Cuba: un mismo pueblo, una sola raza – Por Yaditza del Sol González

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Por Yaditza del Sol González*

Existen prejuicios y comportamientos racistas en Cuba. Negarlo, además de ser contraproducente, nos alejaría del camino para transitar a la solución del problema. Esa es, sin dudas, una de las principales virtudes que encierra el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial

¿Es necesario hablar de discriminación racial en Cuba? ¿Más allá del choteo y del humor que nos caracterizan, existen realmente en nuestra sociedad prejuicios por el color de la piel? ¿Si somos ese «gran ajiaco», en el que «aquel que no tiene de congo tiene de carabalí»; si la Revolución, desde el propio triunfo, comenzó el desmontaje de las condiciones que en épocas anteriores propiciaron la expresión de conductas racistas y dotó a todos los cubanos por igual de los mismos derechos, por qué entonces la huella de ese pasado, de una forma u otra, aún persiste y marca comportamientos que, involuntariamente o no, llegan a exteriorizarse en la realidad social?

Quizá, como primer paso para entender el fenómeno o, al menos, desentrañar parte de este, deberíamos partir de que, desde principios de la década de los 70 del pasado siglo, las ciencias biológicas demostraron que no existen razas para los seres humanos, aun cuando la construcción cultural nos sigue remitiendo a tal noción.

Por mucho tiempo prevaleció la teoría de que los restos fósiles humanos hallados en distintos espacios geográficos correspondían a diversas razas (europoide, mongoloide, asiático oriental, hindú, negroide, nativoamericanos, etc.); sin embargo, este criterio quedó sin fundamentos al demostrarse que todos los hombres provenimos de un mismo antepasado común con los simios: el australopithecus afarensis, explica a Granma Rolando Julio Rensoli Medina, vicepresidente de la Comisión José Antonio Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

Este australopithecus, que surgió en el noroeste de África, por la zona que hoy ocupan los países de Etiopía, Sudán y Somalia, fue emigrando a los diferentes puntos cardinales del mundo, y como resultado de los cambios climáticos, movimientos telúricos, adaptación al ecosistema, se produjeron cambios fenotípicos y genotípicos en los descendientes migrantes de ese primer hóminis, precisó el también miembro del grupo coordinador ejecutivo de la comisión nacional del Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial.

No es que debamos defender la igualdad entre las razas humanas, dijo, sino que, «al no existir tal distinción, todos los hombres somos naturalmente iguales».

Entonces, ¿si científicamente se ha validado que no existen razas para la especie humana, sería siquiera correcto hablar de racismo, de la supuesta superioridad biológica, intelectual y estética de una raza sobre otras? La respuesta más lógica sería que no. Sin embargo, se trata de un problema real, universal, que persiste y daña.

Sucede, señaló Rensoli Medina, que esta nueva validación es relativamente reciente y «en apenas 40, 50 años, no puede desmontarse todo un concepto, asentado por siglos en el subconsciente de la humanidad».

En el caso de nuestro país, además de la razón antes expuesta, hay dos motivos particulares, muy fuertes, por los que no debería existir el concepto de razas. El primero, acotó, es que no somos un Estado multiétnico ni multinacional.

«Cuba es una etnionación, mestiza, heterogénea. Puede que algunos tengan la piel blanca, parda, negra o amarilla, pero los genes africanos, europeos, asiáticos, nativoamericanos…, están ahí, todos mezclados. Somos un solo pueblo».

El Mapa Genético para el origen étnico de los cubanos, Premio Academia de Ciencias de Cuba 2015, realizado por el Centro Nacional de Genética Médica, demostró lo que Don Fernando Ortiz –conocido también como el tercer descubridor de Cuba– planteó muchos años atrás: que los cubanos, genotípicamente, somos mestizos, agregó.

«Dicha investigación evidenció, sin distinción por color de la piel, la presencia de genes ancestrales europeos en una proporción del 70,3 %, de origen africano un 20,2 %, nativoamericanos un 8,1 % y asiático un 1,3 %». Pero quizá, añadió, uno de los datos más interesantes es que se encontraron casos de individuos «blancos» con más de un 50 % de genes africanos.

«Y no se trata solo de una cuestión genética, culturalmente también somos hijos de ese mestizaje». Aquí hablamos una sola lengua, la variante cubana del español; tampoco existen manifestaciones del arte y la literatura segmentadas de acuerdo con orígenes diferentes, sino que las distintas etnias que convergieron en Cuba, hace cientos de años, fueron mezclándose, convirtiéndonos en ese «ajiaco», comentó.

