está herido de muerte el gobierno? ¿Qué perspectivas se abren a partir de ahora? Dialogamos con tres protagonistas del paro que hacen un balance colectivo de este junio de 2022 con sabor a octubre de 2019.

Por Felipe Gutiérrez Ríos*

 “El paro fue un triunfo”, evalúa Nayra Chalán, vicepresidenta de Ecuarunari, la confederación de pueblos Kiwcha. “Todo aquello que pueda ser arrebatado al poder político a través de la lucha, siempre va a ser un triunfo.  Estamos conscientes que eso no es suficiente para paliar las necesidades, la carestía de la vida, pero sin duda es un triunfo colectivo que es progresivo en una lucha mucho más larga”, sostiene la dirigenta de la organización que nuclea a los pueblos de la sierra y forma parte de la Conaie.

Enith Flores, de la Asamblea de Mujeres Populares y Diversas, por su parte señala: “no es una victoria total, pero sin duda logra ponerle un freno a una avanzada muy fuerte que está teniendo el neoliberalismo”. Mientras que Apawki Castro dirigente del pueblo Panzaleo de la provincia de Cotopaxi, agrega que: “el paro pone en evidencia la necesidad de estar organizados, fortalecer estos tejidos organizativos. En Quito llegaba gente de barrios periféricos, y nos traían comidas, alimentos, motecitos, pancitos. Estos 18 días vimos en la realidad ese trabajo de minga, lo que pregonamos siempre desde nuestros territorios”.

Dialogamos con estos tres dirigentes, que representan a distintos territorios que se sumaron al paro, y se refieren a las características que tuvo la movilización y las perspectivas de un movimiento que marcará un antes y un después del gobierno de Guillermo Lasso.

Del paro al acuerdo

El paro nacional se inició el lunes 13 de junio. Ese día hubo cerca de setenta cortes de ruta en distintos puntos del país, particularmente en la sierra. A la noche fue detenido Leonidas Iza, el máximo dirigente indígena, que fue liberado 24 horas después. El primer fin de semana del paro estuvo marcado por la movilización hacia Quito de miles de indígenas y campesinos/as que comenzaron a concentrarse en el parque El Arbolito y la Casa de la Cultura de Ecuador, que fue ocupada por la policía el domingo 19. A partir de entonces se intensificaron las movilizaciones particularmente en Quito y la Amazonía, hasta llegar al acuerdo firmado el jueves 30 por representantes del gobierno y los principales dirigentes del paro.

La convocatoria al paro nacional no fue únicamente de la Conaie, la principal organización social del país. Desde el principio participaron también la FEINE, que agrupa a sectores indígenas evangélicos, y FENOCIN, de impronta más campesina. En conjunto son una expresión mayoritaria de las organizaciones rurales del Ecuador. “Ahí ya hay una primera victoria que fue mantener la unidad de las tres organizaciones hasta el momento de la firma del acuerdo, cosa que antes no sucedía porque las organizaciones a la mitad se quebraban y terminaban cediendo a las presiones del gobierno. La otra victoria es sostener 18 días de paro, que fueron muy complejos y desgastantes”, destaca Enith Flores.

Nayra Chalán agrega que “más allá de los logros concretos, que son relevantes, se entretejió una unidad entre el movimiento indígena, con estudiantes, mujeres, movimientos barriales, agricultores, artesanos, trabajadoras del hogar, sindicatos, entre otros. Creo que esa es una de las cosechas más fuertes que hemos tenido: ratificar esta unidad campo-ciudad, que es una unidad entre la clase popular”. La relevancia de lo rural no es antojadiza en un país donde un 36% de sus habitantes vive en el campo. Pero además, donde la dinámica rural condiciona la dinámica urbana, sobre todo en ciudades medianas y pequeñas que no podrían operar desprendidas de la matriz campesina.

En ese sentido las conquistas del paro deben leerse en esa clave de articulación de un programa que beneficia a sectores indígenas -entre otros, se logró duplicar el presupuesto de la educación intercultural bilingüe- y al mismo tiempo aborda problemas de sectores populares más allá del mundo indígena. Por ejemplo, la reducción de precios de combustibles (que totalizó 15 centavos, aunque se demandaba una rebaja de 40) lo que posibilita mejores condiciones de vida en un contexto económico muy precarizado durante los últimos años.

