Nubes sobre la agricultura campesina – Por Silvia Ribeiro

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Silvia Ribeiro*

Del campo al plato, la digitalización de los sistemas agroalimentarios avanza por todo el planeta, con impactos poco conocidos. Se podría pensar que al ser un paquete de alta tecnología solamente es usado en sistemas agrícolas industriales, pero avanza también sobre países del sur y áreas de agricultura familiar y campesina, con falsas promesas de mayor eficiencia e información para mejorar la producción.

Muchas preguntas surgen con esta nueva ola de tecnificación del campo. ¿Qué es y qué significa? ¿Qué impactos tiene para el campesinado y la agricultura familiar y de pequeña escala? Comparto aquí un documento con ejemplos de impactos posibles y reflexiones sobre estas preguntas.

En México, entre enero y mayo de 2022, las mayores empresas globales de semillas y agrotóxicos como Bayer-Monsanto, Basf y Corteva (fusión de DuPont y Dow) lanzaron nuevas plataformas digitales agrícolas, que venden servicios a los agricultores. Se suman a las que estaban presentes en años recientes y al despliegue de las mismas en otros países de América Latina.

Básicamente, para entrar en las plataformas digitales las o los agricultores deben hacer un contrato de suscripción, con lo que a través sistemas que pueden ser drones, satélites o fotografías de celular tomadas por los propios agricultores de sus cultivos y enviadas a las plataformas, las empresas registran datos de sus campos, como por ejemplo datos del suelo, humedad, semillas, producción, enfermedades de las cultivos, plantas invasoras e insectos que podrían ser considerados plagas, vegetación y bosques, etcétera. Almacenan y procesan la información en las nubes informáticas de grandes empresas tecnológicas y devuelven “consejos” a los agricultores que indican qué, cuánto y dónde usar en su campo ciertos productos. Generalmente los contratos establecen como condición para lograr resultados el compromiso de usar las semillas y agrotóxicos de las propias empresas.

Bayer –que luego de comprar Monsanto, se hizo dueña de la plataforma digital Climate Fieldview, una de las más extendidas– anunció su acuerdo en 2022 con Microsoft Azure (nube de computación) para además de actuar en los campos, seguir digitalmente las cadenas de suministro. Microsoft ya ofrecía el programa Farmbeat. Basf lanzó en México la plataforma Xarvio, que promete detectar malezas, plagas y enfermedades locales en los principales cultivos a partir de fotos de celular. Corteva agrega a varias de sus plataformas –como Granular y MiLote con funciones similares a las anteriores– una nueva para medir “la huella de carbono” en los campos. Se suma así a Bayer en la incursión de potenciales créditos de carbono en suelos agrícolas, un tema con muchas aristas, todas negativas.

El despliegue de la digitalización y robotización en los campos ha ido de la mano con acuerdos y fusiones entre las mayores empresas de agronegocios –semillas, agrotóxicos, fertilizantes, comercializadoras– con las de maquinaria agrícola y los titanes tecnológicos. Cada uno de los pasos de la cadena agroalimentaria industrial está dominado por pocas empresas: entre 5 y 10 en cada sector controlan más de la mitad del mercado global. El cambio más fuerte en el sector agroalimentario en años recientes es la irrupción de las gigantes tecnológicas estadunidenses (conocidas como GAFAM antes de cambiar sus nombres empresariales: Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) junto a las chinas Alibaba y Tencent.

En proporción cada vez mayor, las empresas que deciden sobre la producción, suministro y mercados agroalimentarios no tienen historia ni conocimiento del sector. El hecho de que el principal interés de las trasnacionales agronegocios no es la producción de alimentos, sino la ganancia, gana nuevas facetas con la entrada de poderosas compañías igual o más inescrupulosas, cuyo objetivo inmediato es recolectar la mayor cantidad posible de datos, para vender la información y formas de manipulación de las conductas de producción y consumo alimentario de grandes grupos sociales.

Lo que Shoshana Zuboff llamó capitalismo de vigilancia, tiene así su versión de “agricultura de vigilancia”. Lo que comemos, cómo y dónde se produce y se comercia es información fundamental sobre el medio rural y sobre la sociedad en general.

Por ello, las plataformas digitales no van dirigidas solamente a grandes propietarios y agricultura industrial. Para lograr la más mayor recolección de datos de campos y procesos alimentarios, hay un vasto mercadeo y facilidades para enganchar a la agricultura de pequeña escala y campesina, que es la mayoría de habitantes rurales.

La introducción de plataformas digitales consolida la dependencia de agricultores de todas las escalas con las grandes empresas, por contratos que obligan a usar sus productos y manejos agrícolas, mecanismo que ya existía, pero con la virtualidad se expande significativamente.

Ahora, además, el nuevo negocio es que los oligopolios se apropian de infinidad de datos de cada campo (incluidos tierra, bosques, agua, territorios), de conocimientos de producción, semillas, manejo de suelos y cultivos, formas de comercialización, hábitos alimentarios de consumidores. Lejos de proveerles “servicios» a las comunidades campesinas, éstas son objeto de extracción masiva de información que al ser “datificada” e interpretada por sus algoritmos se convierte en mercancía para lucro y mayor control de las empresas.

*Investigadora mexicano-uruguaya del Grupo ETC.

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