Empresas tecnológicas: ¿se caen o es trampa? – Por Juan Guahán

976

Empresas tecnológicas: ¿se caen o es trampa? 

Juan Guahán | CLAE*

Desde hace un tiempo las cotizaciones en la Bolsa -de Nueva York- de empresas tecnológicas sirve para medir el peso de este sector en la economía. Están al frente de estas actividades y son sus grandes beneficiados, entre otros: Elon Musk, Jeff Bezos; Bill Gates; Warren Buffet; Bernard Arnault, Mark Zuckerberg. Ellos están en la cima del núcleo de mayor poder económico del planeta.

Las empresas informáticas, las ligadas a internet o la nueva economía (viajes e investigaciones espaciales, fabricación de vehículos eléctricos, desarrollo de la inteligencia artificial) ocupan los lugares centrales en el mundo económico occidental.

A mediados de los 80’ se creó el NASDAQ-100, un índice de acciones de 100 empresas vinculadas al sector tecnológico. Distintas mediciones coinciden en que durante la década de los 90’ esos sectores y personas comenzaron a expandirse, para el año 2000 sus acciones habían subido un 400% respecto a 1995.

Las expectativas existentes hicieron que los valores de esas acciones crecieran de un modo desorbitado. Resultaba difícil determinar si ese crecimiento era verdadero o era una burbuja oculta detrás del incremento de las acciones de esas empresas. Hubo cierres, fracasos, fusiones, algunas -como Amazon- sobrevivieron.

Los más antiguos y lúcidos integrantes de esa euforia transformaron las ganancias, que podían leerse en sus pantallas, en algo más terrenal y cercano: ladrillos y tierras. George Soros, hoy padrino de Martín Guzmán nuestro Ministro de Economía, fue el ejemplo más rotundo de esa perspectiva.

El veloz crecimiento de las tecnologías informáticas y de telecomunicaciones, permitieron que los globalizados mercados financieros ganaran autonomía respecto a la vida económica real. Distinguir los límites entre lo real y lo virtual o ficticio ya no era un problema de género literario o televisivo sino la muestra más cabal de la perversión de este modelo social que a través de ficciones domina la realidad.

Es llamativa la semejanza entre el modelo de enriquecimiento que impone el actual sistema económico con los fraudes de “pirámide empresarial” o “estafa piramidal”. Tanto la economía globalizada como esas pequeñas estafas casi individuales, de las cuales no pasan muchos días sin que estalle alguna (siguiendo el llamado “esquema de Ponzi”), se guían por los mismos principios.

Seguir atrayendo clientes para que el sistema funcione. Cuando se cortan esas cadenas de abastecimiento de dinero y consecuente control el sistema entra en crisis, porque no puede sostener lo prometido. Este parecido es tal que el todopoderoso Elon Musk ha sido demandado por 258 mil millones de dólares por haber cometido una estafa de este tipo para sostener una criptomoneda: “dogecóin”.

Subió artificialmente su valor, para que luego cayera generando una ganancia estratosférica a Musk, inventor de esta trampa. Según los denunciantes esa criptomoneda “es simplemente un fraude mediante el cual se engaña a los ‘grandes tontos’ para que compren la moneda a un precio más alto”

Empresas tecnológicas y la pandemia: sus efectos sociales y económicos

Durante los recientes 2 años (2020 y 2021) la pandemia impuso sus reglas de juego, en la vida cotidiana de la mayor parte de la población del planeta.

El natural temor a lo desconocido, que incluía el diario informe sobre enfermos y muertos, sumado a las cuarentenas y otros mecanismos de aislamiento pusieron fuertes límites a las posibles reacciones sociales. En nuestro país, durante varios meses, los recurrentes discursos del Presidente “bajando línea” y el masivo apoyo que recibía su gestión avalan lo dicho.

Esa situación favoreció el fortalecimiento del poder estatal y las mayores concentraciones económicas, comenzando por las empresas tecnológicas.

El espacio de las relaciones personales fue ocupado por diversas tecnologías.

El debilitamiento de los vínculos presenciales aceleró –en años- la tendencia a reemplazarlos por las comunicaciones virtuales. En este modelo, donde todo se transforma en mercancía, tal situación no hizo más que abultar el enriquecimiento de quienes, vendiendo esos servicios, ocupaban un lugar que seguía funcionando.