La lucha antiextractiva y feminista en el centro

Así como existieron medidas reivindicativas, algunas de las demandas son parte de un programa popular más amplio que se ha ido construyendo al calor de las movilizaciones de los últimos años, y tienen en la demanda antiextractivista un eje central. “La lucha antiextractivista fue uno de los puntos innegociables para el movimiento indígena. Eso significa hacer visible para toda la población una realidad que está afectando mucho a los lugares rurales y que requiere de esa alianza urbana-rural para seguir sosteniéndola”, comenta Enith Flores, de la Asamblea de Mujeres Populares y Diversas de Quito.

El acuerdo también considera reformas al Decreto 151 sobre minería, para proteger zonas sensibles y garantizar el consentimiento de las comunidades locales. Al mismo tiempo, deroga el Decreto 95, que buscaba ampliar la frontera hidrocarburífera, la principal exportación ecuatoriana y una de las bases fundamentales de su economía. De hecho Ecuador es miembro de la OPEP, la organización que aglutina a los principales países extractores de petróleo. “Esto es el resultado de la fuerza que está proyectando la lucha antiextractivista en nuestro país, no solo por el tema petrolero, sino también minero y agroindustrial. A veces se quiere hacer creer que la minería o el petróleo llega a territorios baldíos y no es así, están llegando a desplazar comunidades, familias, actividades económicas milenarias, como es el caso de la agricultura y ganadería. En ese sentido era necesario que esa realidad se reflejara ya en una agenda nacional”, agrega Nayra Chalán

Sobre los elementos que quedaron fuera de los acuerdos, Enith Flores señala que “aún falta ligar las demandas de las mujeres urbanas con las rurales. El pliego de demandas quedó en veremos respecto de los principales puntos de la agenda de las mujeres. Dentro de eso, sabemos que hay cuestiones que son muy relevantes para la situación rural que no son tomadas a nivel urbano, y hay demandas que se plantean en zonas urbanas que no son prioridad para las compañeras del campo. Entonces es necesario mirar eso”.

Nayra Chalán sostiene que “hay que entender que en este momento el patriarcado y el machismo, no solo cruza al movimiento indígena, sino también a la sociedad toda. En ese sentido creo que como mujeres vamos a ir posicionando cada vez con más fuerza que haya una agenda de mujeres puesta sobre la mesa, que necesita del impulso de distintos sectores organizados, y uno de ellos es el movimiento indígena”, comenta la dirigenta de Ecuarunari.

Los ecos de 2019

La masiva movilización popular de 2019 es un antecedente necesario para entender el paro nacional de 2022. El estallido de octubre tuvo como consecuencia el fin práctico del gobierno de Lenin Moreno (que siguió gobernando pero ya sin poder), y la consolidación de la Conaie como una fuerza vertebradora del mundo popular, trascendiendo las reivindicaciones puramente indígenas.

“La Conaie viene postulando desde 1994 que el movimiento indígena no lucha por una cuestión étnica, sino por una cuestión de clase, que aglutina a distintos espacios para dar rienda a la construcción de poder popular. Por eso es que los postulados que levantamos no están pensados solo para el movimiento indígena, sino para los empobrecidos del campo y la ciudad”, comenta Apawki Castro, quien fuera dirigente de comunicación de la Conaie.

Nayra Chalan agrega: “yo creo que es necesario que en momentos tan álgidos de la lucha social, podamos usar los términos que corresponden. Y lo que estamos viviendo hoy, es una coyuntura marcada por la lucha de clases, en donde una clase no quiere que sus intereses y privilegios sean tocados. Es una clase que además, se fundamenta en el racismo, el clasismo y la misoginia para defender sus privilegios. Que asume el odio como un arma de combate ideológico. Hoy somos parte de una dirigencia que no tiene miedo de decir eso, que hemos optado por poner los términos que corresponden”.