«Es que, incluso, en las religiones de matriz africana se manifiesta el sincretismo con el catolicismo. No podemos decir entonces que es una religión netamente africana, porque ha sido adaptada, transformada a imagen de nuestra propia idiosincrasia».

El tercer y último motivo por el cual no deberíamos, desde el pensamiento racional, hablar de discriminación racial en nuestro país es que llevamos más de 60 años de Revolución, y los principios socialistas que, desde el propio 1ro. de enero de 1959, fueron enmarcando el rumbo de la nación, defienden el humanismo, la inclusión, la justicia social y la defensa de la dignidad plena del hombre, aseguró.

Sin embargo, existen prejuicios y comportamientos racistas en Cuba. Negarlo, además de ser contraproducente, nos alejaría del camino para transitar a la solución del problema. Esa es, sin dudas, una de las principales virtudes que encierra el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial, instaurado por acuerdo del Consejo de Ministros el 20 de noviembre de 2019 y ejecutado por una Comisión Gubernamental que encabeza el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

La revolución cubana y su sentido humanista y antirracista

Antes de 1959, comentó Rensoli Medina, la pobreza en Cuba era multicolor. Por ejemplo, en los barrios pobres y de clase baja vivían los obreros y personas de pocos recursos, pero aquí no solo residían negros, también convivían blancos y mulatos; sin embargo, la riqueza sí era predominantemente blanca, resaltó. «Como resultado del trasfondo socioclasista, ni los pobres ni los analfabetos podían votar o ser electos para cargos públicos y, por ende, casi ningún negro o mulato podía aspirar a ello».

Fue la Revolución, subrayó, la que cambió por completo esa realidad, al llevar adelante transformaciones radicales que eliminaron las bases estructurales del racismo y la discriminación. «Con su sentido profundamente humanista, democratizó el acceso a la educación y la cultura, y dotó a todos los cubanos, por igual, de los mismos derechos y acceso a oportunidades».

Pero si bien tales avances fueron y son incuestionables, no se pueden revertir en 60 años de Revolución cuatro siglos de actitudes discriminatorias, que subyacen en el tejido social, sostuvo.
Según Rensoli Medina, uno de los primeros que se percató de este problema, de lo que estaba sucediendo, fue nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Casi siempre se menciona el 6to. Congreso de la Uneac, de 1998, como principal antecedente, punto neurálgico en el análisis de este fenómeno, pero Fidel, desde mucho antes, ya había empezado a hablar en sus discursos de las desigualdades que estaban surgiendo en nuestra sociedad, argumentó.

«Incluso, durante el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, reconoció que se habían tenido que promover con intención a jóvenes, mujeres, negros y mulatos, porque no habían tenido una representación, acompañando la dirección del país».

A partir del cónclave y del encuentro de la máxima dirección del país con los escritores y artistas, nacieron varios proyectos.

La creación de una comisión permanente de trabajo en la Uneac, en noviembre de 2009, que un año después fue rebautizada como Comisión José Antonio Aponte, logró consolidar un frente común, tanto de pensamiento como de acción. Una década después, exactamente, surge el Programa Nacional. Ello, en primera instancia, nos habla de la voluntad política, de la importancia que se le otorga a este tema y, sobre todo, que tales expresiones racistas no se corresponden con el modelo inclusivo y participativo que Cuba defiende y sigue construyendo.

A casi dos años de quedar constituido, uno de los principales logros es el diagnóstico y balance que refleja el volumen Revolución Cubana vs. Racismo, elaborado por el grupo ejecutivo que coordina la comisión del Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial, y que será publicado próximamente.

En ese texto, entre otras ideas, se constata la inexistencia de las supuestas «razas» en las personas, así como los antecedentes del racismo y la discriminación por el color de la piel en nuestro país y, de manera muy especial, el comportamiento del fenómeno desde las más diversas esferas sociales, con cifras y análisis en contexto.

Un primer paso que, sin dudas, resulta indispensable no solo para identificar las causas objetivas y subjetivas que conducen al arrastre de prejuicios y actitudes racistas en nuestra sociedad, sino también como puente para fomentar el debate público y viabilizar la concreción de acciones en la ruta por erradicar un problema que es de todos los cubanos.

*Periodista cubana.

Granma

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