En medio de estas condiciones, son públicos y reiterados los datos sobre el gigantesco enriquecimiento de un núcleo de empresas, conducidas por los “dueños” del mundo.

Cambio de expectativas y caída (caída…?) De los grandes

Con una sociedad fuertemente retraída, encerrada y enmudecida por el transcurrir de la peste, esas grandes empresas crecieron de un modo que parecía incontenible.

Los números de la economía real quedaron absolutamente minimizados ante los valores, negocios y perspectivas que esas empresas manejaban. Las concentraciones producidas hicieron que la economía mundial quedara en sus manos.

Variados informes de organismos internacionales, incluidas investigaciones hechas por el FMI, advertían que meses después que aflojaran los efectos del encierro obligado por la pandemia, se harían visibles diversas manifestaciones de la crisis reinante.

Eso fue lo que ocurrió. Progresivamente las expectativas fueron cambiando de signo, de positivas se fueron transformando en negativas.

Los capitales que llovían sobre las empresas que lideraban ese proceso se fueron retrayendo. No fueron pocos los que advirtieron sobre el peligro de la burbuja que se había generado y que había una brutal sobrevaloración de esas empresas.

Pero, para la economía mundial, las cosas se fueron complicando. El 8,6% de inflación anual en los EEUU (según registros del mes de mayo) y 8,8% en Europa presagian una catástrofe, en el corazón del mundo occidental. El incremento de las tasas de interés a valores desconocidos en los últimos 30 años prueba la profundidad de la crisis.

Los confinamientos chinos para contener el COVID enfrían su economía, se habla de la posibilidad de nuevas crisis sanitarias y la guerra entre Rusia y la NATO en Ucrania nos introduce en el túnel de una guerra mundial cuya luz, al final, no está a la vista.

Las ganancias del período más crítico de la pandemia se fueron esfumando y el dinero busca refugios más sólidos, menos aventureros. En esta especie de “venganza de la economía tradicional” aparecen rubros típicos como alimentos y bebidas, variados tipos de empresas energéticas, títulos del Tesoro norteamericano.

Las acciones de las empresas del índice NASDAQ, que forman parte de aquellas que guían a la economía planetaria, dan muestras de un declive inesperado perdiendo, en promedio un 23%. Entre el  31 de diciembre del 2021 y fines de mayo de 2022 (5 meses) algunas acciones –de las más importantes- tuvieron caídas de proporciones astronómicas: Meta-Facebook, 43%; Amazon, 28%; Microsoft, 23%; Alphabet, 19% y Google, su subsidiaria el 21%; Apple, 16%.

Las acciones de Netflix representan un caso extremo, desde el inicio de la pandemia hasta fines del 2021 habían crecido un 86%, imaginaron que el encierro sería eterno, pero desde allí y en estos primeros meses del 2022 perdieron esa ganancia y mucho más. La progresiva liberación de los encierros, motivados por la pandemia, la crisis económica que recorre al mundo, las menores demandas chinas y el retiro de sus servicios en Rusia están entre las causas principales de esta vertiginosa caída, donde perdieron más del 70% del valor que tenían al iniciarse este año.

Las mencionadas empresas, sin contar a Netflix, perdieron (en 5 meses) u$s 2,7 billones, algo más que las economías de Brasil y México juntas.  A ellas habría que agregar las empresas Tesla, Space X, Twiter (en trámite de transferencia), Neuralink, que dirige Elon Musk, el más afectado por esta caída.

Esta generalizada baja deja dos grandes reflexiones. Una, que un nuevo equilibrio del actual sistema global no está a la vuelta de la esquina y esta situación puede ser indicativa de su irrecuperable deterioro.

La segunda se corresponde con algunas ideas de seguidores del principio sustentado por Maquiavelo, en el sentido de “Piensa mal y acertarás”. Se trata de la duda, de raíz conspirativa, que no descarta la posibilidad que esta súbita baja tenga algún nivel de planificación -no necesariamente consensuada- de  bajar los valores para –luego- terminar quedándose con todas las empresas que sean de interés de estos protagonistas.

Más notas sobre el tema