La cara más visible de este proceso ha sido el liderazgo de Leonidas Iza, quien preside la Conaie desde 2021. Como dirigente del Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi, Iza fue una de las referencias del paro de 2019 y hoy es la principal figura de la oposición política al gobierno de Lasso. Imágenes suyas, como su salida de la ciudad de Quito siendo vitoreado por la gente, provoca terror en la clase alta ecuatoriana, por una posible candidatura presidencial.

Sin embargo las y los dirigentes de la Conaie son cautelosos. “Lo electoral solo es una forma de la lucha, aunque no podemos desconocer que hay una hegemonía del pueblo ecuatoriano en pensar que las elecciones son una vía de salida a las desigualdades y a las crisis. En ese sentido el movimiento indígena deberá tomar decisiones en las próximas coyunturas electorales, que son muy cambiantes, y se deberán tomar conforme se muevan las fichas del tablero político”, dice Nayra Chalán. Apawki Castro sostiene que: “las organizaciones y sus bases mirarán qué está pasando en 2025 y determinarán el camino a seguir. Pero por el momento el compañero Leonidas Iza ha dicho que lo central no es visibilizarse sino llevar adelante las demandas populares que tenemos”.

En una entrevista para Infobae, al finalizar el paro, Leonidas Iza remarcó la importancia de un movimiento indígena que no dependa de un liderazgo específico, lo que ha significado su unidad. Y sobre su posible postulación presidencial señaló que: “no puedo especular ni adelantarme a lo que sucederá en mi futuro luego de mi periodo como presidente de la Conaie, que termina en el 2024. Hasta ese momento no quiero mezclar escenarios electorales. Hay momentos muy dolorosos como 2019, como el de ahora, donde tenemos muertos. No me parece ético ni moral que, en base al dolor de la gente, se me catapulte para un escenario electoral”.

Noventa días de tregua

La represión y criminalización fue la apuesta política del gobierno de Lasso para terminar con el paro. Además de la denuncia contra Iza, hubo decenas de detenciones y violencia policial y militar hacia las movilizaciones. Los informes de Derechos Humanos contabilizan seis muertos por la represión, aunque pueden variar debido a la desaparición de personas, y a un contexto general de ejecuciones extrajudiciales en el Ecuador.

“Hay una desesperación de la élite política del país por la diversidad de voces que nos estamos juntando y que ellos buscan callar”, dice Apawki Castro. El dirigente del pueblo Panzaleo, sufrió la suplantación de su identidad en redes sociales, y la publicación de supuestos mails. “Fueron una serie de publicaciones falsas y montajes, para hacer creer que tenemos algún vínculo político con Rafael Correa. Es una necesidad de colocar escenarios para silenciar y perseguir las voces que estamos siendo visibles en contra de las políticas neoliberales”.

Enith Flores, complementa que “esta es una lucha que continúa no solo contra las políticas neoliberales, sino también contra la criminalización de la protesta. Lamentablemente el Estado cuenta con todo un marco jurídico creado durante el gobierno de Correa en 2014, que le permite enjuiciar por terrorismo y sabotaje a las personas que se movilizan. Pero esta lucha continúa, los compañeros de las organizaciones que convocaban no es que dijeron que acá se terminó todo, sino que vamos a estar vigilantes y vamos a seguir avanzando en las luchas”.

Los acuerdos que dieron fin al paro establecieron la constitución de equipos técnicos que durante 90 días discutirán las cuestiones pendientes y la viabilización de los acuerdos firmados el pasado jueves. Probablemente el gobierno durante este periodo busque desmovilizar y diluir las demandas sociales, como hizo con las tres mesas de diálogo que convocó anteriormente.

Enith Flores agrega que “este es un gobierno muy traicionero, no podemos esperar que cumpla nada, tenemos que estar alerta. Pero el gobierno sabe que existe una presión social, una vigilancia frente a lo que está pasando, no es que terminó el paro y cada uno se fue a su casa. A finales de septiembre se hará la evaluación de estos acuerdos y como dijeron los compañeros de la Conaie, si es necesario volver, volveremos otra vez. Hay que seguir vigilantes, no hay de otra porque la lucha no ha terminado”.

*Militante de Marabunta. Investigador del Observatorio Petrolero Sur

 

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