La política exterior y las relaciones internacionales en un gobierno del Pacto Histórico – Por Shameel Thahir Silva

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Shameel Thahir Silva*

La política exterior y las relaciones internacionales no han sido un tema muy taquillero en las campañas presidenciales en Colombia. Es algo que “no da votos” y las explicaciones de ello son variadas y multifactoriales. Hasta hace muy poco las discusiones electorales giraban alrededor del clientelismo y la guerra en Colombia, lo que carga consigo, así no se vea a primera vista, la política exterior también.

Un ejemplo de esto fue el manejo dado por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez al bombardeo del campamento de Raúl Reyes en el 2008 y como la matriz mediática interna rápidamente ordenó la explicación para la opinión pública sobre el conflicto regional provocado por esa acción entre gobiernos de la región pro Farc y pro-seguridad democrática, cuando desde afuera estaba claro que la responsabilidad de la violación de todos los protocolos del derecho internacional público fueron del presidente Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos, su ministro de defensa.

No solo la política exterior no ha sido un tema “sexy”, sino que también ha determinado nuestra relación con gobiernos de la región y el mundo. Que la guerra y el clientelismo sean los ejes de la misma en los últimos 50 años explica nuestra relación con Estados Unidos y la crisis desatada en nuestra relación con la región desde el 2008 que solo pudo resolverse en el 2010 con la llegada de Juan Manuel Santos a la presidencia, giro marcado a solo tres días de su posesión y concretado con la reunión celebrada con Hugo Chávez para inaugurar un ciclo que tenía como intención reparar las relaciones bilaterales entre ambos países y tras la cual Venezuela se convirtió en protagonista del proceso de paz con las Farc.

Hoy en día el programa de gobierno del Pacto Histórico, coalición política que podría asumir la presidencia de Colombia el 7 de agosto del 2022, ha marcado como principios fundamentales de su política exterior la lucha contra el cambio climático y la superación de la crisis de la biodiversidad del planeta, reconociendo y valorando así algo que hacen todos los que compiten por la silla presidencial y es resaltar nuestro lugar estratégico en la discusión mundial como el segundo país más biodiverso del planeta.

Especialmente desde la reunión de la COP26 en Glasgow en noviembre del 2021, esta es una discusión que para muchos liderazgos mundiales realza como un problema de nuestra especie, tal cual como lo caracteriza el propio Gustavo Petro y Francia Márquez al señalar que Colombia debe transformarse en una potencia mundial de la vida.

Existen discusiones paralelas que tienen que ver con un reto por liderar en política exterior por Gustavo Petro y Francia Márquez alrededor de las críticas al libre comercio como eje de nuestra política comercial en los últimos 30 años, desde la apertura económica del gobierno de César Gaviria (1990-1994) y sobre todo de los TLCs. Críticas que tienen que ver con manifestaciones de debilidad hegemónica del modelo neoliberal y la aceleración de esta pérdida después de 2 años de pandemia del covid y sus consecuencias sociales y económicas.

Para el Pacto Histórico, como principio, lo que debe adelantarse en la región es una política de articulación de dinámicas de intercambio productivo, académico y cultural en la que el comercio exterior debe dinamizar los circuitos de producción interna y regional.

Por otro lado, y a propósito del clientelismo que ha sido histórico, como lo demuestra en un ensayo el portal de investigación periodística Vorágine:

Vorágine tuvo acceso a una lista de 257 nombramientos en el servicio exterior realizados por Duque desde que se posesionó hasta el 5 de febrero de 2021, y encontró que solamente 45 de ellos se hicieron a personas que pertenecen a la carrera diplomática y consular: 8 embajadores y 37 terceros secretarios de relaciones exteriores, que es el escalafón más bajo de ese régimen. Todos esos terceros secretarios tuvieron que quedarse en Colombia por un periodo de prueba, con un salario básico mensual de 3.211.673 pesos. Dicho de otra forma, solo el 17,5% de todos los nombramientos hechos por Duque han sido para funcionarios de carrera diplomática y consular, y solo el 3,1% han sido para embajadores de carrera.

El Pacto Histórico también prometió en su programa de gobierno que se priorizará el mérito y la experiencia sobre la palanca, en una proporción de 50/50, lo que implica un reconocimiento de la Academia de San Carlos como el espacio de donde saldrán la mayoría de los funcionarios de nuestro cuerpo diplomático y que implicaría, en próximos años, que intervenciones o problemas del servicio exterior con los ciudadanos colombianos por esa falta de experiencia se reduzcan o tiendan a cero.

El Pacto también consignó en su programa de gobierno que el servicio diplomático no intervendrá en asuntos internos de otros países, motivado seguramente por las intervenciones comprobadas del embajador de Duque, Francisco Santos, en las elecciones de los Estados Unidos y que resquebrajo las relaciones del gobierno Biden con Colombia.

Estados Unidos

El presidente de Colombia Marco Fidel Suárez (1918-1921) fue el que acuño el termino réspice polum “mirar hacia el norte” y que ha determinado la política exterior colombiana durante los últimos 100 años alrededor de responder a los intereses que Estados Unidos ha definido como prioritarios para su propia seguridad nacional y en la cual podríamos enmarcar la propia “guerra contra las drogas” declarada por Richard Nixon (1969-1974).

Fue el presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978) quien empezó a hablar del principio “réspice similia” o mirar a tus semejantes en el marco de una política de renacimiento de gobiernos latinoamericanos soberanos, la política de sustitución de importaciones impulsada por la Cepal y experiencias de integración regional como el Pacto Andino.

En el 2018 Gustavo Petro declaró a medios de comunicación: “Colombia no ha tenido una política internacional, es un apéndice de la política internacional de Estados Unidos, derivada de su subordinación a la política antidrogas por la ayuda recibida por ese concepto”.

Declaraciones brindadas en el contexto del gobierno de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y en medio de una campaña presidencial en la que llegó a segunda vuelta y en la cual surgió Iván Duque como el Presidente para el periodo 2018-2022.

Hoy está claro que Gustavo Petro ha matizado esa posición entendiendo que el gobierno demócrata de Joe Biden está interesado en impulsar la transición energética y la superación de la matriz energética basada en combustibles fósiles. Es por eso, que propuso a Luis Gilberto Murillo, por su cercanía con altos jerarcas del Partido Demócrata como el propio Obama, como el probable embajador del país en Washington.

En su programa el Pacto ha fijado como otro de los principios de la política exterior que le propone al país la unidad de los pueblos del sur de América, llamando a la necesidad de restablecer el Pacto Andino y del Caribe como prioridad. En su programa existe el compromiso de impulsar una agenda latinoamericana contra la pobreza, inequidad, productividad y cambio climático.

Es por lo anterior que Petro se reunió en marzo de este año con el recién posesionado presidente chileno Gabriel Boric. También sesionó con parte de su gabinete y con muchos congresistas de su bancada y les propuso que la alianza entre Chile y Colombia impulsará la transición energética en la región. Además de Boric, si Gustavo Petro es presidente contará con una región con presidentes como Andrés Manuel López Obrador en México, una probable presidencia de Lula en Brasil y la continuación del kirchnerismo en Argentina, y el gobierno del MAS en Bolivia.

Ecosistema que permitiría adelantar la agenda del Pacto Histórico comprometida con fortalecer la cooperación con la CAN, ONU, UE, EUA, los países de la cuenca del Pacífico, en especial China y el sudeste asiático, en clave latinoamericana, en el que el principio de réspice similia y de fortalecimiento de la soberanía nacional estaría por encima del réspice polum.

En este escenario, una Latinoamérica unida por lo menos en términos de coordinación de los poderes ejecutivos de la región puede establecer una posición independiente en la disputa geopolítica en proceso de configuración, de manera cada vez mas fuerte y evidente, entre la alianza China/Rusa por nuestros territorios y sus riquezas.

Narcotráfico y terrorismo. América Latina y el Caribe como un territorio de paz

En el 2014 los presidentes de los 33 países de América Latina y el Caribe en el marco de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) declararon la región como una “zona de paz”. Declaración que iba de la mano de la intención de varios presidentes de la región en la época, entre los que estaban Nicolás Maduro, Rafael Correa y Raúl Castro, de apoyar los esfuerzos del gobierno de Juan Manuel Santos para llegar a un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc. El antecedente de lo ocurrido con Raúl Reyes les había demostrado a muchos de estos gobiernos que la guerra en Colombia era un problema de seguridad regional que debía resolverse de manera efectiva.

A mediados del año 2021, mercenarios, entre ellos oficiales que cursaron armas como parte del Ejército de nuestro país, fueron capturados por hacer parte de una operación clandestina que terminó con el asesinato del presidente de Haití. A propósito de esta noticia, el 15 de julio del 2021 Gustavo Petro trinó:

“La política exterior del gobierno se ha construido en las redes de la extrema derecha mundial y particularmente de la Florida, fuertemente vinculadas al narcotráfico. Por eso termina articulada a operaciones ilegales internacionales de terrorismo”.

Es en esa probable alianza latinoamericana de gobiernos con el Pacto Histórico en la presidencia de Colombia, que el principio consignado en el programa de su política exterior de impulsar una agenda de paz que nos permita superar la guerra se torna más palpable.

Agenda que no puede hacerse real sin impulsar un cambio de paradigma en el abordaje dado en la región al problema del narcotráfico, y que debe pasar por abandonar la “guerra contra las drogas” de Nixon y profundizar experiencias como las del gobierno del Frente Amplio en Uruguay y la legalización del consumo del cannabis, o del gobierno del MAS en Bolivia que suspendió las actividades de la DEA en su país y recuperó su soberanía en el abordaje del problema del narcotráfico con resultados reconocidos por la ONU.

Venezuela. Política fronteriza, migración e integración regional

En noviembre del 2021 Gustavo Petro declaró: “Si nosotros ganamos la Presidencia de Colombia el 7 de agosto del año 2022, se restablecen las relaciones diplomáticas y consulares con el país vecino de Venezuela, independientemente de quién gobierne allá: los amigos de Guaidó, de Maduro o gente completamente diferente”.

Declaración relacionada con la intención fijada en el programa del Pacto de garantizar los derechos de la población migrante en nuestro país y construir una política fronteriza armoniosa y pacífica que nos permita resolver de manera amigable posibles conflictos. Hoy en día tenemos suficiente evidencia de que el gobierno de Nicolás Maduro es el gobierno de Venezuela y que la intervención en los asuntos internos del vecino país ha servido para profundizar los problemas de seguridad en la frontera e impedir un desarrollo armónico de las comunidades que las habitan.

Por otro lado, se determinó en el programa del Pacto Histórico el compromiso de proteger a nuestros nacionales en el exterior. Reconociendo a los más de 6 millones que habitan decenas de países y comprometiéndose a construir las condiciones que les permitan volver a quienes lo deseen. Como la mayoría de las políticas propuestas por el Pacto este es un compromiso transversal que evidentemente implicará varios gobiernos y que exige una continuidad no solo en la política exterior sino también en las diversas políticas internas de desarrollo social, cultural y económico del país.Ventana abierta

En muchas ocasiones el propio Gustavo Petro y los diversos liderazgos del Pacto Histórico han explicado que los cambios estructurales que le han propuesto al país no se podrán desarrollar en su totalidad en 4 años, y que la intención política es que a partir del gobierno de Petro y Francia le sucedan por lo menos otros tres gobiernos del Pacto que permitan cumplir al 100 por ciento con las propuestas consignadas en su programa de gobierno. La política exterior no es la excepción.

En los párrafos anteriores se han consignado sus principios y las intenciones políticas de la misma. Se entiende que es una política exterior que va de la mano con las transformaciones estructurales que se plantean en términos de matriz productiva, energética o política comercial. Se destaca que es una política exterior pensada para el corto, mediano y largo plazo y que se piensa no como una propuesta gubernamental sino como una propuesta de Estado. Más allá que hacer prospectiva lo que se buscó aquí es tratar de trazar unas líneas sobre cómo los principios propuestos en el programa se articulan con la intención del cambio estructural del Pacto Histórico, lo demás se deberá analizar sobre la marcha de los acontecimientos.

Lo cierto es que Colombia, aunque tiene el potencial de ser un líder determinante en las discusiones alrededor de la mitigación de los efectos del cambio climático en el mundo y las transiciones del modelo energético y productivo por la riqueza de su territorio en clave biodiversa también es cierto que no esta sometida a una multiplicidad de variables geopolíticas que le dan poco margen de maniobra mas allá de ciertas posiciones políticas soberanas.

Por otro lado, en cuanto a la integración regional, aunque suene factible la lucha contra la pobreza no sería la primera vez en América Latina y el Caribe que se impulsan procesos de unidad de gobiernos en esa clave. El último ciclo de gobiernos progresistas que lo hicieron con liderazgos visibles como los de Hugo Chávez tampoco avanzaron demasiado en políticas de cooperación concretas, pero sí de coordinación en escenarios multilaterales. Tal vez el tono y el estilo de liderazgos como el de Boric puedan tropezar con los de Amlo e incluso el mismo Petro.

Finalmente es cierto que, aunque la propuesta del Pacto Histórico en política exterior y relaciones internacionales esta formulada en función de convertirse en política de Estado no debe descartarse el hecho que los procesos de institucionalización y desarrollo a largo plazo de iniciativas de carácter publico en Colombia no han tenido la permanencia suficiente. El último ejemplo fue el manejo de semiprofesionalización que alcanzó la cancillería en manos de María Ángela Holguín, durante los 8 años de Juan Manuel Santos, sin desprenderse de las ataduras clientelares propias de la gobernanza que han operado las élites tradicionales en Colombia.

*Docente catedrático en Politécnico Grancolombiano, profesor de la Universidad Javeriana y de la Universidad Nacional de Colombia.

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